Nuestro gran amigo, compañero y colaborador Antonio Rodríguez Alonso, nos remite este interesante trabajo.
Si ahora, que se ha puesto de moda utilizar la inteligencia artificial hasta para hacer los menús diarios de comidas, preguntamos a cualquiera de estas aplicaciones sobre lo que es una bomba Orsini su respuesta literal es esta:
“La bomba Orsini es un artefacto explosivo esférico que se activa por contacto, utilizando resaltes llenos de fulminato de mercurio. Fue inventada por el revolucionario italiano Felice Orsini en 1857.
Este tipo de bomba se hizo tristemente célebre por varios atentados históricos, como el intento de asesinato de Napoleón III en 1858 y el atentado en el Gran Teatro del Liceo en Barcelona en 1893. En el atentado del Liceo, una bomba lanzada por el anarquista Santiago Salvador Franch causó la muerte de 22 personas y dejó 35 heridos”.
Esta definición es lo suficientemente genérica para dejar satisfechos a los ¿muy preparados? tertulianos radiofónicos y televisivos, periodistas de todo a cien e incluso redactores de un trabajo fin de grado o de master que aspiran a un simple aprobado, pero nosotros que no somos inteligentes (ni artificial ni naturalmente) ni tertulianos o periodistas listillos vamos a profundizar un poco más en este tema.
Pues bien, según se relata en el libro «Anales dramáticos del crimen o causas célebres», tomo I, editado en Madrid, en 1859, por la imprenta de D. Fernando Gaspar y extractadas por José Vicente y Caravantes, doctor en Jurisprudencia, en un capítulo que se titula «Atentado contra Napoleón III» escrito por Armando Fouquier, un grupo de revolucionarios italianos, encabezados por Felice Orsini, deciden atentar contra el emperador de Francia, Napoleón III. ¿Los motivos? Pues, al parecer, estaban “convencidos de que el medio más seguro de hacer una revolución en Italia era causarla en Francia, y que el medio más seguro de hacerla en Francia, era matar al Emperador”[1]. Para entender este razonamiento de Orsini y su banda, creemos que es necesario conocer un poco la historia de Italia tras la guerra de Sucesión Española (1701-1713), esa gran tragedia nacional.
En 1713, cuando se firmó el nefasto tratado de Utrecht, donde Francia y las naciones que conformaban la Liga de los Habsburgo (Inglaterra, el Sacro Imperio Romano Germánico y las Provincias Unidas de los Países Bajos) se repartieron territorios pertenecientes al Imperio Español, como por ejemplo, los Países Bajos, el Reino de Nápoles, Cerdeña y el Ducado de Milán, así como la apropiación de la isla de Menorca y Gibraltar por parte de los hijos de la gran… Bretaña, la península italiana quedó dividida y fragmentada por diversos reinos, ducados y repúblicas que se mantuvieron de esta manera hasta que, los ejércitos franceses comandados por un joven Napoleón Bonaparte, arrebataron a los austriacos los territorios del norte (Milán, Génova) y más adelante el reino de Nápoles, formando, primero, la República Italiana y, posteriormente, el Reino de Italia, que duró hasta la caída del imperio francés y la firma del tratado en el Congreso de Viena en 1815 que llevó, a la desgraciada Italia, a la separación de territorios previa a la intervención francesa de 1796.
Pero el pueblo italiano mantenía un sentimiento de unidad y conciencia nacional, denominado «Risorgimiento», que llevaron a una serie de movimientos revolucionarios que tenían como principales enemigos a los dirigentes de las distintas repúblicas y reinos así como al Estado Pontificio que, mantenía bajo su control, vastos territorios en la zona central de la península italiana. Tras numerosos alzamientos, la mayor parte de ellos, rápidamente aplastados, no fue hasta 1850, cuando el Reino de Cerdeña se convirtió en el motor de la unificación italiana. Personajes como Víctor Manuel II de Cerdeña, Camilo Benso di Cavour y Giuseppe Garibaldi, consiguieron los primeros éxitos. Tras un largo camino, finalmente, Victor Manuel II fue coronado, en 1861, como Rey de Italia y bajo su dirección se consiguió la inicial reunificación de Italia tras arrebatar al Papa Pio IX los territorios pontificios (lo que ocasionó la excomunión de rey) y asentó la capital del nuevo reino en Roma, quedando, eso sí, las denominadas «tierras irredentas», zonas ocupadas por terceros países donde la mayoría de la población eran de habla y cultura italiana (Trento, Istria, Trieste y Dalmacia), que fueron recuperadas, excepto Dalmacia, por Italia tras la Primera Guerra Mundial.
Pues bien, en todo este lío de la «Unificación italiana» estaban metidos Felice Orsini y sus socios, Giuseppe Andrea Pieri, Carlo di Rudio y Antonio Gómez, cuando decidieron atentar contra Napoleón III en 1858. Todos ellos habían combatido en la denominada «Primera Guerra de Independencia Italiana» en 1848, donde las tropas austriacas vencieron a los ejércitos piamonteses y toscanos, todos ellos, por distintos motivos, se exiliaron y abandonaron Italia y todos ellos recalaron en Inglaterra donde tomaron conocimiento y se decidieron a realizar el magnicidio. Ahí se juntaron con otro individuo, este no italiano, sino francés, llamado Simon François Bernard, cuyo interés no era la reunificación de Italia sino la eliminación del Emperador Napoleón III y la posterior instauración de una nueva República en esa nación.
Según el relato “oficial” del atentado, al parecer, el diseño de las bombas que se usaron para cometer el magnicidio contra en dirigente francés era atribuido a Felice Orsini que se había inspirado en unas bombas expuestas en el Museo Militar de Bruselas en 1854[2]. Estas bombas originales fueron, a su vez, ideadas por un disidente francés llamado Hippolyte Magen (1814-1886), que más adelante tuvo cierto prestigio como historiador y científico, y estaban preparadas para funcionar “al choque”[3]. Este individuo, junto a varios cómplices más, tenía la intención de asesinar a Napoleón III para volver a instaurar el sistema republicano en Francia. Su artefacto explosivo tenía el tamaño y la forma de un huevo de avestruz, formado por dos partes, de distinto tamaño y grosor donde la parte inferior, de mayor espesor y por eso de mayor peso, se instalaban 10 chimeneas o pistones de los utilizados en las armas de avancarga. Antes de ser detenido por las autoridades, Magen, como buen líder revolucionario, huyó a Gran Bretaña dejando tirados a sus cómplices, Jean Baptiste Brunet, otro revolucionario francés, ex militar del arma de artillería y Gerard Sanders, un artesano fabricante de armas de Lieja, que fueron detenidos, juzgados y condenados por las autoridades belgas por la fabricación de armas prohibidas. Mientras se celebraba ese juicio, las bombas intervenidas fueron expuestas en el Museo Militar donde fueron observadas por Orsini[4]. Por cierto, uno de los modelos ideados por Hippolyte Magen estaba dotado de una especie de despertador para que el funcionamiento fuera temporizado. Debido a las carencias técnicas de Gerard Sanders, el armero de Lieja, no se llegó a fabricar.
