domingo, 8 de abril de 2018

1984. Eta asesina en Pamplona a los Policías Nacionales Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero

Un comandante del Ejército asesinado a tiros y dos Policías Nacionales muertos tras la explosión de un coche bomba utilizado como cebo era el balance del doble atentado terrorista cometido en Pamplona el día 13 de abril. Ambas acciones se llevaron a cabo en un intervalo de 45 minutos. Se trataba de la primera ocasión en que un mismo comando efectuaba dos atentados encadenados. 

La primera de las víctimas del doble atentado fue el comandante de Infantería Jesús Alcocer Jiménez, que había pasado a la situación de retiro en el año 1977. 

Cabo 1º Tomás Palacín Pellejero

Los infaustos hechos comenzaron a las 7’ 1 0 de la mañana, cuando Jesús Alcocer se dirigía a “Mercairuña”, centro mayorista donde realizaba las compras de suministros que luego vendía en tres supermercados de su propiedad ubicados en Pamplona. Dos jóvenes, de edades comprendidas entre los 25 y 35 años, le aguardaban en el interior del establecimiento comercial. Los dos terroristas, a cara descubierta, le dispararon simultáneamente a la cabeza desde una distancia de tres metros, provocándole la muerte instantánea. Los trabajadores que se encontraban en el lugar no se apercibieron del hecho. Minutos después llegó a Mercairuña una dotación de la Policía Nacional y dos horas más tarde el juez de guardia. 

Los etarras se dieron inmediatamente a la fuga en un automóvil Renault 18, de color verde claro, donde les aguardaba un tercer terrorista. Varios testigos pudieron identificar el vehículo utilizado en el atentado y, alertadas las dotaciones policiales de Pamplona, se establecieron diversos controles, procediéndose también a realizar una amplia operación de rastreo por diversas calles de la ciudad a fin de localizar este turismo, cosa que ocurrió unos 45 minutos después. 

Policía Juan José Visiedo Calero

Una dotación del 091, compuesta por tres Policías Nacionales, localizó el Renault 18 abandonado en la ronda de Ermitagaña, justo enfrente del instituto de Enseñanza Media Navarro Villoslada a varios kilómetros del lugar en que se produjo el asesinato de Jesús Alcocer. Los dos jóvenes terroristas dejaron abandonado el vehículo en esa zona, colocando en el interior un mecanismo explosivo. 

El cabo primero Tomás Palacín Pellejero y el agente Juan José Visiedo Calero, decidieron inspeccionar el coche, situándose uno a cada lado del vehículo, mientras el conductor del vehículo policial avisaba a la central su localización. En el momento de abrir la puerta del maletero estalló el coche, alcanzando a los dos policías Nacionales de lleno, siendo decapitados y mutilados y cuyos restos quedaron esparcidos en un radio de más de cien metros del alrededor. El Policía conductor del vehículo “Z” Juan Vicente Sánchez Martín, resultó herido por la onda expansiva de la explosión de los quince kilogramos de goma-2. Se salvó también de milagro un repartidor de pan, que pasaba con su vehículo en aquellos momentos por aquel lugar. 

La explosión provocó la rotura de los cristales de los edificios de alrededor y graves daños estructurales del centro educativo, teniéndose que suspender las clases. Mientras los escolares abandonaban al instituto, voluntarios de la Cruz recogían los esparcidos restos de los infaustos policías. El dispositivo que accionó el artefacto explosivo era de los conocidos como pinza y estaba conectado a una de las cerraduras del vehículo. 

Estado del vehículo cuya explosión causó la muerte de los dos Policías Nacionales

En la tarde del día siguiente tuvieron lugar los funerales de cuerpo presente por las víctimas en la iglesia de San Francisco Javier, en Pamplona, bajo la presidencia del ministro del Interior, José Barrionuevo, que fue constantemente increpado por un sector del numeroso público que se agolpaba en el templo. Los féretros de los dos servidores del orden público, envueltos en sendas Banderas Nacionales, llegaron a la Iglesia a hombros de sus compañeros de la Policía Nacional. 

