Del boletín "Emblema" de diciembre, tomamos este artículo de nuestro buen amigo y compañero Eloy Ramos Martínez.
José Díaz Linares, nació el 27 de agosto de 1945 en la parroquia lucense de Vilela, del municipio de Taboada, en el seno de una familia de modestos agricultores. Había estudiado varios cursos en el Seminario de Lugo y posteriormente, entre 1965 y 1968, hizo la carrera de Magisterio, título que le facultó para opositar al Cuerpo General de Policía en el que ingresó el uno de junio de 1972. Su destino fue la Comisaría de San Sebastián en la que prestaba servicio en la Brigada de Investigación Social, como Subinspector de 2ª clase.
José Díaz Linares, el primer policía gallego asesinado por ETA |
Había contraído matrimonio con la viveirense Francisca Viscoso Rodríguez y contaban con una hija de pocos años. Había solicitado, y obtenido, su traslado a La Coruña, donde tenía que incorporarse en el plazo de un mes y en la que ya tenía vivienda.
Con sus padres convivía un hermano suyo, Antonio, el mayor, y tenía otro, Benigno sacerdote de la parroquia de Montefurado (Lugo). José acostumbraba a pasar con su esposa e hija, las vacaciones en su pueblo natal.
Díaz Linares vivía con su familia en el número 74 de la calle Eguia Egusquiza de la capital donostiarra, en el barrio de Inchaurrondo. En este barrio habitaba un “comando informativo” de ETA, al que denominan “Iparra”, también conocido como “Los jóvenes de Inchaurrondo”.
El grupo lo componían Carlos María Aguirre Echauri, “Isasi”, que era el comandoburu; Martín Zabaleta González; Fernando Navascués Rodríguez, “Ibón”; Iñigo Bengoechea Urretavizcaya, “Kondo”; José María Recarte Urretavizcaya, “Yagoba”; José Ignacio Lanuza Deán; Jesús María del Río Aldasoro; Fernando Galán Huarte; Ana Isabel Lanuza Deán; Jesús María del Río Aldasoro; Ana Isabel Lamarca Amigot y Julián Unanue Urdampilleta.
Wilson, el jefe del grupo de los criminales y asesino él mismo |
El 6 de febrero de 1974 fue detenido Martín Zabaleta González por infundir sospechas a la Policía en una manifestación. Fue llevado a la Comisaría de San Sebastián, donde, tras prestar declaración fue puesto en libertad. Le había interrogado Díaz Linares.
Meses más tarde, este individuo vio por la calle a Linares y lo reconoció. Memorizó sus facciones y detalles físicos y en el mes de agosto se lo señaló a su comandoburu, Aguirre Echauri.
Desde entonces todo el comando, en grupos de dos o tres, sometieron a vigilancia a Linares, y cuando ya contaban con datos suficientes, celebraron una reunión y Bengoechea abogó por incendiar el coche del policía, pero Aguirre, el comandoburu, quería “hacer algo más gordo.” Esta reunión tuvo lugar el 1 de marzo.
Como consecuencia de ella Aguirre Echauri contacta con el liberado Juan Miguel Goiburu Mendizábal, “Goyerri”, al que da cuenta de lo averiguado sobre Linares y aquél le encarga elaborar un informe y entregarlo en la puerta del cine Trueba, de San Sebastián a otro liberado, que resulta ser José Ignacio Pérez Beotegui “Wilson” . A este le entrega el citado Aguirre el informe, que lo lee detenidamente y lo califica de “muy completo”, indicándole a Aguirre que cesen en las vigilancias al policía. Desde entonces las completarán los liberados ilegales de ETA.
El informe que aprobó Wilson comprendía: datos personales de Linares: domicilio, coche (Seat 127 amarillo), matrícula del mismo, horario de entrada y salida del policía de su casa, aparcamiento del coche, croquis del domicilio etc.
Esta información será la que utilizarán los etarras Ignacio Pérez Beotegui, “Wilson”; Miguel Ángel Apalategui Ayerbe, “Apala”; José Manuel Pérez Manotas, “Txiki”; Francisco Javier Celaya Echave, “Marqués” y Antonio Campillo Alcorta, “Andoni”, que completaron la información que necesitaban sobre la futura víctima.
Se celebró una reunión entre Wilson, Goyerri y Ezkerra (José Ignacio Múgica Arregui) para dilucidar si se secuestra o se asesina a Linares. Vence la postura de “Wilson”, que alega dificultades técnicas para el secuestro por falta de seguridad, además de las órdenes de la Dirección de ETA en Francia, de “ejecutar” a cualquier policía en cuanto se pudiera.
Realmente los etarras quieren asesinar a Linares el día de Jueves Santo, 27 de marzo, pero ese día no podrá ser, aunque coincida con el aniversario de la muerte de Eustaquio Mendizábal Benito “Txikía” ocurrida en enfrentamiento con la Policía en Algorta dos años atrás.
Ese Jueves Santo, a las ocho de la mañana, Wilson y Andoni sustraen a punta de pistola un Renault 12 a su propietario; le obligan a sentarse en su interior y con Marqués al volante se dirigen al apeadero de Gros en el que se quedan Txiki y Andoni con el propietario y mientras tanto, Wilson, Marqués y Apala se dirigen en el coche al domicilio de Linares.
Van armados con tres metralletas y esperan al policía durante cinco minutos, pero como en ese tiempo no sale, optan por abandonar, pues es el tiempo que le han dicho al resto del grupo que aguardase a liberar al propietario del coche, y, por otra parte, es posible que Linares, por ser festivo, quizá no trabaje ese día.
