Del boletín "Emblema", tomamos este interesante trabajo firmado por nuestro buen amigo, compañero y colaborador Carlos Fernández Barallobre.
Un misterioso criminal que asesinó, entre 1989 y 1996, a diez prostitutas en Almería, soin que la Policía lograra detenerlo.
El cuerpo de una de las mujeres asesinadas en una barranca de Almería |
En verano de 1989 un vecino encontraba en una cuneta del pueblo almeriense de Purchena, el cuerpo sin vida de una mujer, sin señas de identidad, que podía tener treinta años de edad, con diversos golpes en la cabeza y cuello. Su cuerpo, según comprobó la Policía, había sido trasladado hasta el lugar donde aparecería. Nadie denunció su desaparición por lo que la Policía comenzó sus investigaciones en el mundo de los clubes de alterne, es decir la prostitución.
El seis de agosto de 1989 un pastor encontraba en la zona de Vélez-Rubio, el cuerpo desnudo, estrangulado, de otra joven llamada María del Carmen Heredia, de 24 años. Su rastro había desaparecido la madrugada anterior, cuando la vieron por última vez en una avenida de la capital almeriense, el Zapillo, donde de noche y madrugada se ejercía la prostitución. El cadáver había sido también traslado al lugar donde apareció.
Tres semanas después en los acantilados del Cañarete, cerca de Aguadulce, era hallaba Carmen Sandmeyer, que ofrecía sus servicios también en la zona del Zapillo. Arrojada desde la carretera, tirada boca arriba, completamente denuda, presentaba fuerte golpe en el cuello. En los tres casos no apareció ninguna huella.
La Policía, ante el miedo y la psicosis que se creó en los ambientes de alterne, se puso a investigar sin resultados positivos. Fueron revisados casos de ajustes de cuentas, tráfico de drogas y trata de blancas. Sin embargo, la respuesta mediática de los medios de comunicación fue escasa.
La idea de que se trataba de un asesino en serie comenzaría a tomar cuerpo dos meses después del último asesinato, cuando dos agricultores encontraron en la zona de Punta Entinas, el cuerpo una joven en avanzado estado de descomposición, vestida tan solo con un sujetador rojo y con un gran golpe en la sien. Como las anteriores víctimas ejercía la profesión de furcia.
Seis meses más tarde, el seis de octubre de 1992, unos albañiles que estaban construyendo una urbanización en Almerimar, descubrieron en un talud el cuerpo desnudo de una joven. María Jesús Muñoz, alias “la Tamara”, de 28 años, otra conocida profesional. La habían arrojado desde más de 40 metros de altura. Ahora sí que la sociedad se sobresaltó y el criminal misterioso comenzó a ser conocido con el asesino del Zapillo” o “de los barrancos”. Comenzó entonces la búsqueda de un varón de fuerte complexión, de raza blanca, de entre 30 y 45 años, casado, conocedor de las carreteras de la provincia y, posiblemente, conductor profesional.
En enero de 1993, en Aguadulce, una turista alemana halló, junto a unos cañaverales próximos a la playa, el cuerpo una joven desnuda, estrangulada y con el cráneo roto, llamada María Leal de 22 años de edad, quien fue vista por última vez de madrugada, cuando se subió a un vehículo de color azul oscuro en la avenida del Zapillo. En la zona donde apareció el cuerpo, de nuevo ningún indicio, pista, vestimenta u objeto alguno de la víctima. La Policía investigó a un sospechoso pero lo descartó por falta de pruebas.
Un agricultor, seis meses después del asesinato de María Leal, encontró, junto a un camino de invernaderos en El Ejido un cuerpo semienterrado. Se trataba de la joven de nacionalidad marroquí Khadija Monsar, alias “la Katty”, de 25 años. Tan sólo llevaba puesto un sujetador de color rojo y había muerto por estrangulamiento. Fue vista por última vez a las cuatro de la mañana en compañía de un individuo que había contratado sus servicios.
En 1994 era encontrado en la capital de la provincia el cuerpo sin vida de Nadia Hach Amar, de 22 años, natural de Melilla, que se movía en los ambientes de prostitución callejera. Apareció desnuda y estrangulada cerca del campo de fútbol de la barriada de Los Ángeles. Como en los anteriores ni una gota de sangre, ni una pista.
Veinte meses después unos pescadores hallaron a una mujer estrangulada en una sima, entre Aguadulce y Almería. Identificada como Aurora Amador, de 24 años, conocida ramera.Fue hallada desnuda, con un fuerte golpe en la cabeza y el cuello partido. La Policía conoció que la Nadia se había subido a un Opel Corsa, gris metalizado, de tres puertas, cuyos números y letras finales de matrícula eran 5 y AB. Fue detenido su propietario, que resultó ser un funcionario de prisiones, destinado en Granada. La Guardia Civil le presentó ante el juez que desestimaría los cargos por no existir pruebas suficientes de su culpa. Ni siquiera se le intervino el teléfono.
Todavía aparecería otra víctima más, Mónica García, una barcelonesa que ejercía la prostitución en las calles almerienses. Fue encontrada sin vida en un descampado, con el rostro y el cráneo destrozado con una piedra.
Hasta Almería se desplazó el grupo de Homicidios de la Policía Nacional, que comprobó que el denominador común de las asesinadas era el de mujeres delgadas, morenas, de pelo rizado, de unos 25 años, con una altura de alrededor de 1’60 y que desarrollaban su vida en un ambiente marginal, ejercían en la calle y casi todas eran toxicómanas. El criminal siempre actuaba de noche y sus víctimas, tras haber mantenido relaciones sexuales, morían por asfixia o golpes en la cabeza. Sus cadáveres aparecieron en zonas solitarias en el fondo de barrancos y precipicios. Las que estaban desnudas mantenían parte de la lencería y zapatos de color rojo o negro. El grupo de Homicidios se quejó de que no hubiese suficiente presión social, al ser gente desarraigada, algo que según los investigadores no hubiese sucedido si las asesinadas hubiesen pertenecido a distinta clase social
En 1996 el criminal cesó en sus crímenes. En 2006 fue detenido un camionero alemán llamado Volker Eckert, al que tampoco se le pudo probar la autoría de los asesinatos. A día de hoy la identidad de aquel asesino sigue siendo un completo misterio.
Carlos Fernández Barallobre.
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