lunes, 25 de marzo de 2024

1824-2024. Doscientos años al servicio de España

El hacer un repaso, aunque sea somero, a la historia de una Institución tan compleja y multidisciplinar como la Policía Española, no es tarea fácil y mucho menos, si por las lógicas exigencias de espacio, no se puede hacer alusión, siquiera brevemente, a todos aquellos hechos, unos memorables y otros dramáticos, que han ido conformando su devenir histórico.

La Policía Española nace como tal el 13 de enero de 1824. Una Real Cédula, firmada por el Rey Fernando VII, supone el inicio de una carrera que ha llegado hasta nuestros días. No podemos obviar que, a lo largo de los años anteriores, incluso de los siglos precedentes, con otras estructuras orgánicas, con otras denominaciones, siempre ha habido Instituciones encargadas de la persecución de malhechores, la conservación del orden público y el mantenimiento de la seguridad ciudadana; sin embargo, es en 1824 cuando se crea un Centro directivo con capacidad de proyectarse sobre todo territorio nacional.

Doscientos años separan estas imágenes

A partir de ese momento histórico, la estructura creada por aquella Real Cédula se fue moldeando, en cada periodo, con el fin de adaptarse a los nuevos retos planteados por la delincuencia en todas sus facetas y formas y a las exigencias requeridas por la sociedad en cada circunstancia concreta.

Hablamos no solo de la historia de una Institución, cambiante con los tiempos, sino también la historia, tantas veces anónima, de los hombres y mujeres que han prestado valiosísimos servicios a España y a los españoles, algunos de los cuales, en el fiel cumplimiento de su deber, dejaron la vida en el empeño.

La Policía, es una Institución próxima al ciudadano pero que, sin embargo, resulta, en muchos casos una gran desconocida más allá de lo que en cada momento palpamos cada vez que acudimos a una Comisaría, a una Oficina del Documento Nacional de Identidad o, simplemente, por la relación personal que podamos mantener con alguno de sus componentes.

Desde aquel lejano 1824, la Policía Española, ha estado siempre a nuestro lado cada vez que la hemos necesitado y hemos demandado su presencia como garante de nuestros derechos y libertades. Ha acudido en nuestro auxilio cuando nuestra integridad o la de nuestros bienes estaban en trance de peligro; al igual que lo ha estado cuando una situación de grave crisis fuese cual fuese su origen, amenazaba la seguridad nacional.

Allá donde busquemos, catástrofes naturales, epidemias, atentados terroristas…, siempre, en cada momento histórico hemos tenido cerca de nosotros la mano amiga de un policía.

Sin embargo, es muy poco lo que sabemos de su historia, de su gestación y de su evolución al ritmo marcado por el devenir de los tiempos.

Es posible que haya habido una serie de circunstancia endógenas que nos ha alejado de este conocimiento. Una de ellas, tal vez uno de los peores males de nuestra Policía, haya sido el hecho de estar sujeta, a lo largo de su historia, a innumerables cambios en su denominación y en su imagen, esa circunstancia ha contribuido a crear un estado de confusión en la sociedad.

Sin remontarnos demasiado lejos, tras la efímera existencia de la Superintendencia General, nos encontramos con Cuerpos como el del Ramo de Protección y Seguridad Pública, el de Orden Público, el de Vigilancia, el de Seguridad, la Policía Armada, el Cuerpo General de Policía, la Policía Nacional, el Cuerpo Superior de Policía, el Cuerpo Nacional de Policía hasta desembocar, en 2014, en la actual Policía Nacional. Durante estos años, sus integrantes uniformados vistieron de negro, de azul tina, de gris, de marrón, hasta el azul policía de la actualidad; en tanto que el personal dedicado a labores investigativas de carácter reservado se valió de diferentes distintivos para acreditar su identidad y su carácter de Agentes de la Autoridad.

Cambios de denominaciones, de dependencia orgánica, de la nomenclatura de sus Centros directivos, del color de sus uniformes, de su emblemática corporativa, sin embargo, no han modificado ni su esencia, ni la razón de ser para los que fueron creados, haciéndose, cada uno de ellos, heredero del historial del que le precedió.

