Del boletín "Emblema" de febrero, tomamos su editorial.
No soplan buenos vientos para España; de hecho, seguimos bajando la cabeza ante los delincuentes corruptos que pretenden independizar Cataluña, algo que intentaron y que, pese a ser amnistiados por intereses de poder del gobierno socialista, no han dejado de intentar por más que se esfuercen en decirnos lo contrario.
Un nuevo ejemplo lo tenemos en esa noticia que se ha difundido de que el Ministerio del Interior planea retirar de Cataluña a todas las Unidades de Policía Científica y reducir, notablemente, el número de los efectivos destinados en las Brigadas de Información y Policía Judicial de la Policía Nacional.
Este desmantelamiento, junto con el paulatino repliegue de la Guardia Civil, deja aquella Región prácticamente a su suerte, con una presencia muy reducida de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y todo en manos de la Policía Autónoma, cuyo sesgo político ya lo han demostrado con ocasión de aquel fraudulento referéndum auspiciado por los golpistas catalanes.
En resumen, se trata de una nueva bajada de pantalones ante los golpistas catalanes para así poder mantenerse el gobierno en el poder al precio que sea, incluso a costa de que siete miserables votos sean capaces de dirigir, por sí solos, toda la política nacional.
De igual modo, nuestra Policía Nacional está perdiendo protagonismo a pasos agigantados y son muchos los que se preguntan dónde está la UDEF, que ha cedido a la UCO de la Guardia Civil una serie de investigaciones que, por el ámbito territorial, deberían haber asumido.
Se trata de investigaciones que están generando mucho revuelo y preocupación en la ciudadanía y que jamás se debió haber dado de lado.
Por otra parte, la gran preocupación por el futuro de MUFACE sigue estando presente y son muchos los que se preguntan qué futuro nos espera.
Es intolerable que, por una comunistoide de salón convertida en ministra –la tristemente famosa MEMA– y por su perversa y miserable ideología, totalmente superada gracias a Dios, la atención sanitaria de cientos de miles de españoles, trabajadores de la función pública, se encuentre en serio riesgo. ¿Cómo es posible que una individua de esta catadura juegue con la salud de tanta gente? Es indignante.
Nos encontramos ante un problema muy serio y muy grave que hace necesario que se exijan las medidas correctoras necesarias para que se solvente a la mayor brevedad posible y todo retorne a su cauce normal.
Sin embargo, lo más grave de todo este contubernio es el hecho de que sea un partido minoritario, al borde de su desaparición; un partido que no representa a nada ni a nadie, el que ponga a todo el funcionariado en su punto de mira, simplemente movido por el odio y el rencor con el que siempre se han distinguido los comunistas.
También, en estos días, hemos conocido el nuevo acuerdo salarial pactado para los integrantes de la Policía autónoma vasca que supera, anualmente, a nuestra Policía en casi doce mil euros. Sin duda, a todas luces un agravio que jamás se resolverá.
En otro orden de cosas, los fastos del bicentenario han quedado atrás y, a cada paso, se convierten en una referencia más lejana, cuyo recuerdo se irá diluyendo con el paso del tiempo que no perdona.
Lo dijimos más veces, hemos perdido la mejor oportunidad para llevar adelante algunos proyectos de los que está muy necesitada nuestra Policía Nacional y que, tal vez, tengan que pasar muchos años para que se hagan realidad si es que tal cosa sucede algún día.
Sin embargo, ahora, ya no sirve de nada echarse las manos a la cabeza para lamentar la oportunidad de oro que hemos dejado pasar y que serviría para que el bicentenario se recordase siempre.
Todavía nos acordamos cuando, en 1999, celebramos el 175º aniversario. En aquella ocasión, en la mayoría de las dependencias policiales se descubrió una placa recordando la efeméride. Un recuerdo que quedará para siempre. ¿Qué queda del bicentenario además de recuerdos y alguna calle o plaza bautizada con el nombre de la Policía Nacional?
Dentro de poco más de un año volveremos a tener una nueva oportunidad al celebrarse el centenario del patronazgo del Santo Ángel de la Guarda. ¿Dejaremos también pasar esa ocasión?
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