jueves, 1 de diciembre de 2016

El Guardia Pío Sánchez

Las tradicionales verbenas de San Pedro de la ciudad Condal se vieron entristecidas por una nueva acción anarquista que provocó la muerte de un ciudadano y heridas a varios efectivos de los Cuerpos de Seguridad y del Ejército en la noche del 28 de junio de 1910.

Aquella noche un empleado de la imprenta de Claudio Güel, sita en el inmueble nº 117 de la calle Conde Asalto de Barcelona, detectó, en la puerta de la imprenta, la presencia de un paquete que le infundió sospechas lo que motivó que alertase a su patrón y este a la vez dio aviso a al Guardia de Seguridad Pío Sánchez quien comprobó visualmente que se trataba de una bomba.

Avisado el carro blindado de que disponía el Ayuntamiento para la recogida de este tipo de artefactos, el propio Guardia Sánchez en unión de un Agente de Vigilancia, ambos voluntarios para esta arriesgada operación, introdujeron el artefacto en el carro utilizando para ello unos colchones. Una vez en el vehículo este se puso en marcha en dirección al Campo de la Bota donde, de forma habitual, se hacía explosionar estos artefactos.

Sin embargo, al pasar por delante del Cuartel de Atarazanas, en la Rambla de Santa Mónica, la bomba hizo explosión con gran estruendo destrozando el carro blindado y causando heridas de gravedad a los dos Guardias Municipales que lo conducían, así como al propio Guardia Pío Sánchez; a dos Sargentos y un Soldado de Artillería; a un cochero y a un transeúnte que resultó muerto.

La bomba era de forma de marmita, de tapa atornillada de hierro colado y temporizada; de ocho a diez kilogramos de peso y de paredes de un grosor de un centímetro por la parte inferior y dos por la superior.

Según los expertos, de haber explosionado el artefacto en el lugar donde fue hallado, los destrozos hubiesen sido de una gran magnitud provocando, sin duda, más víctimas de las habidas.

El gesto del Guardia Pío Sánchez y del Agente de Vigilancia que voluntariamente, como sucedió muchas más veces aquellos años, accedieron, aun a riesgo de su propia vida, a manipular la bomba, trajo como consecuencia la felicitación de sus superiores y de una buena parte de la ciudadanía barcelonesa. 

La destrucción del carro blindado motivó que durante algún tiempo se encargase de la recogida y traslado de artefactos un carro del Cuerpo de Seguridad que no disponía de blindaje alguno.

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