viernes, 7 de diciembre de 2018

La desconocida segunda bomba usada en el atentado contra Alfonso XIII el día de su boda


Nuestro buen amigo y compañero Antonio Alonso Rodríguez, no remite este interesante y documentado trabajo, publicado en el nº 325 de la revista "Policía", que reproducimos íntegramente.

El 31 de mayo de 1906, a las 14 horas y 20 minutos, cuando la carroza que transportaba al Rey Alfonso XIII y a su reciente esposa, Victoria Eugenia de Battenberg, circulaba por la calle Mayor de Madrid, a la altura del número 88 (actualmente 84), se produjo una brutal explosión que produjo la muerte a 25 personas inocentes y heridas a más de 107, muchas de esas lesiones gravísimas que ocasionaron terribles secuelas a los afectados. 


El artefacto explosivo fue arrojado desde un balcón del cuarto piso de ese inmueble por Mateo Morral Roca, natural de Barcelona, de 26 años de edad y de profesión, según el registro de la pensión, “fabricante”. En realidad, este sujeto, que ha pasado falsamente al ideario popular como un solitario y romántico revolucionario, era la punta de lanza de una elaborada conspiración para derrocar la monarquía en la que participaban republicanos, dirigidos por Alejandro Lerroux, diputado y líder del partido Unión Republicana; y anarquistas, financiados por Francisco Ferrer. Según el profesor Ángel Herrerín, autor del libro Anarquía, dinamita y revolución social (2011) “Los atentados de Paris y Madrid estuvieron preparados por lerrouxistas y anarquistas, que preparaban conjuntamente la revolución, para la que fabricaron 200 bombas Orsini. Herreros […] implicado en el movimiento, señaló a Lerroux como director, a Ferrer como capitalista, Vallina en el papel de químico y Narciso Casanova como fundidor” 

Fotografía del atentado tomada desde la calle Bailén (L´Illustratión)

Tras arrojar la bomba, Morral huyó y contando con la ayuda del director del periódico “El Motín”, José Nakens de marcada ideología republicana, finalizó su fuga el día 2 de junio en un ventorro llamado “Los Jaraíces”, cerca de Torrejón de Ardoz, donde el guarda de la finca “Soto de Aldovea”, Fructuoso Vega, lo detiene al sospechar de él. Cuando era conducido hacia el cuartel de la Guardia Civil, Mateo Morral sacó un arma y tras asesinar al infortunado guardia, se suicidó, o al menos esa es la versión oficial ya que recientes estudios, realizados por el periodista y criminalista Francisco Pérez Abellán, parecen indicar otra cosa. 

Pero este tema, sugerente e interesante, se escapa al objetivo de este artículo. En este trabajo vamos a estudiar otro hecho relacionado con el atentado contra el Rey Alfonso XIII que, posiblemente, sea poco conocido por los lectores. Vamos a escribir sobre la aparición de un segundo artefacto explosivo el mismo día de la acción terrorista en la calle Pretil de los Consejos, junto a Capitanía General, a pocos metros de donde los monarcas estuvieron a punto de perecer asesinados. 

Inscripción exterior de la lata que contenía el artefacto explosivo

Cuando el miembro del Cuerpo de Seguridad Jesús Gutiérrez Briones, pocas horas después del atentado, subía por la calle Pretil de los Consejos hacia la calle Mayor para realizar un servicio de protección en el Circo Price, observó en el suelo “…en la parte izquierda de la puerta de Capitanía General” un bulto, envuelto en varios trapos, que le infundió sospechas. Tras golpearlo con el pie, y determinar que se trataba de un objeto duro y pesado, lo recogió y tras quitar el envoltorio comprobó que se trataba de una caja metálica pequeña, con un peso aproximado de un kilo, que inmediatamente le hizo sospechar que podía tratarse de una bomba. 

A pocos metros de ahí, en el lugar del atentado, se encontraban custodiando la zona fuerzas del Cuerpo de Seguridad, al mando de los tenientes de este Cuerpo, Escolástico Pangua García, oficial de gran prestigio dentro de las unidades uniformadas que llegó a ser en 1935 Teniente Coronel jefe de las fuerzas locales del Cuerpo de Seguridad y Carlos Moreno Manella, perteneciente al escuadrón de caballería. 

Al creer el agente que el objeto que había encontrado podía tratarse de una bomba se presentó a los oficiales y les hizo participes de sus sospechas mostrándoles el objeto. 

