domingo, 24 de noviembre de 2024

El FRAP o el crimen como sistema (I)

Del Boletín "Emblema" de noviembre, tomamos este artículo de nuestro buen amigo y compañero el Inspector Jefe (R) Eloy Ramos Martínez.

Creación del PCE (m-l) que tendrá como “brazo armado” al FRAP.

La desviación sufrida en la línea del Partido Comunista, tras el fallecimiento de Stalin, en 1953, con la escisión del bloque comunista en dos grandes grupos, además del alejamiento de los que, a toda costa, pretendían mantener en su pureza la ideología marxista-leninista en contra de la disciplina del partido soviético, creó también en el partido español un movimiento de rebeldía e insumisión hacia el Comité Central, impulsado por los elementos jóvenes y aquellos que, por diversas razones, fueron apartados por la Organización.

Esta labor tuvo su mayor exponente en Bélgica, Alemania, Suiza y Francia, logrando constituir rápidamente grupos marxistas-leninistas en franca oposición a los responsables del Comité Central del Partido, al que achacaban las detenciones y caídas de elementos militantes, que, decían, eran entregados en manos de la Policía, criticando de manera análoga su política de trabajo clandestino y el mínimo riesgo que los dirigentes asumían.

Así, en febrero de 1964, aparecieron en el mapa político del comunismo español, escisiones, seguidoras de la línea marxista leninista, que quedaron perfiladas en las siguientes organizaciones:

Oposición Revolucionaria Comunista de España, cuyo órgano de expresión era La Chispa, a imitación de la Iskra de la época de Lenin y que se confeccionaba en Ginebra.

Partido Marxista Leninista Español, integrado por trabajadores españoles y exiliados en Bélgica, cuyo órgano propagandístico era Proletario, y el

Partido Comunista de España, Marxista Leninista, con su folleto denominado Mundo Obrero Revolucionario.

Tras varias reuniones entre las nuevas organizaciones comunistas, unidas fundamentalmente por su animadversión a Santiago Carrillo Solares, y a su política pro-soviética, se llegó a la fusión en un solo partido.

En una reunión celebrada en el teatro Alhambra, de París, tuvo lugar el 30 de noviembre, la creación del Partido Comunista de España, marxista-leninista (PCE m-l), que tendría como brazo armado al que se haría tristemente famoso FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), otra organización terrorista que actuaría durante varios años en España, y que tendría como órgano de expresión Vanguardia Obrera.

El Comité Central del nuevo partido tendría cinco miembros del grupo de La Chispa, once por el de Proletario y cinco por los de Mundo Obrero Revolucionario.

Los máximos dirigentes del PCE (m-l) fueron Raúl Marco y Elena Odena. Habían contactado con los chinos a través del Consulado de la República Popular China en Ginebra y habían recibido de ellos dinero para fundar un partido marxista-leninista de carácter anti-ruso.

Se acordó que el Comité residiría en el interior de España, excepto los citados Marco y Odena, que quedarían fuera del país.

Elena Odena era, en realidad Benigna Benita Ganuza Muñoz, donostiarra, de 40 años entonces, de amplio historial dentro del PCE, que desarrollaba una intensa labor política en Bélgica y Suiza. Estaba casada con Marcelino Fernández Movillano, “Suré”. En 1960 había solicitado para sí, los beneficios de la Comisión Interministerial de Repatriaciones, que le fueron denegados por su peligrosidad. Raúl Marco era Julio Manuel Fernández López.

Al poco tiempo de su fundación, Albania ofreció al PCE (m-l) emitir programas en español, sin limitación del número de horas, a condición de que los programas fueran establecidos por el Comité Central del Partido, y ofreció recibir en su país a miembros del mismo para que se entrenaran como locutores de radio.

En enero de 1965 apareció la citada publicación Vanguardia Obrera, órgano del CC del PCE (m-l), que en realidad se editó en Bélgica en aquel mes; era de papel fino y 8 páginas. Los gastos de su impresión fueron sufragados por Jacques Crippa, del partido comunista (disidente) belga. Se editaba en la imprenta que poseía éste en a calle Van der Weyer.