Es muy posible que estos cambios en su denominación, en su emblemática y en su uniformidad hayan contribuido a crear un ambiente generalizado de desconocimiento, por parte de la sociedad española, de la realidad histórica de su Policía hasta el punto de no establecer el necesario nexo de unión entre un Cuerpo y el que le precedió, circunstancia este a la que ha contribuido el hecho de la falta de bibliografía y de estudios históricos rigurosos capaces de hacer llegar al gran público esta realidad.

Afortunadamente, en los últimos años estamos asistiendo a la recuperación de nuestro pasado histórico por medio de trabajos serios y rigurosos de historiadores con total solvencia que están abordado el devenir de nuestra Policía, contribuyendo, decididamente, a sacar a la luz una realidad hasta ahora casi desconocida.

El modelo policial español vigente, salvo en algún breve periodo, hasta 1986, fecha de creación del Cuerpo Nacional de Policía, se basó en una suerte de bicefalia con la existencia, en paralelo, de dos Cuerpos, uno de carácter eminentemente civil, con empleos policiales -Comisario, Inspector, Agente, Celador, etc.-, vestido de paisano y otro, de organización militar, en ocasiones militarizado, incluso formando parte de las Fuerzas Armadas, con mandos procedentes del Ejército y prestando servicio de uniforme.

El primer paso dado en este sentido se encuentra en el año 1825, al año siguiente de la creación de la Superintendencia General de Policía, cuando, sintiendo la necesidad de contar con un Cuerpo armado, de carácter militar, con la misión de apoyar y auxiliar a la Policía General, se crea en Madrid el Regimiento de Celadores Reales, una Unidad perteneciente a la Inspección de Caballería y dependiente funcionalmente de la Superintendencia General.

El proyecto llevaba aparejada la necesidad de incrementar la entidad de este Regimiento con el fin de poder desplegarlo en todo el territorio nacional, poniendo sus Unidades al servicio de las diferentes Intendencias creadas en toda España. Sin embargo, lo costoso del proyecto hizo que se desestimase y el Regimiento terminó disuelto tras una reorganización que sufre en mayo de 1827.

De nuevo, tras la muerte del Rey Fernando VII se vuelve sobre el proyecto y en 1833 se crea una Unidad militar, dependiente de la Superintendencia General de Policía, que recibe el nombre de Salvaguardias Reales que también resultó de efímera existencia.

La supresión de la Superintendencia General de Policía, en 1835, no supone, como erróneamente creen algunos, la desaparición de la Policía, como así se señala en el Decreto de disolución de octubre del citado año, que refiere que, en lo sucesivo, los Gobernadores Civiles despacharán los asuntos policiales directamente con el Ministerio de la Gobernación. Por otra parte, en los Presupuestos Generales del Estado siguen apareciendo partidas destinadas para los gastos que genera la seguridad pública, en la misma medida que se continúan expidiendo Pasaportes y salvoconductos.

De estas fechas surge el Ramo de Protección y Seguridad Pública, de hecho, en 1838 nos encontramos con un documento que prueba, de forma fehaciente, su existencia. Se trata de un Pasaporte para lo interior, expedido, por Protección y Seguridad Pública, en La Coruña el 5 de julio de 1838. ¿Cómo puede expedir un documento oficial un Cuerpo inexistente?

Posteriormente, en 1844, este Ramo de Protección y Seguridad Pública sufre una reorganización y en su estructura aparecen las figuras de los Comisarios de Distrito, los Celadores y los Agentes que se distribuyen por todos los Partidos judiciales del territorio nacional.

Hay, para más abundamiento, una referencia que parece que se silencia de forma intencionada y que podía servir para aclarar algunos aspectos que, a día de hoy, están en controversia. El 10 de octubre de 1844, se publica en la Gaceta de Madrid un Real Decreto que regula el Reglamento de Servicios de la Guardia Civil, creada el 13 de mayo anterior. Resulta de especial interés la lectura de los artículos 40º y 41º en los que se hace referencia a las funciones policiales que corresponde a los Agentes del Ramo de Protección y Seguridad Pública, de los que señala, el primero de los artículos citados, que “constituyen la fuerza especialmente destinada a velar de continuo en las calles por la conservación del buen orden interior, protegiendo a los vecinos pacíficos, evitando o reprimiendo las pendencias o escándalos, averiguando la perpetración de cualquier delito, y persiguiendo y deteniendo a los delincuentes o infractores para ponerlos a disposición del celador del barrio, que deberá entregarlos inmediatamente al comisario del distrito respectivo; pero la Guardia civil cooperará en caso necesario con los agentes de protección y seguridad pública en el desempeño de esta clase de servicios”.

