jueves, 29 de octubre de 2020

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos al Policía Nacional Cristóbal Díaz García, asesinado en Bilbao por la banda terrorista ETA, el día 29 de octubre de 1988. 

A las diez y veinte minutos de la mañana del 29 de octubre, la banda terrorista ETA asesinaba en Bilbao al Policía Nacional Cristóbal Díaz García. El atentado tuvo lugar a las 10.20 horas de la mañana, cuando el agente efectuaba el servicio de guardia en la puerta de la comisaría de Policía del barrio de Santuchu. 

Policía Cristóbal Díaz García


El turno del Policía Nacional Díaz García había terminado, pero un compañero que estaba de guardia le pidió que le relevara en su puesto un momento. El asesinato lo cometió un francotirador de la banda, junto a otras cuatro personas que según las primeras indagaciones policiales, se apostaron en un descampado a unos 200 metros de la entrada de la comisaría, situada en la calle de Cocherito de Bilbao, separados de la oficina policial por la autovía de San Sebastián y que disparó un solo tiro realizado con un fusil de asalto “Cetme”, armamento empleado por el Ejército, provisto de mira telescópica. Cristóbal, alcanzado en el lado izquierdo del tórax por un disparo que salió por la espalda, falleció una hora después en la mesa de operaciones del Hospital de Basurto. 

Cristóbal Díaz no llevaba puesto en el momento del atentado el chaleco antibalas cuyo uso habían recomendado con insistencia los mandos policiales cuando se estaban prestando servicios de vigilancia estática en las vías públicas. Fuentes oficiales señalaron que el policía asesinado hubiera salvado la vida de haber llevado el chaleco protector. Sin embargo, al día siguiente el Sindicato Unificado de Policía (SUP) denunció la inexistencia de chalecos antibala en la comisaría de Santuchu. 

Fuentes policiales precisaron que era la primera vez que se cometía un atentado contra un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado mediante el método de tiro a larga distancia realizado por un franco tirador, con mira telescópica. Una vecina del barrio afirmó haber visto a tres chicos encapuchados correr por un descampado, al otro lado de la autovía donde se encontraba situada la comisaría. Esta mujer observó a los tres hombres entrar en un “Simca-1200” de color rojo, conducido por una joven y robado previamente a punta de pistola. Los autores del asesinato se dirigieron a San Antonio de Echévarri, localidad situada a unos ocho kilómetros del lugar de los hechos, donde abandonaron el coche, que fue encontrado por la Policía veinte minutos después, y, presumiblemente, tomaron otro vehículo. 

Dotaciones del Cuerpo Nacional de Policía instalaron controles en las salidas de Bilbao y cercaron el barrio de Ocharcoaga, iniciándose un rastreo que no dio resultado positivo. 

A partir de las 10 de la noche la capilla ardiente del Policía Nacional Cristóbal Díaz quedó instalada en la sede del Gobierno Civil de Vizcaya. 

Del atentado no se responsabilizó nadie, pero el Gobierno Civil de Vizcaya en nota de prensa emitida la misma tarde del asesinato de Cristóbal Díaz, se afirmaba que el atentado de Santuchu era un nuevo crimen para el cual no existían calificaciones, perpetrado por ETA y sus discípulos. En la misma nota se invitaba a los ciudadanos a acudir a los funerales por el policía asesinado, que tendrían lugar al día siguiente. 

El funeral por el Policía Nacional Cristóbal Díaz García, se celebraba efectivamente al día siguiente en la parroquia de los Padres Agustinos, próxima al Gobierno Civil de Vizcaya, donde una multitud despidió con dolor al policía asesinado. 

Desde primeras horas de la mañana, un fuerte dispositivo policial se situó en las inmediaciones de la parroquia donde a las dos menos cuarto de la tarde tuvieron lugar las honras fúnebres por el policía asesinado. Tres horas antes de que diese comienzo la ceremonia, unidades de la Policía Nacional acordonaron los alrededores de la iglesia de San José, e impidieron el paso de vehículos, a la vez que una grúa municipal retiraba los allí aparcados. Minutos antes de que diese comienzo el funeral, estas medidas de seguridad se reforzaron con la presencia de un helicóptero de la Policía que sobrevoló la zona, a la vez que se desalojaba a periodistas y toda persona no relacionada con las fuerzas de Seguridad de las proximidades de la entrada al templo, por donde debían pasar después las autoridades  

El féretro de Cristóbal Diaz, cubierto por la Bandera Nacional, fue llevado a hombros desde las dependencias del Gobierno Civil de Vizcaya, e introducido en el templo por compañeros de la Policía Nacional y por miembros de la Guardia Civil. La banda de música y tres secciones de la Policía Nacional acompañaron el féretro hasta la entrada de la iglesia, donde el capellán mayor de la Policía Nacional, venido expresamente desde Madrid, ofició los actos religiosos. 