Hay que decir que, pese a lo expuesto sobre los dirigentes efectivos del PCE (m-l), Raúl Marco y Elena Odena, el 6 de enero de 1974 la Conferencia Nacional del FRAP, celebrada en París nombró presidente del mismo a un viejo dirigente del PSOE, Julio Álvarez del Vayo, antiguo ministro de Asuntos Exteriores en la II República, y acreditado siervo de Moscú. La única explicación para tal nombramiento de un anciano - contaba a la sazón 83 años – era que buscaron un nombre solvente en el extranjero.

Dado que la filosofía política del FRAP queda expresada en el párrafo de su doctrina, que textualmente decía: “Solo por la violencia puede abolirse el poder de las clases dominantes reaccionarias, destruir su aparato militar y burocrático e implantar el poder de las clases revolucionarias”, el brazo armado del PCE (m-l) se estructuraba con una base denominada Escuadra de tiro, compuesta por tres a cinco hombres, dirigida por un responsable político de la unidad. La unión de varias escuadras constituía un Destacamento de asalto y agregaciones superiores recibirían los nombres de Batallón de choque y Brigada móvil.

Para llevar a la práctica esta estructura, comenzaron su sangrienta carrera criminal:

En Madrid, asesina al Subinspector de Policía, Juan Antonio Fernández Gutiérrez.

Subinspector Juan Antonio Fernández Gutiérrez 

Hijo de un minero de la cuenca leonesa, Juan Antonio Fernández Gutiérrez era Subinspector de 2ª Clase del Cuerpo General de Policía y pertenecía a la penúltima promoción que había ingresado en la Corporación. En la fecha de su muerte contaba 21 años de edad. Fue asesinado por miembros del FRAP, el 1 de mayo de 1973, en Madrid. Este grupo terrorista, en cuyas filas había no pocos delincuentes comunes, necesitaba una acción espectacular ya que su poder de convocatoria de masas era nulo, y por ello recurrió a la guerrilla urbana armando una escuadra de tiro con cuchillos, navajas, hachas, lanzas improvisadas, etc. Para atender a posibles heridos propios, la Organización contaba con militantes, algún médico y enfermeras, que se hallaban en cafeterías próximas, prestos para el traslado a sitios seguros, evitando los hospitales. Se identificaban con un clavel rojo.

La Policía montó un dispositivo en la Plaza de Antón Martín y una zona circundante extensa, para impedir concentraciones. Es de señalar que los policías tenían órdenes de no utilizar sus armas de fuego reglamentarias. Esto dio origen a un conflicto posterior.

A las 19,40 horas saltó un grupo de 18 a 20 individuos. Varios funcionarios intentaron detenerlos y fueron inmediatamente rodeados por unas cuarenta personas, que, armados como antes se dijo, les agredieron, resultando herido de gravedad el Inspector Bienvenido López García, el policía armado conductor, Per Abat Castro, y un soldado del Ejército de Tierra que acudió en ayuda de los policías.

Rápidamente llegaron en auxilio de sus compañeros dos subinspectores; uno de ellos fue atraído hacia un callejón donde intentó detener a uno de los manifestantes; allí fue bárbaramente apuñalado, recibiendo heridas por cuchillo de monte, una de las cuales fue mortal de necesidad, ya que su asesino, antes de retirar el cuchillo, le segó un pulmón a Juan Antonio.

Fue llevado inmediatamente a una clínica, pero ya ingresó cadáver. También resultó herido su compañero Fernández Rancaño, agredido por aquella turba.

Nunca se pudo comprobar quiénes fueron los asesinos materiales, pero como consecuencia de este crimen se practicaron numerosas detenciones de los miembros del “piquete” y en noviembre de 1974 serían condenados por actos de terrorismo.

La siguiente promoción de Subinspectores, que juró el cargo el 3 de mayo inmediato, recibió el nombre de Promoción Juan Antonio Fernández Gutiérrez, en su póstumo homenaje.

