Del boletín "Emblema" de septiembre, tomamos este artículo de nuestro buen amigo Iago Vidal Martínez.
El primer paso para hablar de la pólvora o pólvora negra se remonta a su invención en China en el siglo IX. Se dice que ésta fue descubierta cuando los taoístas buscaban una pócima para la inmortalidad, pues sabemos que la palabra china para denominar a la pólvora sería traducida al castellano como “medicina de fuego”.
Su llegada a Europa no se produce hasta aproximadamente el año 1200 procedente del continente oriental, concretamente fueron los bizantinos y los árabes los encargados de dicha introducción. Aunque en nuestro continente no fue utilizada para fines bélicos hasta entrado el 1250, hecho que cambiaría por completo la forma de entender la guerra.
Algunos escritos indican que Berthold Schward, monje alemán, a comienzos del siglo XIV, pudo haber sido el primero en emplear pólvora para impulsar un proyectil, aunque según las crónicas del rey Alfonso XI de Castilla parece ser que por esa época los árabes ya la habían usado con ese mismo fin en la Península Ibérica, pues se cree que la primera llegada de la pólvora a España se produjo en 1262 en la defensa de la ciudad de Niebla (Huelva).
La pólvora negra fue utilizada en multitud de armas, la mayoría de avancarga, como cohetes, cañones, pistolas o mosquetes. Aunque también fue utilizada para fabricar las primeras bombas y granadas.
Esta pólvora fue utilizada hasta su sustitución progresiva entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Hecho que marcó otro hito importante en la evolución de dichos propelentes, ya que es en 1884 cuando el químico francés Paul Marie Eugène Vieille obtuvo un nuevo tipo de pólvora completamente diferente de la pólvora negra, con el tiempo recibió el nombre de pólvora sin humo o pólvora blanca.
Esta última contiene numerosas ventajas con respecto a su antecesora, ventajas que, por otro lado, iniciarán una evolución en los métodos de investigación balística. Entre las principales ventajas se encuentran:
· Casi no deja residuos.
· La salida de humo por la boca del cañón es mínima, algo que dificulta el reconocimiento de la procedencia de los disparos.
· Es mucho más potente, ayudando así a la reducción de los calibres.
· Es muy estable e insensible a cambios de temperatura y golpes, también más fácil de fabricar y almacenar sin tanto riesgo, hecho que provoca que su manejo no sea tan peligroso.
La llegada de este último tipo de pólvora supuso un paso importante en el desarrollo armamentístico, ya que permitió el desarrollo de armas de fuego automáticas y semiautomáticas, muchas de las cuáles podemos encontrarnos en la actualidad todavía en uso.
Iago Vidal Martínez.
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