martes, 9 de julio de 2024

El primer uso del radiocontrol para activar un artefacto explosivo por terroristas: atentado contra el General Franco en las cercanías del Palacio de Ayete (San Sebastián) en 1962

Del boletín "Emblema" de julio, tomamos este interesante trabajo de nuestro buen amigo y compañero Antonio Alonso Rodríguez.

Entre las numerosas formas de activar un artefacto explosivo con fines terroristas que existen, tal vez, una de las más insidiosas es la que se realiza, a distancia, por medio de un radiocontrol pues limita la capacidad de defensa de la víctima.

En la actualidad, debido a los numerosos avances técnicos, la activación de un artefacto explosivo a distancia se puede hacer de numerosas maneras: por radiocontrol, por medio del teléfono, por Internet, etc, pero… ¿Cuándo se realizó, por primera vez, un atentado terrorista donde se activó una carga explosiva por este medio?

Algunos pueden pensar que tal vez fuera la criminal organización terrorista ETA o, tal vez, el cruel grupo irlandés PIRA (Provisional Irish Republican Army) que en la última mitad del siglo XX cometieron numerosos atentados, los precursores en la utilización de este letal sistema de activar artefactos explosivos.

Pues bien, aunque a algunos les sorprenda, la primera vez que se utilizó, con fines terroristas, un radiocontrol para hacer detonar una carga explosiva fue en España, concretamente el 19 de agosto de 1962, el objetivo era el General Francisco Franco Bahamonde y los autores fueron un grupo anarquista, denominado Defensa Interior (DI), capitaneado por dos conocidos militantes de la CNT durante la guerra civil, Cipriano Mera Sanz y Juan García Oliver junto con un nuevo fichaje que procedía de las Juventudes Libertarias llamado Octavio Alberola Suriñach.

Si usted es de los que gustan mensajes cortos y poco profundos, o valga la redundancia, tertuliano de televisión o radio, ya puede dejar de leer este artículo ya que tiene la información necesaria para ser considerado un experto en terrorismo. Sí, en cambio, le gusta profundizar en el porqué de las cosas, prepárese ya que, a partir de este momento, empieza lo interesante.

EL USO DEL RADIOCONTROL EN ATENTADOS TERRORISTAS.

Por las noticias que tenemos, la organización terrorista PIRA (Provisional Irish Republican Army), una escisión del IRA tradicional que se produjo en 1969, usó un radiocontrol para la activación de un artefacto explosivo, por primera vez, el 19 de enero de 1972.

Los terroristas del PIRA prepararon una emboscada a los desactivadores de explosivos británicos que acudían a revisar un objeto sospechoso que había sido depositado junto a un puesto de aduanas en la localidad de Auchnacloy, ciudad fronteriza entre Irlanda e Irlanda del Norte. Por fortuna, el artefacto no funcionó de manera correcta, y tras ser localizado y desactivado por las fuerzas del orden, se pudo comprobar que, camuflado en un vehículo de la marca Mini que había sido previamente sustraído, había una carga de 30 libras de alto explosivo, unos 15 kilos, más otros 25 kilos de metralla, que se activaban por medio de un sistema radiocontrol de la marca Staveley Tonelock, de los utilizados en aeromodelismo, cuyo receptor estaba conectado a la antena de radio del coche[1]. La aparición de este sistema creo una gran agitación en el mundo de los desactivadores de explosivos ya que, suponía, un enorme peligro difícilmente detectable.

Este fallo inicial de los terroristas sólo sirvió para que profundizaran en sus investigaciones y, sólo un mes después, el 27 de febrero de 1972, un nuevo artefacto controlado por radiocontrol hizo su aparición. En esta ocasión, los terroristas dejaron un maniquí encapuchado, simulando ser el cuerpo de una persona, junto a la frontera entre ambas Irlandas, cerca del Puente de Annies, sobre el Rio Finn, en el Condado de Monaghan (Irlanda). Próximo al señuelo enterraron una mina Claymore unida a un radiocontrol, esta vez de la marca Macgregor Codamac, también normalmente utilizado en los vuelos de aviones de aeromodelismo y que, más adelante, se convirtió en el estándar de los radiocontroles usados por los terroristas del PIRA que llamó, de manera genérica, a todos los radiocontroles como “los Macgregor”. Otra vez la fortuna salvó a los policías que acudieron a socorrer a lo que creían una persona necesitada y, por precipitación, los terroristas activaron la mina cuando los agentes estaban a una distancia suficiente para no verse afectados por la metralla proyectada.

