Del boletín "Emblema" tomamos su editorial de enero.
El Bicentenario está a punto de terminar. Atrás se queda un año entero de celebraciones, muchas de ellas de imborrable recuerdo, como el acto, presidido por SS.MM. los Reyes, celebrado en el incomparable marco de la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid y otros celebrados en diferentes partes de España.
Sin embargo, más allá de grabaciones, más allá de reportajes fotográficos, más allá de las impresiones de los que los vivieron en primera persona, el recuerdo será efímero y, pasados los meses, todo quedará sumido en esa nebulosa donde se van almacenando hechos e imágenes de tiempos pasados.
Cualquier operación policial, por muy importante que sea, por muchas detenciones que se practiquen, por muchos ríos de tinta que haga correr, es de vida efímera y lo que es noticia hoy, deja de serlo la semana que viene. Algo similar sucede con actos y celebraciones por muy solemnes que sean que, en un breve espacio de tiempo, caen en el más absoluto de los olvidos.
No sucede lo mismo con la inauguración de un museo o de una sala de honor; en la misma medida que tampoco sucede lo mismo con la inauguración de un monumento que perpetúe el recuerdo de una efeméride, incluso tampoco lo es cuando, al socaire de una celebración, se da vida a una nueva Institución.
En absoluto se trata de que, de la noche a la mañana, todos estos proyectos se hagan realidad como por arte de magia; sin embargo, sí, al menos, que se encuentren en marcha, convertidos en una realidad a medio plazo vista.
Pues bien, estas son, a nuestro juicio, las grandes oportunidades que hemos perdido y que mucho nos tememos se guardarán, para siempre, en el oscuro baúl de los recuerdos.
Aunque quizás, de todas ellas, la más importante y perentoria sea la de la creación de un auténtico Museo policial nacional que, se ubique donde se ubique, sea capaz de reunir el mayor número de retazos de nuestra dilatada historia corporativa.
Y decimos que puede tratarse de la iniciativa más importante por el hecho incuestionable de que, al socaire del Museo, se crearían comisiones de trabajo y de estudio capaces de rellenar las carencias, en materia de estudio de nuestra historia, de las que, lamentablemente, adolecemos actualmente y que, a cada paso, se hace más imprescindible que rellenemos.
Hablamos de una Institución, la nuestra, con dos siglos de historia a cuestas y cuya evolución histórica debería ser conocida por todos y cada uno de sus integrantes, con el fin de poder salir airosos de cualquier controversia, como muchas de las que se han planteado a lo largo del año pasado.
No deberíamos olvidar, ya que no resulta baladí, el hecho de que en nuestras filas contemos con muchos de sus componentes que han cursado estudios superiores de Historia y es en ellos, precisamente, donde deberemos despertar el interés por ahondar en la investigación de nuestro pasado para que sus trabajos y conocimientos se proyecten sobre la totalidad de los integrantes de la Institución.
Seguimos sin comprender cómo en la revista “Policía”, de edición mensual, no se dedica, de forma permanente, un apartado a nuestra historia corporativa que debería servir para proyectar el pasado de la Institución y las hazañas de aquellos que sirvieron en sus filas. Circunstancia esta que consideramos indispensable, ya que es una forma de que nuestro pasado se traiga al presente.
El Bicentenario ha concluido y, lamentablemente, no tenemos en marcha el proyecto de creación del Museo Policial Nacional, como tampoco la articulación de un Servicio histórico capaz de aglutinar a todos aquellos preocupados por el estudio riguroso de nuestro pasado. Igualmente, hemos perdido la oportunidad de erigir en Madrid un monumento que perpetúe los doscientos años de la Institución. Pero eso, lamentablemente, es pasado y ya no tiene remedio.
Sin embargo, a poco más de un año vista –febrero de 2026– tendremos una nueva oportunidad, ya que celebraremos el centenario del patronazgo del Santo Ángel de la Guarda. Una nueva ocasión que, más allá de creencias, más allá de ideologías –aunque mucho nos tememos que no va a ser así-, deberíamos conmemorar por todo lo alto, al constituir un hito en nuestra historia corporativa.
Es el momento de comenzar a pensar en ello y plantearnos seriamente la forma en que celebraremos estos cien años bajo la protección del Ángel de la Guarda.
No deberíamos pasarlo por alto ni olvidarlo. Feliz 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario