domingo, 15 de enero de 2023

1912. El presidente del Gobierno, José Canalejas asesinado en la Puerta del Sol de Madrid. Un complot sin aclarar

Del boletín "Emblema" -especial nº 1- tomamos este artículo de nuestro buen amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.

A las diez y media de la mañana del día 12 de noviembre de 1912, tras haber despachado asuntos con su Majestad el Rey Alfonso XIII D. José Canalejas y Méndez, presidente del Consejo de Ministros, abandonaba el palacio real.

1912. El anarquista Manuel Pardiñas asesina en Madrid al presidente del Consejo de Ministros José Canalejas Méndez

En la puerta del Príncipe, el Sr. Canalejas subió al coche oficial, que partió atravesando la plaza de Oriente, enfilando la calle de Carlos III. Momentos después, José Canalejas se apeaba del coche, en la calle Huertas, dirigiéndose a su domicilio, donde permaneció algunos minutos, despachando parte de la correspondencia con su secretario y con los taquígrafos.

Minutos antes de las once, el Sr. Canalejas salió de su casa, a pie, como acostumbraba a hacerlo con frecuencia. El presidente del Consejo dio una pequeña vuelta antes de dirigirse al ministerio de la Gobernación, donde estaba convocado el Consejo de ministros.

Por la calle de las Huertas llegó a la plaza del Ángel, y entrando por la calle de la Victoria embocó la Carrera de San Jerónimo. Continuó por la céntrica vía, concurridísima a aquella hora, entrando en la acera izquierda de la Puerta del Sol, seguido de los agentes de Policía Leonardo Borrego y Demetrio Benavides, haciéndolo estos a bastante distancia, algo que el presidente del Consejo tenía ordenada. Otro agente, José Martínez iba por delante del presidente.

Al pasar frente a la librería de San Martín, el presidente del Consejo se detuvo ante el escaparate para contemplar los libros, y un gran mapa de la guerra de los Balcanes, que en él se hallaban expuestos, quedando los policías junto al escaparate de “La Pajarita”.

Algunos curiosos de los muchos que aquella hora paseaban por la acera de la Puerta del Sol comprendida entre las calles de Espoz y Mina y Carretas, se detuvieron, mirando al presidente del Consejo, cuya persona gozaba de gran popularidad en Madrid. De pronto sonaron unos disparos, haciendo que la gente huyese despavorida de la zona.

Un sujeto desconocido, delgado, de mediana estatura y con bigote, que vestía gabán de color gris, camisa blanca, pantalón azul marino y que llevaba un sombrero flexible de color negro, se acercó al presidente Canalejas, y sujetándolo bruscamente con una mano por el hombro, mientras con la otra le disparaba cinco tiros consecutivos con una pistola marca Browning, de gran calibre, modelo 1910, de 9 mm corto, con un cargador de seis balas, -de las mismas características de la pistola que mataría dos años más tarde al Archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, provocando el inicio de la I guerra mundial- y que hizo que el presidente del Consejo de ministros se desplomase, quedando inmóvil sobre la acera. Eran las 11,25 de la mañana, como quedaría reflejado en el reloj roto del presidente del gobierno.

Tras unos instantes de gran confusión, un dependiente y el dueño de la librería San Martin, al oír los disparos, salieron de forma apresurada a atender al presidente del Consejo, al igual que lo hicieron sus agentes de escolta, y varios números del Cuerpo de Seguridad, así como otras personas, testigos presenciales, que rodearon el cuerpo inerme del señor Canalejas.

Cuando ocurrió el suceso, el doctor Sánchez de Rivera, que pasaba en esos instantes por la Puerta del Sol, asistió al presidente, que fue trasladado al ministerio de la gobernación, comprobando que tenía dos heridas, una en la cabeza y otra en el codo, manifestando que aún le latía el pulso cuando lo atendió. En cambio, en opinión del médico forense doctor Bejarano, el señor Canalejas falleció instantáneamente. La bala que mató a Canalejas, según el informe forense, entró por la oreja derecha, pero la realidad fue exactamente la contraria: el disparo le entró por debajo del lóbulo del oído izquierdo y le salió por el derecho. ¿Por qué se falseó la autopsia? ¿Era zurdo el asesino Manuel Pardiñas?