Ese mismo año, 1972, en Irlanda fueron activados por medio de radiocontrol otros 11 artefactos explosivos más y 245 durante todo el tiempo que duró el conflicto[2].

En Irlanda del Norte el ataque más letal utilizando este sistema de activación de artefactos explosivos ocurrió el 27 de agosto de 1979, en la localidad de Ballykinler, donde un doble ataque causó la muerte de 18 soldados británicos[3].

No tardó mucho la organización terrorista española ETA en seguir sus pasos. El 27 de mayo de 1977 una patrulla de orden público, compuesta por tres miembros de la Policía Armada y un inspector del Cuerpo General de Policía, cuando patrullaban por la carretera de Martutene, cerca de los cuarteles de Loyola, observaron un vehículo estacionado en la vía que despertó sus sospechas, por lo que decidieron investigar y averiguar el motivo por el cual estaba ahí parado. Al apercibirse de la presencia policial los ocupantes del coche, un Simca 1200, se dieron a la fuga, aunque de poco les sirvió ya que tres de ellos pudieron ser detenidos. Grande fue la sorpresa cuando, con los individuos a buen recaudo, se pudo registrar el coche. En su interior localizan tres bolsas con 30 kilos de tornillos, en total 90 kilos, un temporizador, 100 metros de cordón detonante y un emisor de radiocontrol. Posteriormente se dio aviso a los TEDAX para que revisaran el lugar y tras la inspección técnica hallaron un bidón conteniendo 250 cartuchos de dinamita Goma-2, de 200 gramos cada uno, 42 detonadores pirotécnicos del número 6, 8 botellas de camping gas, 1 kilo de explosivo plástico, medio kilo de nagolita y un receptor de radiocontrol. Tras las investigaciones se pudo determinar que el artefacto estaba preparado para atentar contra un convoy de la Guardia Civil cuando se dirigiera a realizar el relevo de la guardia en la prisión de Martutene, al día siguiente, y que su activación se realizaría por medio de un radiocontrol de la marca “robbe luna” de fabricación japonesa, que trabajaba en la frecuencia de 27,045 MHz, utilizado para dirigir el vuelo de aviones de aeromodelismo. En ese convoy iban a viajar 24 miembros del Benemérito cuerpo y gracias al celo y profesionalidad de los policías el criminal atentado pudo evitarse.


Por desgracia, la siguiente vez que la organización terrorista ETA utilizó un radiocontrol no hubo tanta suerte. Ocurrió en Madrid el 18 de marzo de 1980. Los terroristas colocaron una motocicleta de la marca “Mobilete” a pocos metros de donde vivía el general de división Fernando Esquivias Franco, procedente del arma de artillería y en ese momento Director de Apoyo al Material en el Cuartel General del Ejército, en la que ocultaron, bajo su asiento, un artefacto explosivo accionado a distancia. Cuando, a primera hora de la mañana, este militar salió de su domicilio, acompañado de su ayudante, el teniente coronel Manuel Miler Hidalgo, los terroristas activaron el artefacto, por medio del radiocontrol, causando la muerte al soldado, miembro de la Policía Militar que realizaba labores de escolta, José Ramírez Villar, de 19 años, y que tenía la intención de ingresar en la Policía cuando se licenciara, salvando la vida los mandos militares al encontrarse alejados unos metros del artefacto.

El atentado más sangriento realizado por la organización criminal ETA, utilizando este sistema para activar artefactos explosivos, ocurrió en la Plaza de la República Dominicana de Madrid, el 14 de julio de 1986. Una furgoneta bomba, de la marca SAVA J4, con motor modelo 9720, cargada con cinco ollas que contenían más de 35 kilos de explosivo así como tornillos y eslabones de cadena como metralla, explosionó afectando a un autobús de la Guardia Civil que trasladaba a un grupo de agentes que estaban haciendo el curso de tráfico para realizar sus prácticas de motocicleta. Murieron 12 de ellos y resultaron heridos 43 más, así como, 25 civiles que circulaban por la vía pública. A los autores del atentado, miembros del llamado “Comando Madrid” detenidos en una brillante operación de la Policía en la calle Rio Ulla de Madrid en 1987, se les condenó, dos años más tarde, a un total de 2232 años de prisión por 12 asesinatos, 78 asesinatos frustrados, un delito de estragos y un delito de atentado con resultado de muerte. En la actualidad, para nuestra vergüenza colectiva, desde hace muchos años están todos en libertad, excepto Ignacio de la Juana Chaos que se encuentra fugado y, al parecer, acogido por el régimen chavista de Venezuela.

