La firma de los acuerdos bilaterales de cooperación militar firmados, en 1953, entre el Gobierno español y el norteamericano, constituyó, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo, una notable mejora en las capacidades operativas, así como cambios profundos en la doctrina de nuestros Ejércitos, que vieron como sus Unidades comenzaban a nutrirse con un material que, sin ser de primera mano ni tan siquiera de vanguardia, servía para iniciar el camino de su modernización, abriendo las puertas a una nueva dimensión del poder y potencial militar, desconocidos hasta entonces para nosotros.