El ministro del Interior y el resto de las autoridades que le acompañaban fueron abucheados con dureza, tanto a la entrada como a la salida de la iglesia de San Francisco. Los gritos contra ETA y los insultos contra el ministro, el Gobierno y el PSOE se mezclaron con los “vivas” a España, la Guardia Civil y la Policía Nacional, A la salida del acto aparecieron octavillas, unas firmadas por Fuerza Nueva y otras por Falange española de las JONS, En una de ellas se leía “Si ellos no olvidan, nosotros no perdonamos”. 

Fuertemente protegido, el ministro se trasladó a la Delegación del Gobierno, donde tuvo que esperar más tres cuartos -de hora, debido a un grupo muy nutrido de personas que le insultaron que se habían concentrado en la puerta de la Delegación del Gobierno, hasta que efectivos de la Policía Nacional le abrieron paso para que se pudiera dirigir al aeropuerto de la capital navarra y emprender viaje de regreso a Madrid. 

Entierro de los Policías Nacionales vilmente asesinados

Monseñor Cirarda, arzobispo de Pamplona, -hizo pública una nota en la que pedía “basta ya de sangre, Señor. Y basta ya de sangre os digo a todos, pamploneses y navarros. La dialéctica del odio y la muerte no es cristiana. Todos tenemos que condenar por ello estos viles asesinatos. -No hay razón alguna que pueda justificarlos. Ninguna razón pueda atenuar siquiera su gravedad”. 

Los restos mortales de los policías Tomás Palacín Pellecero y Juan José Visiedo Calero fueron inhumados en Zaragoza y Valencia, respectivamente, adonde habían sido trasladados en la misma tarde de ese viernes 13 de abril. 

En el patio del cuartel de la Policía Nacional de Zaragoza, dos mil personas asistían al funeral por el cabo primero de la Policía Nacional Tomás Palacín. Al acto, que registró un ambiente de gran emoción, asistieron las principales autoridades de la región. Dos compañías de la Policía Nacional y una de la Guardia Civil, rindieron honores al cobo primero asesinado, entonándose “La Muerte no es el Final”, el toque de Oración y el Himno de la Policía Nacional. El cuerpo del Policía Nacional, natural del pueblo de Cervera de la Cañada, fue enterrado posteriormente en el cementerio zaragozano de Torrero. En la localidad valenciana de Moncada y con asistencia de autoridades civiles y militares de la región y prácticamente todos los vecinos del pueblo era enterrado la otra víctima del atentado, el Policía Nacional José Visiedo Calero. 

Por otra parte, en el cementerio San José, de Pamplona, era enterrado el comandante retirado Jesús Alcocer Jiménez, en un acto que se desarrolló sin incidentes y al acudieron alrededor de dos mil personas, entre ellas numerosos militares, amigos de la víctima, El féretro llegó al cementerio cubierto de coronas de flores, entre ellas una enviada por Blas Piñar, líder del partido al que perteneció la víctima. Por la tarde, tras el funeral, grupos de personas entonaron el Cara al sol, dieron vivas a Franco, y gritaron "GAL, mátalos". Asimismo, algunos de los cerca de 3.000 asistentes al acto zarandearon a varios informadores gráficos e intentaron agredirles. 

La organización terrorista ETA Militar se responsabilizaba, mediante llamada telefónica al periódico Egin, de los dos atentados perpetrados en Pamplona, contra comandante de Infantería retirado Jesús Alcocer Jiménez y los policías nacionales Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero. El vehículo utilizado por el comando terrorista -un Renault 18, de color verde claro, metalizado- fue robado en Hernani el 2 de julio de 1983. 

Por el asesinato del comandante Jesús Alcocer fueron condenados a 29 años en 1988, como autores materiales, los terroristas Mercedes Galdós Arsuaga y Juan José Legorburu Guerediaga. En 1989, fue condenado también a 29 años, el etarra Juan Carlos Arriaga, por haber realizado el control y seguimiento de los movimientos de la víctima. En 1991 fue condenado, como autor material, José Ramón Martínez de la Fuente Inchaurregui. 

A las mismas penas fueron condenados por el asesinato de los dos Policías Nacionales Palacín y Visiedo, Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José Ramón Martínez de la Fuente Inchaurregui. Y también fue condenado a 29 años Jesús Jiménez Zurbano, que fue quien facilitó el explosivo para el vehículo trampa utilizado en la huida. 