Tras el magnicidio el agresor intentó huir; pero apenas hubo recorrido unos cuantos pasos, tras un coche de los que tenían el punto frente a la bombonería “La Pajarita”, decidió colocarse la pistola, que había usado en el atentado, en la cabeza, disparándose por dos veces, cayendo al suelo y quedando en él agonizante.

El Guardia de Seguridad Nicasio Novelda le prestó auxilio, introduciéndole en el coche de punto número 25, con el que fue conducido a la Casa de Socorro del distrito del Centro. El estado del herido era tan grave, que no fue posible interrogarle. Registradas sus ropas, en ellas se encontraron la partida de nacimiento, un carnet de viajes, un retrato de una mujer con dedicatoria “a mi inolvidable Manuel”, un cuaderno en el que se leía: “Conflagración Internacional. París”, folletos de propaganda anarquista, un fragmento de la “Astronomía Popular” de Flammarion, una carta del Comité Internacional de Ginebra en la que se le preguntaba si todavía trabajaba en el Hotel Palace, un billete de 25 pesetas, vanas monedas de plata y cobre, un reloj y un ejemplar de ABC del día anterior. A las dos y veinte de la tarde, entre grandes convulsiones, falleció Pardiñas, ordenando el juez el traslado del cadáver al depósito.

Enseguida, corriendo como la pólvora, se conoció la identidad del asesino. Se trataba de Manuel Pardiñas Serrato, un oscense, pintor decorador de profesión, prófugo del servicio militar, que tendría que haber realizado en 1903, de filiación anarquista, muy conocido por la policía española, cuyos datos se encontraban en sus ficheros, algo que se sabría con posterioridad, tras las investigaciones del periodista ya desaparecido, experto en sucesos, Manuel Pérez Abellán.

A mayor abundamiento Pardiñas era seguido desde hacía tiempo por la Policía española, que conoció sus numerosos viajes a Buenos Aires, de donde sería expulsado, a raíz del asesinato del jefe de la policía de Buenos Aires Ramón Lorenzo; La Habana, Tampa (Florida) y Nueva York, llegando incluso a solicitar a los representantes diplomáticos españoles destacados en los Estados Unidos y al propio Servicio Secreto Federal norteamericano la búsqueda de Pardiñas, en territorio norteamericano, algo que resultó infructuoso.

De todas formas y a pesar de que las autoridades españolas no se enteraron de que Pardiñas había embarcado a finales de febrero de 1912 con destino a Europa, aquella vigilancia que se ejercía sobre los anarquistas españoles desperdigados por el mundo, dio una pista, al ser interceptada , gracias a una delación, a principios de ese mismo año de 1912, una carta enviada desde Tampa, Florida, firmada por un tal Pardiñas y otros dos individuos, y dirigida a otro anarquista residente en Burdeos, (Francia), en la que le pedía dinero para completar el ya reunido en los Estados Unidos, al objeto de enviar a un individuo de acción para cometer un atentado contra el rey de España cuando éste se dirigiese a San Sebastián en verano.

Pardiñas, en su estancia en Tampa, estrechó lazos de gran amistad con el tipógrafo catalán Pedro Esteve, un personaje, gran amigo de Francisco Ferrer Guardia, y editor de diversas publicaciones anarquistas en Tampa y Nueva York, relacionado intensamente, además de con la masonería, con anarquistas de otros países, como Enricco Malatesta, considerado uno de los principales teóricos del anarquismo moderno, del que se hizo íntimo amigo. En 1909 con motivo de la ejecución de Ferrer Guardia, fusilado el 13 de octubre en el foso de Santa Amalia de la prisión del castillo de Montjuic de la ciudad Condal, tras ser juzgado y acusado de haber sido uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, Esteve convocó en Tampa diversos actos y mítines de protesta y en 1910 fundó una Asociación Francisco Ferrer, de la que Pardiñas se haría miembro.

Malatesta ,que en 1907 había creado en Londres, junto al cubano Marcelo Salinas, el ruso, Schaifino, el francés Charles Malato y el español Lorenzo Portet, una oficina Internacional de Anarquistas, pedirá a Esteve un español con redaños capaz de acabar con “tiranos” para atentar de nuevo contra la vida del Rey Alfonso XIII.

