Hay fechas del calendario anual que pese a su significado festivo y entrañable, por circunstancias ajenas a su significación pasan a la historia guardando el recuerdo de algún suceso luctuoso acaecido en dichos días; este es el caso de la Nochebuena de 1920 que ha quedado grabada como una de las jornadas más tristes y negras vividas por el Cuerpo de Seguridad de Barcelona. Aquel día, cuatro Guardias de los destinados en la ciudad Condal perdieron la vida en acto de servicio, cumpliendo con su deber.
La situación en España en este año de 1920 no es nada halagüeña. Desde 1918 se sufre un importante descenso en la producción con la consiguiente merma de beneficios lo que hace aumentar el índice del paro, este hecho trae aparejado un incremento notable de la conflictividad social traducido en huelgas y enfrentamientos que afectan de un lado a las zonas más industrializadas y de otro a las regiones más deprimidas del territorio nacional. Por citar un ejemplo, en Cataluña, a lo largo de 1920 se contabilizaron, según datos que se disponen, un total de 424 huelgas que movilizaron a 244.648 trabajadores.
Entierro de los Guardias en Barcelona |
El 19 de diciembre de este año se celebran elecciones generales que permiten a la mayoría conservadora obtener un total de 224 escaños frente al Partido Liberal que obtuvo 119, repartiéndose los restantes entre el resto de partidos del arco parlamentario. El resultado de estas elecciones propicia que el coruñés Eduardo Dato asuma la Jefatura del Gobierno.
La Barcelona de finales de 1920 era una ciudad que contaba con una población de hecho de 710.335 habitantes, de acuerdo con el censo elaborado aquel mismo año. Su alto nivel de industrialización, a la cabeza del resto de las provincias españolas, la había convertido, desde años antes, en escenario de violentas acciones anarquistas que sembraron el pánico en la ciudad y provocaron gran número de muertos y daños materiales; a ello hay que añadir la incidencia de la delincuencia común mucha de ella surgida de las zonas más deprimidas de la urbe donde residían aquellas familias que, desde otras partes de España, se habían trasladado a la ciudad Condal atraídos por su pujanza y en busca de una vida mejor y más digna. A esto hay que sumarle su relativa proximidad con la frontera francesa lo que la convertía en permeable a los grupos y bandas de delincuentes venidos de otros países europeos, especialmente de la vecina Francia.
Si a nivel delincuencial el panorama de la ciudad ya era sombrío de por sí, por aquellas fechas los enfrentamientos sociales habían llegado a su punto álgido con la aparición en escena del llamado "pistolerismo" o lo que es lo mismo, la guerra sucia entre la patronal y el anarquismo, unos contando como brazo ejecutor con los llamados "pistoleros blancos" del Sindicato libre y otros con el terrorismo anarcosindicalista que estaba provocando una sangría de vidas humanas. Entre el 1º de enero y el 31 de diciembre de 1920 se contabilizan más de cuarenta atentados de matiz eminentemente político-social con casi una treintena de muertos y varios heridos. Tiroteos callejeros, traicioneros disparos en la nuca y colocación de artefactos explosivos, se habían convertido en algo consustancial al paisaje urbano barcelonés como venía ocurriendo desde la irrupción del anarcosindicalismo en España que implantó en la ciudad Condal su particular imperio de las bombas.
En este ambiente amaneció aquel viernes 24 de diciembre de 1920, el día de Nochebuena. La prensa catalana de la fecha, en especial su diario de mayor tirada "La Vanguardia", destacaba en sus informaciones de Barcelona, los donativos recibidos para la campaña de Navidad; daba cuenta del fallecimiento del doctor Manuel Soriano Sánchez, Catedrático jubilado de la Universidad y refería los datos meteorológicos del día anterior.
