lunes, 22 de junio de 2020

La anti España

Estamos asistiendo, estos días, con indignación y tristeza, al lamentable espectáculo de ver como se trata de herir el alma de España, representada en los vestigios de su glorioso pasado. Vemos como turbas incontroladas, dirigidas por el social-comunismo internacional, derriban impunemente monumentos de españoles -la Reina Católica, Colón, Fray Junipero Serra-, con la burda excusa de que fomentaron el esclavismo en América.

Que nadie crea que el derribo de estos monumentos surge espontáneamente ni al azar, sería muy simplista pensar tal cosa, todo obedece a un plan perfectamente diseñado y dirigido. 



La inmensa mayoría de las acusaciones que esgrimen contra nuestra Historia, la leyenda negra, no se mantienen con un poco que estudiemos la historia. Sin embargo, como sabiamente se han encargado de dar de lado el estudio de esta disciplina, al menos la referida a nuestra Nación, cualquier información que se reciba se da por buena.

En España, la malsana y miserable canalla podemita anda alentando estos mismos movimientos y así, en algunas ciudades, ya se pretende derribar la estatua de Cristobal Colón lo que supondría tan solo el inicio de este movimiento iconoclasta que solo pretende acabar con la esencia de España.Sin embargo, esto no es de ahora, viene de lejos. 

Desde hace años que venimos observando, aunque quizás, para muchos, pase casi inadvertido. como, poco a poco, las señas propias de nuestra cultura van quedando diluidas en una especie de universo globalista donde unos pocos marcan las pautas de conducta general y aquello que, en cada caso, es políticamente correcto y se ajusta a los patrones diseñados por los que pretenden instaurar un modelo de sociedad único y, por supuesto, uniformado, de tal suerte que todos podamos convertirnos en manejables.

España, su milenaria cultura, sus señas propias de identidad colectiva, se encuentran en trance serio de desaparición a poco que nos descuidemos. Un peligro inminente se cierne sobre nosotros si no somos capaces de despertar de esta especie de letargo al que nos tienen sometidos desde hace años y de manera más feroz durante estos largos meses de cautiverio y de libertad vigilada.

España, cuna de civilización, hacedora de la mayor empresa colonizadora de la Historia de la humanidad, parece inerme ante las múltiples agresiones que, de tiempo atrás, se están perpetrando contra su esencia, contra su alma como Nación, especialmente desde la entrada en escena de esa canalla populista marxista-bolivariana, sectaria, indecente y miserable que tanto daño nos está haciendo.

¿Ejemplos? Hay muchos, sin embargo, vamos a comenzar por uno de los más importantes. Desde hace tiempo, la izquierda, esa izquierda miserable y antiespañola que tenemos, se ha empeñado en convertirse en la mejor propaladora de nuestra “leyenda negra”. Son ellos, con sus discursos faltos de fundamentos históricos, quienes imbuyen a nuestros jóvenes de la perniciosa idea de que nuestra colonización en América fue genocida, llevándonos por delante a miles y miles de nativos por nuestro afán imperialista.

Y de esta suerte, vemos a grupos de jóvenes, alentados por miserables populistas, salir a nuestras calles a alzar la voz contra aquel glorioso episodio de nuestra Historia. Por supuesto, nadie les habla de la transmisión de la cultura, de la apertura de universidades, de la propagación de la fe, del idioma, de la creación de un grupo étnico, la raza hispana, hijos de españoles e indígenas, de la defensa de los intereses de los nativos, etc.

En estos días asistimos, con auténtica preocupación, a los prolegómenos de una operación de gran calado que pretende borrar de nuestras conciencias una parte de nuestra historia. 

Ya tuvimos ocasión de ser testigos de ello, cuando de forma arbitraria y sin rigor de tipo algunos procedieron a liquidar una parte de nuestra historia más reciente, valiéndose para ello de un argumentario falaz que, debidamente manejado y ante la notoria falta de rigor de una buena parte de la población, preocupada por otros asuntos de mucho menor calado, va cumpliendo, con creces, los objetivos previstos. 