Por su parte, el artículo 41º refiere lo siguiente: “Los comisarios podrán requerir también el auxilio de la Guardia civil para esta clase de servicios cuando no juzguen bastante la fuerza de los agentes de protección y seguridad, y no sea posible esperar la orden del gefe político”.

Creemos, por tanto, que cualquier especulación sobre la no existencia de la Policía por estos años queda fuera de lugar, incluso el hecho de que no se tratase de una Institución con fundamentos sólidos y un pasado continuado hasta el punto de que un Cuerpo de nueva creación queda, de alguna forma, supeditado al existente lo que prueba su antigüedad y eficacia.

Un Decreto fechado el 25 de febrero de 1852, señala que “a consecuencia de lo dispuesto en Real decreto de 25 de febrero último, S. M. ha tenido a bien mandar que en lo sucesivo el servicio de Protección y Seguridad se denomine de Vigilancia en todo el Reino y que los Salvaguardias lleven igualmente el nombre de Vigilantes".

Lo que prueba, de forma fehaciente, que el Ramo de Protección y Seguridad Pública se encontraba desplegado en todo el territorio nacional.

El 24 de marzo de 1858, un Real Decreto crea la primera Dirección General de Seguridad y Orden Público, dentro del Ministerio de la Gobernación cuya existencia fue muy breve ya que 14 de octubre siguiente fue disuelta.

Estos años resultaron especialmente convulsos en nuestra historia patria. Primero las pugnas entre liberales y absolutistas; seguido de tres guerras civiles; destronamiento de la monarquía borbónica; proclamación de la desastrosa primera República, que trajo como consecuencia las llamadas guerras cantonales; la Restauración; la aparición en escena del fenómeno terrorista de la mano de los grupos anarquistas que, entre otras acciones, asesinan al Presidente del Consejo de Ministros y atentan contra el Rey y, finalmente, la pérdida de las colonias ultramarinas. Un periodo, oscuro y tenebroso, que provocó que España dejase de contar en el concierto internacional, quedando relegada a una potencia de segundo orden.

Con la llamada Revolución de 1868, “la gloriosa”, se destrona a Isabel II, apareciendo en escena una nueva dinastía, la Saboya, que resultó de efímera existencia, dando paso a una desastrosa I República. Es en 1870 cuando el Cuerpo de Orden Público, cuyo embrión nace en 1868, comienza a prestar servicio, desplegándose por todo el territorio nacional e, incluso, destinando a 100 de sus hombres al servicio de la Autoridad Judicial.

Se trata de un Cuerpo que comienza su andadura adquiriendo el carácter militar y que, en 1872 -Decreto de 28 de junio- pierde esa condición pasando a convertirse en un Cuerpo de naturaleza civil.

Tras la Restauración borbónica, por un Real Decreto de 6 de noviembre de 1877 se crea la Policía gubernativa y judicial que estará integrada por los Cuerpos de Vigilancia y de Seguridad. El primero de carácter eminentemente civil y el segundo organizado a imitación de los Cuerpos militares. Ambos Cuerpos dependen del Jefe Superior de Policía de Madrid a las órdenes del Gobernador Civil.

En 1886, con fecha 27 de octubre, la Gaceta publica un Real Decreto por el que se crea, nuevamente, la Dirección General de Seguridad a quien le asigna, entre otros cometidos, “la organización y ejecución de los servicios policiales asignados a los Cuerpos de Vigilancia y Seguridad en que se divide la Policía Gubernativa”.

La Dirección General, en esta segunda época, fue también de vida efímera ya que, tan solo, dos años después fue disuelta, no siendo recreada hasta 1912.

El 20 de octubre 1887, la Gaceta publica el Reglamento para los Cuerpos de Seguridad y Vigilancia que determina las funciones y cometidos de cada uno de ambos Cuerpos, su composición, sus derechos y deberes, el régimen disciplinario, funciones y cometidos, etc.

Ese mismo año, se asigna a los integrantes del Cuerpo de Vigilancia la que sería una suerte de primera Placa-insignia a la que denomina “Medalla” de forma ovalada, luciendo en una de sus caras las Armas de España y en la otra, el gallo como símbolo de la vigilancia.

