martes, 16 de enero de 2018

1983. ETA asesina en la autopista de Bilbao-Behovia, cerca de Oyárzun, al Cabo de la Policía Nacional Ramón Ezequiel Martínez García

A las 07:45 horas del 25 de marzo, un convoy compuesto por cuatro vehículos de la Policía Nacional que regresaba al cuartel de Fuenterrabía, después de haber realizado el servicio de protección en la cárcel de Martutene de San Sebastián, fue atacado por un comando de ETA que dispararon con fusiles y armas automáticas desde lo alto de una colina situada junto a la autopista Bilbao, a la altura de Oyárzun.

A consecuencia de los disparos resultaron heridos cinco policías nacionales, uno de los cuales, el cabo Ramón Ezequiel Martínez García, fallecería tres horas después en el quirófano de la residencia sanitaria de San Sebastián. Los otros cuatro policías que resultaron heridos fueron José María Elbol Martínez, Enrique Oliveros Pequeño, José Micol García y Ramón Nieva Marín.

Cabo Ramón Martínez García

El atentado estuvo protagonizado, por cuatro individuos que dispararon con metralletas y fusiles automáticos contra un vehículo Avia de la Policía Nacional, cuyos componentes habían realizado servicio de vigilancia en la prisión de Martutene y se dirigían al cuartel de Fuenterrabía. El comando, cuyos miembros estaban apostados a ambos lados de la autopista, efectuó fuego cruzado sobre el vehículo, usando metralletas y fusiles automáticos. Al escuchar los disparos, los agentes se arrojaron del vehículo en marcha al exterior, intentando repeler la agresión. En ese momento los autores del atentado se dieron a la fuga en una furgoneta de color naranja, de matrícula navarra, y en un Renault-7, color ocre, matrícula de San Sebastián, sustraídos horas antes a punta de pistola. 

Trasladados a la residencia sanitaria de San Sebastián, se comprobó que las lesiones de todos ellos, incluidas las de Ramón Ezequiel Martínez, se consideraron en un principio de carácter leve. El comandante de la Policía Nacional en Guipúzcoa, Taulino Martínez, declaró a los medios informativos que, durante su visita a la residencia sanitaria donde se encontraban los heridos, había podido saludar al Policía que posteriormente fallecería mientras esperaba en la camilla la entrada al quirófano. En este encuentro, Ramón Ezequiel Martínez le había comentado la suerte que habían tenido de poder salir con vida del atentado. Sin embargo, cuando se procedía a extraerle el proyectil alojado en su costado izquierdo, sufrió una gran hemorragia que tuvo como consecuencia una parada cardiorrespiratoria. No pudo salir de ella a pesar de las maniobras de reanimación llevadas a cabo por los médicos. 

Los otros agentes fueron atendidos de diversas heridas y contusiones. Los cinco Policías pertenecían a la quinta Compañía de la Reserva de Murcia, y habían llegado a Guipúzcoa el 4 de marzo de 1983, tres semanas antes del atentado. Tenían proyectado volver a su destino aproximadamente el 4 de abril, tras cumplir con el mes de servicios rotatorios que las compañías de la Policía Nacional venían realizando en el País Vasco. El Policía Nacional Ramón Marín, fue atendido de heridas contusas en ambas muñecas; José María Elbor Martínez, de herida contusa por impacto y rebote de un proyectil; Enrique Olineros Pequeño, herida de arma sin lesión vasculo nerviosa niósea; José Micol García, herida por cuerpo extraño de tres centímetros. Tanto José Micol como Ramón Marín no resultaron alcanzados por los disparos, sino que se lesionaron al golpearse en el momento de lanzarse al suelo. 

Vehículo policial en el que fue asesinado el Cabo Martínez García

Tras producirse el atentado, Policía Nacional y Guardia Civil establecieron férreos controles y rastrearon las zonas inmediatas, para localizar a los agresores.

La capilla ardiente con los restos del cabo primero quedó Instalada en el Gobierno Civil de Guipúzcoa, donde se celebró una Misa. Hasta ese momento, el atentado no se lo había atribuido ningún grupo u organización terrorista.

