martes, 17 de noviembre de 2020

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos al Policía Nacional Francisco Javier Sanz Morales, asesinado en Madrid por un comando del GRAPO, el día 17 de noviembre del año 2000. 

A las doce y veinte de la mañana del día 17 de noviembre, dos terroristas pertenecientes a los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) asesinaban en Madrid de un tiro en la nuca al agente del Cuerpo Nacional de Policía Francisco Javier Sanz Morales. El agente, adscrito a la Policía de Proximidad del distrito de Carabanchel, fue asesinado en la puerta del colegio Luz Casanova, en la calle de la Alondra, donde acababa de hablar con la directora del centro. 

Policía Francisco J. Sanz Morales


El agente Sanz Morales, llevaba patrullando toda la mañana en solitario por el barrio de Carabanchel, donde estaba destinado desde hacía un año como miembro del llamado Módulo Integral de Proximidad (MIP) II de la comisaría del distrito. Luego estuvo en las cercanas dependencias del Sindicato Unificado de Policía (SUP), del que era afiliado, para hacer una consulta sobre un asunto de Hacienda. Sobre las 11.15 el agente aparcó su scooter policial (matrícula DGP-4677-M) entre dos coches en la acera contraria al colegio privado concertado Luz Casanova. El agente se presentó con la intención de darse a conocer a la dirección del centro educativo y a los más de doscientos alumnos. 

El policía y la directora del centro estuvieron charlando una media hora. Muy poco antes de las 12.20, Francisco Javier Sanz, abandonó el colegio, cruzó la estrecha calzada de la calle de la Alondra y se encaminó hacia su motocicleta. El agente llegó a entablar una pequeña conversación con dos jóvenes vestidos de oscuro, quienes, según los testigos, le hicieron una pregunta para distraerle y encañonarle. 

Uno de los dos terroristas, que según un testigo ocultaba el arma en un abrigo, que llevaba doblado en el brazo derecho, le disparó un tiro en la nuca y posiblemente intentó rematar al agente, aunque todos los indicios apuntan a que la pistola se le encasquilló. La policía halló en el lugar del crimen un casquillo y una bala sin percutir, ambas del calibre nueve milímetros Parabellum de la marca Santa Bárbara, que posiblemente escupió la pistola cuando el activista supuestamente forzó el carro del arma. La pistola usada en el crimen, una FBP checa del calibre 9 milímetros, ya había sido utilizada por los GRAPO el 8 de mayo de ese mismo año, en el asalto a un furgón blindado en Vigo en el que murieron dos vigilantes. 

Una vez cometido el atentado los activistas robaron la pistola reglamentaria de su víctima y su placa profesional y escaparon a la carrera por la calle de la Alondra, torcieron por la de Matilde Hernández (donde tropezaron con una mujer y su hijo) y continuaron por la calle de la Gaviota, hacia la cercana boca de metro de Oporto, sita en la calle del General Ricardos. 

Unas huellas dactilares dejadas por los GRAPOS, en una furgoneta aparcada en el lugar del crimen y el testimonio de algunos vecinos, permitieron identificar a Marcos Martín Ponce e Israel Torralba como los dos terroristas que perpetraron el asesinato. 

El agente fue trasladado de forma urgente al hospital Clínico, donde llegó aún con pulso, debido a que pudo ser reanimado durante el traslado en una ambulancia del Samur. El agente presentaba un único disparo, con orificio de entrada en la nuca y salida por la sien derecha. La marca estrellada del orificio de entrada indicaba que el disparo fue efectuado a menos de medio metro de distancia, mientras el agente hacía, al parecer, un movimiento ascendente con la cabeza, según fuentes policiales de la investigación. La familia del agente decidió donar sus órganos. 

El funeral por el alma de Francisco Javier Sanz Morales se celebraba al día siguiente en La Cistérniga, un pueblo muy cercano a Valladolid, con la presencia del ministro del Interior, Jaime Mayor acompañado por el director General de la Policía Juan Cotino, familiares de la víctima, autoridades civiles, militares y policiales. Más de dos mil personas desafiaron a un gélido día para despedir los restos mortales del policía Nacional Francisco Javier Sanz Morales, 

La iglesia parroquial de San Ildefonso y la plaza mayor del pueblo se quedaron pequeñas ante la abrumadora solidaridad de los vecinos, que vieron crecer a Francisco Javier Sanz Morales hasta que viajó a Madrid por motivos de trabajo y al que conocían por uno de sus nombres de pila, Javi. Igual de multitudinaria fue la asistencia durante toda la madrugada a la capilla ardiente donde se velaron sus restos mortales y que fue instalada en Valladolid, en la delegación del Gobierno en Castilla y León. Por allí desfilaron cientos de personas que dieron su pésame a la viuda y a la madre del policía. 

En la propia delegación del Gobierno en Valladolid, antes del funeral celebrado en La Cistérniga, tuvo lugar el acto de la imposición al agente la Medalla de Oro del Mérito Policial y la Medalla de Oro de la Policía Municipal de Madrid por parte del ministro del Interior Jaime Mayor. 

El coche con los restos mortales del policía fallecido llegó a la Plaza Mayor de La Cistérniga, procedente de la Delegación del Gobierno, en Valladolid, pasadas las doce y media, y fue recibido por centenares de vecinos, algunos de los cuales no pudieron contener las lágrimas. 

Seis agentes de la Unidad de Intervención Policial de Valladolid se encargaron de introducir en la iglesia de San Ildefonso el féretro con los restos mortales del fallecido, cubierto con la bandera de España sobre la que se había depositado la gorra reglamentaria del policía. 

El arzobispo de Valladolid, José Delicado Baeza, fue el encargado de pronunciar la homilía en el funeral por el alma del policía nacional Francisco Javier Sanz, donde manifestó que los “instigadores” de los actos terroristas “son tan culpables” como los asesinos. El prelado añadió que la lucha contra el terrorismo “es una profesión de riesgo con un fuerte componente de heroísmo que hay que recordar todos los días”. 

Una vez concluido el funeral, el féretro fue sacado de nuevo a hombros por agentes de policía hasta el exterior de la iglesia, donde el arzobispo rezó un breve responso. La Unidad de Música del Cuerpo Nacional de Policía interpretó la marcha La Muerte no es el final” y el toque de Oración, entre vivas a España y a la Policía Nacional, La comitiva, a la que se unieron varios agentes de la Policía de Proximidad de la capital vallisoletana en sus motocicletas, se dirigió andando hasta el cementerio municipal, donde el cuerpo de Francisco Sanz Morales recibió cristiana sepultura. 

Por su parte en Madrid, cerca de un millar de personas se concentraron en la calle Alondra de Madrid, frente al colegio Luz Casanova, donde fue asesinado el policía Francisco Javier Sanz Morales, para mostrar su indignación y repulsa por ese nuevo acto de violencia. 

Compañeros del agente así como miembros de los sindicatos de policía, vecinos y alumnos del colegio Luz Casanova guardaron cinco minutos de silencio para expresar su indignación por ese crimen. Los concentrados portaban carteles, pegatinas y una pancarta en la que se recogía el mensaje: «Basta ya, todos contra la violencia». 

Francisco Javier Sanz Morales tenía en el instante de su asesinato 28 años. Se había casado el año anterior y había nacido en el pueblo vallisoletano de La Cistérniga y estaba destinado desde hacía un año como miembro del llamado Módulo Integral de Proximidad (MIP) II de la comisaría del distrito de Carabanchel del Cuerpo Nacional de Policía. 

Su pueblo La Cistérniga le nombró hijo predilecto y le dedicó en su memoria una avenida de la población. 

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!! 

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