lunes, 6 de noviembre de 2023

La muerte de Gavira

Del boletín "Emblema" d enoviembre, tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo, compañero y colaborador, Simón Javier Iglesias Andrés.

Buscando en antiguas revistas y periódicos españoles, siempre con la intención de encontrar alguna documentación o noticia en la que aparezca algún tema policial, y así poder traerla a este boletín mensual, me he encontrado con esta trágica historia de la crónica negra española, que acaeció a finales del siglo XIX, concerniente al mundo policial y al del toreo, y de la que la prensa se hizo eco no siempre relatando los hechos tal como sucedieron.

Sobre las vicisitudes que han tenido la policía y los toreros en el transcurso de la historia de España se hicieron eco los periódicos y revistas de la época, como así queda reflejado en esta viñeta.

Toreros y Guardias

Seguro que este articulo será del agrado de mi compañero de la Junta Directiva de la Asociación de la Placa y Merito de Estudios Históricos de la Policía Española, ya que le toca por ambas partes, la policía y los toros. No en vano es el autor del excelente libro que lleva por título “La Coruña, España y los toros”, del que dejo foto de su portada por si es del interés de algún lector.

Libro de Carlos Fernández Barallobre

Del hecho que acaeció aquella fatídica noche, comenzaremos hablando de la víctima, un famoso matador de toros llamado “Gavira”, nombre adquirido por el apellido de la madre, Dña. Gracia Gavira Cabeza. No confundir con el también torero Enrique Cano Iribarne, alias “Gavira” (1890-1927).

De nombre Francisco Piñero Gavira, nació en Carmona (Sevilla), el 17 de noviembre de 1873. Ya con la edad pertinente de la época para trabajar, se marchó para Sevilla capital, donde estuvo trabajando como fundidor hasta los diez y seis años, edad en la que se queda huérfano de padre. Cansado de este oficio, se dedicaría al oficio de aprendiz de zapatero, donde comenzó a aficionarse a las corridas de toros.

Gavira de torero

Era un asiduo asistente al Matadero de Sevilla, donde le vio torear D. Miguel Almendro, banderillero de Guerrita, el cual le animó al ver su valentía a seguir con la profesión de torero. No se lo pensó dos veces, comenzando a asistir a capeas y tentaderos, desoyendo los ruegos de la madre, diferenciándose de los demás lidiadores, con diferencia. Un aficionado llamado D. Federico Escobar, que le vio torear en varias ocasiones, se hizo protector suyo.

El 30 de agosto de 1891, debuta Gavira en la Plaza de Madrid, dejando muy buena impresión a los asistentes y saliendo a hombros de la plaza, siendo el novillero más querido por el público en aquella época.

Toma la alternativa en Murcia, en la primera corrida de feria, el 7 de septiembre de 1895 en manos de Juan Ruiz (Lagartija), con Mazzantini de testigo, con toros de Palha.

Fue uno de los mejores toreros de la época, y de no haber pasado lo que a continuación les voy a contar, hubiera llegado a lo más alto del toreo sin lugar a duda.

La desgracia transcurrió en la madrugada del día 21 de enero de 1898 a las cinco de la madrugada, en la calle del Príncipe (Madrid).

Busco también por internet información que me ayude a completar los hechos que ocurrieron aquel fatídico día, y me encuentro un buen artículo del día 9 de 2013 titulado “La faena de Gavira en la Calle del Príncipe” de un tal D. Juan Lamarca que escribe en su blog taurino “Del toro al infinito” y del que creo que es lo más completo y con más datos reales que he podido encontrar sobre el caso y que paso a contaros seguidamente.

D. Juan dice que la cosa empezó en un palco del Teatro de la Comedia, al término de la tercera función, y junto a unos amigos, se fue Gavira en dirección al Teatro de la Zarzuela a la presentación de “La Guardia Amarilla”. Finalizada la función, se fueron en dirección al establecimiento de vinos de Antonio Bolado El Montañés, situado en la Calle de la Visitación nº 4, (actual Manuel Fernández y González), donde llegaron sobre la una de la madrugada. Gavira estuvo cenando y bebiendo junto a sus dos amigos Martin García Martin y Natalio Díaz, y de dos mujeres, Marina y Carmen. Sobre las cinco de la madrugada salieron todos del establecimiento del Montañés para continuar bebiendo, ya que a esas horas en la Calle del Príncipe todas las tabernas estaban abiertas.