Pues bien Orsini y su banda, decididos a realizar el magnicidio, se ponen manos a la obra. Al igual que hizo en Bélgica Hippolyte Magen, realizan un prototipo de madera y buscan un armero para fabricar los artefactos, misión a la que se dedica, inicialmente Bernard, y, finalmente, un inglés que colaboraba con la conspiración, de nombre Thomas Allsop. Localizan un armero llamado Joseph Taylor, que tenía su taller en Birmingham, que sin hacer muchas preguntas acepta el encargo. Le encargan dos modelos, uno grande y otro pequeño que se diferencian entre sí, únicamente, en el tamaño. El modelo mayor pensado para ser usado directamente contra Napoleón III y el modelo pequeño con fines de distracción o contra los policías en caso de necesidad. Se fabrican 6 artefactos, tres de cada modelo. El precio pagado por ellos es de 2 libras, 6 chelines y 6 peniques.
Una vez resuelto el asunto del “continente” pasaron al “contenido”. Simon François Bernard, que tenía conocimientos de química adquiridos durante su formación como médico (inicio los estudios pero no llegó a finalizarlos) ya que trabajó varios años como cirujano en un barco, una corbeta de nombre Fortune[5], compra los productos químicos necesarios y se dedica a la fabricación de un peligroso y potente explosivo, el fulminato de mercurio, que tenía como principal característica su sencilla iniciación, como corresponde a los explosivos denominados iniciadores.
Por mediación de un tercero, ajeno a la conspiración, llevan los artefactos, aún sin explosivo, a Bélgica y posteriormente a Francia, manifestando en los controles fronterizos que se tratan de aparatos de gas experimentales. Más tarde, ya en Francia, el propio Orsini, que viaja con un pasaporte falso a nombre de su amigo Thomas Allsop, se encarga de llenar las bombas con el explosivo y, ayudado por Gómez, colocar las chimeneas y los pistones y dejar las bombas listas para su uso. Finalmente sólo tienen 5 bombas, tres de un tamaño y dos de otro.
El día 14 de enero de 1858, cuando el emperador Napoleón III, junto a su esposa, la española Eugenia de Montijo, se dirigen a la Ópera son atacados por los magnicidas. Tres artefactos estallan junto a su carruaje. Curiosos que observaban el paso de la comitiva, miembros de la escolta y agentes de la ley caen heridos por decenas de fragmentos metálicos generados por la explosión de los artefactos, pero el emperador y su mujer no son alcanzados, pese a que el carruaje real es golpeado por 76 proyectiles. Mueren 8 inocentes y quedan heridos 156 personas.
Minutos antes del atentado, un policía había identificado a un individuo y tras regístrale localizó “una pistola revólver de cinco tiros cargados […] y un pequeño cilindro de metal que debía ser una máquina mortífera”[6]. Fue inmediatamente detenido y posteriormente identificado como Giuseppe Andrea Pieri.
Tras el atentado y cerca del lugar donde se produjo, un joven localiza, en el interior de un saco, “una especie de pera de metal armada con pistones en uno de sus lados”[7]. Un agente de policía, también cerca de ahí, localiza “una pistola revólver de seis tiros”[8]. Todos los objetos quedan requisados por la Policía. Las autoridades continúan las pesquisas y en breve son detenidos el resto de los terroristas. Primero lo fue Gómez, que en el momento de la detención dijo llamarse Swiney y ser criado de un inglés llamado Allisop, que en realidad era Felice Orsini, que también fue rápidamente detenido. Finalmente, al día siguiente, lo fue el compañero de cuarto de Pieri, Carlo di Rudio que viajaba con una documentación falsa a nombre de Da Silva.
Durante el juicio se hizo un informe pericial sobre las bombas intervenidas:
“Estas bombas consisten en un cilindro hueco de fundición común muy quebradiza, compuesto de dos partes unidas por líneas o hendiduras practicadas en el espesor de las paredes. Su altura total es de nueve centímetros y cinco milímetros, su diámetro ya largo de siete centímetros y tres milímetros. Su parte superior esta armada de veinticinco chimeneas guarnecidas de pistones atravesando todo el espesor de las paredes, y dispuesta de manera que hace converger el fuego de los pistones a la carga colocada en el interior. Las paredes tienen un espesor desigual, mayor en la parte inferior, en la cual llega hasta tres centímetros, mientras que en la parte superior baja hasta cinco milímetros solamente, de tal manera, que el proyectil se revuelve en su caída y cae necesariamente del lado pesado sobre los pistones destinados a producir la explosión.
En la parte superior existe un agujero practicado para introducir la carga y cerrado herméticamente por un tornillo de dos centímetros de espesor. La capacidad interior es de ciento veinte centímetros cubos”[9].
La sustancia detonante que llevaban en su interior fue analizada por esos mismos peritos, y resultó ser fulminato de mercurio, que, tras ser extraída cuidadosamente de su interior, tenía un peso de ciento treinta gramos que ocupaba “cuarenta y ocho centímetros cubos, es decir, más de dos tercios de la capacidad interior. El peso de la bomba descargada es de un kilogramos trescientos setenta y siete gramos, por consiguiente, con la carga, el peso llega a poco más de kilogramo y medio”[10].
Tras el juicio fueron condenados a muerte, y ejecutados, Felice Orsini y Giuseppe Andrea Pieri. Antonio Gómez y Carlo di Rudio, aunque inicialmente también fueron condenados a la pena máxima, se le conmutó la sentencia por la de prisión perpetua en la Guayana francesa, concretamente en la colonia penal de la Isla del Diablo. Por cierto, aunque no viene al caso, no puedo resistirme a contar lo sucedido con Carlos di Rudio. Unos meses después de llegar a la Isla del Diablo, junto a otros once compañeros, consiguió evadirse y regresar a Inglaterra, donde estaba su mujer e hijas y adoptó el nombre de Charles C. DeRudio. De ahí, en 1860, emigró a los Estados Unidos enrolándose en el Ejército de la Unión al iniciarse la Guerra de Secesión, alcanzando la graduación de teniente en un regimiento de soldados negros. Una vez acabada la guerra, con 37 años, se incorporó al Ejército regular y fue destinado al 7º de Caballería cuyo comandante era George Armstrong Custer y fue uno de los pocos supervivientes de dicha unidad tras el combate contra los indios en Little Big Horn, que todos conocemos gracias a las películas norteamericanas, en 1876. En 1882 asciende a capitán y se jubila en 1896, alcanzando en 1904, una vez retirado, la graduación de mayor. Muere en Pasadena, California, en 1910. Sin duda una vida llena de aventuras[11]. Su otro cómplice, Antonio Gómez, fue liberado en agosto de 1901, con 72 años, tras 39 años de reclusión en la Guayana Francesa, fijando su residencia en Nápoles[12].
Tras la ejecución de Orsini y Pieri, dada la amplia repercusión mediática dada por los medios de la época, que en muchos casos elevaba a la categoría de héroes luchadores por la libertad a los terroristas, y el sistema de activación de los artefactos por impacto empleado, que resultó eficaz y que fue extensamente descrito en magacines y revistas, el atentado se convirtió en una especie de icono entre los grupos revolucionarios.
