Del boletín "Emblema" editado por la Orden de la Placa y el Mérito, extraemos esta artículo firmado por nuestro amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.
Sobre la seis y media de la tarde del día 10 de febrero de 2003, Cristina Rodríguez Pan se encontraba en un local comercial de la calle Honduras, en la zona del barrio de Labañou, donde radicaba una empresa, Noroeste de Gas Canalizado, de la que Cristina era empleada. Uno o más individuos, sin identificar, entraron en ese momento en la oficina, posiblemente con intención de robar, al comprobar que la joven Cristina, de 26 años de edad, era la única persona que se encontraba en esos instantes en el local.
Un vista de la calle Honduras de La Coruña (El Progreso) |
Lo que sucedió en aquella oficina a día de hoy se desconoce. Lo único cierto es que el asesino o asesinos se ensañaron con Cristina, que en esos instantes se encontraba en el despacho de su jefe. La joven fue agredida con un fuerte golpe en una ceja y posiblemente, para que no se defendiese, el asesino le anudó un cable de ordenador al cuello con extrema fuerza, asfixiándola, lo que le provocó una falta de oxígeno al cerebro, de cuyas resultas fallecería al día siguiente en la residencia Juan Canalejo.
Cristina, que sería encontrada en gravísimo estado por un comercial de la compañía, que llegó a la oficina tras cometerse el ataque, lograría salir a la calle donde sufrió una parada cardiaca, siendo atendida por un médico. De seguido una ambulancia trasladaría a la joven a la residencia Juan Canalejo donde fallecería al día siguiente.
Funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía se hicieron cargo de la investigación, comprobando que la oficina estaba revuelta y faltaba dinero y material, solicitando a los compañeros de Cristina, que poco a poco fueron enterándose del trágico suceso, mantuviesen silencio para no entorpecer la investigación. A todos ellos se les tomaría declaración.
No hubo testigos. Tampoco un móvil preciso del brutal ataque a la joven, dándose por bueno el del atraco, aunque en la empresa no se movía mucho dinero. Varios vecinos de la zona señalaron a la Policía que vieron a un hombre joven merodear por la zona.
El compañero comercial de Cristina, que fue quien primero la encontró y del que se creyó que quería iniciar una relación sentimental con la muchacha, fue detenido tres meses después. Llegó a pasar dos años en prisión por orden de un juez, imputado por el delito de homicidio. El jurado que juzgó su caso lo absolvería por falta de pruebas. La familia de la víctima recurriría la sentencia. Los padres de la joven siempre lamentarían que nadie le hubiese retirado a Cristina, hasta que llegó la ambulancia, el cable del cuello cuando fue encontrada. Posiblemente si lo hubieran hecho, le habrían salvado la vida. La familia no llegó a explicarse tampoco porque no se investigó la aparición de un cajón secreto tirado en la oficina y que fue encontrado días después. El asesino o asesinos, según la familia de la víctima, tenían todo perfectamente planificado, pues solo tuvo o tuvieron un margen de media hora para cometer el crimen, el tiempo en que sabían que Cristina se quedaría sola en la oficina.
A día de hoy la Policía continua sin tener pistas ni sospechosos con que resolver el crimen. Posiblemente, tras el tiempo transcurrido, se convierta en un crimen perfecto. Deseamos que la competente policía española, a pesar de lo complicado del caso, resuelva tan escabroso crimen para hacer justicia en favor de una familia que desde aquel mes de febrero de 2003 vive atribulada.
Carlos Fernández Barallobre.
Nota del administrador: La foto, publicada por "El Progreso" no se corresponde con el bajo donde tuvo lugar el suceso.
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