domingo, 12 de agosto de 2018

El asesinato de Vicenta Verdier (1907)

Un suceso que produjo una gran alarma social en el Madrid de la época fue el asesinato de Vicenta Verdier, una mujer de algo más de treinta años, que tuvo lugar alrededor de la una y media de la tarde del 13 de junio de 1907, en el un inmueble de la calle Tudescos, donde residía la víctima. 

A aquella hora, el vecindario de la calle Tudescos escuchó unos angustiosos gritos de socorro procedentes del piso tercero de la casa situada frente al nº 14 de la citada calle. Primero fue un zapatero con negocio abierto frente a la casa y más tarde un vecino de un inmueble próximo quienes dieron la voz de alarma entre los vecinos que comenzaron a arremolinarse en el portal con el fin de tratar de descubrir el origen de aquellos gritos. 

Vicenta Verdier (ABC)

Por su parte, otros vecinos se dirigieron a la travesía de Mariana donde se encontraba la Comisaría del Distrito para dar cuenta de los hechos. En su Prevención se hallaba de servicio el Teniente de Seguridad Juan Alaustey Marías quien, acompañado de algunos Guardias, se trasladó de inmediato al lugar de los hechos. 

Tras comprobar que la puerta se hallaba cerrada y nadie respondía a las llamadas del Teniente y tal vez malinterpretando la normativa legal, el Teniente no ordenó derribar la puerta al no disponer de mandamiento judicial pese a informarle que hasta unos minutos antes de su llegada a la puerta de la vivienda se escuchaban pasos en su interior. 

Decidió entonces el Oficial dar cuenta a sus superiores, el Comisario de Vigilancia Antonio Caro López y el Capitán de Seguridad Manuel Samper Palma y no poder localizarlos envió a un Guardia al Juzgado con el fin de dar cuenta a la Autoridad judicial que compareció momentos después en el lugar de los hechos. 

Sin embargo, este precioso tiempo perdido en la espera, sumado a la errónea información que la portera del inmueble le facilitó al Teniente Alaustey, indicándole que no existía posibilidad alguna de escape, fueron suficientes para que el autor del hecho desapareciese para siempre del lugar de la comisión del delito. 

Finalmente, con una llave proporcionada por la portera y con ayuda de un cerrajero se logró forzar la puerta. Una vez dentro, el Teniente y sus acompañantes hallaron sobre los baldosines un gran charco de líquido escarlata, accediendo a la habitación de la víctima que presentaba claras muestras de lucha, donde encontraron a una mujer morena, de estatura media y no muy delgada, yaciendo tendida a los pies de la cama, con la cabeza hundida en el colchón y casi separada del tronco, que rápidamente fue identificada como la inquilina del inmueble, Vicenta Verdier. 

La víctima tenía 35 años, nacida en Epila (Zaragoza), sin oficio conocido, había mantenido, durante doce años, una relación sentimental, incluso como mantenida, con un tal José Sainz Romillo. 

Mujer de pocas amistades salvo su vecina, Matilde Merello, y la portera del inmueble, una tal Apolonia, tenía tres hermanos viviendo en la Capital de España, Faustina, Claudia y Mariano. 

En la inspección ocular realizada de forma muy deficiente y a falta de los conocimientos técnico-policiales que se poseen en la actualidad, muchas de las pruebas fueron destruidas de forma no intencionada al no preservarse el escenario del crimen. 

Lo que si se pudo comprobar de forma fehaciente fue el hecho de que el autor del homicidio era alguien conocido, toda vez que la víctima poseía una perra bulldog llamada “Nena” que tuvo que ser reducida al tratar de abalanzarse sobre cualquiera que tratase de tocar el cuerpo de su ama. Sin embargo, nadie pudo aportar dato alguno sobre este individuo al que ni tan siquiera vieron entrar al inmueble. 

En cuanto a su huida, la verificó por una ventana que daba a unos tejados a la calle Silva y de cuya existencia no había sido informado el Teniente Alaustey, razón por la cual no tuvo la prevención de rodear el edificio. 

Realizada la autopsia, reveló un total de veintiuna heridas, la mayoría en el cuello. Las encontradas en esa zona y en la palma de la mano derecha, confirmaron el posible forcejeo entre la víctima y el agresor. En sus manos conservaba, férreamente agarrada, una pequeña figura en plata de la Virgen del Pilar. Según el forense, tras la primera herida, la mujer corrió por el pasillo en dirección a la ventana dando gritos, pero sin llegar hasta ella. Su vestido y delantal rotos hicieron demasiado fácil que pudiera ser sujetada y quizá tirada al suelo. La huida hacia el dormitorio solo retrasó unos segundos su fallecimiento. Agotada y casi al borde de la muerte, Vicenta Verdier se apoyó en la cama, prácticamente rendida a su agresor quien le infringió la herida definitiva, causándole el degollamiento casi total. 

Iniciadas las investigaciones, no se pudo establecer la autoría del hecho. Hubo varios sospechosos y alguna detención, pero, uno a uno, todos fueron descartados, incluso se sospechó que pudiese tratarse de un crimen cometido por la banda de los “apaches”; sin embargo, nada quedo probado de forma fehaciente y este crimen sin esclarecer. 

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