Dos años después, asesina al policía armado Lucio Rodríguez Muñoz, también en Madrid

Policía Armada Lucio Rodríguez Muñoz

No deja de ser sorprendente el tiempo transcurrido desde la muerte de Juan Antonio Fernández al nuevo atentado mortal de la banda, algo más de dos años, lo que, al parecer hizo decir a la banda ETA en una reunión con gente del FRAP, que éstos solo valían para pintarrajear paredes.

Realmente esta banda terrorista con pretensiones de partido político, tenía muy escasa implantación en la sociedad española. La Dirección en el exterior requirió a los responsables del grupo en España para que protagonizase una campaña de terror, a fin de no perder el escasísimo protagonismo que tenían. Se decidió en una reunión habida en París.

Así comenzaron su escalada de crímenes. Les daba igual la víctima; para no errar era más fácil elegir un uniforme de las llamadas Fuerzas de Orden Público, y eso fue lo que hicieron.

Lucio Rodríguez Muñoz prestaba servicio el 14 de julio de 1975 en el Centro de Programación de las Líneas Aéreas de Iberia en la calle Alenza, del madrileño barrio de Cuatro Caminos. Había regresado de su pueblo natal, la toledana localidad de Villaluenga, antes de amanecer. Allí residía su familia y su novia con la que pensaba contraer matrimonio en fechas cercanas.

El grupo de asesinos que acabaría con su vida estaba compuesto por Fernando Sierra Marco, quien condujo el coche robado previamente y que utilizaron para llegar al lugar del crimen y huir posteriormente Pablo Mayoral Rueda, a la sazón Secretario de Agitación y Propaganda del Partido Comunista de España (marxista – leninista) - FRAP en Madrid, Vladimiro Fernández Tovar y José Humberto Baena Alonso.

El tal Tovar disparó contra Lucio, pero se le encasquilló el arma que portaba, una pistola del calibre 7,65, por lo que su compinche Baena se encargó de subsanar el fallo asesinando al infortunado policía que no tuvo tiempo de enterarse de nada.

Tres días después, en un brillante servicio, la Policía detuvo entre otros a los asesinos del señor Rodríguez. Juzgados en Consejo de Guerra, fueron condenados a la pena de muerte Manuel Blanco Chivite como inductor del asesinato (como jefe del comando, lo había ordenado), Vladimiro Fernández Tovar y José Humberto Baena Alonso. Los dos primeros fueron indultados por el Gobierno de Franco. El último, ejecutado.

Poco después, intenta asesinar al también policía armada Pozo Cuadrado.

Policía Armada Justo Pozo Cuadrado

El 19 de julio, tan sólo cinco días más tarde del crimen cometido por el FRAP en la persona del policía armada Rodríguez Martín, otro grupo de criminales intentó un nuevo asesinato, esta vez en la persona de otro miembro del mismo Cuerpo, Justo Pozo Cuadrado.

Sobre las nueve horas, el grupo compuesto por Vladimiro Fernández Tovar, José Humberto Baena Alonso y Fernando Sierra Marco, aparcó un coche robado en la prolongación de la calle General Mola, confluencia con las de Gómez Ortega y Pechuán. Mientras Sierra se quedaba al volante del coche, los otros dos se apostaron en espera del paso de un policía armada (cualquiera).

Cuando apareció Pozo Cuadrado, Tovar y Baena dispararon repetidas veces contra él, al que alcanzaron con varios impactos y rápidamente ambos se dieron a la fuga hacia el coche que los esperaba. No obstante el asesinato se frustró. Aún con gravísimas heridas, el señor Pozo sobrevivió. Había recibido cuatro impactos de bala, uno de los cuales le atravesó el vientre, pero pudo arrastrarse hasta un portal y fue llevado a un centro hospitalario inmediatamente.

Justo Pozuelo de 26 años era natural de Zalamea (Badajoz). Aquel día se iba de permiso a su pueblo.

Pero la Policía desarticula el grupo criminal.