Paralelamente, se publica el primer Reglamento de Uniformidad del Cuerpo de Seguridad que llegará, con pocas modificaciones, hasta 1908.

Ambos Cuerpos se encontraban desplegados en la mayoría de las Capitales de provincia y ciudades de importancia; sin embargo, un Real Decreto de 28 de julio de 1889, dispone la disolución del Cuerpo de Seguridad en provincias, a excepción de Madrid, quedando tan solo desplegado el Cuerpo de Vigilancia que ve incrementado su número de efectivos y cuyo personal de los empleos de Vigilante pasa a desempeñar funciones de uniforme hasta que, en 1910, al ser paulatinamente relevados, nuevamente, por el Cuerpo de Seguridad vuelven a vestir de paisano como el resto del Cuerpo.

A lo largo de estos años hasta 1908, se suceden los Reglamentos y reorganizaciones -1905, 1906 y 1907- que afectan a la estructura corporativa adaptándola a las necesidades de cada instante histórico.

Es precisamente en estos años cuando se dan los primeros pasos en la aplicación de la ciencia de la identificación en la Policía e, incluso, cuando se inicia el camino que habría de conducir a la inauguración de la primera Escuela de Policía.

Sin embargo, este largo paseo de casi dos siglos de existencia nos permite comprobar que muchos de los programas y planes puestos en práctica, como innovadores, a lo largo de los años siguientes, tuvieron ya un antecedente muchos años atrás lo que viene a demostrar que no hay nada nuevo bajo el sol.

1908, constituye un año de notable importancia en el devenir histórico de nuestra Policía con la publicación de la Ley de 27 de febrero que, de alguna manera, sienta las bases de la Policía como la entendemos en los años siguientes.

En este periodo, al menos hasta 1931, en pleno reinado de D. Alfonso XIII, se hereda una buena parte del anterior y así, los atentados anarcoterroristas se suceden, en especial en la zona de Cataluña; atentan contra el Rey, al igual que había sucedido en el periodo anterior; asesinan a dos Presidentes del Consejo de Ministros; la guerra de Marruecos se recrudece, llegando a su punto álgido en el verano de 1921, con la caída de la Comandancia General de Melilla; se suceden las huelgas salvajes y los asesinatos callejeros; se proclama en varias ocasiones el estado de guerra; se produce un golpe de estado que conduce a España a una dictadura. Otro periodo negro de nuestra historia que provocó que nuestro suelo se regase con la sangre de muchos españoles.

A lo largo de estos años, asistimos, además de la reorganización de la Policía, por medio de la Ley de 27 de febrero, al despliegue de los Cuerpos policiales, especialmente el de Seguridad, por todo el territorio español; la recreación, por tercera vez, de la Dirección General de Seguridad, primero, y más tarde la de Orden Público; tras el atentado de Eduardo Dato en 1921, se militariza al Cuerpo de Seguridad; comienza a dotarse a los Cuerpos policiales de material móvil; se dan los primeros pasos para crear unidades especializadas en el restablecimiento del orden público; en 1926 se pone a la Policía Gubernativa bajo el patronazgo del Santo Angel de la Guarda y en 1930 se publica el Reglamento Orgánico.

Son años, por otra parte, de importantes innovaciones y páginas curiosas de nuestra historia corporativa. Desde ingeniosos inventos, como el del primer “robot” TEDAX; pasando por duelos al más rancio estilo romántico e incluso por el antecedente de la que pudo ser la primera Unidad canina de la Policía, recorreremos casi dos siglos apasionantes. Son, por tanto, las pequeñas historias de aquellos que sirvieron, a lo largo de los años, en la Policía Española.

No podemos obviar la creemos antecedente más remoto de las actuales UIPs, la creación en 1908 de la Sección Especial del Cuerpo de Seguridad que tendrá un protagonismo destacado en los años siguientes, al menos hasta la creación, en 1930, de la llamada Sección de Gimnasia, siendo Director General Emilio Mola.

Tras le recreación en 1923 de la Dirección General de Seguridad, sustituyendo a la de Orden Público, creada dos años antes, en 1930 se publica el Reglamento Orgánico de la Policía Gubernativa que estuvo en vigor, con algunas modificaciones, hasta 1975. Este Reglamento contempla la creación de la primera recompensa netamente policial: el Galón de Mérito.