EL PRIMER RADIOCONTROL. OBJETIVO FRANCISCO FRANCO.

En 1961 se celebró en la localidad francesa de Limoges un congreso con la intención de agrupar todas las facciones anarquistas españolas en el exilio y frenar la profunda crisis que padecía ese movimiento. En ese congreso, de manera reservada, se acordó la creación de un grupo denominado “DEFENSA INTERIOR (DI)”, cuyo objetivo era reactivar la lucha armada contra el régimen y, a ser posible, asesinar al general Franco, “en cierto modo, se trataba de recoger el testigo de la «propaganda por el hecho» y el malogrado maquis”[4]. Los dirigentes de este grupo eran, en representación de la CNT en Europa, Acracio Ruiz Gutiérrez[5], Germinal Esgleas[6] y Cipriano Mera Sanz; por la FAI, representando además al exilio en América, Juan García Oliver y Vicente Llansola Renau; en representación de las juventudes libertarias, Octavio Alberola Suriñach y, finalmente, en representación de los anarquistas exiliados en África, Juan Jimeno Montalbán[7].

Este grupo, encabezado por Cipriano Mera y Octavio Albelora, deciden preparar un atentado contra el General Franco pero, previamente, ordenan ejecutar varias pequeñas acciones en distintos lugares para así mantener ocupada a la Policía de su objetivo principal y más ambicioso: Asesinar a Francisco Franco cuando éste se dirija a su residencia estival, en agosto de 1962, en el Palacio de Ayete de San Sebastián.


De esta manera el 5, el 7 y el 13 de junio de 1962, explosionan en Madrid varios artefactos, en la Vicaría General Castrense, en el Banco Popular de la calle Alcalá y en el Instituto Nacional de Previsión de la calle Sagasta, donde muere Manuel Eleuterio Liáñez Benítez al recoger del suelo, lo que pensó, era una cartera abandonada[8]. El 20 y el 30 de junio, en Barcelona, en una residencia del Opus Dei, en una sede de Falange y en las oficinas del Instituto Nacional de Previsión, el 15 de julio en Valencia, en un balcón del Ayuntamiento. El 12 de agosto explosiona otro artefacto en un altar de la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.

Mientras tanto Mera y Alberola preparan un elaborado plan. Disponen, gracias a Laureano Cerrada, el llamado empresario anarquista, de documentos falsificados que les permiten viajar y de gran cantidad de explosivos que los aliados habían lanzado sobre Francia para proveer a la Resistencia durante la 2ª Guerra Mundial y que habían ocultado los anarquistas españoles exiliados en Francia, a veces, arrebatándoselo a los franceses por la fuerza[9]. Recurren a Julen Maradiaga Agirre, uno de los dirigentes de la joven organización terrorista ETA para transportar los explosivos, 25 kilos de explosivo plástico, de Francia a España ya que “…se disponía en el 62 de un paso clandestino propio en la frontera y los libertarios lo sabían […] me preguntó si podíamos pasarles una maleta con explosivos para un atentado contra Franco y accedimos. Yo mismo me encargué de cogerla en Bayona y de dársela a la persona que cruzó la frontera con ella. La entregó y ahí acabó nuestra colaboración. Estábamos al tanto de lo que preparaban, pero no participamos en aquella acción”[10].

Se recurrió a un viejo amigo de Cipriano Mera, que había sido su Jefe de Estado Mayor durante la guerra civil y, presuntamente, ingeniero industrial, para construir un sistema que permitiera activar un artefacto explosivo a distancia por medio de ondas de radio. Se trataba de Antonio Verardini Díez del que hablaremos largo y tendido más adelante. Pues bien, Verardini fabricó, a partir de un mando de radiocontrol de los utilizados en aeromodelismo, un sistema capaz de iniciar un artefacto con un alcance, teórico en zonas despejadas, que rondaba los 1500 metros y tuvo, además, el acierto de ocultarlos en aparatos receptores de radio para que pasaran desapercibidos ante una posible inspección por parte de las fuerzas del orden.