En los levantamiento de Sicilia de mayo de 1860 capitaneados por Garibaldi también se usaron bombas del tipo Orsini, en 1863 se atentó, en Varsovia, con un artefacto de este tipo contra el general Fyodor Fedorovich Berg, en esos momentos gobernador del reino de Polonia, en 1867 las tropas pontificias son atacadas en Roma. Se conserva en el museo Kunsthistorisches Museum de Viena una bomba “tipo Orsini” con la que, unionistas italianos, intentaron atentar contra el emperador austro-húngaro Francisco José en 1863.
En 1870 tras un nuevo intento de atentado contra Napoleón III, protagonizado por personas de ideología republicana, las fuerzas de orden intervinieron veintiuna bombas de funcionamiento al impacto, como las bombas Orsini, pero de forma distinta. Se trataba de dos discos metálicos circulares de hierro fundido, unido entre sí por medio de un perno o tuerca, de trece centímetros de diámetro y ocho milímetros de anchura con un peso total de cuatro kilogramos. A lo largo de su perímetro se habían instalado dieciocho chimeneas de las utilizadas en los fusiles de avancarga y que podían ser armadas con pistones[13]. En el interior del artefacto se colocaron varios tubos de vidrio rellenos de explosivo, una mezcla de clorato de potasa, azufre y otros elementos[14]. Además, el artefacto iba provisto de un asa para su transporte y para facilitar su lanzamiento. Recibió el nombre de “bomba Rousell” debido a que se localizaron en el interior de una vivienda donde vivía un individuo que respondía a ese nombre y que estaba implicado en el complot.
Durante los sucesos acaecidos en París de 1871, que los historiadores han venido a denominar “La comuna de París”, los revolucionarios fabricaron decenas de bombas que utilizaron contra las tropas gubernamentales, llamados versalleses ya que, el gobierno se trasladó a Versalles al inicio de la revuelta. Estas bombas eran de fabricación muy rudimentaria y tosca. Dos de ellas, recuperadas y regaladas a la Reina Victoria por un militar británico, se encuentran entre los fondos de la “The Royal Collection” de la Casa Real Británica y se pueden observar en su página web[15]. Era esférica, de seis centímetros de diámetro, con unas chimeneas muy rústicas donde se colocaban los pistones y presentaba una especie de argolla que posiblemente tenía como objeto, unido a una cuerda, aumentar el alcance del artefacto.
Como hemos visto, el uso de las bombas de funcionamiento “al impacto” se generalizan. Son usadas en Europa, en Hispanoamérica, sobre todo en Argentina, en los Estados Unidos, durante su guerra de secesión, etc. En el manual del terrorista de referencia del siglo XIX, el «L’indicateur anarchiste», impreso en Londres por primera vez, el lengua francesa, en 1885 y de autor anónimo pero escrito por “… una persona ilustradísima que ha puesto su poderosa inteligencia y sus extensos conocimientos científicos al servicio de la peor de todas las causas, de la causa anarquista y de la pandestrucción”[16], se detalla los métodos de fabricación de sustancias explosivas, el fulminato de mercurio entre ellos, y aunque no la nombra específicamente como “bomba Orsdini”, sí detalla, en el apartado titulado como “Bombes”[17] la forma y detalles para la construcción de este tipo de artefactos, aconsejando que su forma exterior sea esférica ya que de esta manera “proyecta los proyectiles en todas las direcciones”[18].
Y como no, pronto aparecen las bombas Orsini en nuestra Patria. Según nuestras investigaciones fueron introducidas en España a través de un anarquista italiano que había vivido previamente en Argentina. Nos estamos refiriendo a Franchesco Momo. Este personaje había nacido en Livorno en 1863, localidad que abandonó para emigrar a Argentina en diciembre de 1885, estableciéndose en la ciudad de Rosario donde mantuvo relaciones con anarquistas españoles que también residían en esa nación. En 1887 creó junto a otros anarquistas italianos, como Ettore Mattei y Errico Malatesta, la “Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos”, la primera asociación sindical de panaderos de la Argentina, y colaboró con la primera huelga que estos realizaron. En ese país es muy probable que entablara contacto con Paulino Palles Latorre, del que más adelante hablaremos, ya que este, al igual que Momo, estaba en la órbita de influencia de Errico Malatesta. En el verano de 1892, tras recibir instrucciones de Malatesta, viajó a España con la misión de fabricar artefactos explosivos que fueran utilizados en atentados[19]. Se estableció en Barcelona donde contactó con los grupos de afinidad anarquista. Rápidamente se puso manos a la obra y comenzó, en un pequeño taller de camas metálicas en la localidad barcelonesa de San Martín de Provencals, a la fabricación de bombas “tipo Orsini” pero con la característica diferencial que eran totalmente redondas, como aconsejaba el manual de explosivos «L’indicateur anarchiste», y como se usaban, por cierto, en actos terroristas en Argentina donde, sin duda, Momo aprendió el oficio. Como explosivo utilizó una fórmula facilitada por un “compañero ruso que era un buen químico”[20]. Desde ese lugar mantuvo abundante correspondencia con anarquistas repartidos por toda Europa y sus cartas, que jamás firmaba con su propio nombre, eran rubricadas con las palabras “Tuojours avant” (traducido del francés “siempre adelante”)[21].
Pero el 13 de marzo de 1893, Franchesco Momo comete un error que le cuesta la vida. Mientras introduce el explosivo en una de las bombas que estaba cargando en el taller de sillas de hierro donde trabajaba, en la calle Ausias March número 15, en ese momento perteneciente al termino de San Martín de Provencals, se produce la activación de la carga, que alcanza de lleno al terrorista, y su mano izquierda queda destrozada y le produce una gran herida en el pecho. Muere instantes después. Cuando llega el juez municipal al levantamiento del cadáver se realiza un registro en el lugar hallándose propaganda y libros anarquistas. Poco después una comisión judicial, formada por el juez de instrucción del distrito de Atarazanas, que estaba en funciones de guardia, acompañado del escribano (secretario del juzgado) y del inspector del Cuerpo de Vigilancia, Mariano Juan Más, se traslada al domicilio donde vivía Momo, en la calle Vista Alegra número 12, 2º 2, y localizan en un baúl (en otras noticias se dice que en un cesto de ropa sucia) “dos bombas de las llamadas Orsini, de forma esférica, erizadas de infinidad de pistones, que sobresalían unos dos centímetros de la superficie de la bomba, cuyo peso aproximado es el de un kilo”[22].
Por desgracia, Franchesco Momo no sólo había preparado las bombas que fueron intervenidas en su domicilio sino que, bajo su dirección, dos anarquistas españoles habían fabricado varias más. Juan Codina Juncá, de oficio cerrajero y Juan Bernich Morer, herrero de profesión[23]. Además, al objeto de extremar las medidas de seguridad las hicieron “con la precaución de hacer las partes de que se componían cada una en distinta fundición para no dar de conocer el todo”[24]. Compraron la dinamita con la que estaban rellena en un comercio situado en la calle Barbará al costo de catorce reales el kilogramo con dinero aportado por Juan Bernich Morer[25].
