viernes, 7 de enero de 2022

La lanza de Caballería en la Policía Armada

Del boletín "Emblema" tomamos este interesante artículo firmado por nuestro buen amigo y colaborador Simón Javier Iglesias Andrés.

Para empezar a hablar de las lanzas de caballería en la Policía Armada, no puedo por menos que retrotraerme a la antigüedad, recordando por ejemplo a Alejandro Magno, que en sus filas portaban las sarissas, unas lanzas de 5,8 metros y que fueron las lanzas más largas y pesadas de toda la Historia y con las que ganaron muchas batallas.

También, y ya en una historia más reciente, recordemos a los Tercios Españoles, que fueron los dueños en los campos de batalla con sus picas durante 200 años consecutivos. Comentaré un poco por encima como eran estas picas. Estaban compuestas por un ASTA con una longitud aproximadamente entre 25 y 27 palmos, (un palmo en aquella época es el equivalente de 20,87 cm). En el extremo delantero tenía una moharra de doble filo, y en la parte trasera un regatón metálico para afianzarlo al suelo. Con todo ello tendría una medida total de 5,63 metros aproximadamente.

El Asta solía de madera de fresno preferentemente, y a ser posible de fresno vizcaíno, por su flexibilidad, ligereza y robustez.

La Moharra podía ser de cuatro tipos: A, Moharra Prismática, para traspasar las armaduras de los caballos, B, Moharra Lanceolada, igual a la anterior, pero un poco más corta, C, Moharra hoja de olivo y D, Moharra hoja de Laurel. Las tres últimas iban afiladas como cuchillas, ya que no estaban solo destinadas a clavar, sino a cortar al enemigo.

El Regatón iba unido al Asta mediante un remache o pasador, que atravesaba regatón y asta.




Cuando se les daba la orden, las picas se colocaban según con quien se fueran a enfrentar. Si el enemigo era de caballería las dos o tres primeras filas clavaban el regatón en el suelo sujetándolo con el pie derecho, sosteniendo la pica con la mano derecha, mientras que con la otra mano sujetaban la espada lista para desenvainar.

Las filas posteriores colocaban la pica a la altura de los hombros, paralelas al suelo, creando entre toda una especie de erizo, que, si el cuadro no flaqueaba, era imposible de vencer por una carga de caballería.

Si el ataque lo sufrían por Infantería, la disposición cambiaba, colocando las cuatro primeras filas de picas paralelas al suelo. Cuando avanzaban iban con la pica en el hombro y cuando llegaban a una distancia que el Capitán creía apropiada, daba la orden de detenerse y calar picas, y así comenzaba la batalla.

Su uso acabó a principios del siglo XVIII con la aparición de los fusiles armados con bayonetas y que suplieron a las famosas picas.

Si hacemos un pequeño repaso en la Historia en nuestro país, veremos ya que en el libro “Instrucción metódica para la caballería” el coronel García Ramírez de Arellano comentaba lo siguiente sobre la lanza.” Un hombre a caballo armado de lanza, vale por mucho, y solo se le pueden oponer las balas”. Y tenía mucha razón. Se pudo comprobar en los Escuadrones franceses armados con ellas.

Los Regimientos españoles en plena Guerra de la Independencia nos empezamos a equipar con lanzas. Eran lanzas no sujetas a un Modelo determinado, si no que se hacían según el capricho de los jefes o incluso de los propios soldados, ya que la tenían que costear ellos.

Las normas que se establecen en 1815, dicen, “la lanza debe de ser de una a tres varas de alta, incluyendo el regatón y la moharra”.

En el “Catalogo del Museo de Artillería” de 1856, figuran dos proyectos de lanza del año 1815.

Más tarde, también en el “Catalogo del Museo de Artillería” de 1909, describe distintas lanzas como correspondientes a los años 1835, 1836, 1837, 1839 y una variante también del año 1839, destinada para flanqueadores de la Guardia Real.

Por Real Orden 1 de febrero de 1842, se considera el primer modelo reglamentario, con una longitud de 2,5 metros y 1775 gramos de peso. A este modelo lo siguió el aprobado en 1861, con la misma longitud que la anterior y 1800 gramos de peso, siendo este modelo reformado en 1874 por otra con la asta de mayor longitud, con una medida total de 2,780 metros y un peso de 2055 gramos. En este modelo reformado se utilizaron hierros de los modelos 1842 y 1861.