Utilizan a tres franceses, dos hombres y una mujer, para ser los ejecutores del atentado. Reciben los explosivos en San Sebastián y se alojan en un camping cercano al palacio de Ayete desde donde dominan la cuesta de Aldapeta, paso obligado de la comitiva que trasladaría a Franco a su residencia oficial. Amparándose en su cobertura, una noche entierran junto a la carretera la carga de 25 kilos de explosivo plástico, el receptor de radiocontrol pero, debido a la limitada duración de las baterías, siete días como máximo, no colocan éstas a la espera de la confirmación de la llegada del Jefe del Estado a San Sebastián.

Francisco Franco solía repartir sus vacaciones estivales entre Galicia y San Sebastián. El 10 de agosto de 1962, preside un Consejo de Ministros en el Pazo de Meiras, el día 12 visita Santiago de Compostela y desde ese mismo día se le pierde de vista ya que, al no tener ningún acto oficial, no hay agenda pública del Jefe del Estado. Un miembro de DI enviado a vigilar los movimientos de Franco observa que ha disminuido la vigilancia en el Pazo de Meiras y avisa a la organización. Cree que Franco ha emprendido viaje a San Sebastián por carretera mientras que, su mujer e hija, se han desplazado a Oviedo[11].

Cipriano Mera e Ignacio Alberola dan órdenes de colocar las baterías en el receptor del mando a distancia antes de que se incremente la seguridad y sea imposible hacerlo. Esta es una decisión muy arriesgada ya que, como antes hemos comentado, la duración de estas baterías era solo de siete días. Se colocan, por tanto, el 12 de agosto.

Se produce una tensa espera. Nadie tiene noticias del Jefe del Estado y los días pasan. El día 17 de agosto, se producen novedades. Llega a San Sebastián, procedente de Oviedo, Carmen Polo de Franco y su hija. El comando se pone en alerta pero, al observar que en la comitiva sólo viajaba la familia de Franco, se abstienen de activar el artefacto. Dice Eliseo Bayo que “en pocos segundos han tenido que decidir no hacerlo”[12].

Los días pasan y se acerca el final de la vida útil de las baterías del receptor y se tiene que tomar una decisión. O se abandona el lugar dejando ahí “durmiente” el artefacto, con el consiguiente peligro para la población civil o, pese a la incomparecencia del objetivo, activar el explosivo que tendría, al menos, efectos propagandistas. La dirección de DI (Defensa Interior) elige la segunda opción. En la madrugada del día 19 de agosto de 1962[13] el comando activa el mando del radiocontrol iniciándose la carga explosiva que provoca sólo daños materiales en los caseríos cercanos y en un noviciado de monjas cercano al lugar. Rápidamente abandonan España, regresando a Francia, dejando abandonado el emisor del radiocontrol a unos dos kilómetros del lugar del atentado, en el montículo Leku Eder del Monte Igueldo[14], que recupera la Policía tras inspeccionar las inmediaciones del lugar donde estaba enterrado el artefacto explosivo.


Al día siguiente, 20 de agosto, Francisco Franco arriba a bordo del barco «Azor» al puerto de San Sebastián y, el Jefe del Estado, pese a conocer que en el día anterior había explosionado un artefacto explosivo junto a la carretera por donde obligatoriamente tenía que circular para llegar al palacio de Ayete “…Franco cruzaba la ciudad en loor de multitudes en coche descubierto, dejando a su izquierda el cráter del explosivo que le iba destinado”[15]. Sin duda, ahí, volvió a surgir el comandante legionario Francisco Franco.

Los servicios competentes, en esos momentos dependientes de las Fuerzas Armadas, ya que la Policía carecía de servicios especializados relacionados con la desactivación de artefactos explosivos, realizan un estudio sobre el emisor intervenido y redactan un informe técnico que por su interés reproducimos:

“En sus líneas más simples se reduce aquél a un emisor encubierto bajo el aspecto de aparato de radio receptor, con un potenciómetro interruptor de encendido del aparato, un pulsador de emisión fija de señal, un mando simulado del dial de sintonía, una fuente de alimentación transistorizada y un trasmisor de frecuencia fija.[…] La potencia presumible que puede radiar dicho aparato permitiría activar un receptor tipo medio a una distancia máxima aproximada de 12 kilómetros”. […]

“La utilización principal del aparato que nos ocupa es poder realizar la voladura de una carga de explosivo colocada a cierta distancia del mismo por medio de una radiación electromagnética, a cuyo efecto se precisa disponer de un receptor sintonizado a la misma frecuencia que el generador, en cuyo circuito se dispone de un dispositivo que cierra el circuito en que se encuentra el cebo o detonador eléctrico”. […]

“Reconocido el lugar de la explosión que nos ocupa, se ha apreciado un embudo de dos metros cincuenta centímetros de radio y cincuenta centímetros de profundidad aproximadamente, una zona hasta cinco metros de radio afectada por la onda explosiva y rotura de cristales hasta un radio de cincuenta metros aproximadamente. Los informes técnicos han comprobado la potencia de dicho explosivo, demostrándose asimismo que se trata de los llamados de plástico”[16].

