jueves, 30 de noviembre de 2017

El Crimen de la plancha (1902)

Con esta denominación y con la de "Crimen de la calle Fuencarral" - no hay que confundir con otro de este mismo nombre acaecido en 1888 - se conoció en todo Madrid y en la España de comienzos del siglo XX el suceso ocurrido el domingo 22 de junio de 1902 en el número 45 de la calle de Fuencarral de la Capital de España.


Los hechos:

Sobre las tres de la tarde del ya citado domingo 22 de junio de 1902, Francisca Sánchez, portera de la casa número 45 de la calle de Fuencarral, que llevaba toda la mañana recelosa por los incesantes movimientos de la criada del inquilino del piso segundo derecha, por ello decide llamar en reiteradas ocasiones a la puerta sin obtener respuesta.

Manuel Pastor y Pastor

Esta mujer, por su oficio de portera, sabía de las costumbres del inquilino del piso, Manuel Pastor y Pastor, al que no había visto salir de casa, en tanto que Cecilia, su criada, había abandonó el domicilio cargada con dos cajas de cartón, una grande y otra mediana, y alquilando una manuela para abandonar el lugar. Estas extrañas circunstancias le hicieron presagiar que a Manuel Pastor le había sucedido algo malo. Por ello decide dar aviso al doctor Nicolás Rodríguez Abaytúa, pariente y administrador del citado Pastor.

Tan pronto como el doctor Abaytúa tiene conocimiento de las sospechas de la portera, comparece en la Delegación de Vigilancia del distrito del Hospicio. El delegado, señor Puga, tras dar conocimiento telefónico de la novedad al Juzgado de Instrucción de guardia, marcha con el compareciente al número 45 de la calle de Fuencarral.

Cuando el juez de guardia, que lo era aquel día el suplente del distrito del Centro, Gabriel Usera, se presenta en el lugar da la orden de que inmediatamente se localizara a un cerrajero para abrir la puerta del piso de Manuel Pastor.

Facilitado el acceso al recinto, en la alcoba principal se encuentra totalmente ensangrentado el cadáver de un hombre, que, el doctor Abaytúa identifica como el de su familiar y representado Manuel Pastor. La cabeza del cadáver estaba materialmente destrozada.

En el piso se descubren un cubo de cinc con agua muy ensangrentada, un delantal también manchado de sangre y dos faldas, una de ellas con manchas sanguinolentas.

El doctor Abaytúa pone en conocimiento del juez que su administrado debería tener en casa alrededor de once mil pesetas y cuatro mil francos franceses, dinero no es descubierto en el registro, lo que en un principio sirve para establecer el robo como móvil del crimen y como autora de éste a su sirvienta, Cecilia.

La falta de luz obligó a suspenderse la inspección ocular hasta la mañana siguiente, momento en el que se encuentra, bajo una cama, el instrumento del crimen: una de las dos planchas existentes en la casa. Este artefacto presentaba el mango inclinado, sin duda como consecuencia de los golpes que con él dio el criminal a su víctima, así como adherencias de piel, cabellos y sangre.

La víctima:

Manuel Pastor tenía cuarenta y dos años a la hora de su muerte. Era soltero. Poseía una renta anual de quince mil pesetas, de la que vivía. De carácter muy excéntrico, fue considerado por algunos como un completo anormal.

Cecilia Aznar Celamendi

La autopsia de la víctima, según consta en el libro "Fauna Criminal" del que es autor Francisco de P. Alderete, que fuera delegado del Cuerpo de Vigilancia de Madrid, consigna lo siguiente: "También puntualizaron en este luminoso informe que la constitución de la víctima era débil, como lo demostraba la escasez de sus diámetros y perímetros torácicos y su estado de delgadez por desnutrición, así como se podía presumir que el sujeto era un perturbado mental de larga fecha, por haberse visto que en la parte superior del cerebro, en la cisura de Rolando, existía, en una extensión como de un centímetro, una placa de degeneración, que demostraba por su aspecto y condiciones la calificación antedicha".

Manuel Pastor tenía dinero de sobra por lo que no se explica el estado de desnutrición en que se encontraba, señalando la criada, tras ser detenida, que sólo tomaba a mediodía dos onzas de chocolate y un panecillo, y cenaba o un poco de fiambre o unos escaso dulces; sin embargo tenía contratada a una cocinera, Rosario, a la que pagaba por guisarse para ella sola.

Pastor ocupaba un piso de lujo y el mobiliario de éste se reducía a unos pocos y modestos trastos; era un misántropo y no obstante gustaba de efectuar frecuentes viajes; sentía, en parte, la codicia y dilapidaba el dinero en el alquiler de un coche de lujo para el diario paseo que realizaba con Cecilia a la Moncloa.

El citado Manuel Pastor había contratado en Irún a Cecilia, así como a la cocinera, viniéndose con ellas a Madrid en un reservado del tren.

La autora del hecho:

Cecilia Aznar Celamendi, de veintidós años, viuda desde el 16 de marzo y era madre de una niña. En el informe facultativo se le define como "una mujer alta, joven, vigorosa y de aspecto varonil; son duros y bien determinados los rasgos de su fisonomía, los pómulos un poco salientes y de cejas espesas, siendo cejijunta con ligero prognatismo del maxilar inferior".

A primeros de 1902, Cecilia abandona a su marido, que se encuentra gravemente enfermo, para irse a servir, tal vez con el fin de buscar el dinero preciso para el hogar. Dinero que ella encuentra trabajando en labores caseras, y en cuantas ocasiones se le presentan, que al parecer no son pocas, como prostituta.