Por Real Orden 21 de marzo de 1882, se hizo un nuevo modelo, con una longitud total de 2,800 milímetros, con astas de majagua, aunque la mayoría se armó con bambú. Se hicieron 480 unidades.

Otra Real Orden de 25 de octubre de 1884, aprueba otro nuevo modelo de lanza, diciendo “En sustitución a lo dispuesto en la Real Orden de 26 de abril de 1881”. Esta lanza, Modelo 1884 con moharra y regatón, contaba con dos aletas para la fijación de la asta, y que se tenía que hacer de majagua, avellano, castaño y fresno, por partes iguales. Se hicieron 480 unidades, con una longitud de 2806 milímetros y un peso de 2265 gramos.

En Real Orden 21 de agosto de 1886 se dispuso el ensayo de estas lanzas, mantenido hasta el año 1888, que, por Real Orden de 2 de abril de 1888, se dio como finalizado el ensayo, y pasando a la utilización de ellas los Regimientos de Lanceros de la Reina y de Farnesio.

Por Real Orden de 11 de junio de 1889, se dispuso el ensayo de tres nuevos modelos. Uno con hierros prusianos y otro con hierros belgas, con una producción de 50 unidades de cada una, pero con resultado poco satisfactorio.

La sustitución de la lanza 1874, se retrasó hasta la aprobación de la lanza de tubo acanalado, aprobado como Modelo 1905 en Real Orden de 11 de septiembre de aquel año, y manteniéndose en servicio hasta 1931, que, con alguna reforma introducida en el Ejército, se suprimió la lanza en el equipo de caballería.

De este modelo en concreto, es del que me voy a ocupar en este artículo, ya que fueron las lanzas que portaban la Policía Armada, Policía Nacional, etc.

Comentar que este artículo, está orientado a los coleccionistas, y a todos los entusiastas de las armas, y viene a colación, porque días atrás, un buen amigo mío, entendido en el tema policial y militar, ha tenido a bien regalarme dos lanzas de Caballería de las que portaban la Policía Armada en desfiles y acontecimientos varios y como he ya he comentado, son del Modelo 1905.

Comentar que esas lanzas que me regalaron, llevaban más de 30 años en un pueblo, y tras vencer los problemas de envío, dado su tamaño, llegaron a mi casa. Al abrir el paquete, pude comprobar que dado el tiempo que estuvieron paradas, tenían algo de oxido, estaban como repintadas de negro, el cuero estaba reseco y quebradizo, etc.

Aquí es donde entra la fiebre del coleccionista. Había que restaurarlas como salidas de fábrica, así que lo primero que hay que hacer es, investigación.

Las fotos que yo tengo y que alguno de vosotros seguramente tendréis también, se ve que las lanzas las han pintado de negro, la parte por donde agarra el jinete, unos las tienen con cinta aislante (material que no existía en esa época), de rosa, azul, verde, marrón, forradas con cordones de colores variopintos, de cuero, etc.



De mi investigación sobre su composición y salidas de fábrica, se puede desprender lo siguiente, por si a alguno tuviera que restaurar alguna.

La diferencia de esta lanza a las anteriores es que la asta no es de madera, si no en un tubo metálico de 30 mm. de diámetro, hueco y que contaba con 8 acanaladuras en todo su largo, y lo más sorprendente es que no llevaba soldadura longitudinal alguna, es decir, salía de la fábrica en una sola pieza, dándole una robustez nunca visto en las lanzas reglamentarias anteriores.

También comentar que era más larga que las anteriores, siendo su medida de TRES metros, frente al modelo anterior que era de 2,78 m.

Estas astas metálicas fueron encargadas a Alemania, a la firma “Rheinische Metalhvaaren und Maschinenfabrik”, empresa fundada en 1889 por Heirrich Ehrhardt en Dusseldorf , especializada en tubos sin soldadura mediante dos patentes en los años 1891 y 1892.

Estas astas eran enviadas a España con las moharras macizas, formando una sola pieza, pero sin estar terminadas. Una vez recibidas se tenían que completar con la añudaría de los regatones, los cáncamos para las banderolas, los casquillos de la empuñadura, el tope de la moharra y el porta lanza.

Lo primero que se hacía era darle a la moharra la forma de prisma tronco-piramidal, lo que creo cierto inconveniente ya que venían forjadas de origen, y se tenían que fresar y tornear todas las piezas para darles la forma deseada, luego se limaba para que desaparecieran las marcas del mecanizado, y a continuación se templaban.

