Del boletín "Emblema" de agosto tomamos este artículo de nuestro gran amigo y compañero el Comisario (H) Angel J. Alcázar Sempere.
En julio del año 1971 acababa de cumplir doce años y con mucha ilusión pasaba a formar parte de la Organización Juvenil Española (O.J.E), cuestión de la que nunca me he arrepentido debido a las magníficas enseñanzas y valores que recibí en ese juvenil periodo, y a la gran cantidad de actividades y aventuras que pude realizar.
Ese año de 1971 era Año Santo Compostelano, y la O.J.E, participaba por segunda vez en una creación espiritual, cultural y social sin parangón: La peregrinación a Santiago de Compostela.
Mi jefe de Hogar era un gallego de unos treinta años, nacido en La Coruña, el cual con cierta frecuencia nos hablaba a los chicos, poniendo mucho entusiasmo, de su participación en la peregrinación de la OJE a la ciudad de Santiago de Compostela en el año de 1965.
Aquel año fue la primera vez que la Organización participaba, y sin duda marcó un hito histórico en el asociacionismo juvenil del momento.
Debo decir que fue la primera vez que tuve noticia de la existencia de esta peregrinación por tierras de nuestra querida España, y a partir de entonces siempre tuve especial interés por todo aquello que tuviera que ver con ese “Camino a Santiago”.
Con solo doce años, habiéndome afiliado hacia poquísimo y encontrándonos ya el mes de julio, no pude participar en la peregrinación del año 1971, tal y como me hubiera gustado hacer.
Hubo otra segunda ocasión en que, siendo también año jubilar, pudiera haber participado como miembro de la OJE, se trataba del año 1976. En esta ocasión me encontraba en el excepcional e incomparable Campamento Nacional de Covaleda (Soria), titulándome como jefe de Círculo, por lo que tampoco pudo ser. No obstante, el reto permanecía en mi virtual agenda de asuntos pendientes...
Pasado el tiempo, llegamos a 1982, nuevamente Año Santo Compostelano. Ese año me encontraba en mi segundo periodo de formación en la Academia Especial de Oficiales de la Policía Nacional de San Lorenzo de El Escorial (Madrid). El coronel director de la Academia autorizó nuestro viaje para que pudiéramos tener la ocasión de ganarnos el jubileo. El viaje lo hicimos en un autobús del Servicio de Automoción del Cuerpo de la Policía Nacional, y recuerdo haber tardado nada menos que dieciséis horas en realizar el trayecto por carretera desde El Escorial. Huelga decir que en esa época las carreteras a Galicia no eran ni muchísimo menos lo que afortunadamente son hoy en día.
¡Caramba, algún sacrificio debíamos hacer para tener algún mérito que presentar al Santo!
Desde luego, poquísimo sacrificio si se compara con una peregrinación realizada “a patita” e iniciada en Roncesvalles, que en definitiva era lo que yo siempre había querido hacer.
Por aquella época yo solo había oído hablar del llamado “Camino francés”. Mucho más tarde, concretamente en el año 1993 el llamado Camino Francés fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad (1). Esto, sin duda, ha servido para internacionalizar “El Camino” de manera extraordinaria; de hecho, en las fechas en las que me encontraba haciéndolo (meses de mayo y junio), yo diría que más del 90 % de los peregrinos eran extranjeros, y como curiosidad, una gran parte de ellos provenientes de países asiáticos.
A propósito de la Academia Especial, quiero decir que siempre estaré agradecido a los profesores que tuvimos, por la elevada entrega que pusieron con nosotros para completar nuestra formación como oficiales de la Policía Nacional. Hoy muchos de ellos se encuentran en otra dimensión bastante más etérea. ¡Que Dios los tenga en su inmarcesible gloria!
Más tarde, en el año 1989, de nuevo tuve la inmensa suerte de estar en Santiago de Compostela, esta vez con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud, desarrollada los días 19 y 20 de agosto, esta vez formando parte del servicio de seguridad policial establecido en la visita que hizo a la ciudad el muy recordado Papa Juan Pablo II. Especialmente recuerdo la multitudinaria reunión de fieles en la explanada del Monte do Gozo, cuyo acto central era la celebración de una misa, que naturalmente oficiaba el que años más tarde fue declarado Santo. Los fieles asistentes procedían de casi todos los rincones del planeta, y recuerdo que en su inmensa mayoría eran muy jóvenes.