Marchaba Gavira visiblemente bebido por detrás de sus amigos, tomando por la Calle del Príncipe en dirección a la carrera de San Jerónimo. En dirección opuesta iba el Inspector de policía de distrito de Congreso, Don Salvador Roig, con quien tropezó el matador, y posteriormente encarándose con él. (En la revista Nuevo Mundo de 2 de febrero de 1898, no comenta nada del tropezón, si no que, al oír las voces, el inspector les llamó la atención). Tas la fuerte discusión llegaron a las manos, golpeándose mutuamente hasta que el inspector utilizó el silbato (dato que yo no conocía que usaran los inspectores de esa época), llamando refuerzos y acudiendo dos guardias de Orden Público, y el sereno de la calle, logrando entre los tres separar a los dos contendientes y detener a Gavira. En ese momento y cuando estaba ya detenido y sujeto por uno de los guardias, aparece corriendo en la escena el inspector del distrito de Congreso Don Luis Blanco Núñez que, tras identificarse, le ordena al guardia que sujetaba a Gavira que lo deje suelto, y comienza a golpearlo repetidas veces con el bastón. Gavira no quedándose corto, se arrojó sobre el inspector Blanco agarrándose ambos a brazo partido, cayendo a continuación uno encima del otro; se puso de pie el torero, que había podido coger el bastón del Inspector (nótese que los inspectores llevaban bastón como señal de autoridad), comenzando a dar al inspector Blanco una lluvia de palos. Huyo el inspector de policía en dirección a la plaza de Sta. Ana, sin dejar Gavira de darle bastonazos y, frente al número 18, y volviéndose el inspector Blanco, le disparó un tiro de arma corta sobre Gavira, cayendo desplomado en el suelo junto al Teatro de la Comedia.

Dibujo de la época del tiro a Gavira

En ese mismo momento, poco después de las cinco de la madrugada, siete jóvenes de la alta sociedad, de familias muy respetables, entre ellos el hijo del General Arsenio Martínez Campos, salen de la chocolatería que estaba en la Calle Visitación, y declaran que, al llegar a la Calle del Príncipe, junto a la platería de Meneses, y a pocos metros de distancia, vieron a dos hombres dándose de puñetazos uno al otro. Se acercaron para observar la pelea en el mismo momento que llegaba el sereno y una pareja de Orden Público, y reconociendo a uno de los que se pegaban, que era Gavira. El otro, desconocido para los jóvenes, dijo a los agentes que llevaran a Gavira a la prevención. Según comentan, es cuando irrumpe en la contienda al inspector Don Luis Blanco, insultando al torero, y dándole con el bastón. No está muy claro lo que tenían pendiente el torero con el inspector, aunque según dijo en la vista oral el testigo Don Natalio Díaz, que declaró que había oído que entre Gavira y Blanco había resentimientos por culpa de una mujer.

Otro testigo llamado Don Ricardo Isla declaró que durante el transcurso de la pelea le llamó “mal torero” y “chulo”. Cuando estaba recibiendo los bastonazos, Gavira se revolvió arrojándose sobre el inspector Blanco, agarrándose los brazos, cayendo al suelo. Se levanto Gavira y tras apoderarse del bastón del inspector, empezó a darle sin parar bastonazos, y a la altura del número 18, se vuelve el inspector y le disparó un tiro, desplomándose en el suelo el torero.

Tan pronto como cayó Gavira al suelo, desaparecen de la escena los distintos agentes de autoridad que estaban en la contienda. El herido lo llevan a la Casa de Socorro del Congreso, en donde le toman declaración de los hechos y en el que le reconocen herida de bala en el bajo vientre. Fue llevado por el banderillero Francisco Ballesteros “El Brea”, un tabernero de la calle y los jóvenes antedichos.

Según declaró Don Arsenio Martínez Campos, Gavira en la Casa de Socorro, visiblemente embriagado, no paraba de repetir “Es más bonita que una onza de oro”, ignorando Don Arsenio a quien se refería el maestro.