Entre la autoridades, se hallaban presentes el ministro del Interior, José Luis Corcuera; delegado del Gobierno en el País Vasco, Julen Elgorriaga; consejero de Interior del Gobierno Vasco, Juan Lasa; gobernador civil de Vizcaya, Daniel Vega; Gobernador Militar; director general de la Policía, José María Rodríguez Colorado. 

Acudieron también al funeral mandos de la Guardia Civil, Policía Nacional, Ejercito y Ertzaintza, representantes de todos los partidos vascos entre los que cabía significar a Ricardo García Damborenea, Nicolás Redondo Terreros, José Alberto Pradera y José Eugenio Azpiroz, así como la antigua esposa del Policía asesinado, Francisca Lombardo, -de la cual Cristóbal estaba separado desde hacía seis años, familiares, amigos y compañeros de la víctima. 

Con un templo abarrotado, el oficiante recalcó la injusticia cometida contra el policía asesinado y las muchas veces que se han tenido que “enjuagar las lágrimas de los familiares, condenar la mano que siega la vida de un hombre que ha pasado sus horas sirviendo a la sociedad”. “Una vez más” —añadió— “otro buen hombre ha visto cortada su vida por una bala traidora. Que Dios tenga misericordia de este mundo del que parece haberse olvidado.» Finalmente, se dirigió a los compañeros del policía asesinado afirmando que “no tengáis miedo, sentíos orgullosos de vuestra tarea y sentid el amor del compañerismo. No estáis solos, lo sabéis muy bien, España está con vosotros”. 

A la salida del féretro el numeroso público presente en la Iglesia y su aledaños, tributó una cerrada ovación y gritos de ”Eta asesina”, entremezclados con Vivas a España y a la Policía, mientras la Unidad de Musica de la Policía Nacional interpretaba La Muerte no es el Final y el toque de oración. 

En relación con las críticas sobre la falta de medidas de seguridad en el momento del atentado, el ministro Corcuera insistió a la salida del funeral por el eterno descanso del Cristóbal Díaz, en que “distraer la atención sobre lo fundamental me parece muy peligroso. Si ETA no hubiese tenido intención de matar, habría sido igual que el policía estuviese fuera o dentro del edificio”. 

Los restos mortales del Policía Nacional vilmente asesinado, eran cristianamente sepultados en el cementerio sevillano de San Fernando a las siete de la tarde en medio de una semioscuridad y gran aguacero. Una hora antes, un avión militar había llegado al aeropuerto de San Pablo de la capital hispalense con los restos mortales del servidor del orden, que venían acompañados por su padre, su antigua esposa y un hermano. Familiares de la victimas llegados desde Montellano, Barcelona y Málaga, esperaron a pie de pista el ataúd, que fue traslado hasta un furgón fúnebre a hombros de tres parejas de Policías Nacionales, Guardias Civiles y Policías Municipales de Sevilla, La madre de Cristóbal Díaz, Rosario García, de setenta y siete años de edad, en silla de ruedas, y profundamente abatida y emocionada, acudió al aeropuerto con cuatro de su hijos, registrándose escenas de gran dolor y patetismo. Dieron el pésame a la familia el Gobernador Civil Alfonso Garrido; Gobernador Militar, Jefe Superior de Policía Enrique Mora; fiscal Jefe de la Audiencia Territorial de Sevilla, así como mandos de la Policía, Ejercito y Guardia Civil. Momento antes de iniciarse el traslado al cementerio, la madre del policía caído solicitó ver a su hijo para darle el último adiós, viendo su rostro, deseo que fue cumplido. 

En medio de un silencio sepulcral, Cristóbal Díaz fue enterrado en el nicho familiar mientras su padre sostenía la gorra de su hijo y la bandera de España con la que había sido envuelto el ataúd, con la mirada perdida dirigida a un cielo plomizo que en ese momento descargaba con fuerza un aguacero. 

El asesinato de Cristóbal, que a día de hoy permanece impune, se produjo un día antes de que la banda terrorista ETA liberase, previo pago de un rescate, a Emiliano Revilla, que había permanecido secuestrado doscientos cuarenta y nueve días. 

Cristóbal Díaz García, era natural de Montellano, en la provincia de Sevilla. Había ingresado en la Policía Nacional en 1976 y desde 1983 estaba destinado en Bilbao, adonde llegó desde Barcelona de forma voluntaria. Un hermano suyo también pertenecía al Cuerpo Nacional de Policía. De 36 años, Cristóbal se había casado con Francisca Lombardo, de 31 años, de la que se había separado legalmente hacía seis años y tenía un hijo de 7 años, Cristóbal Díaz Lombardo. 

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!! 

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