También conviene hacer una mención, aunque sea somera, a la presencia de la Policía en los territorios africanos. En la Zona española del Protectorado de Marruecos; en los Territorios del Golfo de Guinea e, incluso, en la ciudad internacional de Tánger y, más tarde, ya en los años 70, la Unidad de la Policía Armada que prestó servicios en la provincia del Sahara, poco antes de abandonarla.

Tras la caída de la monarquía en abril de 1931 irrumpe en el panorama político nacional la II República y, con ella, se agudizan los problemas relativos al mantenimiento del orden público en todo el territorio nacional. Comienza, por parte de la izquierda más radical, la quema indiscriminada de iglesias y conventos, con casi completa impunidad; se suceden las huelgas y los atentados en los que pierden la vida varios miembros de la Policía Gubernativa; los movimientos monárquicos intentan un golpe de estado; las fuerzas del orden reprimen los movimientos libertarios que pretendían proclamar el comunismo en una buena parte de territorio; se produce el golpe de estado contra la República, auspiciado por socialistas y comunistas, provocando la sangrienta revolución de Asturias de 1934.

A lo largo de estos años, se crean los Grupos de Asalto del Cuerpo de Seguridad, poniendo al frente de ellos, a partir de septiembre de 1933, al prestigioso Teniente Coronel de Infantería Agustín Muñoz Grandes; se reorganiza el Cuerpo de Vigilancia, creando nuevas Brigadas; se potencia la motorización de la Policía y, por vez primera, un Cuerpo policial, el de Seguridad, se ve recompensado con la concesión del derecho al uso y custodia de la Enseña Nacional.

El Cuerpo de Seguridad, desplegado por todo el territorio nacional, se completaba, además de con los Grupos de Asalto, con las Unidades de Servicios Locales y de Caballería.

Iniciada la guerra civil -1936-1939- las Unidades del Cuerpo de Seguridad y Asalto se mantuvieron leales a la zona en la que se encontraban ubicadas, de esta forma, una buena parte de ellas se integraron en el Ejército frentepopulista destacando por su bravura y coraje en los diferentes frentes, en tanto que las que permanecieron fieles al Alzamiento nacional prestaron valiosísimos servicios tanto en el frente como en retaguardia. No debemos olvidar, por ejemplo, que una buena parte de la responsabilidad de que en ciudades como Valladolid triunfase el Alzamiento, se debió a la decisiva actuación del 12º Grupo de Asalto con base en la ciudad. Igualmente, hay que recordar que el 10º Grupo de Asalto, con base en Oviedo, se hizo acreedor a una Laureada y a una Medalla Militar colectivas debido a su heroico comportamiento. En esta misma línea se encuentra el 7º Grupo de Asalto (Zaragoza) que, en 1937, obtuvo una Medalla Militar colectiva por su heroica acción en Fuentes del Ebro.

Con relación a este periodo, señalar que, en tanto que en la zona nacional los Cuerpos policiales -Investigación y Vigilancia y Seguridad y Asalto- no sufrieron modificaciones significativas, no sucedió lo mismo en la zona controlada por el frente popular que en a finales de diciembre de 1936 reorganiza los servicios de seguridad reunificándolos en su totalidad, incluida la Guardia Civil que había visto modificada su denominación por la de Guardia Nacional Republicana, bajo la denominación de Cuerpo de Seguridad con dos ramas, una civil y otra uniformada.

Concluida la contienda civil y tras la promulgación de la Ley de 8 de marzo de 1941 se crean los Cuerpos General de Policía y Policía Armada y de Tráfico, para reemplazar a los existentes hasta entonces, incluido el Cuerpo de Vigilantes de Caminos.

Se reorganiza territorialmente la orgánica policial creando las Jefaturas Superiores de Policía que se ven ampliadas en 1958. De igual modo, en la estructura de la Policía Armada aparece como órgano de mando territorial la Circunscripción. Un hito importante es la recreación de la Escuela General de Policía y de la Academia Especial de la Policía Armada y de Tráfico.

La Policía Armada alcanza un objetivo que llevaba años anhelando la Policía uniformada tal es el caso del acceso de sus Suboficiales a los empleos de Oficial, algo que no se había logrado hasta entonces.