Según la nota informativa que el teniente Pangua redacta al coronel Jefe del Cuerpo de Seguridad “…con las mayores precauciones y sigilo, examinamos el envoltorio, el cual contenía una caja de metal, herméticamente cerrada y sujeta con una cuerda metálica, estando además precintada, siendo su altura de 8 centímetros por 6 de ancho y como un kilo de peso.” 

Ambos oficiales deciden “teniendo sospechas de que fuera una bomba explosiva” que el Guardia de Seguridad Jesús Gutiérrez Briones, que era quien la había localizado, trasladara el objeto al Gobierno Civil con las debidas precauciones evitando crear alarma entre las personas que se habían apercibido de los hechos, tratando de convencerlos que se trataba de un objeto sin importancia. 

Portada de la revista L´Illustratión

Una vez en el Gobierno Civil, el Gobernador ordenó que el objeto se trasladara al Laboratorio Municipal para que los técnicos lo examinaran “lo cual efectuó el citado guardia que la encontró, terminando este importante servicio, que considero digno de encomio, dadas las circunstancias actuales y sitio del hallazgo” termina la nota informativa del Teniente Escolástico Pangua. 

Por ese meritorio servicio, en agosto de 1906, el Guardia de Seguridad Jesús Gutiérrez Briones, que en ese momento tenía 36 años de edad, fue premiado por el Ministro de Gobernación, a propuesta del Gobernador Civil, con un ascenso a Cabo. 

Una vez depositado el objeto sospechoso en el Laboratorio Municipal de Madrid se procede a su análisis y se emite un informe el día 2 de Junio que se envía al Gobernador Civil y que éste remite ese mismo día al Juzgado que investigaba el caso. 

El Laboratorio Municipal estaba dirigido por el prestigioso doctor en farmacia César Chicote del Riego (1861-1950). El cometido de este laboratorio era el control y análisis de los alimentos, la potabilidad de las aguas, etc. Estaba situado en la calle Bailén número 41, y su director, un notable científico que llegó a ser miembro de la Real Academia de Medicina en abril de 1911, era un personaje muy conocido en Madrid por su trabajo, especialmente en las zonas más humildes de la ciudad, intentando mejorar las condiciones higiénicas de los madrileños más desfavorecidos. 

Esquema del artefacto

Ahí fue donde el valiente Guardia de Seguridad Jesús Gutiérrez Briones llevó el objeto sospechoso y donde el día 2 de junio se redactó un conciso, pero determinante informe, que fue remitido a la Autoridad Judicial, donde se confirmaba que el objeto localizado en la calle Pretil de los Consejos era efectivamente un artefacto explosivo. Por su interés reproducimos literalmente su contenido: 

El paquete consistía en una caja metálica de 600 gramos de peso, envuelta en una hoja de declaración de gran velocidad de la Compañía del ferrocarril del Mediodía. La caja era de hoja de lata, de forma rectangular, midiendo 10 centímetros de altura y 6,5 por 4 de anchura, con una inscripción en la tapa que decía: «Use colman’s Nº 1 azure blue»; la tapa se hallaba fuertemente sujeta con numerosas vueltas por toda la caja de cordel alambrado, del que se usa para precintar, estando los cabos del mismo ligados con un precinto de plomo de 2 centímetros de diámetro, con marcas de estrellas separadas, por un lado en alto y por otro en bajorrelieve. Entre las dos estrellas, en altorrelieve, aparece un número 340. 

En la tapa de la caja aparece un conducto metálico, adecuado para recibir una mecha, de la que carecía al ser entregada en el Laboratorio. Abierta la caja con las precauciones consiguientes, se encontró en su interior 280 gramos de materia inerte (cemento), 75 gramos de metralla, constituidos por trozos de clavos de herrar, de clavos corrientes y otros metálicos, de distintas formas y dimensiones. Además, en el interior aparecía un tubo de cristal con tapa metálica, taladrada por el conducto destinado a la mecha, que contenía 78 gramos de pólvora ordinaria. 

La composición de la caja resulta, de los datos anteriores, la siguiente: «Cuerda alambrada, precinto y caja de hoja de lata, 95 gramos. Materia inerte (cemento), 280 gramos. Tubo de cristal, 78 gramos. Metralla, 75 gramos. Pólvora, 72 gramos. Peso total: 600 gramos.» 

Todo lo cual participo a V.S. para su conocimiento y efectos que haya en lugar en la causa que se instruye con motivos del atentado contra SS.MM. 

Dios guarde a V.S. muchos años. 

Madrid, 2 de Junio de 1906. 

Itinerario descrito por la Comitiva Real

Este breve, aunque clarificador informe, aporta una gran información que permite determinar la composición y funcionamiento del artefacto explosivo localizado en la calle Pretil de los Consejos. 

