Hoy, 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción de María, Patrona y Protectora de España y de la fiel Infantería, celebramos también el 438º (1585) aniversario del llamado “Milagro de Empel”, un hecho ocurrido en el siglo XVI, en el contexto de la llamada “Guerra de los 80 años” que nuestros gloriosos Tercios libraban en Flandes, en el reinado de Felipe II.
Este hecho, que se podría calificar sin duda de milagroso, no es lo suficientemente conocido por los españoles como en buena medida tampoco lo es nuestra gloriosa historia, escrita, a lo largo de los siglos, con la heroica sangre de miles de compatriotas que, en los cinco continentes, dieron, con generosidad, su vida por la grandeza de España.
El milagro de Empel (Ferrer Dalmau) |
Por ello, creemos que es un buen momento, hoy, que celebramos su aniversario, de hacer un somero relato de este milagroso hecho tan vinculado a la tradicional devoción Mariana de los españoles.
Muchos, podrán aducir que, tan solo, se trató de una casualidad con el fin de desmitificar este glorioso hecho, sin embargo, el simple relato de lo sucedido aquella noche en Empel (Holanda) pone de manifiesto que la fe ciega de nuestros heroicos Soldados en Nuestra Señora, la Madre del Hijo de Dios, fue, a todas luces, lo que, a la postre, resultó una jornada gloriosa para las armas de España.
Corría el 7 de diciembre de 1585, cuando el Tercio Viejo de Zamora, el del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, compuesto por unos 5.000 hombres, se encontraba combatiendo en la isla de Bommel (Holanda), situada entre los ríos Mosa y Waal. El Tercio se hallaba bloqueado por completo por una potente escuadra holandesa al mando del almirante Filips van Hohenlohe-Neuenstein. La situación era auténticamente desesperada para los nuestros, ya que, al estrechamiento del cerco por parte de los holandeses, había que sumar la escasez de víveres y ropas secas, además de la climatología totalmente adversa.
El almirante Hohenlohe-Neuenstein propuso entonces al Maestre de Campo Bobadilla una rendición honrosa. Tras escucharla, su respuesta fue clara y sin rodeos: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».
Ante tal respuesta, el Almirante holandés recurrió a ordenar abrir los diques de los ríos para con la subida de sus aguas inundar el campamento español. En poco tiempo, el incremento del caudal de los ríos lo inundó todo, quedando tan solo como tierra firme el pequeño monte de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio y se prepararon para una encarnizada defensa, aguardando la ofensiva final de los holandeses o simplemente que las inclemencias meteorológicas acabasen con ellos.
Cuando ya la situación era auténticamente desesperada y se daba todo por perdido, un soldado del Tercio que se encontraba cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Al desenterrarlo observó que se trataba de una tabla flamenca con una representación iconográfica de la imagen de la Virgen María.
Anunciado el hallazgo, tras recibir la noticia con gran alborozo, la imagen fue colocada en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada.
Esa noche, la combinación de una bajada muy brusca de las temperaturas, alcanzando los 20º bajo cero, con la aparición de un viento intensamente frío, produjo que las aguas del río Mosa se helasen por completo, permitiendo su tránsito sobre ellas. A la vista de esta situación, el Maestre de Campo ordenó, al amanecer del día 8 de diciembre, que las tropas del Tercio marchasen sobre el hielo y atacase, de forma sorpresiva, a la Escuadra enemiga que se encontraba bloqueada, obteniendo una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein, a la vista del desastroso resultado para sus armas, llegó a exclamar: «Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro».
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones de nuestros soldados, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia y, años después, en 1892, durante la minoría de edad de Alfonso XIII y la Regencia de María Crista, se declara Patrona de la Infantería Española.
Es a partir de 1644, durante el reinado de Felipe IV, cuando comienza a celebrarse la festividad de la Inmaculada Concepción como Patrona de España y en 1864, la Santa Sede otorga el privilegio al clero español de que ese día oficien la Santa Misa vistiendo una casulla de color azul celeste tan asociado a la Madre del Redentor, como testimonio de la profunda devoción Mariana de España.
Por supuesto, con el advenimiento de la sectaria II República esta festividad dejó de celebrarse de forma oficial, no siendo hasta iniciada la guerra cuando, en la zona controlada por el bando nacional, se reestableció.
Como curiosidad, señalar que el historial del glorioso Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla fue heredado por el Regimiento de Infantería “Zamora” nº 8, hasta que, en 1985, cuando se encontraba de guarnición en Orense, formando parte de la Brigada de Defensa Operativa del Territorio VIII (BRIDOT VIII), inexplicablemente fue disuelto.
Afortunadamente, como mal menor, actualmente, el “Zamora” da nombre al Batallón I/29 del Regimiento de Infantería ligera “Isabel la Católica” nº 29, integrado en la Brigada de Infantería “Galicia VII”, con base en Figueirido (Pontevedra).
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