sábado, 21 de marzo de 2020

1936. Los sucesos de la Comisión de Límites de Melilla

Nuestro amigo y colaborador, Carlos Fernández Barallobre, nos remite este interesante artículo sobre un suceso histórico, que tuvo por escenario la Comisión de Límites de Melilla, en los inicios de la guerra civil.

El día 17 de julio de 1936, en la comisión Geográfica de límites del Ejército, situada en el barrio de la Alcazaba de Melilla, se producirá un suceso que habría de cambiar la historia de España. A la tarde de ese día, en su edificio se hallan reunidos junto al teniente coronel Juan Seguí Almuzara, el teniente coronel Darío Gazapo, teniente Coronel Bertomeu, el comandante Zanón, el capitán Medrano, dos capitanes de la Guardia Civil, el teniente legionario Julio de la Torre y seis tenientes más, Bragado, Comas, Tasso, Sánchez-Suárez, Samaniego, y Cano, junto a varios falangistas, todos ellos dispuestos a iniciar un movimiento ante el sectarismo y desgobierno del Frente popular, que lleva a España al despeñadero. Cuatro días antes, una camioneta de la Dirección General de Seguridad al mando de un capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés, junto a guardias de asalto y paisanos pertenecientes a la escolta del líder socialista Indalecio Prieto, han arrancado de su casa de Madrid y asesinado al líder del Bloque Nacional, José Calvo Sotelo, abandonando después su cadáver, como un fardo sanguinolento en el cementerio del Este.  

La Comisión de Límites de Melilla

Los reunidos preparan las diferentes tareas para hacerse con la plaza de Melilla. El teniente coronel Seguí es el encargado de dar las instrucciones concretas a cada uno de los reunidos: Bragado, se hará cargo de la delegación gubernativa; Sánchez Suárez, de la inutilización de las radios de todos los barcos del puerto; otro de los teniente ocupará el Ayuntamiento, 

Sin embargo un teniente cobarde los delata y en el edificio de la Comisión Geográfica de Límites aparece un teniente de Asalto, Juan Zaro, acompañado de cuatro policías, once guardias de asalto y varios paisanos, exigiendo por orden del comandante jefe de la circunscripción oriental del Protectorado Español en Marruecos, General Manuel Romerales, practicar un registro. Los guardias de asalto toman posiciones distribuyéndose alrededor del patio y dominando todas las ventanas del edificio y sus salidas. La situación para los conjurados es desesperada a pesar del que el teniente Sánchez-Suárez distribuye a todos los presentes en la reunión granadas de mano, amartillando, todos ellos, sus pistolas reglamentarias. 

El Teniente Zaro llama en ese instante a la puerta que le abre el teniente coronel Gazapo, preguntándoles que deseaban “Hombre Teniente Zaro ¿qué le trae por aquí? ¡Y con tan numerosa compañía! “A mi nada mi teniente coronel” contesta Zaro. “Es al delegado gubernativo señor Benet que dice que trae una orden de registro”. Benet, delegado de orden público en Melilla, enseña la orden de registro con el propósito, al estar alertados, de detener a los conspiradores, Gazapo y el capitán Medrano le previene que aquel es un edificio militar y no pueden efectuar un registro. Gazapo, para ganar tiempo, se pone telefónicamente al habla con el General Romerales que confirma la orden dada al delegado gubernativo, pues según el general, Benet tiene varias confidencias. Todo se pone en contra de los reunidos en la comisión de límites. 

Gazapo y Medrano los entretienen enseñándoles cartografía, mapa y algunos despachos donde no hallan nada 

Ante tal situación, Gazapo ordena al teniente De la Torre que desde un despacho contiguo se ponga en comunicación con el acuartelamiento del Tercio, muy próximo a la comisión de límites. De la Torre lo hace y con inusitada rapidez llega hasta el edificio de la comisión una patrulla de legionarios que manda el sargento Sousa y que penetra en el patio con sus fusiles montados y bombas de mano al cinto. En ese instante el Sargento Sousa y sus legionarios no ven a sus mandos y vacilan al verse rodeados por los Guardias de Asalto. Fue un momento crucial. 

El teniente de la Torre empujando a los que estaban en la puerta salta al patio, y toma el mando de los legionarios ordenado cargar y apuntar a los guardias de asalto. “Legionarios” dice De la Torre, “Se trata de salvar a España, de salvar el honor del Ejercito, que es vuestro honor ¡Confiad en mí! Soy un teniente de vuestras gloriosas Banderas. ¡Carguen armas! ¡Apunten! 

Los fusiles de los legionarios apuntan a los guardias y la pistola del Teniente De la Torre, el corazón del teniente de Asalto. Matar o morir era esa la situación. En esos instantes el teniente Zaro, anta tal situación, muy sereno dice en alta voz:”¡Compañero oficial de La Legión! mis guardias son también Ejército y no disparan contra el Ejercito!”. 

Uno de aquellos guardias, con el terror reflejado en su rostro, arrojó su fusil al suelo, gritando: ¡Mi teniente! ¡Mi teniente! ¡No disparéis! ¡Que somos padres de familia! 

¡Rendíos! –ordenó el Teniente De la Torre-. Ambos tenientes se estrechan la mano y se funden en un abrazo. Los Guardias Asalto se suman desde ese momento incondicionalmente a los legionarios. Benet, sus policías y paisanos son detenidos. 

Eran la cuatro y media de la tarde del día 17 de julio de 1936. El Alzamiento se inicia en Melilla, dando comienzo así a un nuevo tiempo en la dilatada historia de España. 

Carlos Fernández Barallobre 

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