El día 26 de marzo se celebró en la parroquia del Buen Pastor, en ambiente enrarecido y de gran crispación, el funeral por el alma de Ramón Ezequiel, sobre todo al conocer la Policía la orden expresa de prohibición de entrar el féretro de Ramón en la Iglesia del Buen Pastor, cubierto con la Bandera Nacional, dictada por el obispo de la diócesis de San Sebastián José María Setien. A la ceremonia religiosa asistieron la viuda y otros familiares de la víctima, el ministro de Interior, José Barrionuevo, consejero de Interior del Gobierno vasco, Luis María Retolaza, y otras autoridades civiles y militares, como el delegado del Gobierno en el País Vasco, Ramón Jáuregui, Gobernadores civil y Militar, autoridades provinciales, alcalde de San Sebastián y el general inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano.

“Ayer en una profesión al servicio de España, de la paz y de la sociedad. Hoy, nada”, comenzó de esa forma su homilía el oficiante. Seguidamente recordó los últimos acontecimientos ocurridos en Vascongadas y el clima general de violencia, refiriéndose al secuestro del industrial Jesús Guibert. “El que este pueblo camine por la paz no es tarea única de la Policía Nacional ni de la Ertzaina sino que es preciso además la colaboración de todos los ciudadanos. Fundamentalmente la de los cristianos, para detener la violencia que está hundiendo a esta pueblo”.

Concluido el funeral, los compañeros de la víctima transportaron a hombros el féretro de Ramón Ezequiel Martínez García hasta el exterior del templo, donde lo cubrieron con la Bandera Nacional. Detrás salió la viuda acompañada de los familiares, protagonizando escenas de gran dolor. La banda de música del Gobierno Militar de San Sebastián, que se encontraba en la entrada del templo, despidió el féretro con el toque de oración en nuestros ejércitos. La viuda, a quien rodeaban las autoridades presentes, expresó en voz alta su deseo de que Ramón fuera la última víctima de la barbarie terrorista.

Acto seguido, se produjeron momentos de enorme tensión cuando una gran parte de los presentes dieron gritos de- “ETA, asesina!”, “i Viva España!”, “Viva la Policía Nacional!”, contra el obispo Setién y exigiendo medidas más eficaces por parte del Gobierno del País Gobierno en la lucha contra el terrorismo.

El ministro del Interior Barrionuevo, intentó acallar esas voces lanzando vivas a España, al pueblo vasco, al Rey, a las Fuerzas de la Seguridad del Estado, y de la Policía Nacional, que fueron unánimemente respondidas por todos los presentes. 

Posteriormente, el furgón fúnebre se trasladó al aeropuerto de Fuenterrabía. Allí, el féretro, que acompañarían los familiares de la víctima, sería trasladado a Ceutí, pueblo natal del cabo primero Ramón Martínez, dónde quedaría instalada la Capilla ardiente y recibirían cristiana sepultura.

Tras despedirse de la viuda, el ministro de Interior recorrió andando los trescientos metros que separaban la parroquia y el cuartel. Una vez en Aldapeta visitó a los policías heridos y se dirigió posteriormente al lugar en el que se produjo el atentado, donde depositó un ramo de flores. 

El atentado fue reivindicado por un Comando Autónomo Anticapitalista escindido de ETA. En 1983 fue condenado por este atentado Francisco Javier Taberna Arruti. No pudo probarse su participación material en el atentado, pero sí su pertenencia al grupo que lo preparó, por lo que la condena fue a una pena de 26 años por el asesinato de Ramón y 17 años por cada uno de los asesinatos frustrados. En 1988 fue condenado a idénticas penas el etarra Francisco Imaz Martiarena. 

Ramón Ezequiel Martínez García estaba casado y tenía dos hijos, de 5 y 2 años. Tenía 33 años y era natural de Ceutí (Murcia), aunque residente en Molina del Segura. Ramón había ingresado en el cuerpo de la Policía Nacional el 1 de abril de 1971, por lo que habría cumplido doce años de servicio la semana siguiente a la de su asesinato. 

De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.

Carlos Fernández Barallobre.

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