Las Fuerzas de Seguridad inmediatamente se movilizan y se suceden muchas detenciones, pero, no en la dirección adecuada, ya que todos los detenidos son del entorno del independentismo vasco. No obstante, consiguen valiosa información. El interrogatorio a uno de los detenidos, inicialmente acusado de ser la persona que transportó la maleta conteniendo el radiocontrol dado sus vínculos con el contrabando entre fronteras, Lorenzo Iriarte Gárate, “da una nueva orientación al asunto”[17], y les lleva a averiguar que el diseño del sistema de radiocontrol para la activación de artefactos explosivos corresponde a los anarquistas, y “no al grupo separatista ETA-ESBA”[18]. Finalmente, y no menos importante, averiguan que se han construido tres sistemas completos y operativos de radiocontrol, por lo que aún quedan en Francia dos de ellos listos para ser usados. Posiblemente el conocimiento de la existencia de estos sistemas, ya operativos y que habían demostrado su buen funcionamiento, pondría en alerta, ahora en la dirección adecuada, a los encargados de la seguridad del Jefe del Estado así como a las unidades de información encargadas de luchar contra el terrorismo.

Al año siguiente, concretamente el 31 de julio de 1963, son detenidos en Madrid dos militantes anarquistas, Francisco Granado Gata y Joaquín Delgado Martínez. Semanas antes, el primero, había recibido el encargo de trasladar desde Francia el material explosivo que se tendría que utilizar en un nuevo atentado que se estaba planeando contra Franco. Al fallar las entregas del material planeadas en Madrid recibió la visita de Joaquín Delgado que le trasmitió las ordenes del grupo terrorista DI en Francia para que volviera a la nación vecina y dejara el material explosivo que había transportado en lugar seguro hasta que, más adelante, hubiera una nueva oportunidad para atentar contra el Jefe del Estado. El día 31, al parecer por casualidad, fueron detenidos por una pareja de la Guardia Civil por una nimiedad (piropear groseramente a unas jóvenes extranjeras en la Plaza de Oriente) y al despertar sospechas a los agentes actuantes fueron presentados en la Brigada de Investigación Social que, en esos momentos, estaba buscando a los autores de la colocación, días atrás, de un artefacto explosivo en las oficinas de expedición de pasaportes en la Dirección General de Seguridad que causó 20 heridos, dos de ellos graves, y de otro artefacto más en Sindicatos, por si los detenidos tuvieran alguna relación[19].

Tras ser interrogados, aunque los detenidos no tenían nada que ver con la colocación de esas bombas, pese a ser acusados de ello, las investigaciones llevaron a intervenir el material que Francisco Granado había trasladado de Francia: un radiocontrol para la activación de artefactos explosivos, cuatro barras de explosivo plástico con un peso aproximado de veinte kilos, una pistola Colt, calibre 45 mm, modelo 1911 A1, fabricada por la empresa Ithaca Gun Co, con dos cargadores, un subfusil Stein, ambos con su correspondiente munición, una granada de mano de fabricación británica, modelo Mills, varias mechas y dos detonadores eléctricos. Ambos fueron condenados a muerte y ejecutados el 17 de agosto, por garrote vil, en la cárcel de Carabanchel de Madrid. Según Luis Andrés Edo en su libro «La CNT en la encrucijada» “…Delgado y Granado son condenados y ejecutados por la acusación formal de ser los autores de los atentados, pero, en realidad son ejecutados porque estaban en posesión de los aparatos destinados a atentar contra Franco. Además, un año antes, en agosto de 1962, ya había hecho explosión una bomba, por el mismo método de onda a distancia, en la carretera que va de San Sebastián al palacio de Ayete. Así es que Delgado y Granados [sic] son ejecutados por algo que, en realidad, el Régimen no se atrevía a confesar”.


Ya habían aparecido, dos de los tres sistemas de activación de artefactos explosivos vía radiocontrol fabricados por Antonio Verardini. El tercero aparecerá pronto.