De vuelta se encuentran con a los otros dos que ya han liberado al dueño del coche, pero deciden volver a buscarlo; lo hallan y ésta vez se quedan con él Apala, Txiki y Andoni, mientras Wilson y Marqués vuelven hacia la casa de Linares, pero se cruzan con él en el trayecto y desisten de su propósito. No se trataba de matarlo frente a frente, pese a ser dos los etarras. Había que matarlo, como buenos gudaris, a traición.
Tras esta intentona, el siguiente sábado 29, a las ocho de la mañana, tras reunirse el grupo, Txiki y Apala se apoderan de la furgoneta de una pastelería que conducía el hijo del dueño, Javier Egaña, al que esposan y tapan la cabeza al tiempo que lo introducen en el vehículo.
Con el coche se apostan cerca del domicilio de Díaz Linares y esperan su salida durante algo más de media hora en silencio total. Dentro del vehículo están Apala, puesto al volante y que va armado con una pistola. Es el único, porque los demás van provistos de metralletas Stein y son Wilson, Txiki, Marques y Andoni.
Al fin sale Díaz Linares de su domicilio y se dirige confiadamente hacia su coche. En ese momento Wilson dispara contra él desde la acera opuesta, pues se ha apeado. Txiki lo hace desde la furgoneta que tiene las puertas abiertas, y Andoni desde la derecha.
Linares cae abatido al suelo y Apala insta a Andoni a que lo remate en el suelo, pero este desiste y le contesta que “No hace falta porque tiene la cabeza destrozada”.
Una de las primeras personas que se percató del crimen fue la propia esposa de Linares, Francisca Viscoso, que oyó los tiros y vio, horrorizada, a su marido en el suelo y el amago de uno de los asesinos de rematarlo. Bajó corriendo a la calle.
Un testigo ocular narró la patética escena: “El policía tenía las llaves del coche en la mano. Estaba boca abajo y sangraba mucho por varios sitios y por la boca. Su señora estaba abrazada a él. Parecía que aún respiraba.”
Linares ingresó cadáver en el hospital de San Ignacio. Su cuerpo presentaba nueve heridas de bala en la espalda, todas mortales de necesidad. En el suelo se recogieron 40 casquillos de bala de metralletas distintas.
Fue trasladado al Hospital Militar donde quedó instalada la capilla ardiente. Era la primera víctima mortal de ETA en 1975.
Los asesinos, al llegar al mercado de Gros, guardaron las armas en una bolsa, advirtieron al conductor de la furgoneta que esperara cinco minutos allí y se escondieron en los domicilios preparados ad hoc. Andoni, Marqués y Wilson en la calle Zabaleta, esquina a Primo de Rivera; Apala y Txiki en otro en el número 5 de la calle San Marcial, también en San Sebastián. Permanecieron escondidos varios días y luego huyeron a Francia.
ETA reivindicó el asesinato desde el país vecino, en Burdeos, afirmando “Queremos manifestar así nuestra firme determinación de continuar en la misma línea de acción”.
Ese mismo día en la celebración de la misa en la catedral del Buen Pastor, el obispo Jacinto Argaya condenó el terrorismo y el bárbaro asesinato. Lo mismo hicieron otros sacerdotes en sus respectivas parroquias.
La Policía de San Sebastián avisó por teléfono a la Guardia Civil de Chantada, del asesinato de Díaz Linares. Desde allí llamaron a su vez a Taboada y la Guardia Civil de este municipio acudió a casa de los padres del finado. Sus padres y hermanos se desplazaron a San Sebastián en coche, pero tuvieron que dar la vuelta en el Barco de Valdeorras por la indisposición de la madre. Continuó hacia la capital vasca Benigno, el sacerdote.
El domingo se celebró el funeral de corpore insepulto en la catedral del Buen Pastor, con asistencia de los gobernadores civiles de Guipúzcoa y Vizcaya, alcalde de San Sebastián, general en jefe de la Guardia Civil, autoridades provinciales y compañeros del fallecido, guardias civiles, policías locales, así como la viuda e hija. El Director General de Seguridad Dueñas Gavilán impuso al finado la Medalla de Oro al Mérito Policial a título póstumo.
Sobre la medianoche del 30 legó el féretro a Taboada. El pueblo entero se citó cerca del ayuntamiento donde quedó instalada la capilla ardiente hasta su inhumación en el cementerio de la localidad. La familia de Díaz Linares era muy estimada en la comarca lucense.
De todos los que de alguna forma intervinieron en este vil asesinato, dos morirían con posterioridad, Andoni en un enfrentamiento con la Guardia Civil y Txiki ejecutado.
Juan Miguel Goiburu Mendizábal, el liberado que instruía al grupo de Inchaurrondo y que elaboró el informe sobre Díaz Linares, fue detenido casi un mes más tarde, el 24 de abril cuando salía del Bar Beizana, en el barrio de Ergobia, en Hernani cuando estaba en compañía de otro etarra, Miguel Gardoqui Azpiroz, tras un tiroteo que mantuvieron con la Policía. Gardoqui resultó muerto.
Wilson, el jefe del comando asesino sería detenido en 1975. De los doce componentes del Comando Iparra o los Jóvenes de Inchaurrondo reseñados anteriormente, siete de ellos serían detenidos al mes del asesinato, eludiendo la acción policial Fernando Galán Huarte, Ana Isabel Lanza Deán, Jesús María del Río Aldasoro, Ana Isabel Lamarca Amigot y Julián Unanue Urdampilleta.
Todos los detenidos serían amnistiados en 1977.
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