Mercedes Galdos, en libertad desde 2005, tras cumplir tan solo 19 años de cárcel al ser condenada por diecisiete asesinatos a setecientos años de cárcel, fue detenida por efectivos de la Guardia Civil el 25 de marzo de 1986, Ella misma, responsable del comando Nafarroa de ETA contó su sanguinaria trayectoria. El comando del que formaba parte llevó a cabo 34 atentados en Navarra, con el resultado de diez asesinatos. Disponían de un llamativo arsenal y de una extensa red de pisos que les permitía esconderse con ciertas garantías después de cada atentado. Además de asesinar al comandante Alcocer y a los Policías Nacionales Palacín y Visiedo, mataron a un chico de 14 años llamado Alfredo Aguirre, amputaron las dos piernas y un brazo al policía Nacional José María Izquierdo, dejaron ciego a otro Policía Nacional José Sevilla. ETA bajo la dirección y supervisión de Mercedes Galdos, puso en marcha otros comandos legales que también asesinaron a Jesús Blanco Cereceda en junio de 1983, al Policía Nacional Diego Torrente en 1984 y al general de la Guardia Civil Juan Atares en 1985. 

Juan José Legorburu Guerediaga, que cumplía pena en la cárcel castellonense de Albocàser salió del centro penitenciario en 2013, después de que el Tribunal Supremo ordenase a la Audiencia Nacional liquidar condenas a Legorburu en aplicación de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que anuló la llamada doctrina Parot. Lergoburu se había acogido ya a la llamada Vía Nanclares un proyecto de reinserción de aquellos presos etarras que decidían dar una serie de pasos inequívocos hacia el final de la violencia. Esos pasos comprendían el alejamiento del entorno de la banda, la aceptación de la política penitenciaria, la salida del colectivo de presos, la renuncia pública a ETA y al uso de la violencia, la petición de perdón a las víctimas. 

José Ramón Martínez de la Fuente Inchaurraga, alias Txorito, ingresó en la organización terrorista ETA en los años setenta. Detenido en 1975, fue condenado a tres años de prisión por sus actividades terroristas, aunque no llegó a cumplir de forma íntegra su estancia en la prisión Modelo de Barcelona porque se benefició de la Amnistía de 1977. De forma inmediata, volvió a integrarse en las filas de ETA, estrenando su currículum asesino en octubre de 1979. 

El 13 de abril de 1984 participó en un atentado doble en la capital navarra que asesinaría a tres personas. A primera hora de la mañana, fue el responsable de matar de dos tiros en la nuca al comandante del Ejército de Tierra retirado Jesús Alcocer Jiménez mediante varios disparos en la cabeza. El grupo etarra huyó en un vehículo en el que colocó una bomba-trampa, que acabó con la vida de los policías Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero. 

Fue detenido en una macro-operación policial en el sur de Francia en 1985. Un año después, fue condenado por la justicia gala a cinco años de prisión por un delito de asociación de malhechores, junto a importantes dirigentes de ETA como Juan Lorenzo Lasa Mitxelena alias “Txiquierdi”, Isidro María Garalde “Mamarru”, y Agustín Bergaretxe. Una vez cumplida su condena en suelo francés, fue extraditado el 30 de mayo de 1990 a España, donde la justicia lo acusaba de estar implicado en cinco asesinatos. Fue condenado a 241 años por tres asesinatos, dos atentados con muerte y un asesinato frustrado. 

José Ramón Martínez de la Fuente, abandonó la prisión de Logroño, en noviembre de 2013 tras hacerse pública la decisión de la Audiencia Nacional de excarcelarle tras la derogación de la conocida como doctrina Parot por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. 

Jesús Jiménez Zurbano fue detenido por la Policía francesa en Hendaya en febrero de 1985. Jiménez Zurbano fue entregado a España por las autoridades francesas en noviembre de 1988. Salió de prisión en mayo de 2003 tras ser condenado a 94 años y cumplir tan sólo quince de pena. 

El Policía Nacional Juan José Visiedo Calero, de 26 años, era natural de Melilla. Estaba casado y tenía una hija de dos años. 

El Cabo Primero Tomás Palacín Pellejero, estaba también casado, tenía 43 años y dos hijos. Era natural de Cervera de Cañada (Zaragoza). 

De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, al cabo primero Tomás Palacín y al Policía Nacional Juan José Visiedo se les concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior les concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo. 

Carlos Fernández Barallobre. 

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