Tras practicarle una primera cura, lo llevan al Hospital Provincial ocupando una cama en la sala séptima.

El torero está en estado gravísimo. El sábado 22 le hacen una radiografía en donde comprueban que tiene el proyectil alojado en el vientre, confirmando el riesgo de intentar extraérselo. Contra la opinión de los médicos del Hospital, el torero decide que le lleven al Instituto del Dr. Federico Rubio y Gali en la Moncloa para que allí se realice la delicada intervención; antes de contraer matrimonio con Aurora Iniesta, con la que vivía y con quien tenía un hijo.

Gavira de paisano

A las siete de la mañana del lunes 24 llegan al Hospital los banderilleros de la cuadrilla de Gavira Emilio Rodríguez, Guitarra, y Antonia Álvarez Ariza, El Comerciante, el picador Rafael Aguilar y el apoderado del torero D. Eustasio Vázquez. Colocan al herido en camilla cubierta, con el colchón que tenía la cama del Hospital para evitar bruscos movimientos. A las ocho de la mañana salen con él, dirección al Instituto, pasan por las calles Santa Isabel, Atocha y Carretas, llegando a la Puerta del Sol, en donde Gavira dice “Comerciante, que fatiga, yo me ahogo”, pasan a continuación por la Plaza de Santo Domingo, y al llegar a la calle Leganitos, a las nueve menos cuarto, para comprobar cómo estaba el torero, vieron que ya estaba cadáver, tomando entonces la decisión de llevarlo a su casa, en la Calle del Prado número 14, tercer piso.

El mismo día 21, el juez instruye las diligencias oportunas, y ordena que pasen a declarar a los agentes y a los inspectores que intervinieron en los hechos en el Juzgado de guardia, pasando más tarde a declarar los acompañantes de Gavira, junto a algunas mujeres que fueron testigos.

Sobre este tema judicial, la prensa del día 2 de febrero, que refleja este hecho no dice nada en concreto, por estar todo envuelto en un extraño misterio sobre quien fue el autor del disparo que quitó la vida al matador de toros.

Comentar que el entierro fueron muchísimas personas, unas para presentarle el respeto al matador y otras para manifestarse en contra del policía.

En la revista taurina “Los Toros”, doce años después de los hechos, en el aniversario de la muerte del torero, sacan un artículo en el que se recuerda la trágica noche, recordando lo que ocurrió, y dejando la opinión siguiente: Lo que no puede negarse es que Gavira era pendenciero, y de que el Subinspector Blanco (aquí no ponen Inspector) no le hubiera pegado un tiro de no ser porque le estaba agrediendo o hiciera ademan de hacerlo. Esto, sin embargo, no aminora la falta del policía, ni influyó entonces en disminuir el sentimiento que causó la muerte del torero.

Gavira de torero con capote

En beneficio de la familia de Gavira se hicieron dos corridas. Una en Madrid con Valenciano, Félix Velasco y Eduardo Albasanz, Bonifa, con toros de Palha y otra en Barcelona con Costillares, Francisco Cayuela, “el Rolo”, y Pulguita, con toros de Don Máximo Hernán. Aunque no se tiene información de lo recaudado en Madrid, de la de Barcelona una vez descontado los gastos, con un ingreso en taquilla de 10.653, 50 pesetas, se sacó un beneficio de 222,19 pesetas, pues pasó gastos todo el mundo.

Tras hacerse el juicio el día 7 de abril de 1899, el jurado dictaminó sentencia condenatoria contra Don Luis Blanco, imponiéndole la Sala al inspector la pena de ocho años y un día de reclusión mayor, las costas, y una indemnización de 5.000 pesetas a la familia del matador de toros GAVIRA.

Por mi parte, sigo buscando y encuentro relacionado con este torero un panfleto, bando o cartel en el que, en Barcelona, el domingo 27 de febrero de 1898, se llevará a cabo la corrida extraordinaria de novillos antes mencionada, organizada por su apoderado a beneficio de la desconsolada madre, viuda e hijos de Francisco Piñero Gavira.

Cartel a beneficio de la madre

Fuentes:

Revista Nuevo Mundo.
Revista Los Toros.
Internet. Cartel.
Internet artículo de D. Juan Lamarca.

Simón Javier Iglesias Andrés.

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