Pronto sus correligionarios las usan para cometer atentados. El 24 de septiembre de 1893 el anarquista Paulino Pallás Latorre lanza dos bombas Orsini contra el Capitán General de Cataluña, el general Arsenio Martínez Campos. Por desgracia, aunque el militar resultó ileso, cayó muerto, en acto de servicio, el guardia civil de su escolta, Jaime Tous y Sire y hubo numerosos heridos. Pallás es detenido en el lugar de los hechos y tras su interrogatorio confiesa que las bombas fueron fabricadas por el difunto Momo, al que había conocido en la Argentina, lo cual es muy conveniente para que la investigación no buscara a terceros culpables ya que, al parecer, la decisión de atentar contra Martínez Campos no fue una acción individual, sino que surgió tras una reunión entre el propio Pallás, Mauricio Cerezuela, líder del grupo de afinidad anarquista “Benvenuto Salud”, Jaime Sagas, Manuel Archs y José Sabat, siendo Mauricio Cerezuela la persona que entregó las bombas a Paulino Pallás[26]. Previamente, el 24 de junio, Jose Codina, provisto de dos de las cuatro bombas Orsini que había fabricado y cargado junto con Bernich, había intentado una acción similar contra el General Martínez Campos, pero, según declaró ante el juez, debido a que dicho militar estaba rodeado de obreros no lanzó los artefactos para no causar víctimas entre ellos[27]. Al no realizar la acción esas bombas, que no fueron usadas en atentados posteriores, fueron entregadas por Juan Bernich a su amigo Domingo Fruitos Puig, que las descargó y ocultó. El 31 de diciembre de 1893 el teniente de la Guardia Civil Narciso Portas las localizó en un lugar denominado Torrente de las Aguas Sucias, lugar donde iban a parar las aguas procedentes de varias fábricas de tintes[28]. Estas bombas Orsini eran muy similares a las usadas en el atentado del Liceo pero presentaban unas pequeñas desigualdades: “Algunas de las Orsini descubiertas hace pocos días en un torrente de Sabadell, presentan ligeras diferencias con la descrita [Se refiere a las usadas en el Liceo]. El número de agujeros para chimeneas se eleva en éstas a veinticuatro, y en lugar de sujetar con eje sus dos piezas principales, se encargan de ello dos gruesas tuercas”[29].
Unos meses después, el 7 de diciembre de 1893, Francisco Salvador Franch, tras recibir otras dos bombas Orsini de mano de Mauricio Cerezuela[30], comete la canallada de lanzarlas al patio de butacas del Teatro del Liceo de Barcelona durante la representación de la obra “Guillermo Tell”, curiosamente la misma obra que Napoleón III iba a disfrutar cuando Felice Orsini atentó contra él. Afortunadamente sólo llega a explosionar una de ellas aunque, a pesar de ello, la detonación causó la muerte de veinte personas y heridas gravísimas a una treintena más.
La bomba no explosionada fue recogida por la policía y tras su estudio se comprobó que estaba cargada con fulminato de mercurio y dinamita y que, era idéntica a las recogidas en el registro realizado en el domicilio de Momo tras su muerte. Así fue descrita:
”Las piezas principales de estos explosivos, son dos medias naranjas de hierro fundido, que encajan perfectamente, y un eje del propio metal, que hace el oficio de tuerca y sujeta fuertemente las dos mitades. Complemento de la máquina, son las chimeneas colocadas en los agujeros que se abren en la superficie esférica; los pistones de que cada una de las chimeneas esta provista; la metralla, constituida buena parte por clavos de zapatero en las dos del Liceo, y la dinamita, que se inflama y produce la explosión, cuando el pistón ha inflamado el fulminato, por la fuerza del propio peso del aparato y la adquirida por el brazo que la arroja. El diámetro de la circunferencia, que se obtiene con una sección practicada en la parte media de la bomba encontrada en el teatro, mide nueve centímetros y medio; las paredes de metal tienen un grueso de un centímetro y la longitud del eje tuerca es de nueve centímetros. Su peso, con la correspondiente carga, era de tres kilos. Tiene diez y ocho agujeros en la superficie esférica, y las correspondientes diez y ocho chimeneas y pistones”[31].
No vamos a entrar a estudiar estas acciones terroristas que ya han sido descritas por varios artículos publicados en el Blog “Una historia de la Policía Nacional” como, por ejemplo, el escrito por Eloy Ramos Martínez en enero de 2022 titulado “Terror en Barcelona. Bomba en el gran teatro de El Liceo”[32].
La dura represión que se realizó entre los grupos anarquistas tras la comisión de estos atentados consiguió que durante unos años las bombas dejaran de explosionar, al menos, temporalmente. Por desgracia, según se escribe en el Diario de Barcelona, a las 11 de la noche del día 4 de junio de 1896, jueves de Corpus Cristi, “al revolver un basurero un montón de retama en la calle Fivaller, esquina bajada de Santa Clara, encontró dos trozos de hierro de forma esférica, con pistones, que parece resultaron ser bombas explosivas, sistema Orsini”[33]. En otro diario de la época editado en Barcelona, “El Noticiero Universal”, se facilita más datos sobre ellas. “Dichos explosivos tienen forma y el tamaño aproximado de una naranja y contienen 24 chimeneas cada una. Según parece, son de reciente construcción”[34]. La aparición de esos dos artefactos explosivos pone en alerta a las autoridades ya que se sospecha que las bombas fueron abandonadas en ese lugar, muy cercano a la catedral, por terroristas que pensaban atentar contra la procesión del Corpus.
No iban muy desencaminadas sus sospechas, tres días después, el domingo 7 de junio de 1896, a las 21:00 horas, cuando la procesión del domingo después del Corpus regresaba a la iglesia de Santa María del Mar por la calle de Cambios Nuevos se produjo una fuerte explosión que causó doce muertos y más de sesenta heridos. Aunque inicialmente se pensó, tras observar los restos del artefacto, cuarenta y ocho trozos de hierro fundido, de espesores variables entre diez y doce milímetros y veintitrés chimeneas de latón, que se podía haber utilizado una bomba sistema Orsini, posteriormente se determinó que, aunque el cuerpo de la bomba era igual al utilizado en ese tipo de artefactos, la iniciación de la misma había sido por medio de una mecha ya que ésta no estaba acabada y carecía de los agujeros necesarios para colocar las chimeneas que fueron utilizadas, no para contener los pistones de iniciación, sino como metralla y colocados en su interior. El informe realizado, a petición del Juez Instructor, por la Junta Facultativa Militar, dirigida por el coronel de artillería Luis Pidal y Lagranda, director del Parque de artillería de Barcelona, determina que “La explosión de la bomba fue por medio de una mecha y no por choque”[35].
No obstante, la aparición tres días antes de dos bombas sistema Orsini, totalmente operativas, en las cercanías de la catedral, en la calle Fivaller (un callejón más que calle que actualmente recibe el nombre de calle Segovia), hizo sospechar a los investigadores que podían tener relación. Al resultar herido un militar, un cabo de tambores del regimiento de Almansa llamado Guillermo Andrés Pinazo durante el atentado, se hace cargo de la instrucción la jurisdicción militar siendo nombrado para ello el teniente coronel de infantería Enrique Marzo y Diaz Valdivielso. Se detiene a numerosos anarquistas y tras aplicarles los métodos habituales de la época, es decir torturas y malos tratos, se determina que un cerrajero de profesión, de nombre Juan Alsina Vicente, fue el encargado de la fabricación de las bombas. A finales de mayo Alsina entrega tres artefactos explosivos, dos totalmente operativos y otro sin terminar con un solo agujero para la colocación de las chimeneas, a dos cómplices, Antonio Nogués, impresor, y José Molas, ladrillero. Estos deciden utilizar los artefactos explosivos contra la procesión del Corpus del día 4 de junio, pero, en el último momento deciden no lanzarlas y las abandonan en la calle Fivaller donde son localizadas, como ya hemos dicho, por un barrendero en la noche de ese día[36].