Al conocer las autoridades gubernativas españolas de que Pardiñas se hallaba en Burdeos, envió a los funcionarios de policía, Tomas Armiñán y Francisco Alcaraz, a fin de seguirle los pasos a tan peligroso sujeto, algo que harían a la perfección. Incluso Armiñán llego a tomar contacto con él, sin que conociese su condición de policía. Sin embargo, de forma inexplicable, sus jefes, les ordenaron cesar en el seguimiento de Pardiñas y no gastar un duro más del erario público, el cual, esa fue la excusa, no podía soportarlo. Libre de Armiñan y Alcaraz, Pardiñas se trasladó, primero a Marsella, donde recibiría por parte de la antigua compañera sentimental de Ferrer Guardia, Soledad Villafranca, todas las instrucciones para ejecutar el magnicidio del presidente Canalejas y no del rey Alfonso XIII como se quiso hacer creer, con infundadas hipótesis, a través de la prensa, a la opinión pública, que aseguraban que Pardiñas había recibido la orden a asesinar al Rey Alfonso XIII, pero que, mientras esperaba que pasara por la Puerta del Sol, en dirección al Retiro, para inaugurar una exposición, vio caminar por la acera a Canalejas, al que conocía, completamente solo, cambiando de súbito de opinión y abalanzándose sobre él, para culminar el atentado, algo que resultaría del todo inexplicable al conocerse con posterioridad que el presidente Canalejas se sentía muy preocupado por las amenazas de muerte que recibía. La esposa del presidente, María Purificación Fernández, afirmaría que su marido le había dicho que la Policía había perdido el rastro de un tipo peligroso, apellidado Pardiñas, -conocía hasta su nombre-, que podría darle un enorme disgusto. Si el presidente Canalejas era conocedor de esa amenaza, el atentado casual queda descartado ¿Por qué entonces no se redobló la vigilancia sobre el presidente Canalejas? ¿Error policial? Se destacó el hecho de que el Rey Alfonso XIII tras visitar el cadáver de Canalejas reprendió a los mandos policiales con la siguiente frase: “¡Pues sí que han vigilado ustedes bien!”.

¿Una conspiración masónico-izquierdista, como apunta en el libro “Masonería” escrito por Jakim Boor, un seudónimo tras el que se escondía su autor, el Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, asesinó a Canalejas?

Con toda posibilidad. No puede pasarse por alto, que Canalejas, a pesar de ser un hombre de izquierdas, del ala moderada, que se declaraba católico, era partidario de un extremado orden y un profundo defensor de los intereses de España, Había establecido el Servicio Militar obligatorio; ordenado la ocupación de Larache, Arcila y Alcazarquivir en respuesta a la ocupación francesa de Fez, y promulgado la controvertida “Ley Candado”, que prohibía durante dos años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España, algo que molestó mucho a la jerarquía eclesiástica y a la inmensa mayoría de católicos que se echaron a las calles en grandes manifestaciones y celebraron con un éxito inusitado, donde participaron más de cien mil personas, el congreso Eucarístico de Madrid en 1911. Ante aquella exposición de fuerza católica, Canalejas y su gobierno decidieron no aplicar la “ley candado” hasta que se aprobaran nuevos decretos para su desarrollo, dejándola prácticamente en suspenso, algo que no le perdonaría la incorregible, odiosa y malvada izquierda española.

