miércoles, 4 de abril de 2018

Un sangriento suceso, acaba con la vida de un Guardia de Seguridad (1903)

En la mañana del 28 de septiembre de 1903, una taberna situada en la calle Tres Peces de Madrid fue escenario de un sangriento suceso del que fue víctima un Guardia de Seguridad de la plantilla de la Capital de España. 


A las 11,30 de aquella mañana accedieron al interior de la tasca los Guardias Arturo Iriarte, de treinta años, soltero, y Manuel Monroy, casado, ambos destinados en la Prevención del distrito del Hospital, establecida en la calle de los Tres Peces, núm. 20, con la intención de jugar una partida de tute a la que se les unió el también Guardia Francisco Bernal. 

Mientras el Guardia Iriarte gozaba, entre mandos y compañeros, de muy buena conducta, observada en su destino de Escribiente; a Manuel Monroy, Ordenanza del Distrito se le conocía por su fama de pendenciero y un tanto dado al alcohol, provocando constantemente grandes altercados con sus compañeros de servicio. 

Los dos Guardias habían estado la noche anterior de servicio y al entregarlo por la mañana se retiraron a sus domicilios, citándose para más tarde en la taberna de la calle de los Tres Peces, situada próxima a la prevención, acudiendo ambos a la hora convenida para comenzar la partida. 

Una jugada dudosa, en el transcurso de la partida, provocó una disputa grave, agriándose en tales términos que Arturo Iriarte dio un puntapié a Manuel Monroy, el cual, sacando un enorme cuchillo, se arrojó sobre su compañero, clavándole el arma en el pecho debajo de la tetilla izquierda, dándose a la fuga perseguido por el herido, quien cayó al suelo apenas salió a la calle. 

Varios transeúntes y el Guardia Bernal acudieron en auxilio del herido, conduciéndole a la Casa de Socorro, donde los facultativos Barrera, Martínez y Jimeno le practicaron la primera cura, certificando su estado de gravísimo. Sin esperanzas de vida pasó al Hospital Provincial, después de recibir los Sacramentos. 

Momentos más tarde, el agresor, Manuel Monroy, vestido de paisano, se presentó voluntariamente en la delegación, declarando el crimen que había cometido y manifestando que se había deshecho del arma en un lugar que no pudo precisar, 

Entretanto, el juez del Hospicio, Ortega Morejón, acompañado del escribano Ricardo Gómez Marrodán y del oficial Santos Gómez, se trasladó al hospital para tomar declaración al herido. Iriarte estaba agonizando y repetía con frecuencia las siguientes frases: “No, no juego... yo no juego...” 

En vista de que el Guardia Arturo Iriarte no podía declarar dado su crítico estado, el juzgado se trasladó a la Casa de Canónigos, a donde fue llevado el agresor en calidad de detenido. Este declaró que jugó dos partidas de tute con Iriarte y con el guardia Francisco Bemal. El declarante y su víctima salieron empatados y entonces Iriarte se empeñó en que la jugada era suya y por tanto debía ganar la partida. Disputaron ambos, y las personas que habían presenciado el juego trataron de convencer a Iriarte de que estaba equivocado. 

Entonces — añadió Monroy — “despreció a los que apoyaban lo que yo decía y a mí me insultó y me pegó una patada en el vientre. Al verme agredido no pude contenerme y con un cuchillo le inferí la herida que padece”. 

Manuel Monroy aseguró que lo declarado por él era lo ocurrido y al anochecer fue conducido a la Cárcel Modelo. 

Vicente Cano, dependiente de la taberna donde ocurrió el suceso, manifestó que a las diez de la mañana entraron en el local tres sujetos, uno de ellos vestido de uniforme del Cuerpo de Seguridad y pidieron una baraja. 

Entre los tres, jugando al tute, se bebieron tres botellas de vino blanco y se comieron 30 bizcochos. Durante el tiempo que estuvieron jugando discutieron mucho, y el que vestía de uniforme, el Guardia Iriarte, se levantó y pegó una patada en el vientre a su compañero, autor de la agresión. Todo sucedió en un instante y nadie hubiera podido evitarlo. 

Declaró también el guardia Francisco Bernal, que jugó con sus compañeros Manuel Moroy y Arturo Iriarte dos partidas de tute. Este testigo presencial del crimen manifestó que estaba ayer franco de servicio y que lo invitaron sus compañeros a jugar una botella. Aceptó la invitación y ganó dos partidas, sin que hubiera protestas por parte de sus compañeros. 

De lo ocurrido entre sus compañeros hizo iguales manifestaciones que el chico de la taberna. 

Arturo Iriarte, por disposición del doctor Pedro Antonio López García, después de administrarle varias inyecciones de suero, morfina y cafeína, fue trasladado al anfiteatro del Hospital para explorarle con mayor detenimiento y para ligarle la arteria mamaria interna, que por no haberse obturado en la Casa de Socorro manaba abundante sangre. 

Sobre la mesa de operaciones se le pudo diagnosticar una herida penetrante de páncreas y de estómago, en su porción pilórica, gravísima por sí y por la peritonitis, que comenzaba a manifestarse. 

Arturo Iriarte tenía un pulso tan filiforme, que apenas si se le notaba. En la operación, que realizó con admirable habilidad, ayudaron al facultativo los también médicos San Andrés, Huertas y Gallego. 

Pese a que el estado de Arturo Iriarte ofrecía aquella madrugada alguna esperanza, finalmente falleció de resultas de la agresión.

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