Según la sentencia posterior, basada en las propias declaraciones de los detenidos, que habían sufrido, no se olvide, horribles torturas, un anarquista nacido en Marsella, de padres de origen italiano, de nombre Tomás Ascheri que ya había sido detenido en otras ocasiones como anarquista de acción[37], en la mañana del domingo 7 de junio fue a la casa de Nogues donde recogió y cargó con dinamita la tercera bomba fabricada por el cerrajero Alsina, que no estaba totalmente acabada ya que carecía de los agujeros para colocar las chimeneas. Adaptó un sistema de iniciación pirotécnico, por medio de una mecha. En la tarde de ese mismo día, según declaración del propio Ascheri presentada tras ser torturado, la envolvió en un pañuelo y en un periódico y cuando la procesión pasaba por la calle Cambios Nuevos, a la altura de la calle Arenas de Cambios, lugar donde él se encontraba, encendió la mecha de la bomba con un cigarro y la depositó en el suelo abandonando el lugar, oyendo la detonación de la misma cuando ya se encontraba a unos metros[38].
Las numerosas detenciones practicadas, las duras condenas dictadas, cinco de ellas de pena capital, volvieron a generar una falsa apariencia de paz. No obstante, de vez en cuando, aparecían ocultas varios artefactos explosivos, de los denominados Orsini, pero con variaciones del modelo inicial diseñado por Momo en España. El 18 de junio de 1897 aparecen ocultas en un pozo tres bombas Orsini, en Villanueva y la Geltru, en forma de pera con 12 chimeneas en su base, más parecidas al diseño original de Orsini. En enero 1903 se localizan en Sarria dos nuevas bombas de las llamadas Orsini, también en forma de pera, pero con 22 chimeneas, aunque en honor a la verdad posteriormente se descubre que estos artefactos no tienen relación con el terrorismo sino con la turbia actuación de un teniente de la Guardia Civil, llamado José Morales Puigcerver, posteriormente encarcelado y expulsado del Cuerpo que, al parecer, ordenó fabricarlas para después recuperarlas para ganar méritos y honores.
En 1903 un anarquista de origen francés, aunque nacido en Bruselas en 1882[39], Gustave Maurice Bernardon Lizot, introduce en España las denominadas “bombas de inversión” ya utilizadas en Francia, unos pocos años atrás, con el nombre de “bombe à renversement”, muy utilizadas por el terrorista Juan Rull Queraltó, y Pedro Vallina, alias “El tigre”, estudiante de medicina en esos momentos y furibundo anarquista, se especializa en las bombas de impacto con iniciación química con las que, por ejemplo, se atenta contra el Rey Alfonso XIII. Por este motivo, y por la sencillez en la fabricación de estos nuevos tipos de artefactos explosivos, las bombas Orsini quedan un poco en el olvido.
No obstante, durante la conspiración de los federalistas y los anarquistas preparando un golpe revolucionario para la toma del poder tras asesinar al rey Alfonso XIII durante 1905, las bombas Orsini volvieron a aparecer. El polémico personaje Francisco Ferrer y Guardia aportó 5000 pesetas de la época para la fabricación en Barcelona de 200 bombas Orsini[40], siendo el encargado de montar los laboratorios para la carga de los artefactos Pedro Vallina así como de la fundición y construcción de los mismos Narciso Casanova[41]. En sus memorias el propio Vallina lo relata: “En 1904 estuve una temporada de incógnito en España, llamado por elementos que querían hacer una revolución, pero que carecían de armas para el combate. Con nombre falso arrendé una casa grande […] y monté un laboratorio de química para la fabricación de explosivos, que enseñé a hacerlos y a manejarlos”[42]. Por cierto, esas 200 bombas Orsini fabricadas por Vallina y sus cómplices, por los datos que tenemos, no fueron utilizadas ni localizadas.
A partir de ese momento la utilización de las bombas Orsini en atentados terroristas lo fue de manera puntual. Hubo varias intervenciones de este tipo de artefactos por parte de las Fuerzas de Orden, como por ejemplo, tres bombas Orsini en agosto de 1921 destinadas a atentar contra el gobernador civil de Barcelona, Severiano Martínez Anido[43], cinco bombas Orsini ocultas en una cueva del monte Montjuic, en septiembre de 1923[44] o cinco bombas Orsini localizadas en el madrileño barrio de Usera junto con gran cantidad de armamento y explosivos en diciembre de 1935[45].
Lo que sí ha quedado en el ideario popular es el concepto “idealizado” de la bomba Orsini. Un “héroe individual”, “un revolucionario”, atacando a pecho descubierto a los representantes de los poderes fácticos (la nobleza, el ejército, la iglesia) que tienen sometido al “pueblo” y que sacrifica su vida por un ideal. Según James Crossland, del departamento de Historia de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) “la bomba Orsini ha estado imbuida de valor semiótico, tanto como herramienta de asesinato como, más ampliamente, como arma de insurrección. Este valor semiótico le fue otorgado al IED (improvised explosive device) por la prensa, que, en un ejemplo de efecto contagio, promocionó la bomba Orsini de tal manera que fue aprovechada por potenciales asesinos y radicales violentos en todo el mundo transatlántico, como un componente indispensable de sus arsenales”[46]. En palabras de este mismo autor, define a las bombas del tipo Orsini como «first superweapon», la primera súper arma, que se convirtió en sinónimo de asesinato y de la insurgencia.
Barcelona, tal vez por ser la ciudad donde más se utilizó la bomba Orsini de toda España y donde más víctimas causaron, tiene una especial relación con este tipo de artefactos. El genial arquitecto Antonio Gaudí, máximo exponente del modernismo en España y diseñador del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, vulgarmente conocido como Sagrada Familia, ya hace una referencia al uso de las bombas Orsini, en un conjunto escultórico denominado “la capilla de las tentaciones”, situado en el Portal del Rosario. Ahí se puede ver, en un lado, a un diablo ofreciendo una bolsa con dinero a una muchacha joven para inducirla a prostituirse y, en el otro lado, otra figura con forma diabólica acercando a la mano de un joven obrero una bomba Orsini incitándolo para que cometa un atentado. Ambas figuras miran, y se encomiendan, a la Virgen María para evitar caer en la tentación[47].