A ese “imperdonable crimen” añadiría Canalejas sus redoblados esfuerzos en la lucha contra el anarquismo y no le temblaría la mano en reprimir con fuerza el intento de sublevación republicana de 1911, con el motín en la fragata Numancia, donde, tras juicio sumarísimo, sería fusilado el fogonero Antonio Sánchez Moya, instigador del motín; al igual que los sucesos de Cullera, donde miembros de la recién creada CNT (Confederación Nacional del Trabajo) de carácter anarquista y la UGT (Unión General de Trabajadores) de inspiración socialista, tomaron el pueblo, en una revuelta donde asesinaron cruelmente a un juez y dos policías y que tuvo que ser sofocada y aplastada con dureza por el Ejército, que tras realizar consejos de guerra, condenó a tres obreros a la pena capital, Ante las algaradas producidas en España y en el extranjero, el gobierno se vio obligado a conmutar la pena capital a dos de ellos. El tercero, el líder de la revuelta, Juan Jover “el Xato de Cuqueta”, se beneficiaría de la gracia del propio rey Alfonso XIII, que conmutaría su pena, provocando la airada reacción del presidente Canalejas, que presentaría la dimisión, que no le fue aceptada por Don Alfonso XIII. También Canalejas ordenaría reprimir con fuerza la huelga ferroviaria de 1912, donde militarizó a reservistas. Desde ese momento el anarquismo, la izquierda más recalcitrante y la masonería, lo pusieron en el centro de su diana, acusándole de traidor y represor, iniciándose así una vasta conspiración para asesinarle. Para mayor conocimiento uno de sus mayores enemigos era Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE, al que Canalejas no soportaba, según sus palabras “porque le crispaba los nervios” y que ya había amenazado, en una de sus primeras intervenciones parlamentarias, con el atentado personal, al que fuera presidente del gobierno Antonio Maura.

Tras su paso por Marsella, Pardiñas se trasladó a Paris, a casa de un hermano, y donde, a pesar de que se sabía vigilado, pues las autoridades españolas habían solicitado a las francesas que extremaran al máximo su vigilancia, -redactando la gendarmería francesa diarios informes de sus movimientos-, Pardiñas hizo una vida normal, y dada su condición de hombre solitario, poco sociable, reservado y taciturno, la policía francesa fue disminuyendo la vigilancia y finalmente perdió su rastro el día 6 de noviembre.

El día 10 de ese mes, Pardiñas llegó a Madrid. Se alojó en casa de correligionario, moviéndose libremente por la capital, sin que la Policía detectase su presencia. Asistió a un mitin de apoyo a la revisión del proceso de Ferrer Guardia. Se le vio pasear por la Carrera de San Jerónimo con el líder del PSOE, Pablo Iglesias Posse, al igual que con un hombre y una mujer; merodeando, como así reconocieron testigos, por el taller del escultor Mariano Benlliure, que en esas fechas estaba realizando un busto a la esposa del presidente Canalejas, María Purificación Fernández. E incluso tomando una consumición en un bar de la mismísima Puerta del Sol.

Aquel crimen de estado, como sucedería también con los asesinatos de los presidentes del gobierno, general Juan Prim, Antonio Cánovas, Eduardo Dato y el almirante Luis Carrero Blanco, quedaría envuelto en enormes dudas, enigmas, misterios e incluso falsedades.

Dos balazos alcanzaron al presidente Canalejas, en la cabeza y en un codo. En la luna de la librería quedarían dos impactos de bala, otro en el marco del ventanal, otro alcanzó a Víctor Galán, ordenanza de la Sociedad Filarmónica, que se abalanzó sobre el asesino y al que intentó sujetar por los hombros, resultando herido en un brazo y otro disparado y fallado sobre el guardia de Seguridad, número 193, Nicasio Novelda, quien junto al policía Borrego Robledo, intentaron detenerlo, dándole Borrego un bastonazo en la cabeza. En total SIETE. Aceptando, en el mejor de los casos que uno de los disparos que dieron en la luna de la librería hubiese sido el que atravesó la cabeza de Canalejas, son SEIS, ¿Cómo pudo ser posible, tras disparar esas seis balas en el atentado contra Canalejas, que Pardiñas se disparase dos, cuando su pistola tan solo tenía seis balas? ¿Cómo pudo el mismo dispararse en la sien y la frente, como indicaba la autopsia? Nada se dijo en el informe oficial, si Pardiñas, en el momento del atentado, empuñó su arma con la mano derecha o con la izquierda, ni en que hombro del presidente se apoyó. Y si era zurdo, ¿cómo pudo dispararse en la sien derecha? ¿De qué arma salieron entonces los dos disparos que acabaron con su vida? Un completo misterio

Si se diese credibilidad a la versión oficial, Pardiñas había tenido que recargar su arma, algo que no sucedería. Hace unos años un criminólogo, Javier Duran, tras numerosos estudios, afirmó que era imposible que Pardiñas se auto infligiera los dos disparos, pues cualquiera de ellos habría provocado su muerte instantánea. Apuntaba a que los dos disparos que le causaron la muerte fueron efectuados por otro tirador, que tuvo orden de ejecutarlo. Sin embargo todo se preparó como si de un suicidio se tratase ¿Por qué? También se barajó la hipótesis de que los funcionarios policiales arrastraron a Pardiñas al interior de un portal cercano tras ser detenido, algo que cambiaría sustancialmente la versión oficial.