Después se cortaba el tubo por la otra parte con el fin de dejarlas todas a la misma medida.

Seguidamente se le añadía el tope o como se ve en esta fotografía, junto con un casquillo formado por dos arandelas de hierro de 87 mm. de diámetro soldadas entre sí. Dicho casquillo también era soldado a su vez en el tubo de metal a 35 cm. de la punta de la moharra. El tope ya se hubiera probado en las anteriores lanzas de 1880, y era imprescindible, ya que impedía una penetración excesiva en el cuerpo del enemigo. Con 35 cm. de acero clavados en el cuerpo, creo que es bastante para darle el finiquito.

La siguiente pieza añadida era el regatón, que se fabricaba en España. Se obtenía mediante forja y fresado, aparejándola con las acanaladuras de la asta. Se vaciaba en parte, para a continuación rellenarla de plomo con el fin de equilibrar la lanza, ya que el centro de gravedad de la lanza era a 170 cm. desde la punta de la moharra, con lo que era una operación un tanto delicada de hacer.



Seguidamente se colocaban los dos casquillos de la empuñadura, que consistían en dos arandelas iguales a los del tope, pero, en vez de ser de hierro, eran de latón, con una medida de 31 mm de diámetro y un grosor de 8 mm. Se soldaban al tubo a 46 cm. una de otra, y entre ellas, también se soldaba una anilla un poco mayor de 38 X 11 mm. que sería en donde haría el tope la correa porta lanza.

Por último, se colocaban los cáncamos donde se fija la banderola, que eran obtenidos mediante fresado y torno. Se soldaban, se contrapesaba el regatón, y comprobando el centro de gravedad, se enchufaba en el tubo mediante dos remaches pasantes. Con esto ya quedaba la lanza prácticamente terminada, a falta de las guarniciones y el acabado final.



Se punzonaba las piezas con un número de serie, se desengrasaban, y pasaban a pavonar, aplicando un pavón en frio, con una mezcla a base de cloruro de cobre, percloruro de hierro, ácido nítrico, ácido clorhídrico y agua destilada, aplicándolo mediante un pincel. Este tipo de pavonado actuaba sobre el metal creando una oxidación uniforme de color marrón oscuro. Se dejaba actuar durante 24 horas, tras las cuales se hervía la pieza durante un cuarto de hora en agua con unas gotas de amoniaco, secándola a continuación, luego se frotaba con una grata de metal para eliminar el óxido sobrante y se volvía a repetir todo el proceso, hasta que el pavón fuera uniforme en toda la pieza.

Una vez terminado todo el proceso anterior, se engrasaba toda la superficie de la lanza con aceite de linaza y vaselina, bruñendo los casquillos, los cáncamos y las moharras.



Con lo que respecta a la guarnición, decir que, para facilitar su agarre, se envolvía el espacio comprendido entre los dos casquillos con un cordel de cáñamo, el cual era encolado y pintado de un color oscuro, similar al pavón de la lanza. Comentar que en la Policía Armada todas las fotos que poseo en color, están pintadas en azul, con lo que yo las restauré en ese color.



Como acabado final y para protegerlas de la intemperie, se encolaban con goma laca, y se colocaba el porta lanza, que consistía en una correa de cuero anudada a la anilla central y que se podía regular mediante una hebilla.



Una vez terminadas las lanzas eran sometidas a dos pruebas: la primera era un control de medidas, y la segunda una prueba de resistencia, que se hacía lanceando tres veces un maniquí cubierto con una coraza de las usadas en la Escolta Real, dándolas de paso cuando no se apreciaba deformación alguna en la moharra.

En 1909 se aprobó un nuevo Reglamento de Uniformidad para el arma de caballería que incluía el uso de esta lanza, y en agosto de 1912, se determinó una duración en servicio para esta lanza de 20 años. Su precio era de 32 pesetas. Sin embargo, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno alemán prohibió la exportación de material de guerra a terceros países, ya que se tenían que dedicar a fabricar armamento para ellos, con lo que esta lanza estuvo operativa hasta 1931, que, al no poder conseguir esta arma en Alemania, se pidió un numero de 1.000 lanzas a Argentina, procedentes de sus arsenales, pero ya de peor calidad.

Comentar por último que esta lanza también fue usada por la Guardia Mora del General Francisco Franco, y posteriormente por la Guardia Real con la coronación del Rey D. Juan Carlos

Simón Javier Iglesias Andrés.





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