También se encuentra entre los fondos del Museo de Historia de Barcelona una bomba Orsini, entregada a la institución por la familia del secretario de la sala de la Audiencia Provincial de Barcelona, Pedro Armengol Cornet, que juzgó y condenó a Santiago Salvador como autor del atentado del Liceo. Al parecer este funcionario la tuvo sobre su mesa del despacho, como pisapapeles, durante años, la heredo su hija quien, en unión de su marido, el arquitecto Luis Bonet Garí, la depositó en el mencionado Museo durante la guerra civil, según parece, en prevención de que su casa fuera registrada por las milicias del frente popular y pudiera ser acusado de poseer un artefacto explosivo lo que, seguramente, le hubiera ocasionado ser invitado, por tan amables señores, a dar un “paseo”, eso sí, solo de ida. Durante años se tenía por cierto que ese artefacto era la bomba Orsini lanzada por Salvador al patio de butacas del Liceo y que no había explosionado y de esta manera era expuesta. Pero, en noviembre de 1990, una noticia publicada en la Revista de la Vanguardia por el periodista Lluís Permanyer ponía en duda ese relato y afirmaba que la verdadera bomba usada por Salvador estaba en poder de una heredera del entonces presidente de la sala de justicia que condenó al terrorista, Agustín Moreno Escribano, lo que provocó una controversia entre los que pensaban que la depositada en el Museo era la buena o lo era la que tenía en su casa la nieta del magistrado. Como más adelante veremos, estamos en disposición de afirmar, para tranquilidad de todos y que no haya controversia, que, ninguna de ellas, es la bomba original.
Aunque el uso de las bombas Orsini ha pasado a la historia, posiblemente por los avances tecnológicos actuales, el valor histórico de la misma permanece. El ejemplar del Museo, presuntamente la bomba que lanzó Salvador en el Liceo y que no explosionó, ha sido expuesta en Madrid en 1993, en el 2007 en el Museo Van Gogh de Amsterdam, en el 2011 expuesta en el Museo Histórico de Barcelona con gran éxito, recientemente, en 2019, en una exposición de la CaixaForum en Madrid y en octubre de 2024, la asociación Memorial de Victimas del Terrorismo ha presentado una exposición llamada “Magnicidios” donde se muestra “La bomba del diablo” que así es como llama a “la bomba Orsini que no explotó en el atentado del anarquista Santiago Salvador Franch en el Liceo de Barcelona, el 7 de noviembre de 1893”[48] y que en el cartel publicitario de una conferencia, impartida por Antonio Rivera, catedrático de historia contemporánea del UPV (Universidad Politécnica de Valencia), titulada “Magnicidios en la historia”, se representa un hombre con una bomba Orsini en la mano.
Pero sobre todo conserva el valor simbólico. Muchos grupos radicales de extrema izquierda, en especial los de tendencia anarquista, mantienen el símbolo de la bomba Orsini como equivalente a revolución, al fenómeno antisistema y a la lucha contra el capitalismo. Vemos exposiciones llamadas “Orsini mon Amour, una explosión creadora en Zaragoza” en 2015, una obra de teatro titulada “Orsini” en 2019, que según el autor, sirve para “reflexionar sobre la violencia por causas políticas”[49] o los distintos eventos “conspirados y perpetrados”[50] por individuos de muy baja calidad moral como Marc Viaplana[51] con proyectos titulados “Pensiero e Dinamita. 17 bombas Orsini” donde este sujeto “reproduce con intención artística la bomba más característica y mortífera de los atentados anarquistas. […] Viaplana dice que la bomba [Orsini] ya puede ser considerada una obra de arte”[52]. Incluso en las viñetas humorísticas o en los comic, la bomba Orsini, objeto redondo plagado de chimeneas, es usada como icono de los artefactos explosivos. Por ejemplo, el genial dibujante Francisco Ibáñez dedicó la portada de uno de sus trabajos en la revista ilustrada “Mortadelo y Filemón”, al uso que hacían los terroristas de este tipo de artefactos explosivos.
Tras este repaso sobre las bombas Orsini, más extenso de lo que pretendía, vamos a ver si este tipo de artefactos, como algunos señalan, es el culpable de tantos muertos y tantas desgracias.
Es indiscutible que los atentados cometidos por Paulino Pallas contra el general Martínez Campos y el cometido en el Liceo de Barcelona en 1893 por Santiago Salvador se utilizaron bombas Orsini diseñadas por el anarquista Franchesco Momo. Son descritos por la prensa de la época de forma precisa. Por ejemplo, el Heraldo de Madrid, en noviembre de 1893, relata que la segunda bomba usada en el Liceo, que no explosionó, “fue encontrada por el inspector de vigilancia Sr. Ibáñez[53] debajo de uno de los sillones, es de hierro colado y tiene el tamaño de una granada, y en la superficie ofrece diez y ocho chimeneas y un pistón en el extremo de cada una de ellas”[54]. Otra edición de este mismo diario describe el artefacto de manera más precisa: “Las piezas principales de estos explosivos, son dos medias naranjas de hierro fundido, que encajan perfectamente, y un eje del propio metal, que hace el oficio de tuerca y sujeta fuertemente las dos mitades. […] El diámetro de la circunferencia, que se obtiene con una sección practicada en la parte media de la bomba encontrada en el teatro, mide nueve centímetros y medio; las paredes de metal tienen un grueso de un centímetro y la longitud del eje tuerca es de nueve centímetros. Su peso, con la correspondiente carga, era de tres kilos. Tiene diez y ocho agujeros en la superficie esférica, y las correspondientes diez y ocho chimeneas y pistones”[55]. El Diario de Barcelona también describe la bomba: “la bomba que se encontró debajo de una de las butacas del teatro tenía el tamaño de una granada, de hierro colado y con diez y ocho chimeneas y un pistón en las extremidades de la misma”[56].
También durante el juicio contra Santiago Salvador, el diario “La Correspondencia de España” describe las piezas de convicción depositadas en la Sala durante la vista. Entre ellas se encuentra la bomba Orsini que no explosionó en el teatro del Liceo y dice “una bomba Orsini, de hierro fundido, de 12 centímetros de diámetro con dieciocho chimeneas dispuestas de tal forma que siempre descansan tres de ellas en el suelo, es la que no llegó a estallar”[57].
Pues ya que la bomba Orsini depositada en el Museo Histórico de Barcelona tiene veinticuatro chimeneas en su exterior, por cierto, al que alguien en algún momento mandó aplicar una capa de cromo tal vez para protegerla de la humedad y favorecer su conservación, y por eso presenta un acabado brillante, es evidente que no se trata del segundo artefacto usado en el Liceo. De la misma manera, la segunda bomba Orsini que se disputa el dudoso honor de ser el artefacto que no explosionó, en poder de una descendiente del magistrado que juzgó a Santiago Salvador, también tiene veinticuatro chimeneas en su cuerpo, pues de la misma razón, tampoco puede ser la bomba lanzadas por el terrorista.