El contenedor del artefacto era un envase, de hojalata, de un blanqueante para el lavado de la ropa de la marca Colman’s, empresa de origen británico que producía además, almidón para el planchado. Este contenedor estaba asegurado con varias vueltas de alambre, seguramente para evitar que accidentalmente se abriera la tapa y pudiera vaciarse su contenido. 

Su pequeño tamaño permitiría llevar la bomba oculta en un bolsillo o incluso llevarlo en la mano. Su sistema de activación, aunque no fue localizado, posiblemente se trataría de una simple mecha, que estaría colocada dentro del tubo de cristal y en contacto con la pólvora, y que podría ser fácilmente encendida, antes de lanzarla o depositarla en algún lugar, por medio de un cigarro o un mechero. 

Dentro un polvo inerte, identificado como cemento, que tendría varias misiones. La primera inmovilizar los clavos para que no fueran golpeándose entre sí evitando, de esta manera, que hicieran ruido y pudiera llamar la atención. Facilitaría que éstos estuvieran proporcionalmente distribuidos en el interior de la caja y, por último, aumentar la confusión y la alarma general, provocando, tras la detonación, una gran cantidad de polvo que magnificaría los efectos psicológicos. 

La carga explosiva, que estaba contenida en el interior del tubo de cristal, se trataba de pólvora ordinaria con un peso de 72 gramos (aunque en otra parte del informe habla de 78 gramos). Los efectos que pueden causar la activación de esa cantidad de sustancia explosiva son muy limitados. Sería capaz de producir una fuerte onda sónica que generaría una gran alarma y proyectaría la metralla, consistente en clavos de diversos tamaños, en todas direcciones pero en un radio limitado y no con mucha velocidad. 

Nos encontramos evidentemente ante un artefacto explosivo que tendría como finalidad provocar alarma entre una masa de personas. Su detonación generaría un gran ruido, los clavos que conformaban la metralla, impulsada por la pólvora, provocaría lesiones entre las personas cercanas al foco de la explosión, heridas que serían más o menos graves aunque difícilmente provocaría víctimas mortales. Estos heridos, que aún conservarían su capacidad para correr y alejarse del lugar presas del pánico, lo harían en todas las direcciones y al sentirse lesionados gritarían y se quejarían, lo que posiblemente aumentaría la zona de caos tras la detonación del artefacto. 

Itinerario alternativo

¿Cuál era el objetivo de este segundo artefacto explosivo? 

Bien, hasta aquí los hechos incontestables que aparecen en el sumario, pero ahora cabe preguntarse ¿cuál era el objetivo de esa segunda bomba localizada en el lugar donde la primera había causado una masacre entre inocentes viandantes? 

1ª Hipótesis: Ese artefacto explosivo tenía como objetivo atentar contra los Reyes de España a su paso por la calle Mayor, a la altura de Capitanía General. El supuesto autor, sería un terrorista individual, autónomo y solitario que no tenía relación con Mateo Morral y que al ver la explosión de la bomba lanzada por éste, desistió de su idea y abandonó el artefacto en su huida. 

Esta hipótesis tiene en su contra números puntos. El primero, la composición del artefacto explosivo. Como ya se ha visto se trata de una bomba de pequeño tamaño, con una escasa cantidad de carga explosiva que hace prácticamente imposible que su activación pudiera causar víctimas mortales y es poco creíble que el objetivo fuera, solo, para herir a los monarcas y no intentar acabar con sus vidas. 

Tampoco el sistema de activación de la bomba, temporizado por medio de una mecha, es el más apropiado para ser usado contra un objetivo móvil, como lo era el sequito real. Es prácticamente imposible hacer los cálculos correctos para que un artefacto temporizado se active en el momento exacto en que el objetivo pasa junto a la bomba. Por eso, todos los atentados que se cometían en esa época contra objetivos móviles lo eran por medio de bomba “tipo Orsini” o similar, es decir, de funcionamiento “al impacto”. 

Por otra parte, seria demasiada casualidad, que dos terroristas “autónomos” elijan el mismo lugar para cometer su atentado. Máxime cuando el recorrido del cortejo era público y había otros muchos puntos donde era factible la comisión del magnicidio. 

2ª Hipótesis: Esta bomba era portada por el propio Mateo Morral que la llevaba en la mano por si, en el momento de huir de la casa desde donde había lanzado la bomba, era sorprendido o detenido por la Policía y su objetivo era usarla para abrirse paso “a las bravas” aprovechando la confusión que crearía su detonación. Al huir sin dificultad y no ser identificado, la abandonó en la calle Pretil de los Consejos, mientras se encaminaba a la redacción del periódico “El Motín”, que se encontraba en la calle Ruiz número 4, para buscar ayuda. 