Sin embargo no hacía referencia a un hecho que, según algunas versiones, resultó el desencadenante de lo que vamos a narrar; nos referimos a la muerte, en la noche del día 23, de un tal Ramiro Somonte Díaz, de 17 años, delincuente habitual que fue hallado muerto en la calle Montserrat a consecuencia de haber recibido tres balazos.
Al parecer el citado Somonte frecuentaba la compañía de una banda de "trileros" que actuaba en la esquina de la calles Mediodía y Cirés con el Arco del Teatro, en pleno distrito barcelonés de Atarazanas; su "modus operandi", el habitual de esta tipología: una mesa improvisada, sobre ella tres cartas, un par de compinches que hacen de ganchos ganando las primeras apuestas y demostrando lo fácil que resultar ubicar la carta objeto de la apuesta y al final, cuando los incautos deciden poner dinero sobre la mesa, o bien lo dan por perdido al comprobar que la carta por la que habían apostado no es la que se buscaba o bien, en el caso de que se suscite alguna protesta por parte de alguno de los estafados, con riesgo de subirse de tono, el tradicional grito de "agua", que alerta de la presencia de la Policía, hace que los timadores recojan las cartas y el dinero apostado y salgan corriendo del lugar de los hechos.
Aquella mañana, alrededor de las nueve, como era habitual, el grupo de timadores se dio cita en el lugar de costumbre para poner en práctica sus habilidades. Fuera como venganza por el hecho de inculparse unos a los otros de la muerte de Ramiro Somente o bien por alguna disputa surgida en este momento, el caso es que hacia las nueve y media comienza una reyerta entre los integrantes de la banda que concluye con varios disparos, uno de los cuales hiere mortalmente a uno de los delincuentes que en un principio no puede ser identificado, resultando ser un tal Luis Dufour.
Al escuchar las detonaciones, el Sargento del Cuerpo de Seguridad, destinado en Barcelona, Fernando Navarro Barrios, presente en las inmediaciones hizo sonar su silbato advirtiendo de la situación a otro personal policial presente en la zona y alrededores. En respuesta a esta demanda de apoyo acudieron varios Guardias de Seguridad, así como el Guardia Municipal José Algarra Sánchez y el Sargento de Artillería Pascual Ancho que al igual que el Sargento Navarro son recibidos a tiros por los delincuentes, entablándose, en plena calle, un tiroteo entre ellos y las fuerzas de Seguridad.
La Vanguardia, en su edición correspondiente al día 25, lo relata así: "Los contendientes, al darse cuenta de la llegada de los agentes de la autoridad se dispersaron, apelando a la fuga en diferentes direcciones. Por la calle de Cirés huyeron varios de ellos, haciendo disparos contra los guardias, los cuales contestaron en la misma forma a la agresión de que eran objeto. Disparando unos y otros, llegaron a la calle del Conde del Asalto y entrando en la calle de San Ramón, se refugiaron varios de los malhechores en una carnicería, de la que salieron, a los pocos momentos, sin cesar de disparar.
Uno de ellos, sin embargo, quedó dentro del establecimiento, refugiándose detrás del mostrador, y al penetrar allí él sargento Navarro, fue recibido a tiros por el refugiado, resultando herido. No obstante, Navarro pudo también disparar su revólver contra el agresor, repetidas veces, causándole, heridas gravísimas, de las que falleció á los pocos momentos".
Este individuo muerto en el interior de la carnicería fue identificado como Antonio Rodríguez, alias "el Pernales", un conocido delincuente con mucho predicamento en el hampa barcelonesa, habitual de las calles donde se produjeron los hechos y compañero de fechorías de Ramiro Somonte a quien ya nos hemos referido.