Entonces… ¿De dónde proceden estas bombas que tienen veinticuatro chimeneas y que “requisaron” un magistrado y un secretario de la Audiencia provincial que condenó a Salvador?. Es difícil de contestar a esa pregunta pero podemos hacer una hipótesis. Hay que recordar que dos miembros del grupo de afinidad anarquista al que pertenecían los detenidos por el atentado cometido contra el general Martínez Campos, Juan Codina Juncá, de oficio cerrajero, y Juan Bernich Morer, herrero de profesión, fueron discípulos de Franchesco Momo que les enseñó a fabricar las bombas Orsini. Según las investigaciones policiales, estos dos individuos fabricaron cuatro bombas Orsini, basadas en el modelo Momo, que en principio iban a utilizar contra el citado general el 24 de junio pero que, al no cometer el atentado, finalmente fueron entregadas por Juan Bernich a uno de sus correligionarios, llamado Domingo Fruitos Puig, que las ocultó en un lugar conocido como Torrente de las Aguas Sucias, en Sabadell, donde iban a parar las aguas residuales de varias empresas dedicadas al tinte de la ropa ubicadas en esa localidad. Allí fueron recuperadas por el teniente de la Guardia Civil Narciso Portas Ascanio el día 31 de diciembre de 1893. Dos de estas bombas presentaban diferencias con la usada en el atentado del Liceo que son reseñadas por varios diarios de la época: “algunas de las Orsini descubiertas hace pocos días en un torrente de Sabadell, presentan ligeras diferencias con la descrita [se refiere a la bomba recuperada tras el atentado en el Liceo]. El número de agujeros para chimeneas se eleva en éstas a 24, y en lugar de sujetar con eje sus dos piezas principales, se encargan de ello dos gruesas tuercas”[58]. El diario “La Publicidad” publica la siguiente crónica en relación con las cuatro bombas Orsini localizadas en Sabadell: “Hemos tenido ocasión de ver las bombas. Es evidente que las cuatro fueron construidas bajo un mismo molde […]. Unas tienen 24 agujeros y otras solo 18. Igual a estas últimas es la encontrada en el teatro del Liceo, debajo de una butaca. Diferenciándose además en que las de veinticuatro agujeros sujetan sus dos piezas o medias naranjas dos tuercas, y en las de dieciocho van sostenidas por un eje de nueve centímetros de altura, y una sola tuerca. En lo demás son idénticas. Su diámetro es de nueve centímetros y medio, y el grueso de sus paredes, de un centímetro”[59].
Según las mismas fuentes, es decir, la prensa de la época, las bombas halladas en Sabadell, fabricadas por José Codina y Juan Bernich y escondidas por Domingo Fruitos allí, fueron entregadas por la Guardia Civil al magistrado Rafael García Domenech, en esos momentos presidente de la Audiencia provincial de Lérida y nombrado juez especial encargado de la instrucción del atentado en el Liceo. Tras finalizar la instrucción, se entregaron todas las pruebas, entre ellas todas las bombas Orsini, como piezas de convicción al tribunal juzgador[60], la Audiencia Provincial de Barcelona, formado por Juan Agustín Moreno Escribano, presidente, León Bonel Sánchez y Miguel Iso Morea[61], que actuaba como ponente, y del que era relator Pedro Armengol Cornet, denominación que recibían en la época los secretarios de juzgado o, desde 2015, letrados de la administración de justicia. Curiosamente, en los reportajes periodísticos sobre la vista judicial, donde describen con detalle las piezas de convicción expuestas en la sala, solo aparece una bomba Orsini, con dieciocho chimeneas así como otras de hierro en forma de pera, ropa de las víctimas, restos de abanicos, gemelos, sombreros, armas blancas, explosivos, documentos anarquistas, etc, pero no se encuentran reseñadas las cuatro bombas Orsini localizadas en Sabadell, en el torrente de las Aguas Sucias, por el teniente Portas de la Guardia Civil. Lo cierto es que la causa contra Domingo Fruitos quedo sobreseída y fue posteriormente puesto en libertad y se pierde la pistas de esas cuatro bombas Orsini, dos de ellas de veinticuatro chimeneas, localizadas en Sabadell. ¿Puede que ser que se quedaran con ellas como “recuerdo” los miembros del tribunal o como elemento de ornamento para su despacho, según dijo la nieta de uno de ellos?. Pues parece que sí ya que, al menos, una de ellas aparece en propiedad de los herederos del magistrado Moreno Escribano y otra donada al Museo Histórico de Barcelona por la hija del secretario de la Sala, María Mercedes Armengol Tubau.
También las bombas Orsini halladas en la calle Fivaller, en junio de 1896, días antes del atentado en la calle Cambios Nuevos, tenían veinticuatro chimeneas, pero es menos probable que estas cayeran en manos del presidente y el secretario de la Audiencia de Barcelona ya que, la instrucción y el correspondiente juicio, quedaron bajo jurisdicción militar.
Otra bomba Orsini, también expuesta en un Museo, en este caso en el Museo de la Policía Nacional, reclama para sí el “honor” de ser la bomba Orsini que no explosionó en el atentado del Liceo. Pues en este caso, también debemos decir, que tampoco fue el artefacto utilizado en ese acto terrorista.
La bomba depositada en el Museo de la Policía de Ávila pertenece a un arsenal de armas anarquista descubierto por la policía madrileña, en la madrugada del día 15 de diciembre de 1935, en la calle Inmaculada número 10 del barrio de Usera. En un brillante servicio, dirigido por el jefe de la Brigada de Atracos, comisario Gabriel Araque Cobos, del que ya hemos hablado en artículos anteriores[62], se localizó una importante cantidad de armas y explosivos en el domicilio de Teófilo Márquez Expósito, de 37 años, natural de Daimiel (Ciudad Real), jornalero y de filiación anarquista. Además de 5 bombas Orsini idénticas a la que se encuentra expuesta en el Museo de Ávila de la Policía, se intervino 40 kilos de dinamita roja, una bomba cilíndrica de 10 kilos de peso totalmente preparada para su activación, otra de 1 kilo también lista para su uso, 4 botellas conteniendo líquido inflamable, varios proyectiles de artillería cargados con alto explosivo de calibre 105 milímetros y 75 milímetros, más de 10 kilos de sustancias para fabricar explosivos (azufre, clorato de potasa, etc.), 5 kilos de metralla, 185 metros de mecha lenta, un rifle Winchester de calibre 44, de doce tiros, 5 pistolas Campo-Giro del 9 largo, 5 pistolas Star, 1 pistola Bergmann, de 9 milímetros, 14 cargadores de distintos tamaños y abundante munición de varios calibres.
Tampoco fueron bombas sistema Orsini, pese a que en muchas referencias y publicaciones así se dice, los artefactos explosivos utilizados en los atentados contra el Rey Alfonso XIII. Ni el usado en París, en 1905, ni el usado en Madrid, el día de su boda en la calle Mayor, en 1906. En ambos casos, pese a que ambos artefactos funcionaban al impacto, una de las características del sistema Orsini, su iniciación no era pirotécnica sino química al mezclarse dos elementos generando una reacción exotérmica. Este tipo de artefactos de iniciación química eran la especialidad del terrorista anarquista Pedro Vallina, alias “El tigre” que según señala el profesor González Calleja en su libro “La razón de la fuerza” entre 1904 y 1905 fabricó “… en Barcelona una enorme cantidad de pequeñas bombas de sistema nuevo. Tienen forma y dimensiones de un huevo. Su superficie es totalmente lisa, explosionan al ser lanzadas fuertemente, como se haría con las piedras. Su detonación es intensa y las personas cercanas quedan quemadas. El cuerpo de la bomba forma una cincuentena de proyectiles irregulares susceptibles de herir gravemente a las personas. Están destinadas para ser lanzadas a los policías cuando estos cargan contra los manifestantes”[63].
CONCLUSIONES:
El artefacto explosivo conocido como “bomba Orsini” fue un diseño del italiano Felice Orsini, basado en uno anterior ideado por el francés Hippolyte Magen, cuya principal característica era que funcionaba “al impacto” o “al choque” al golpear contra su objetivo lo que permitía simultanear la detonación de la bomba al paso de la víctima aunque ésta estuviera en movimiento, como sucedió en el intento de magnicidio contra Napoleón III.