Si aceptamos que el artefacto que nos ocupa tenía como objetivo causar pánico, alarma social y confusión, sería factible que Mateo Morral pudiera usar esa bomba para intentar zafarse de una posible detención o abrirse paso ante una zona bloqueada por los servicios de seguridad. 

Pero uno de los inconvenientes que presenta esta hipótesis es el sistema de activación utilizado. Para iniciar la bomba sería necesario utilizar las dos manos, una para portar el artefacto y la otra para llevar la fuente de calor que encendería la mecha (cerillas, un cigarro,…). En caso de tener como objetivo evitar una detención no sería el método más eficaz ya que, además de necesitar las dos manos para activarlo, hay que sumar que la mecha debería proporcionar un retardo lo suficientemente largo para que dé tiempo a encenderla, a lanzar el artefacto y que éste llegue a su objetivo. Otro inconveniente es que todos estos pasos serian imposible de realizar mientras se está forcejeando con alguien para evitar ser detenido o si estas corriendo intentando huir de tus perseguidores. 

C/ Petril de los Consejos

Si Mateo Morral hubiese encontrado la salida del portal del edificio desde donde lanzó la bomba bloqueada por las fuerzas de seguridad o por los militares que guardaban carrera, la activación de la bomba en el interior del portal sí hubiese sido muy eficaz, ya que al ser un lugar cerrado aumentaría notablemente el efecto sonoro ocasionado por la detonación, los clavos causarían un notable efecto provocando lesiones a todos los que se encontraran bloqueando la salida y además, el polvo en suspensión aumentaría notablemente la confusión que podría haber ser aprovechada por Morral para huir del lugar y camuflarse en la masa que se dispersaría presa del pánico. 

Al no suceder ninguna de las cosas, es decir nadie intentó detenerlo y nadie impidió su huida, Morral pudo salir del portal sin dificultad y huir hacía la calle Pretil de los Consejos llevando, presumiblemente, en una mano el artefacto explosivo y en otra la fuente de calor necesaria para encender la mecha en caso de tener que usar el artefacto, y que arrojó al suelo cuando se sintió a salvo. 

Pero hay otra pega en esta hipótesis. Para llegar a la calle Pretil de los Consejos el terrorista debería haber cruzado la calle Mayor justo por donde más aglomeración había en ese momento. Todos los agentes del orden y militares que guardaban carrera al Rey estaban agrupados en ese punto de la calle para auxiliar a los heridos, muchos de ellos compañeros suyos. No parece lógico que el autor de la masacre se exponga a que cualquiera de esas personas reparen en él e intenten detenerlo, máxime cuando nada más salir del portal del número 88 (hoy 84) de la calle Mayor se encuentra la calle Factor que le aleja del lugar y del peligro a ser capturado. 

Además, según aparece en el Sumario de la causa, Mateo Morral tras cometer el atentado se dirigió andando, buscando ayuda, a la calle Ruiz número 4, donde se encontraba la redacción del semanario republicano y anticlerical “El Motín” dirigido por José Nakens Pérez. Según consta en el documento judicial, llegó a ese lugar a las 15:30 horas. Ninguno de los caminos posibles desde la calle Mayor 88 a la calle Ruiz, pasa por la calle Pretil de los Consejos, sino todo lo contrario, están en dirección totalmente opuesta. 

3ª Hipótesis: Un cómplice de Mateo Morral, que conocía plenamente sus intenciones y sabía cómo se iba a ejecutar el atentado, se encontraba oculto, y a salvo, cerca de donde iba a explosionar la bomba, con la misión de ayudar a Morral si éste encontraba dificultades en su huida. Al escapar sin problemas, el cómplice desconocido, cumplida su misión, se alejó del lugar por la calle Pretil de los Consejos y se deshizo de la bomba de manera discreta arrojándola disimuladamente al suelo. A las pocas horas, fue localizada en el lugar por el Policía Jesús Gutiérrez Briones. 

En la lectura del Sumario, y por investigaciones realizadas por historiadores tan prestigiosos como Ángel Herrerín, Juan Áviles o González Calleja, queda claro que Mateo Morral no estaba solo en Madrid cuando cometió el atentado. Alguien le ayudó a comprar las cajas fuertes que sirvieron de contenedor de su bomba, a fabricar el artefacto explosivo, a comprar medicamentos para aliviar la enfermedad venérea (gonorrea) que padecía, etc. y por lo tanto no resulta descabellado suponer que uno de esos cómplices pudiera encontrarse cerca del lugar donde se iba a cometer el atentado para darle apoyo. 

