domingo, 4 de octubre de 2020

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos al Policía Nacional Bernardino Ortega Ramsad, asesinado por un comando de los GRAPO, el día 4 de octubre de 1988 en Madrid. 

A las 9,25 minutos de la mañana del miércoles 4 de octubre, dos hombres y una mujer, miembros de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (Grapo), asesinaban a tiros al Policía Nacional, durante un asalto perpetrado a una oficina del Documento Nacional de Identidad situada en la calle Santa Engracia de Madrid, en la que sustrajeron 520 carnés de identidad en blanco. 

Policía Ortega Ramsad


Los tres terroristas llegaron a la oficina a las 9.25 de la mañana en un vehículo que aparcó frente a las dependencias del DNI. Los miembros del comando se dirigieron a la puerta y uno de ellos, sin mediar palabra, disparó contra el agente Bernardino Ortega Ramsad, de 47 años, que estaba custodiando la entrada. El Policía Nacional fue rematado en el suelo y los Grapo le robaron su pistola. El agente recibió dos impactos: uno en el costado y otro que le atravesó la cara a la altura del pómulo. 

El otro policía de guardia, José María Herrero Torres, que se encontraba en el interior de la oficina, corrió en ayuda de su compañero, encontrándose de frente a un individuo que empezó a disparar contra él. Herrero, que repelió la agresión con su arma reglamentaria se pudo refugiar en uno de los despachos, hasta donde le persiguió el otro terrorista, quien efectuó dos disparos más. Una de las balas alcanzó al Policía Herrero en el muslo. 

Una vez perpetrado el atentado los terroristas huyeron a pie por la calle de Santa Engracia para continuar por la de Zurbarán, pero ninguno de ellos pudo ser detenido. Los terroristas se subieron un vehículo Seat 124, que les recogió en los alrededores. 

Bernardino Ortega ingresó cadáver a las diez de la mañana en el hospital de la Cruz Roja a causa de una herida por arma de fuego, con orificio de entrada en zona malar izquierda y con orificio de salida en zona malar derecha. Una hora después su cuerpo fue trasladado al Instituto Anatómico Forense donde le fue practicada la autopsia. 

Un comunicante anónimo asumió esa misma noche en nombre de los Grapo la autoría del atentado en una llamada a la cadena SER. 

La capilla ardiente de Bernardino Ortega quedó instalada en el cuartel de la Policía Nacional en Moratalaz (Madrid). Su viuda solicitó a los mandos de la Policía Nacional que no quería ver "a nadie del Gobierno ni de la Prensa". "Sólo quiero una insignia de la Policía", añadió. 

Al día siguiente en el mismo acuartelamiento se celebraba el funeral por el alma de Bernardino. Por expreso deseo de la familia no estuvieron presentes miembros del Gobierno y no se permitió la entrada a los medios informativos. Al funeral que fue oficiado por el capellán del acuartelamiento, Luis María González, asistieron sobre mil personas, entre los que se encontraban la viuda del Policía Nacional asesinado, sus dos hermanos, numerosos compañeros de la Policía Nacional, Guardia Civil y Ejercito, así como el director General de la Policía José María Rodríguez Colorado y la delegada del Gobierno en Madrid, Ana Tutor. A lo largo de la Misa se sucedieron momentos de gran emoción y dolor protagonizados por la viuda, familiares y compañeros. Más de veinticinco coronas de compañeros, rodeaban al féretro, que se situó, envuelto con la bandera Nacional y con la gorra puesta encima, delante del altar. 

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!! 

Al término de la ceremonia, y ya fuera del acuartelamiento, se produjeron varios incidentes entre familiares e informadores gráficos y cámaras de televisión, pidiéndoles que respetase el dolor y que abandonaran el lugar. 

Un grupo de personas que se encontraban a las puertas del acuartelamiento de la policía de Moratalaz (Madrid), abucheó al director general de la Policía, José María Rodríguez Colorado, cuando salía de las honras fúnebres. El grupo dio vivas a España, a la Policía y prorrumpió en aplausos cuando el coche funerario salió para dirigirse hacia la localidad soriana de Boos, donde sería enterrado Bernardino. 

Los restos mortales fueron enterrados en la localidad de Boos (Soria), pueblo natal del fallecido, de sólo 40 habitantes. El cortejo fúnebre, compuesto por numerosos vehículos, en los que viajaban la viuda, hermanos y otros familiares, llegó a las dos de la tarde. Los padres de Bernardino no pudieron desplazarse desde Barcelona, donde residían, debido a su avanzada edad, temiéndose, al estar muy afectados, por sus vidas. El silencio, la contenida emoción y dolor marcaron el funeral que se ofició en la Iglesia parroquial de Boos que se hallaba repleta de compañeros y amigos del servidor del orden asesinado que, posteriormente, sería enterrado en un nicho familiar del camposanto de la pequeña localidad soriana. 

Bernardino estaba casado y era padre de dos hijas, Lidia e Irene, de 8 y 15 años de edad. Había ingresado en el cuerpo en 1965 y llevaba destinado en la oficina del DNI desde 1985. 

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