En marzo de 1902, Cecilia, que está de camarera en La Gare, un hotel de Irún, conoce a Manuel Pastor, alojado allí. Escucha las proposiciones generosas, que le hace este individuo y decide ir a servirle. Posiblemente como "criada para todo".

Sobre la personalidad de Cecilia, ella misma, en una de sus declaraciones, dará un testimonio muy significativo al referirse a sus movimientos en la casa de Pastor tras la comisión del crimen y haber sustraído el dinero: "Subí nuevamente al cuarto y comí unas galletas, escribiendo una carta a mi novio, que se encuentra en Pasajes, en la cual le incluía un billete de cien pesetas de los que contenía la petaca del señor Pastor y un mechón de cabellos de cierto sitio, sin comunicarle ninguno de los hechos que había cometido".

La investigación:

No resultó extremadamente complicado para el Cuerpo de Vigilancia de Madrid hallar la pista de Cecilia. Localizado el cochero que la trasladó, cuenta que en la calle de Fuencarral, número 45, tomó una pasajera de señas coincidentes con las de Cecilia, a la que llevó, primero a Correos, a echar unas cartas, y luego a la estación del Mediodía, con el fin de conocer el horario de trenes. 

Un segundo cochero, un tal Patricio Patiño, declarará que en la calle de Fuencarral, sobre las dos de la tarde, recogió a una joven que llevaba dos cajas de cartón, una grande y otra de menor tamaño, conduciéndola a la estación del Mediodía y dejándola ante la fonda de dicha estación. Y otro tercero afirmará haber conducido posteriormente a la misma joven, primero a la calle de Preciados, 56, donde hay una tienda de gaseosas, y trasladándola después al punto de partida.

Llegada a Madrid de Eulalia Esplugas, junto a ella el Inspector Pérez del Cuerpo de Vigilancia y delante dos Guardias de Seguridad

Tomada declaración a un camarero de la fonda de la estación manifestará que a la joven de las dos cajas de cartón la sirvió primero una zarzaparrilla y, después, un filete de ternera, que apenas probó, saliendo en el intervalo de una y otra consumición a hacer unos encargos, rogándole que tuviera cuidado de las cajas que dejaba allí.

Un individuo se personó después en la Delegación de Vigilancia a manifestar haber visto a una mujer joven, cargada con dos cajas, en la estación, concretamente en el andén del tren de Barcelona, y que si reparó en la mujer fue porque la notó muy nerviosa.

Puesto en comunicación el gobernador civil de Madrid con el de Barcelona, se siguió la pista de la fugitiva en la Ciudad Condal. Pronto el Inspector Tresols encontraría su rastro en la fonda Europa. Una mujer de las señas de Cecilia había sido llevada allí por dos comisionistas del establecimiento, que la habían recogido en la estación. Sus nombres Jaime Iglesias y Francisco Garreta.

Por la pista de los dos citados individuos la policía averiguó que éstos habían acompañado a la joven a una joyería, donde Cecilia compró alhajas por valor aproximado de cinco mil pesetas.

Y aunque, como se comprobaría tras la detención de los dos hombres y de Eulalia Esplugas, mujer de uno de ellos, en El Havre, por denuncia del cónsul español de aquella localidad, Cecilia había tenido trato íntimo con Iglesias y Garreta, quienes tras estafarla la abandonaron al saber llegar al conocimiento de su identidad.

Pese a que el peso de la investigación y las pesquisas que condujeron a la detención de Cecilia Azanar fue consecuencia del trabajo del Cuerpo de Vigilancia, Cecilia fue detenida el 8 de julio por personal del puesto de la Guardia Civil de Puigcerdá, al ser localizada en la fonda La Pascuala del Plan. La sospechosa, si bien negó, en principio, su verdadera identidad, acabó derrotándose por completo al descubrirse bajo el colchón de la cama los restos del botín del robo, así como las alhajas adquiridas en Barcelona. 

La detenida fue trasladada a Madrid, ingresando en la cárcel de mujeres de la calle de Quiñones. Efectuó la entrada en la prisión ante un inmenso gentío se había congregado para contemplar a la asesina. Allí mismo, el Juzgado la recibió en declaración.

Cecilia Aznar confesó de plano. Reconoció la premeditación; las compras de ropa que hizo con el dinero del robo; su visita al que les servía diariamente el sifón en casa para que suspendieran el envío hasta nuevo aviso, con el propósito de que el crimen permaneciera oculto el mayor tiempo posible; su encuentro con los encubridores Iglesias y Garreta y todos los avatares de la fuga.

Cecilia Aznar comenzó a ser juzgada el lunes 9 de febrero de 1903. Se mostró en todo momento con aplomo extraordinario, que sólo le falló al oír la sentencia: muerte en el garrote que luego le fue conmutada por un indulto.

Trasladada para cumplir su sentencia de cadena perpetua a la prisión de mujeres de Alcalá de Henares, Cecilia Aznar se comportó siempre como una presidiario ejemplar, salvo en cierta ocasión, en que se fugó del penal con una compañera para estar con unos soldados y comer uvas en una viña. Se entregaron al día siguiente de su escapatoria.

Cecilia Aznar permaneció en el penal de Alcalá de Henares hasta que, en 1937, en la zona republicana se abrieron las cárceles a los presos. Desde aquel momento no volvió a saberse más de ella.

Como dato anecdótico, el Dr. Rodríguez Abaytúa ofreció un premio de 5.000 pts. a quien capturase a Cecilia Aznar.






1 comentario:

  1. https://freeditorial.com/es/books/vivir-o-morir-el-crimen-de-cecilia-aznar

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