La configuración del artefacto, como ya hemos repetido anteriormente, lo hace apropiado para provocar alarma, confusión y pánico en las personas, y por lo tanto idóneo en el supuesto caso de que alguien hubiera intentado impedir la huida de Morral. 

Si la salida hacia la calle, por ejemplo, hubiese estado bloqueada por la fuerza pública hubiera sido fácil lanzar la bomba junto a ellos, causando varios heridos al hacer explosión, y así poder Morral aprovechar la confusión para abandonar el lugar. Si por el contrario, Morral estuviera ya detenido, también se podría haber lanzado la bomba cerca de la zona donde se encontraba y gracias a que los efectos de la bomba, por su pequeño tamaño, estarían muy localizados, zafarse de sus captores y camuflarse entre el gentío que correría asustado. También podría ser utilizado como maniobra de distracción para centrar la atención sobre un determinado punto y mientras Morral huía por otro.

Curiosamente, la novela “Pólvora negra” de Montero Glez, premio Azorín 2008, se hace eco de esta hipótesis, aunque en ese relato de ficción, basado en hechos reales y bien documentado, se supone que la acción de este segundo terroristas es evitada por la intervención de un policía. Pero en la novela se va más allá, llega identificar al portador de la bomba como José Burgos Tella, natural de Velilla del Ebro (Zaragoza), de 34 años de edad en 1906, que durante su servicio militar había servido en el Cuerpo de Ingenieros en Filipinas y Melilla, donde adquirió pericia con los explosivos y que huyó a Argentina tras el atentado. ¿De dónde saca el autor esta identificación? Si tenemos oportunidad de hablar con él, se lo preguntaremos. 

¿Conclusiones? 

Es muy complicado establecer conclusiones fiables sobre hechos sucedidos hace tantos años y con documentaciones incompletas, pero en este caso, gracias a lo reflejado en el Sumario que instruyó el juez Manuel del Valle y Llano, sí podemos establecer algunas. 

La primera, efectivamente se localizó en la tarde del 31 de mayo, un segundo artefacto explosivo en la calle Pretil de los Consejos. Ese artefacto fue localizado por el Guardia de Seguridad Jesús Gutiérrez Briones, que tras informar a su cadena de mando del hecho, lo trasladó personalmente al Laboratorio Municipal. 

La segunda conclusión que podemos exponer es que tras ser analizado, el artefacto explosivo estaba compuesto por una pequeña cantidad de pólvora, como carga principal, y clavos de varios tamaños que hacían la función de metralla. 

La tercera conclusión se desprende tras estudiar el informe elaborado por el doctor Chicote, director del Laboratorio Municipal donde se describe la composición de la bomba. Se puede decir, sin ningún género de dudas que, el objetivo de esa bomba, no era ser el artefacto principal en un atentado, sino un elemento secundario para facilitar la huida del autor del atentado, ya sea, siendo utilizado por el propio terrorista o por alguno de sus cómplices. 

A partir de estas tres conclusiones, que son verdades ciertas y contrastadas, se pueden desarrollar diversas hipótesis, pero eso lo dejamos en manos del lector ya que, ahora, tiene los mismos datos que nosotros. 
Bibliografía utilizada: 

AVILES FARRÉ, Juan (2006): Francisco Ferrer y Guardia: pedagogo, anarquista y mártir. Marcial Pons Ediciones de Historia SA. Madrid. 

— (2013): La daga y la dinamita. Los anarquistas y el nacimiento del terrorismo. Ed. Tiempo de memoria Tusquets Editores SA. Barcelona. 

Causa por Regicidio frustrado, 31 de Mayo de 1906 Causa contra Mateo Morral, Francisco Ferrer, José Nakens, Pedro Mayoral, Aquilino Martínez, Isidro Ibarra, Bernardo Mata y Concepción Pérez Cuesta. 1906-1909. Madrid, Sucesores de J.A. García, 1911, 5 Vols. 

GONZALEZ CALLEJA, Eduardo (1998): La razón de la fuerza: orden público, subversión y violencia política en la España de la restauración 1875-1917. Edita SCIC. Madrid. 

HERRERIN LOPEZ, Ángel (2011): Anarquía, dinamita y revolución social: violencia y represión en la España de entre siglos 1868-1909. Editorial Los libros de la Catarata. Madrid. 

PÉREZ ABELLAM, Francisco (2017): Morral, el reo asesinado. Editorial Poebooks. Madrid. 

Antonio Alonso Rodríguez
(Publicado en la Revista "Policía")


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