Hoy recordamos al Policía Nacional Eduardo Navarro Cañada, asesinado por un comando de ETA, el di a15 de diciembre de 1983 en San Sebastián.
A mediodía del 15 de diciembre, la banda terrorista ETA asesinaba en San Sebastián al Policía Nacional Eduardo Navarro Cañada, y hería gravemente a su compañero de patrulla, Clemente Medina Monreal, que tardó 637 días en curar de sus heridas, pero quedó incapacitado para desempeñar su profesión de Policía. También resultó herido de bala un transeúnte, Crescencio Martínez Lecumberri, que pasaba por el lugar de los hechos en el momento del atentado y que fue asistido en la Casa de Socorro.
Policía Eduardo Navarro Cañada |
El atentado perpetrado en el bulevar donostiarra se produjo poco antes de las doce del mediodía, cuando dos agentes de la Policía Nacional se encontraban patrullando a pie en su recorrido rutinario, formando parte de un dispositivo policial, incluido en el plan ZEN, puesto en marcha ocho meses antes, y que tenía por objetivo normalizar la presencia de agentes de las Fuerzas de Seguridad en las calles de las capitales vascas y lograr una mayor cercanía con los ciudadanos.
Hacia las 11:45 horas, dos miembros jóvenes de la banda terrorista ETA, a cara descubierta, vestidos con el uniforme de la Policía Municipal, se apearon de un vehículo de ese Cuerpo policial que habían robado horas antes y se acercaron a los dos agentes de la Policía Nacional y, sin mediar palabra, dispararon sobre ellos a corta distancia. El Policía Nacional Eduardo Navarro recibió un disparo en el cráneo desplomándose muerto prácticamente en el acto. Empleadas del comercio Sederías de Oriente, a cuya puerta su produjo el atentado, asistieron con rapidez a las víctimas, taponando con toallas sus graves heridas. Ante el pavor causado por el atentado, un hombre al que le había rozado una bala se refugió en la tienda, al igual que un matrimonio que entró en ella en plena crisis nerviosa.
El Policía Nacional Eduardo Cañada, fue trasladado inmediatamente a un centro sanitario de la Cruz Roja, donde el equipo clínico no pudo hacer otra cosa que certificar su defunción. Clemente Medina, el otro policía de la patrulla, fue asistido en un centro sanitario, donde a primeras horas de la tarde era intervenido quirúrgicamente de una bala en el maxilar. Ambos Policías Nacionales pertenecían a la compañía de reserva del Cuerpo con sede en Valencia y que habían sido trasladados, hacía dos semanas, al País Vasco dentro del programa de medidas de seguridad previstas en el plan ZEN.
Nada más cometer el atentado, los dos agresores se dieron a la fuga a pie y posteriormente subieron a un Seat 1430 de color blanco perteneciente a la Policía Municipal de San Sebastián a la que habían sustraído el vehículo unos minutos antes. Una llamada anónima había anunciado en la Inspección Municipal que en el monte Ulía se encontraba un individuo desnudo atado a un árbol. Desplazados dos agentes municipales al lugar fueron sorprendidos y desarmados mientras buscaban entre los árboles al individuo. Posteriormente fueron atados a un árbol y los agresores, despojándoles de sus uniformes, huyeron llevándose su vehículo.
Fuerzas de la Policía Nacional, encontraron, tras el atentado, en la calle de la Salud, en el barrio de Amara el vehículo de la Policía Municipal usado para el atentado. En el interior del mismo se encontraron dos armas cortas que fueron las que se utilizaron para tirotear a los dos Policías Nacionales.
La capilla ardiente con el féretro de la víctima fue instalada en el salón del trono del Gobierno Civil de San Sebastián y el funeral por su alma se celebró al día siguiente 16 de diciembre en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, con asistencia del ministro de Interior, José Barrionuevo; Capitán General de la Región Militar; Delegado del Gobierno en el País Vasco; director general de la Policía, Rafael del Río; inspector jefe de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano; Gobernadores Civil y Militar; el alcalde de la ciudad, Ramón Labayen y otras autoridades y representantes políticos, de la Diputación Foral y del Gobierno vasco, así como comisiones del Ejercito, Policía Nacional y Guardia Civil.
Durante el acto pudieron oírse los gritos de varias mujeres pidiendo el "estado de excepción en Vascongadas". Tras finalizar el funeral, oficiado por el sacerdote Miguel Altuna, el féretro de Eduardo Navarro, envuelto en la Bandera Nacional, fue sacado a hombros, por sus compañeros en medio de una gran ovación, gritos y Vivas a España y a la Policía Nacional mientras la Unidad de Música del Gobierno Militar de San Sebastián interpretaba la marcha “La Muerte no es el Final” y el toque de oración. Posteriormente el ministro Barrionuevo atravesó a pie las calles céntricas de la ciudad, cubiertas con un amplio dispositivo policial, hasta llegar al lugar del atentado. Un sacerdote rezó un padrenuestro y a continuación el ministro depositó un ramo de flores y fue informado por los compañeros de las víctimas de la forma en que se produjo el asesinato.
Los restos mortales de Eduardo Navarro fueron trasladados por avión hasta Valencia tras terminar el funeral en San Sebastián. Fue enterrado esa misma tarde con la presencia de numerosos ciudadanos, en un ambiente de enorme tensión y constantes gritos contra Eta, el terrorismo y el gobierno.
Eduardo Navarro Cañada tenía 27 años. Era natural de Burjasot (Valencia), estaba casado y tenía dos hijos de corta edad.
¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!!
Pedro María Briones Goicoechea y Pablo José Gómez Ces fueron condenados a 26 años de prisión por este asesinato.
ResponderEliminarRafael Echebeste Garmendia, tambièn autor, no pudo ser juzgado al fallecer en 1987 por la explosión de un coche-bomba que preparaba para cometer otro atentado.