martes, 13 de julio de 2021

La heroica epopeya de Igueriben. Nueve días para la gloria (I)

A partir de hoy, 13 de julio, comienza el centenario de la heroica epopeya, el calvario, sufrido, a lo largo de nueve días, por un puñado de españoles, a las órdenes del Comandante de Infantería, Laureado de San Fernando, Julio Benitez, que más allá del valor defendieron, hasta la muerte, la gloriosa Bandera de España en la lejana posición de Igueriben, en pleno protectorado de España en Marruecos, en el verano de 1921, dando con ello una lección de arrojo e hidalguía que no puede pasar inadvertida para los españoles de bien.

El relato de estos nueve días -13 al 21 de julio-, constituye un hecho histórico que está tomado, con total fidelidad, de lo escrito por los supervivientes de la posición y novelado, introduciendo un personaje de ficción, un Teniente de Infantería que llega destinado a la posición y que refiere los hechos en primera persona a modo de diario.

El heroico Comandante Julio Benítez, Caballero Laureado 

Todos los personajes, salvo el narrador, estuvieron presentes en aquella gloriosa gesta y todos, a excepción del Teniente Casado, dejaron su vida en aquella lejana posición.

El texto, pertenece a la novela “Tiempos de amor y muerte. El infierno de Igueriben”, publicado por LC Ediciones, en 2018, de la que soy autor.

Para situarnos en contexto, debemos retroceder a las operaciones, iniciadas por el General Fernández Silvestre, en 1921, con el fin de pacificar la zona oriental del protectorado marroquí y hacer efectiva la presencia de España, dando cumplimiento, así, a sus compromisos internacionales derivados del Acta de Algeciras de 1906.

El 7 de junio de 1921, se consolida la posición de Ingueriben, pieza clave en el entramado defensivo de Annual, así como de las posiciones "Intermedias A y B" lo que parecía indicar la firme resolución del mando de seguir avanzando más allá de la línea delimitada por el río Amekrán, asegurando, en todo caso, la gran posición de Annual.

Igueriben, distante en línea más de 6 km. de Annual, se constituyó en una especie de punta de lanza del frente, apoyada desde Annual pero, en realidad, la distancia entre ambas posiciones y la pésima orografía de la zona, la dejaban totalmente aislada, batida desde los flancos por alturas superiores, a merced de su propia suerte.

Su justificación, y por ello su toma el 7 de junio, radicó en el hecho de ser pieza vital para mantener las comunicaciones entre Annual e Izummar, así como el abastecimiento entre aquella posición, eje de todo el dispositivo táctico, y Drius.

La posición estaba guarnecida, además de por dos Compañías de “Ceriñola”, la 2ª del 1º Batallón y la 4ª del 3º; por una Sección de ametralladoras de la Compañía de Ametralladoras de Posición; una Batería ligera del mixto de Artillería; un destacamento de Policía Indígena con nueve hombres y tres soldados de Ingenieros pertenecientes a la Estación Heliográfica nº 17. En total, menos de cuatrocientos hombres.

Como dato relevante para determinar la gravedad de la situación que tuvieron que afrontar estos hombres, cabe señalar que la posición carecía de depósito de agua y las operaciones de aguada había que realizarlas, por zonas muy batidas por el enemigo, recorriendo una distancia de cuatro kilómetros.

El día 13 de julio, asume el mando de la posición el Comandante de Infantería Julio Benítez Benítez que se había distinguido heroicamente, con anterioridad, en la defensa de Sidi-Dris, donde logró rechazar al enemigo.

Y fue, precisamente, a partir de esta fecha cuando la posición comenzaría a ser atacada, prácticamente sin tregua, hasta su caída el 21 siguiente.

Durante estos nueve días, el calvario y los sufrimientos que tuvieron a arrostrar los defensores de aquel enclave fueron inenarrables.

Esto fue lo que sucedió:

Miércoles, 13 de julio:

Por personal de Policía acabamos de saber la masiva concentración de la Harka con el fin de caer sobre nosotros y sobre Annual. Al conocer su número y nuestra situación nos hemos dado cuenta de que, salvo un milagro o la orden de inmediata evacuación, la suerte está echada.

La posición de Igueriben

Igueriben es una posición aislada, distante en línea más de 6 km. de Annual. Pretende ser una especie de punta de lanza del frente, apoyada desde Annual pero, en realidad, la distancia entre ambas posiciones y la pésima orografía de la zona, la dejan totalmente aislada, batida desde los flancos por alturas superiores, a merced de su propia suerte.

Su justificación, y por ello su toma el pasado 7 de junio, radica en el hecho de ser pieza vital para mantener las comunicaciones entre Annual e Izummar, así como el abastecimiento entre aquella posición, eje de todo el dispositivo táctico, y Drius. Es preciso mantenerla a cualquier precio.

De todas las alturas que dominan la posición destaca la llamada “Loma de los Arboles”. Un enclave que teníamos que haber tomado por encima de todo e incomprensiblemente no se hizo y desde la cual nos masacrarán el día menos pensado.