La alarma y la confusión entre los numerosos transeúntes que, en aquel momento, transitaban la zona debió ser enorme al verse sorprendidos por el tiroteo, "La Vanguardia" lo describe así: "huyeron en todas direcciones, pretendiendo penetrar en las tiendas y portales de las casas, pero la mayoría de las puertas habían sido cerradas desde los primeros momentos"
El balance de bajas no pudo ser más dramático. Consecuencia del tiroteo resultaron muertos los Guardias de Seguridad Juan Sánchez Martínez y Antonio Valero Navarro; así como el Guardia Municipal José Algarra Sánchez. Con heridas gravísimas el también Guardia de Seguridad Fernando Sánchez Mateo, quien falleció dos días después, y con heridas de diversa consideración el Sargento de Seguridad Fernando Navarro Barrios y el del mismo empleo de Artillería Pascual Ancho quien como hemos visto auxilió a la Policía al percatarse del tiroteo, llegando a hacer uso de su sable reglamentario con el que derribó a unos de los delincuentes.
Los Guardias fallecidos, Juan Sánchez, albaceteño, de cuarenta y tres años, casado, presentaba dos heridas en la región abdominal y lumbar, en tanto que el Guardia Antonio Valero, recibió un total de cuatro impactos que le interesaron la región precordial, la torácica, la infraclavicular y la la supraaxilar derecha; por su parte el Guardia Fernando Sánchez Mateo fue alcanzado en el vacío derecho.
Pero las bajas de este grave suceso no se limitaron a los efectivos policiales muertos en la refriega; dos transeúntes, José Forn Rovira y José Marelle, fueron alcanzados por las balas sufriendo diferentes heridas, siendo gravísimas las recibidas por José Marelle; igualmente resultó alcanzada la niña de seis años Carmen Fernández que salía de casa en el momento de producirse en enfrentamiento y fue alcanzada por un disparo que le interesó la región lumbar derecha, falleciendo al poco de ingresar en la Casa de Socorro a donde fue conducida.
En la Casa de Socorro a donde fueron conducidos los heridos hicieron acto de presencia el Jefe Superior de Policía, el Jefe de la Brigada de Servicios Especiales y el Delegado del Distrito de Atarazanas junto con varios Inspectores y Agentes de Vigilancia que iniciaron las investigaciones para esclarecer el hecho.
Tras el tiroteo se logró la detención de Eustaquio García y Alfredo Vidoque que manifestaron no tener relación con el asunto.
Pese a que la versión oficial insistió desde un primer momento en desvincular este hecho de cualquier otro de matiz político-social, tanto en los medios de comunicación como en distintos ambientes de la vida social de la capital catalana, trató de relacionarse con la guerra sucia mantenida entre los sindicatos y más concretamente con un asesinato cometido en la calle Boquería, momentos antes de la comisión del hecho que narramos, del que resultó ser víctima un tal José Soler, de profesión camarero y afiliado al Sindicato libre.
Como nota destacada derivada de estos tristes sucesos, el Gobernador Civil de Barcelona, Sr, Martínez Anido, entregó, a la Comandancia del Cuerpo de Seguridad, la cantidad de 5.000 pts., para que los efectivos de la Guarnición realizasen prácticas de tiro, así como 500 pts, a las familias de los Guardias muertos.
Pero no concluyeron ahí los tristes sucesos de los que fue testigo Barcelona en aquella Navidad. En la mañana del mismo día 25, fiesta de celebración del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, transitaba por la Plaza del Angel el Guardia Esteban Huercio Huercio conduciendo a un detenido. En aquel instante circulaba por la calle un camión del servicio de Correos, el detenido hizo un movimiento extraño para colocarse en la acera lo que hizo creer al Guardia que pretendía darse a la fuga por lo que rápidamente trató de ponerse al lado del conducido con tan mala fortuna que fue atropellado por el referido vehículo, falleciendo en el acto.
El balance final de aquellas fiestas de Navidad de 1920 no pudo ser más desolador, un total de cuatro hombres del Cuerpo perdieron sus vidas en acto de servicio.
El entierro de los Guardias fallecidos se verificó en la mañana del día 28 de diciembre.
El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII (1908-1931). Mismo autor.
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