En junio de 1964 se detiene a Andrés Ruiz Márquez, alias el «Coronel Montenegro», individuo perteneciente, al parecer, al Frente Español de Liberación Nacional (FELN), organización liderada por el antiguo ministro de la República Julio Álvarez del Vayo, tras colocar 68 pequeños artefactos en Madrid entre el 6 de junio de 1963 y el 20 de junio de 1964. En el registro en su domicilio se interviene “tres pistolas con abundante munición, cuatro bombas de mano, tres maletas con propaganda subversiva y un aparato transmisor receptor para provocar explosiones a distancia, que no llegó a utilizar, y que se destinaba a posibles atentados contra altas jerarquías de la nación”[20] que, según su propia declaración, había recibido en Francia. Ruiz Márquez fue condenado a muerte, pena que fue conmutada, al ejercer el Jefe del Estado la gracia del indulto, por la de reclusión mayor. Salió en libertad el 17 de octubre de 1977.

Por fin había sido recuperado el último sistema de radio-control para la activación de artefactos explosivos diseñados por Antonio Verardini Díez. Para nosotros es un misterio como, un aparato diseñado por los anarquistas y utilizado por los anarquistas, pasó a manos del FELN, de ideología comunista. Al parecer, después del atentado de Ayete se había desatado una lucha interna en DI (Defensa Interior) para “posesionarse de los aparatos de «explosión por ondas» y, por tanto, para posesionarse del proyecto de atentado a Franco”[21]. Al parecer estos dispositivos quedaron en poder de otro polémico personaje llamado Jacinto Guerrero Lucas, alias «el peque» e «Hidalgo», acusado posteriormente de infiltrado de la Policía en la organización anarquista y que, ¡¡¡ohhh sorpresa!!!, fue nombrado en 1991 asesor del Ministerio del Interior por Rafael Vera Fernández-Huidobro, Secretario de Estado para la Seguridad durante el gobierno de Felipe González y que, según este líder socialista, pertenecía a la masonería francesa. Si el último radiocontrol quedó en poder de Jacinto Guerrero entonces sería él la persona que ¿cedió/vendió/cambió? el artefacto a Álvarez del Vayo, persona con la que tuvo relación en Francia según expone en su libro «Contra esto y aquello» “… Álvarez del Vayo […] con el que me fue dado establecer y prolongar relaciones privilegiadas, al compartir, por encima de todas las divergencias o matices ideológicos, la convicción de que sólo la lucha ininterrumpida, avalada por acciones directas en nuestro suelo, lograría acelerar nuestra total liberación”[22].

Sólo me queda agregar una cosa en relación a Jacinto Guerrero Lucas. Un investigador serio no puede hacer especulaciones, pero, afortunadamente, yo no lo soy, por lo que me atrevo a hacer una. Jacinto Guerrero Lucas llega a Francia, huyendo, dice, de la represión franquista en 1961, coincidiendo con la creación del grupo Defensa Interior (DI). Muy pronto, gracias a su carácter decidido y manipulador, “por su demagogia radical”[23] dicen algunos, se va haciendo un hueco en las Juventudes Libertarias de Toulouse, tanto que, en el verano de 1962, le encargan custodiar importante documentación que “extravía” en circunstancias bastante sospechosas, tan sospechosas que, en septiembre de 1962, el contenido de la cartera llega a manos de la Comisaría General de Investigación Social.

En agosto de 1962 se sucede, como ya sabemos, el intento de atentado contra Franco por medio de radiocontrol, atentado que se había llevado con el mayor secretismo y del que Jacinto Guerrero Lucas no tenía noticias y que, sin duda, movilizaría los servicios de investigación para contrarrestar la amenaza.

En 1963, por medio de Francisco Granado, se introduce en España un segundo sistema de radiocontrol para atentar contra Francisco Franco. Jacinto Guerrero desarrolló una enorme actividad para hacerse con el material para que “su grupo” fuera el encargado de realizar el atentado, siendo la persona que eligió a Joaquín Delgado para servir de correo y contactar con Granado que se había quedado “colgado” en Madrid al fallar las entregas del material. A los pocos días de llegar, al parecer por casualidad, detienen a los dos anarquistas y se les incauta todo el material. Todavía quedaba un radiocontrol en Francia. Según Edo, bien informado por estar en todas las salsas anarquista, se desató una lucha interna para hacerse con el control de ese último radiocontrol, batalla que ganó, al parecer, Jacinto Guerrero Lucas.