Manuel Pardiñas colgado tras su muerte en el depósito judicial de Madrid. Gran foto exclusiva de Luis Marín, para ABC, donde se aprecian perfectamente las dos heridas en la cabeza del terrorista asesino.

Esa versión oficial señalaba que la muerte de Pardiñas, como referimos en líneas anteriores, se produjo tras su fallido intento de huida, colocándose la pistola, que había usado en el atentado, a la altura del parietal de su cabeza, disparándose dos tiros que le hicieron, tras una extraña pirueta, caer al suelo, quedando en él agonizante.

La Universidad de Madrid elaboró en aquellas fechas un estudio donde manifestaba que Pardiñas había muerto de una sola “herida de arma de fuego en la región temporal derecha, con orificio de salida por el parietal izquierdo” sin recoger otras heridas en su cuerpo, como haría hace unos años la prestigiosa doctora en Medicina Legal y Forense María del Mar Robledo que tras realizar un minucioso estudio médico sobre la muerte de Pardiñas, la consideró incompatible con un suicidio. En él dejó escrito de forma textual “que Pardiñas tiene una herida de entrada de bala en la región temporal derecha; herida de salida de bala en la región temporal izquierda; herida de entrada en la frente lado izquierdo; herida en el pómulo izquierdo posible orificio de salida de bala; herida contusa debajo del ojo izquierdo; herida contundente contusa irregular en pómulo derecho de tres centímetros aproximadamente; herida por objeto contundente en la región superior del tabique nasal con sangrado, heridas defensivas en ambas manos: nudillos, dedos y sangrado de uñas; herida por sable y marca de una porra en la espalda”

Eso demuestra que efectivamente, como afirmó con posterioridad el agente Borrego, este se había abalanzado sobre el asesino al que propinó un bastonazo en la cabeza. Pero además están los impactos de un sable y una porra y las heridas en ambas manos, de lo que se infiere que Pardiñas luchó con los policías que intentaron detenerle y reducirle con golpes.

Pero sin duda, muy esclarecedora, es la imagen del fotógrafo Luis Marín, colaborador de ABC, de Pardiñas muerto colgado de la pared en el depósito judicial, publicada en su día, en el prestigioso diario madrileño y que insertamos en estas páginas, y demuestran signos indudables de que se escondieron o se callaron argumentos muy importantes de aquel asesinato político. Los dos balazos en la sien y frente de Pardinas son evidentes.

Otro extremo que nunca se aclaró ¿De dónde sacaba Pardiñas el dinero para sus constantes viajes? Un simple pintor decorador ¿podía permitirse, como lo hacía, vivir sin estrecheces? ¿Quién le aportó, como conoció la policía, importantes cantidades de dinero en Tampa y en Europa? Era como la chica del 17 ¿de dónde saca pa tanto como destaca? ¿No sería un sicario contratado a sueldo por la masonería internacional?

Muchas preguntas están todavía sin respuesta ¿Quién se benefició del asesinato de José Canalejas? ¿Fue una conspiración, o un acto realizado de forma individual? ¿Qué tuvo que ver el fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, al cual le unía amistad con Pardiñas, en aquel atentado? ¿Qué medidas tomaron el ministerio de la Gobernación y la policía, para impedirlo? ¿Por qué se dio orden a los funcionarios españoles Armiñan y Alcaraz de abandonar en Burdeos el seguimiento a Pardiñas con la excusa de que no había dinero?

Aquel magnicidio trajo consigo la puesta en marcha de nuevo de la Dirección General de Seguridad, cesando como Jefe Superior de Madrid, Ramón Méndez Alanís, que fue nombrado Director General. Tras el asesinato del presidente Canalejas, el principal responsable político español de la seguridad, el ministro de Gobernación, Antonio Barroso, dimitió de forma irrevocable.

Carlos Fernández Barallobre.

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