Rápidamente su uso se extendió por toda Europa, sobre todo en Italia y España, usada por movimientos revolucionarios a finales del siglo XIX y principio del XX. También en Hispanoamérica, posiblemente exportada por inmigrantes italianos.
Posteriormente, ya entrado en el siglo XX, dejó de ser usada debido al diseño de nuevos sistemas de activación de artefactos explosivos más eficaces, pero ha seguido conservando el valor simbólico entre los movimientos revolucionarios, valor que aún conserva en la actualidad dado que, se ha convertido, en un icono que refleja el uso de artefactos explosivos con finalidad terrorista.
Antonio Alonso Rodríguez.
Notas:
[1] Vicente y Caravantes, José. «Anales dramáticos del crimen o causas celebres», tomo I, Madrid (1859) por la imprenta de D. Fernando Gaspar, página 20. Declaración de Felice Orsini durante la instrucción de su causa.
[2] Idem, página 18.
[3] La Guéronnière, Arthur de. «L'empereur Napoléon III et l'Angleterre (Dixième édition)», typographie de Firmin Didot Frères, fils et cie, (1858), página 14.
[4] Magen, Hippolyte. «Histoire du second Empire» editado por Bordeaux, página 271.
[5] Golicz, Ilma. «Doctor’ Simon François Bernard the architect of the “Orsini conspiracy” against Napoléon III», en “Napoleonica the journal, n° 6, Septiembre de 2024”, pagina 136.
[6] Vicente y Caravantes, José. «Anales dramáticos del crimen o causas celebres», tomo I, Madrid (1859) por la imprenta de D. Fernando Gaspar, página 12.
[7] Ídem.
[8] Ídem.
[9] Vicente y Caravantes, José. «Anales dramáticos del crimen o causas celebres», tomo I, Madrid (1859) por la imprenta de D. Fernando Gaspar, página 16.
[10] Ídem.
[11] https://www.labrujulaverde.com/2023/01/charles-derudio-el-aristocrata-que-lucho-junto-a-garibaldi-intento-matar-a-napoleon-iii-y-sobrevivio-a-la-batalla-de-little-big-horn, también en https://italicsmag.com/2020/07/12/the-extraordinary-life-of-charles-derudio/
[12] El Heraldo de Madrid, edición de 03/8/1901.
[13] Diario La Esperanza, edición de 04/05/1870.
[14] Ídem, edición de 06/05/1870.
[15] https://www.rct.uk/collection/84415/hand-grenade
[16] Gil Maestre, Manuel. «El anarquismo en España» en Revista contemporánea (1987), año XXIII, tomo VCII, página 598.
[17] Anónimo. «L’indicateur anarchiste», Londres, 1885, página 28.
[18] Idem.
[19] Avilés Farré, Juan. «Francisco Ferrer y Guardia: pedagogo, anarquista y mártir». Madrid (2006) Marcial Pons, página 23.
[20] Idem.
[21] El liberal, edición de 16/03/1893.
[22] La vanguardia (Barcelona) edición de 15/3/1893.
[23] La Correspondencia de España, edición 20/02/1894.
[24] Diario de Barcelona, edición de la mañana 01/05/1894.
[25] El Diario catalán, edición del 14/02/1894.
[26] Avilés Farré, Juan. «La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo». Barcelona (2013) Tusquets editores, página 291.
[27] Ídem, página 288.
[28] El Noticiario Balear, edición 04/01/1894.
[29] Actualidades, edición del segundo semestre de 1893.
[30] Avilés Farré, Juan. «La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo». Barcelona (2013) Tusquets editores, página 293.
[31] El Heraldo de Madrid (Madrid), edición de 16/01/1894
[32] https://cnpjefb.blogspot.com/2022/01/terror-en-barcelona-bomba-en-el-gran.html.
[33] Diario de Barcelona, edición de la tarde, del día 05/06/1896.
[34] El Noticiero Universal, edición de la noche, del día 05/06/1896
[35] Citado en HERRERÍN LOPEZ, Ángel (2011): Anarquía, dinamita y revolución social, p. 149. ABC, fondo Pere Corominas, sig. 2637, doc. 23, Reunión de la Junta Facultativa 14 de julio de 1896.
[36] Avilés Farré, Juan. «La daga y la dinamita: los anarquistas y el nacimiento del terrorismo». Barcelona (2013) Tusquets editores, página 307.
[37] Ídem, página 305.
[38] La Época, edición de 09/09/1896
[39] Dalmau Ribalta, Antoni: «El anarquismo en Barcelona en el umbral del siglo XX», Ayuntamiento de Barcelona y Base editorial (2022), página 209.
[40] Romero Maura, Joaquín: «La Romana del Diablo». Marcial Pons Historia, Madrid 2000) , páginas 39-40.
[41] González Calleja, Eduardo: « La razón de la fuerza. Orden público, subversión y violencia política en la España de la Restauración (1875-1917)», Madrid, CSIC, «Biblioteca de Historia», 1998, página 366.
[42] Vallina Martínez, Pedro (2000): Mis memorias. Centro andaluz del libro SA. Madrid., página 267.
[43] La Época, edición de 03/08/1921.
[44] El Sol, edición de 07/09/1923.
[45] Ahora, edición de 17/12/1935.
[46] Crossland, James: «Radical Warfare’s First “Superweapon”: The Fears, Perceptions and Realities of the Orsini Bomb, 1858-1896» en Terrorism and political violence (2023), volumen 35, número 2, páginas 355-369.
[47] https://blog.sagradafamilia.org/es/divulgacion/portal-del-rosario/ y https://es.aleteia.org/2019/06/13/el-demonio-en-la-sagrada-familia.
[48] https://www.memorialvt.com/exposicion-magnicidios-hasta-el-proximo-5-de-enero-en-el-memorial/
[49] https://www.barcelona.cat/barcelonacultura/es/recomanem/orsini-tnc
[50] https://contraindicaciones.net/pensiero_e_dinamita_17_bombas/
[51] Este sujeto escribe literalmente en uno de sus libros en relación con el atentado sufrido por el General Martínez Campos “Dos bombas orsini lanzadas, un guardia civil muerto, otro animal (un caballo) muerto”.
[52] El Punt, edición 31/03/2008.
[53] Juan Ibáñez Vizcaíno, Inspector tercera del Cuerpo de Vigilancia, desde marzo de 1892, y destinado en Barcelona en 1893.
[54] El Heraldo de Madrid, edición de 10/11/1893.
[55] Ídem, edición de 16/01/1894.
[56] El Diario de Barcelona, edición de la tarde del día 08/11/1893.
[57] La Correspondencia de España, edición 12/07/1894
[58] El Heraldo de Madrid, edición 16/01/1894.
[59] La Publicidad, edición de 02/01/1894.
[60] El Siglo Futuro, edición de 15/02/1894 y El Diario catalán, edición de 16/02/1894.
[61] El Noticiero universal, edición de 11/07/1894.
[62] https://cnpjefb.blogspot.com/2022/09/comisario-gabriel-araque-cobos.html
[63] Citado en González Calleja, Eduardo (1998): «La razón de la fuerza», p. 365, escrito anónimo de Paris en Archivo de la Prefectura de Policía de París, 05/06/1905 serie B, legado 1511, Anarchistes en Espagne.
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