miércoles, 6 de mayo de 2020

A propósito de un artículo aparecido en El Correo de España

El otro día, con mucha indignación, nos hacíamos eco del suceso acaecido en la avenida de la Castellana de Madrid, el día 2 de mayo, cuando un Policía Nacional, exigió la documentación a una mujer por llevar visible una Bandera Nacional, indicándole que iba a proponerla para sanción.


Ya decíamos entonces que no entendíamos como siendo tan permisivos con los podemitas y demás ralea bolchevique/bolivariana que, en todas sus concentraciones y mítines, se enseñorean por nuestras calles, enarbolando la bandera republicana -manifiestamente ilegal-, sin que ello suponga que se identifique y proponga para sanción, no lo éramos con alguien que pasea la Bandera de España, considerándolo un delito de lexa majestad.

Ya sabíamos que, en otro tiempo, se persiguió a los que mostraban la Bandera con el anterior Escudo Nacional, que muchos ignorantes llaman "anticonstitucional", cuando en realidad ni es anticonstitucional, ni tan siquiera pre constitucional, lo que sucede es que una mentira dicha mil veces, algunos pretenden convertirla en verdad.

Aunque no es este el motivo de estos comentarios, si conviene recordar un par de cosas, en especial para quien no lo conozca. La Constitución, data de diciembre de 1978, en tanto que el nuevo formato del Escudo Nacional es de fecha 5 de octubre de 1981; en consecuencia estaba plenamente vigente cuando se publicó la Carta Magna, de ahí que en su portada figure ese Escudo. Por tanto, lo más que se puede decir es que no está vigente.

Sin embargo, no es este el asunto que nos ocupa. El verdadero motivo es hacernos eco de un artículo publicado hoy, en el digital "El Correo de España", firmado por Eduardo García Serrano que titula "Poli tonto" y que transcribimos:

"Juro ante la diosa Atenea, patrona laica de la inteligencia, y ante su mitológica lechuza, que la narración a la que procedo no es producto ni de un delirio, ni de mi pobre imaginación. Es tan hija de la realidad como el Gobierno que padecemos gracias a la democraciaquenoshemosdado. Por eso no comenzaré con el “Érase que se era” que prendía la atención de los niños en las noches de epidemia y confinamiento, cuando no había ni tele ni radio, cuando el abuelo era el centro del hogar y no un cajero automático desterrado en una residencia, y cuando los padres de los nenes sabían algo más que votar, jugar a la play y llevar a sus cachorros a pasar el rato a los fastos nefastos de la Semana del Orgullo Gay como quien los lleva al Parque de Atracciones. Claro, que aquello sucedía en la España en la que los padres de los nenes, que aún no habíamos engendrado, aprendíamos en el cole la lista de los Reyes Godos, como relicario histórico y como ejercicio nemotécnico, no nos daban aprobado general ni aunque a fin de curso la clase entera cayera presa del sarampión, y hacíamos dos reválidas en las que el Estado comprobaba que los nenes no eran gansos con vocación de zánganos dispuestos a ser contertulios de Sálvame o diputados de cualesquiera de los chiringuitos políticos que tan libres nos hacen.

En un lugar del Paseo de la Castellana de Madrid me dio el alto el otro día uno de estos policías que tanto le gustan a Marlaska. Era el mozo todo gimnasio y músculo, clembuterol y maneras versallescas revestidas de desdén y prepotencia. Me saludó como si yo fuera el Kaiser y me trató como si fuera un guiri tolili, perdido entre castañuelas calladas y pandemias confinadas. Me pidió la documentación y la razón por la que del retrovisor de mi coche cuelga una Bandera de España. Ante mi pasmo por tan filosófica, sesuda y profunda pregunta, se le empezó a poner cara de Harry el Sucio democrático, y a mí de Antonio Recio Matamoros, el genial mayorista nolimpiopescado, del divertidísimo sainete “La que se avecina”. 

Sólo pude contestarle que llevo la Bandera de España en el coche por dos razones: porque me sale de los huevos, de los dos, del derecho y del izquierdo. Aquella montaña de músculos se tragó mi respuesta con la misma cara de asco de quien se traga un beso en los morros de Pablo Echenique, me miró como un chekista a su presa, y trató de explicarme, como si yo fuera un chimpancé de la NASA, que él cumplía órdenes. Me pidió la documentación y anotó algunos datos en su cuaderno de preescolar, no sé si con faltas de ortografía pero con absoluta falta de respeto a la Bandera que también él llevaba en su uniforme, sin preguntarse por qué y para qué la lleva. De lo contrario no sería el poli tonto de Marlaska que hace listas de fachas en la calle para que su jefe haga fichas de desafectos para cuando queden plazas libres en las silenciosas y ocultas morgues del Coronavirus".

Ya me imagino, que muchos que lean este texto, dirán aquella frase tan socorrida de que "el Policía, estaba cumpliendo órdenes"; sin embargo, ya hemos dicho que, de acuerdo con nuestro Código Etico, las órdenes, manifiestamente ilegales, las imparta quien las imparta, no son de obligado cumplimiento. Incluso hay más, hasta para cumplir una orden hay formas de hacerlo y lo dice alguien que JAMAS DESOBEDECIDO ORDEN ALGUNA y eso pueden atestiguarlo todos aquellos po los que he tenido el orgullo de ser mandado.

Sin embargo, terminando con el hilo argumental de estos renglones, si conviene hacer una reflexión. Estos españoles que lucen, con orgullo, la Bandera Nacional, en su inmensa mayoría son los mismos que aplauden nuestros éxitos e incluso los que nos han acompañado y llorado con nosotros, cada vez que la bala asesina y criminal de bandas marxistas como ETA, GRAPO o FRAP, segó la vida de uno de nosotros. Ellos estaban allí, los otros no estaban, incluso algunos se felicitaban cada vez que se cometía un atentado que costaba la vida a un Policía.

No caigamos en el error de ganarnos enemigos entre los que realmente son amigos y nos admiran.
    

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