También durante estos años se crea la Orden del Mérito Policial y al Cuerpo General de Policía se le dota de uniforme para actos sociales. En 1959 la Policía Armada pierde las competencias en materia de tráfico; se reedita la revista “Policía Española”; aparece en escena el popular Servicio del “091”; se organizan las Unidades Móviles de la Policía Armada con capacidad de autotransporte y comienzan a crearse las Compañías de Reserva General.

Otro hito en la historia de nuestra Policía se registra en diciembre de 1970 cuando, al Cuerpo de la Policía Armada se le reconocen los méritos contraídos alcanzando el más alto honor que le cabe a una Institución, recibir la Bandera Nacional cuyo derecho al uso le había sido concedido en febrero anterior.

En este periodo que concluye con la muerte del General Franco, la instauración de la monarquía y el proceso de democratización de España comienzan a sentirse los primeros azotes del terrorismo asesino protagonizado por bandas y grupos de claro matiz marxista -ETA, Grapo, FRAP, etc.- que causan gran número de bajas entre los miembros tanto de los Cuerpos integrantes de la Policía Gubernativa, como de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil. Sin embargo, lo peor está todavía por llegar.

Instaurada la democracia con la promulgación de la Constitución de 1978, comienza a cambiar la fisonomía de nuestra Patria y pese a que la garra terrorista atenta con más intensidad que en los años anteriores, la democracia entra a raudales en España, proporcionándole años de paz y progreso, continuación de los anteriores.

Primero Don Juan Carlos I y, más tarde, Don Felipe VI, asumen la jefatura del Estado a título de Rey. En estos años, España ingresa en los más importantes foros europeos e internacionales, la CEE y la OTAN. Nuestra Patria comienza a ser escenario de grandes eventos, Mundial 82, Conferencia de Paz de Oriente Medio, Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y la Expo 92 de Sevilla, reuniones y cumbres al más alto nivel internacional, etc., que ponen de manifiesto la capacidad operativa de la Policía, encargada, en mayor medida, de asumir la seguridad integral de todos estos eventos; en la otra cara de la moneda comienza a planear sobre España el fenómeno del terrorismo islamista que se deja sentir en el atentado de Madrid de 2004.

La Policía se adapta a estos nuevos tiempos. Se crea el Cuerpo Superior de Policía y el de la Policía Nacional, por Ley de 4 de diciembre de 1978; la mujer se incorpora, en 1979, al primero de estos Cuerpos, siendo la institución armada donde, en primer lugar, accede la mujer que luego lo haría al segundo de ellos; cambia el plan de estudios tanto para los Inspectores del Cuerpo Superior, que comienzan a formarse en Avila, como para los Oficiales de la Policía Nacional que, tras realizar los dos primeros años de la carrera en la Academia General Militar de Zaragoza, los continúan y finalizan en la de San Lorenzo de El Escorial.

Durante estos años se reorganiza en varias ocasiones los Cuerpos policiales, creándose nuevas Unidades y modificando su despliegue en más de una oportunidad. En 1986, se pone fin a la bicefalia policial que, acompañó a la Institución prácticamente desde sus orígenes, al estar integrada por dos Cuerpos, uno, de estructura civil, y otro, de organización militar, creando el Cuerpo Nacional de Policía, resultante de la fusión del Cuerpo Superior de Policía y el de la Policía Nacional, que sufre una profunda modificación en sus estructuras orgánicas; se inaugura la Escuela Nacional de Policía de Avila; se activa el Plan “Policía 2000”, que resultó un fracaso y se crean las Cruces de la Dedicación Policial.

Finalmente, en 2014, el Cuerpo Nacional de Policía, muta su denominación por el de la Policía Nacional y, en 2015, S.M. la Reina Doña Letizia hace entrega de la Bandera Nacional al Cuerpo, alcanzando así la meta de un deseo largamente anhelado.

Y así, llegamos a este 2024 en que celebramos nuestro bicentenario. Todo un hito que no todas las Instituciones han alcanzado y que supone el reconocimiento de una labor callada y continuada a lo largo de doscientos años al servicio de España en cuyo transcurso fueron muchos los policías que, con honor y valentía, dieron su vida por nuestra Patria en el cumplimiento del deber.

José Eugenio Fernández Barallobre,
(artículo publicado en la revista "Código Azul" de JUPOL).

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