Entre 1963 y 1964 el llamado «Coronel Montenegro» colocó 64 artefactos en Madrid. En un viaje a Francia se le entregó diverso material para continuar con su solitaria lucha contra el franquismo. Además de armas y explosivos, se le confió, por medio de Álvarez del Vayo, el último radiocontrol construido por Verardini que estaba bajo custodia de Jacinto Guerrero. A los pocos días, Andrés Ruiz Márquez, alias «Coronel Montenegro» fue súbitamente detenido y tras registrar su casa se localizó todo el material.

Las actuaciones de Jacinto Guerrero Lucas son un cuatro de cuatro. Tiene documentación bajo su custodia, ésta desaparece y acaba en manos de la Policía; desconoce el atentado que se va a efectuar contra Franco en el Palacio de Ayete, la acción no es detectada por las Fuerzas de Seguridad; un sistema radiocontrol llega a España de manos de Granado y Delgado, captura de los individuos gracias a una detención “casual” y finalmente, es detenido, por sorpresa, Andrés Ruiz, alias «Coronel Montenegro», tras recibir el último radiocontrol.

¿Son casualidades y la suerte favoreció a la Policía o cabe la posibilidad que, Jacinto Guerrero Lucas, fuera un agente infiltrado que informaba a las autoridades españolas?. Dejo al lector que saque sus propias conclusiones y pasamos a conocer, con más profundidad a los protagonistas de esta historia.

ANTONIO VERARDINI DÍEZ.

El técnico que construyó este innovador sistema para activar artefactos explosivos fue un controvertido personaje sobre el que merece hacer una investigación.

Se trataba de Antonio Verardini Díez, en algunos sitios llamado Antonio Verardini Díez-Ferreti o Antonio Verardini Díez-Cerreti[24]. Había nacido en Madrid, el 13 de junio de 1910, hijo de Aurea Díez López y de José Verardini Ferreti, un ingeniero de minas, de origen italiano, que se había afincado en España, por lo que su juventud trascurrió en un ambiente de clase burguesa. Realizó sus primeros estudios en el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI), situado en el Paseo de Alberto Aguilera, institución educativa dependiente de los jesuitas, donde pronto destacó por su inteligencia y aplicación. En marzo de 1925, con 14 años de edad aún, realizando el quinto curso de bachillerato, dio una conferencia junto a varios compañeros de clase “de vulgarización científica acerca de la técnica moderna en telecomunicación, utilizando aparatos de los más perfeccionados y valiéndose también para las demostraciones de un aparato proyector. Todos fueron muy aplaudidos”[25].

Pero algo se debió de torcer en su educación ya que, por motivos desconocidos, fue expulsado de la institución. Según sus propias declaraciones “…por no someterme a las fórmulas de aquellos profesores religiosos, fui expulsado del Instituto. Terminaba entonces el bachillerato y debía empezar los estudios de ingeniero mecánico. Como estudiante no pudieron formular ninguna queja de mí. Era mi rebeldía en el trato de profesor y alumno lo que castigaban”[26].

A partir de ese momento la trayectoria de Antonio Verardini es bastante confusa. Según su propia biografía marcha a Francia, a la Universidad Politécnica de Paris, para hacerse ingeniero mecánico, donde tras acabar la carrera, también según él, como número uno de su promoción, vuelve a España, aunque por ser “librepensador se le cerraban las fábricas y los talleres” madrileños por lo que se traslada a Ceuta, donde también sufre boicot por “el capitalismo de la ciudad”[27]. A la llegada de la República, y como quiera que observó el 2 de mayo de 1931, que en algunas posiciones militares aún ondeaba la bandera monárquica, en compañía de algunos correligionarios afiliados a una organización antimilitarista llamada «I.R y A» (Izquierda revolucionaria y antiimperialista), provocaron un alzamiento por lo que más tarde se le procesó y se le condenó a muerte, condena que fue posteriormente conmutada[28].