En tres ocasiones he realizado “tramos del Camino” con finalización en Santiago de Compostela, dos con inicio en Sarria (Lugo), y otra con inicio en Tuy (Pontevedra). Como se ve, todas dentro de la muy querida y hospitalaria región gallega. En las tres solicité al Cabildo de la Santa Apostólica Metropolitana Catedral de Santiago de Compostela, la Carta de Certificación, popularmente conocida como “La Compostela”, por ser el recorrido efectuado superior a cien kilómetros.
Sin duda ninguna “La Compostela” no es lo más importante de la peregrinación, pero debo reconocer que me gusta tenerlas como prueba irrefutable de haber intentado conseguir de la Providencia algún tipo de riqueza o gracia de tipo espiritual.
Bien, hasta aquí las veces en las que he estado en relación con el Camino a Santiago y su peregrinación y los distintos niveles de participación.
Ahora que estoy jubilado por cumplimiento de la edad reglamentaria, y que me encuentro en buenas condiciones físicas, que las mentales son cosas de hechiceros, magos y brujos, he iniciado mi peregrinar tomando como punto de partida la ciudad de Pamplona. En verdad no creo que sea estrictamente necesario iniciar el Camino desde Roncesvalles o desde la localidad francesa de Saint Jean Pied de Port. Permítanme los puristas (que para todo los hay), esta pequeña licencia.
A pesar de tener, en teoría, todo el tiempo del mundo, he tenido que suspender el camino en dos ocasiones, una en Burgos y la otra en Ponferrada (León). Los motivos eran lo suficientemente importantes para tener que interrumpir mi anhelado viaje y regresar a casa para dar cumplimiento a cuestiones inaplazables.
Quiero decir que el recorrido efectuado hasta ahora me ha llenado de una absoluta felicidad y además está siendo una experiencia de las más gratificantes que he tenido en mi vida. Digo, como se ve, “está siendo”, porque dejo pendiente para más adelante (espero que pueda ser en este mismo año) el tercer y último tramo Ponferrada-Santiago, que son poco más de doscientos kilómetros.
Me ha sorprendido y me ha emocionado mucho, ver levantadas cruces potenzadas de la O.J.E en algunos tramos del camino correspondientes a la peregrinación del año 1965, ya comentada con anterioridad. Las fotos que adjunto a este artículo pertenecen a una de ellas.
A pesar de ser la primera vez que recorro este Camino francés del que nunca me he desentendido, y que resulta ser el más popular, el más internacionalmente conocido y el que tiene mejores “infraestructuras”, tengo la sensación de que se pueda estar convirtiendo en algo de tipo turístico en detrimento de lo que es en origen y sobre todo en esencia.
Si se me permite, me explicaré:
Me he encontrado personas que no sabían a ciencia cierta quien era Santiago. Esto puede parecer increíble, pero es radicalmente cierto. Quizá sea algo muy minoritario, pero desde luego me produjo un gran chasco, por no decir estupefacción.
Mi segunda consideración al respecto es que aun entendiendo que la espiritualidad o la religión son cuestiones muy personales en cada uno de nosotros, y que cada persona pueda vivirla de diferentes formas, me parece que las iglesias y ermitas a lo largo del trayecto están muy poco visitadas. En muchos casos la entrada a las mismas se realiza con la finalidad exclusiva de conseguir el sellado de la credencial del peregrino.
En tercer lugar, he llegado a ver durante mi trayecto hasta tiendas indias de las conocidas como “tipi”, supongo que a modo de alojamiento. He de confesar que no me acerqué a verlas, pues no quería (ni siquiera tener la posibilidad) enojarme de ninguna manera, pues ya tuve lo suficiente con observar que muy cerca de ellas y en el mismo recorrido, existían unas instalaciones decoradas a modo de western (no sé si pertenecen al mismo dueño o no), pero no me gustó, creo que es algo extraño a la esencia del Camino y que podría, caso de ir cundiendo la extravagancia, llegar a desnaturalizar al mismo.
De cualquier manera, en estos momentos de días tremendamente calurosos del mes de julio, quiero finalizar mi artículo manifestando que estoy impaciente para retomar el Camino en el mismo lugar donde lo tuve que dejar (Ponferrada), y poder finalizarlo, desde luego obteniendo la correspondiente credencial. Espero que en este tercer y último tramo me pueda acompañar mi querido hijo, el cual viene desde el extranjero para compartir conmigo esta maravillosa e irrepetible experiencia.
Angel J. Alcázar Sempere.
Notas
(1) Con anterioridad, y debido al excepcional valor histórico, cultural y religioso de Santiago de Compostela y especialmente como destino final del Camino de Santiago, la UNESCO en 1985 reconoció a la ciudad con esta misma distinción. España con 49 bienes, está a la cabeza de los países con más sitios inscritos en esa lista.
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