Nuestro buen amigo y compañero, el Comisario Pral. Mario Sánchez Santos, nos remite este artículo aparecido en el muro de Manu Marlaska, con fecha 5 de mayo de 2019 que, con mucho gusto, publicamos.
“La Policía de los jubilados a los que yo conozco es la de vocación de servicios, la que derrotó a ETA y la que luchó sin descanso para que todos fuésemos un poco más libres”.
Uno ya lleva en este oficio el tiempo suficiente como para que se vayan jubilando unas cuantas fuentes de información. En la agenda de contactos de mi teléfono, ya hay varios policías a los que junto a las siglas CNP (para identificarlos como miembros de esta corporación de uniforme azul) les he añadido la palabra “jubilado”.
Muchos de ellos colgaron la placa siendo Comisario o Comisario Principal, la máxima categoría a la que se puede llegar en el cuerpo.
Todos ellos comenzaron su carrera en la agonía del franquismo o en los primeros años de la democracia.
Vivieron y participaron de ella en primera persona la transformación de una Policía gris, con bigote, tabaco negro, combinado de DYC y viejo cuero, a un cuerpo azul, moderno, con batidos de proteínas y gore-tex.
Algunos de ellos sufrieron los años del plomo de ETA en territorio comanche, cuando era casi obligatorio pasar por Euskadi al salir de la academia.
Otros fueron pioneros en combatir el crimen organizado cuando ni si quiera tenía esa denominación, unos cuantos dejaron de mirar el mapa del Sur de Francia, buscando santuarios de etarras, y aprendieron a toda velocidad shuras del Corán, otros se pasaron la vida persiguiendo asesinos o atracadores.
Cumplida más de tres décadas de servicio y más de 60 primaveras, se jubilan.
Sigo sabiendo de ellos.
Algunos disfrutan de su retiro cultivando frutas y verduras, en el terrenito que heredaron o que se compraron en su pueblo, ese que durante años fue un erial porque su titular andaba cazando mafiosos rusos, hampones italianos o gánster nacionales.
Otros dicen trabajar más que cuando comandaban secciones, unidades o brigadas enteras, porque están al cuidado de sus nietos y de sus ocupadas agendas: clases de ballet, entrenamiento de futbol, academia de música. Unos cuantos se resisten a apartarse de primera línea y siguen participando en programas de TV o incluso se atreven a revisar viejos asuntos, que ellos mismos o sus compañeros dejaron pendientes. Algunos dicen contarle sus penas a su gato, que le escucha con la misma paciencia que sus subordinados le atendían cuando él era, simplemente “jefe”. Varios acuden a reuniones con sus antiguos compañeros, en las que se cuentan esas cosas que nunca podemos contar los periodistas y otro solo ven a sus antiguos camaradas cuando tienen que renovar un DNI o Pasaporte.
Alguno abre a las visitas, con mezcla de orgullo y tristeza las puertas de un cuarto en el que guarda sus condecoraciones ganadas en una trayectoria jalonada de éxitos que una compartió con su familia.
Todos, casi sin excepción añoran el olor del oxido y del aceite de armas, los ojos irritados, de las noches en vela pendientes de la emisora cuando se iba a reventar una operación, el abrazo con los suyos, cuando todo salía bien y el confort que propiciaban a los familiares de la víctima de un asesinato cuando le comunicaban que habían detenido al autor.
Miran sin melancolía a la Policía a la que ya no pertenecen, de la que forman parte algunos de sus hijos. Y miran con rabia, con asco, con desprecio y con vergüenza en los que algunos quisieron convertir a la Policías, Policía, esa a la que ellos entregaron sus vidas y por la que quitaron tiempo a sus familias.
La Policía de los jubilados a los que yo conozco es la de la vocación de servicio, la que derrotó a ETA y la que luchó sin descanso para que todos fuésemos un poco más libres.
Los jubilados de mi agenda no se llenaron los bolsillos prestando servicios patrióticos desde las alcantarillas del estado al que debían servir.
Manu Marlaska.
Un bonito artículo de un gran periodista que admiro mucho,Manu Marlaska.
ResponderEliminarGran homenaje a esas leyendas de nuestra Policía que arriesgaban sus vidas por vocación y servicio.