Se trata de que estos años simplemente desaparezcan del imaginario colectivo, algo así como si jamás hubiesen existido, tratando de convencernos de que los que nacimos en aquellos años ni tan siquiera existimos salvo en nuestra propia imaginación.

Sin embargo, el asalto al poder, exige del desarme total de la sociedad, haciéndole sacrificar sus valores, costumbres y tradiciones más inveteradas, hay que borrar, de un plumazo, la huella de España, convirtiéndola en un títere sin alma. 

Se está diseñando un programa de reeducación de la sociedad donde el relativismo, aquello de “todo vale”, adquiera carta de naturaleza y así, partiendo de esa premisa, será mucho más sencillo lograr el desarme total. 

Empiezan por borrar las huellas de la historia, de nuestro pasado, eliminando personajes paradigmáticos que han escrito con letras de oro las mejores páginas de nuestro devenir histórico, luego vendrá lo demás. 

Es muy posible que algunos de estos objetivos se hayan alcanzado, al menos en parte, especialmente entre los más jóvenes. No hay más que asomarnos a algunas de esas encuestas callejeras donde a jóvenes, posiblemente con formación universitaria, se les pregunta, por ejemplo, sobre qué saben de el Cid, qué sucedió en Bailén o quién fue el padre Mariana para comprobar que las respuestas son de lo más pintoresco, demostrando una ignorancia supina de nuestra historia y de aquellos que la forjaron. 

Se ha empezado a envenenar a nuestra juventud con la falsa noticia de que la gestión española en la colonización de América, ha constituido un crimen de lesa majestad, un genocidio y lo grave es que algunos han hecho suyo este disparatado mensaje, participando como altavoces de esa leyenda negra que nos han creado los que siempre fueron enemigos de España. 

Sin embargo, lo más grave de todo esto es que, son muy pocos, los que adoptan una postura crítica hacia esta sesgada información y se sumergen en el estudio serio y reflexivo de aquella gesta, antes bien dan por buenas las noticias recibidas y asumen la misma postura de condena. 

Pero hay más. Se pretende desvirtuar nuestra cultura más arraigada, bajo la máscara del ecologismo y del animalismo, de ahí esa persecución feroz a la Fiesta Nacional. Hay que hacerla desaparecer no porque en ella se sacrifique a un toro, que eso les da igual, no, simplemente por ser la fiesta de España por antonomasia. 

Y lo mismo sucede con muchas cosas más, profundamente enraizadas en nuestra cultura. Se trata de eliminar tradiciones como las asociadas a la Navidad o a la Semana Santa. Todo aquello que huela a España, a la España de siempre, hay que eliminarlo, borrarlo de un plumazo incluso de los recuerdos de los españoles. 

Ya comienzan a hablar de la "España de antes", de ahí que eufemisticámente llaman "nueva normalidad" a lo que deberían llamar la normalidad de siempre que es la que ambicionamos.

Pero insistimos, desde que la cultura se dejó en manos de la izquierda y de la extrema izquierda, que se muestra la gran adalid y la defensora de todo aquello relacionado con este asunto, ¿cuántos de nuestros jóvenes han asistido a una representación de teatro clásico español?, ¿cuántos a la puesta en escena de una zarzuela?, ¿cuántos conocen algo sobre la danza clásica española o sobre nuestra buena música? Muy pocos ya que eso no se enseña en ninguna parte, ni nadie se preocupa por ello, interesa más un cultura globalista con la penetración lgtbi y otras siglas similares, tendentes a relativizarlo todo. 

Poco a poco, nos irán conduciendo a los estadios que han diseñado para nosotros. Se eliminará la religión de la enseñanza para a cambio enseñarnos la de ellos; se reducirán las horas de clase de Historia de España y en las que se den se eliminará convenientemente todo aquello que ensalce el espíritu nacional, poniéndonos como paradigma los años felices la desastrosa y macabra II República que nos llevó, por el manifiesto sectarismo de la izquierda, a una guerra civil; incluso, en algunas regiones el español dejará de estudiarse. 

A cambio, harán que nuestros jóvenes se planteen que todo es relativo; que el sexo es relativo; que la verdad es relativa, que España es relativa e incluso que la vida misma lo es también. 

Una de dos, o despertamos o desaparecemos como civilización.

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