La posición esta guarnecida, además de por dos Compañías de “Ceriñola”, la 2ª del primer Batallón, en la que estoy destinado, y la 4ª del 3º; por una Sección de ametralladoras de la Compañía de Ametralladoras de Posición, una Batería ligera del “Mixto”, un destacamento de Policía con nueve hombres y tres soldados de Ingenieros pertenecientes a la Estación Heliográfica nº 17. En total, no llegamos a cuatrocientos de los cuales un puñado somos Oficiales. Ni siquiera disponemos de médico ni de Pater.

He conocido al resto de los Oficiales, además del Capitán Bulnes y el también Capitán de la Paz Orduña, de Artillería; los Tenientes Bustamente, de Artillería; Castro, Rodríguez López, Casado, Galán y Sierra y el Alférez Vilanoba, todos de nuestra querida Arma a los que saludé efusivamente. Todos ellos forman el cuadro de mandos de está extrema posición de nuestro dispositivo. Los he visto animados, aunque preocupados. Tienen perfectamente asumido su destino, sea cual sea, y están convencidos de su obligación, por patriotismo y por honor, de defender aquel trozo de España. Me han ayudado a elevar la moral y a vencer la sensación de temor que me embarga.

Durante esta tarde, entre escaramuza y escaramuza con el enemigo que nos hostiliza de forma constante, tuve tiempo de estudiar más a fondo la posición. Además de todas las deficiencias observadas anteriormente, caminos cortados por barrancos, alambradas de tan sólo dos filas y demasiado próximas al parapeto, una más que añadir y de relevante gravedad, la aguada se encuentra a cuatro kilómetros y medio de la posición. ¡Imposible de acceder a ella en cuanto se formalice el cerco!

Por la noche, en la reunión de Oficiales, valoramos, una y otra vez, la situación en la que nos encontramos, las posibilidades reales y las medidas a adoptar. Todos estuvimos de acuerdo en que, un ataque en toda regla de la Harka no podríamos repelerlo dada la escasez, mejor dicho, penuria de medios de defensa y que la resistencia, si somos cercados, no podrá prolongarse demasiado tiempo dada la total carencia de agua en cuanto se haga imposible el servicio de aguada.

Advierto, al ver a la Tropa, que no en todos los casos la moral de combate está tan alta como hubiera sido deseable. De una parte, la bisoñez de muchos de ellos, y de otra, la falta de la necesaria preparación previa que convierte a un hombre en un soldado.

Tengo miedo, pero no me queda más remedio que ocultarlo ante mis hombres, tratando de darles unos ánimos que incluso en algún momento ni yo mismo tengo. Trato de infundirme valor a mí mismo y busco contagiarlo del que destilan, por todos sus poros, los demás Oficiales de la Guarnición más avezados en la lucha contra en moro en estas inhóspitas tierras.

Benítez es un hombre con un par de cojones. Este sí que es militar. Lo he visto recorrer la posición, una y otra vez, animándonos, alentándonos y hablándonos de que estamos allí para defender el honor de España, dando vivas al Rey y a la Patria que enardecen nuestras almas, nuestras conciencias de militares. Me recuerda lo que de niño me leía mi madre sobre el General Alvarez de Castro y su defensa de Gerona en la Guerra de la Independencia; tal vez aquel hombre y su gesta, escrita con letras de oro en la Historia de España, fuesen en parte responsables de mi vocación militar.

He quedado extasiado viendo como la tarde huía por poniente y la noche nos envolvía con su manto negro de malos presagios. El cielo se tiñó de naranja mientras el sol se mecía sobre unos riscos lejanos huyendo de nosotros como no queriendo ser testigo de nuestro sufrimiento y nuestras penas. Al final, con la monocorde sintonía de los “pacos”, llegó la noche y miles de brillantes y refulgentes ojos de plata llenaron el palio estelar.

Antes de acostarme me he asomado al parapeto perdiendo la vista en una lejanía que cada vez me parece más imposible. Esta tierra, dura, hostil, que hechiza con sus salvajes encantos, es capaz de seducir como si de un mortífero canto de sirena se tratara.

Me siento observado; sé que cientos de negros ojos escrutan mis movimientos ocultos tras los peñascos, aguardando el mejor momento para terminar con mi vida. Un disparo, solo un disparo proveniente de cualquier escondrijo de “paco”, que terminará con mi vida, con mis sueños, con los recuerdos de mi amada Carmiña.

No he podido confesarme ni oír Misa antes de llegar a la posición. Ni siquiera pude hacerlo en Annual, no hubo tiempo para ello. Ahora me arrepiento. Sé que la noche, inundada de estrellas, se convertirá en el mejor confesonario para elevar a Dios mi plegaria por el perdón. Perdón por mis dudas, por mis ambivalentes deseos, por las faltas cometidas, por mis miedos. Dios mío, acógeme en Tú misericordia y que Tú benevolencia perdone todos mis pecados.

He sido incapaz de conciliar el sueño, tan solo entre pesadillas he podido sumirme en una especie de duermevela plagada de inquietantes sombras y de los más negros de todos los presagios.

José Eugenio Fernández Barallobre.

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