A los pocos días de los hechos que acabamos de relatar, la Policía consiguió la desarticulación del brazo armado del P. C. E. (m-l), es decir, del FRAP. Comenzó con la detención de Pablo Mayoral Rueda, miembro del Comité de Madrid del PCE (m-l) y responsable de Agitación y Propaganda. El siguiente fue Manuel Antonio Blanco Chivite, en San Sebastián; enseguida caería Vladimiro Fernández Tovar, responsable del Grupo de Combate y a continuación lo serían José Humberto Francisco Baena Alonso y Fernando Sierra Marco, así como Raquel López Navarro, Secretaria de Masas del Comité de Madrid del PCE (m-l) y responsable del Comité Provincial de Juntas del FRAP.

Tras estas detenciones se produjeron otras, hasta llegar a las 16 en total, destacando entre ellas las de Pablo Mayoral Rueda.

Además del esclarecimiento de los hechos que ya hemos señalado anteriormente, con esta desarticulación la Policía evitó varias acciones terroristas, a saber: un atentado contra un funcionario de prisiones (ya tenían información); atentados contra algunos policías armadas, municipales y guardias civiles (tenían datos de trayectos y horarios); atentado contra un conocido periodista; robo de explosivos en la Compañía Auxiliar de Voladuras (AVOSA); atraco en la SEAT en la carretera de Barcelona e incendiar la Delegación del Ministerio de Educación y Ciencia en Madrid.

No obstante vuelve a asesinar, ahora al teniente de la Guardia Civil, Antonio Pose.

El teniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez había nacido en Almonacid de Zorita (Guadalajara) hacía cuarenta y nueve años. En 1965, siendo ya cabo, pasó de mecánico de radio a la Agrupación de Tráfico, donde llevó a cabo una gran labor dada su afición a la electrónica. Ascendido a sargento continuó en el mismo servicio y cuando en 1972 fue ascendido a teniente, volvió a ser destinado al servicio de transmisiones de la misma unidad, para aprovechar su magnífica preparación técnica. Llevaba, pues, diez años apartado de todo servicio operativo y dedicado a la seguridad vial.

El 16 de agosto de 1975, sábado, era asesinado en Madrid. El teniente volvía a casa a comer. Aparcó el coche junto a la acera en el barrio del Batán, cerca de la carretera de Extremadura y se dirigió con el tricornio en la mano a su casa. Entonces se acercó a el un individuo y con una escopeta recortada le disparó a bocajarro; el teniente murió en el acto.

Su esposa oyó el ruido del disparo y se levantó inquieta. Los últimos crímenes causaron honda preocupación en las esposas de policías, guardias civiles, militares, etc. Pero se asomó a la ventana y no vio nada anormal, pero en una segunda mirada vio el coche de su marido aparcado y a éste yacente en la acera.

Le impidieron que se acercara al cadáver.

Los asesinos fueron tres miembros del FRAP, Ramón García Sanz, autor material del crimen; Manuel Cañaveras de Gracia que proporcionó la escopeta, y José Luis Sánchez- Bravo Sollas, “Hidalgo”, responsable del grupo.

La Policía los detuvo a los pocos días junto con otros treinta y seis miembros del FRAP, entre ellos dos mujeres, inductoras del asesinato. La idea de matar al teniente partió de Sánchez Bravo, que era vecino suyo y pudo observar todas sus costumbres.

Una de las detenidas, Concepción Tristán López, era la responsable de la Secretaría Política de la zona norte de Madrid. Sánchez-Bravo le propuso el asesinato del teniente; Concepción consultó con María Jesús Dasca Penelas, que estaba liberada en la Organización, quien a su vez consultó con la Dirección del Partido y tras obtener la aprobación del crimen se lo comunicó a Tristán López.

En el asesinato intervino, además, José Fonfría Díaz, cuyo papel consistió en vigilar mientras se cometía el crimen. Otro miembro del grupo, Fernando Proenza González consiguió escapar cuando se produjeron las detenciones.

Como más adelante veremos, en consejo de guerra fueron condenados a muerte García Sanz, Sánchez Bravo, Cañaveras de Gracia, María Jesús Dasca y Concepción Tristán. Fueron ejecutados los dos primeros e indultado el resto. Fundamentalmente las mujeres lo fueron por estar ambas embarazadas. Fonfría fue condenado a 20 años de reclusión.

(continuará…)

Eloy Ramos Martínez.

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