Pues bien, estamos en disposición de afirmar que todo lo dicho en su autobiografía es totalmente falso. Es imposible, habiendo nacido en 1910, que con 21 años hubiera podido finalizar una ingeniería en una escuela tan exigente como la Politécnica francesa, puede que iniciara esa carrera o que tuviera intención de hacerla, pero en ningún caso pudo acabarla y, menos aún, como número uno de su promoción. Posiblemente a la única universidad a la que asistió fue la universidad carcelaria ya que, por los datos que hemos podido contrastar, el 24 de abril de 1931, a punto de cumplir 21 años, fue condenado por un delito de escándalo y vejaciones. Este fue su primer delito “documentado”. Meses después, el 3 de junio de 1932, se encontraba reclamado por la justicia para ser juzgado por un delito de hurto. El 22 de agosto de 1933 era requerido en su domicilio, calle Anastasio Herrero número 3, para comparecer como acusado en un juicio por estafa y el 24 de abril de 1935, se señala una vista en la Audiencia Provincial, sección 1ª, para ser juzgado, una vez más, por estafa[29]. El caso es que, en el momento de iniciarse la guerra civil, Antonio Verardini se encontraba ingresado en la prisión Modelo de Madrid, lugar donde coincidió con Cipriano Mera, aunque por distintos motivos ya que, el primero, estaba cumpliendo condena por un delito de estafa y Mera lo estaba por su actuación durante la huelga convocada por el Sindicato de Construcción de la CNT en mayo de 1936. De hecho, pese a lo afirmado en algunas seudobiografías, no se conocieron en ese centro penitenciario ya que, según las memorias del propio Mera, su primer encuentro tuvo lugar el 26 de julio de 1936, en Paredes de Buitrago, y fueron presentados por el anarquista Manuel PAN, que falleció, pocos días después, al ser alcanzado por una granada de mortero.

Hay una historia sobre Verardini bastante chusca que cuenta el escritor Ramón Garriga Alemany en su libro, publicado por la editorial Planeta en 1976, “Juan March y su tiempo” y que, al parecer, sucedió en la navidad de 1932:

“El hombre considerado como el más rico de España iba a pasar la Nochebuena en la Cárcel Modelo de Madrid en la categoría de preso. Para el mallorquín, fiel a las tradiciones de su tierra natal, tuvieron que ser unas jornadas muy tristes. No es sorprendente que, apenado por su situación presente, y así lo entendieron muchos, tuviera un rasgo generoso en ofrecer buenos alimentos para que sus colegas de encierro pudieran celebrar la Nochebuena y olvidar su condición de presos. En la tarde de la víspera de Navidades llegó hasta la puerta de la Cárcel Modelo una camioneta del Hotel Palace, de Madrid. Transportaba una variedad de comestibles y vinos con destino a los individuos encerrados. Como espléndido donante de este regalo, que permitía a los presos celebrar la gran fiesta de paz y fraternidad del año, figuraba don Juan March, al que toda la población conocía bien porque hacía medio año que estaba encerrado allí. Lo curioso del caso es que la persona más sorprendida por la llegada y entrega de los víveres y vinos procedentes del Hotel Palace fue precisamente March. Era él uno de los principales accionistas del gran establecimiento hotelero y, como no había dado orden alguna para dicho regalo, pidió a la administración del hotel que se le informara de lo ocurrido. “No he hecho otra cosa que obedecer la orden que me dio usted en su carta”, replicó el administrador mostrando un papel. Se trataba realmente de una orden firmada por el mismo March. Éste, perplejo confesó: “Realmente se diría que es mi firma, pero el caso es que yo no he firmado esta orden”. March no dio muestras de enfado. Rápidamente analizó la situación: nada sacaría denunciando la jugada de que había sido víctima; en cambio, callando y aceptando la jugada se ganaría las simpatías de los que a su espalda habían celebrado bien la Nochebuena y tal vez, con el tiempo, sacará algún beneficio de una buena inteligencia con ellos. Fue de las pocas veces en su vida que renunció con una sonrisa en los labios a no resarcirse de un daño que se le había hecho. Posteriormente, se supo que el hábil falsificador de la firma de Juan March fue un técnico en comunicaciones llamado Velardini[sic]”.

Hemos tenido conocimiento de otra versión de los hechos publicada en el libro “Vivir en Madrid 1936-1939” escrito por Victoriano Redondo Ledo, editado por Entrelineas Editores en el año 2003, donde se puede leer el texto de la carta enviada, así como el menú:

“Muy señores míos: les agradeceré envíen el próximo día 24 a D. Antonio Verardini, en la prisión celular (nº 875, 5ª galería), una cena para dos personas, remitiéndole a mi domicilio la factura. No le manden vinos, pues no lo permite el reglamento de la prisión, pero mándenle con la cena algunos cigarros. Juan March.

El menú de la cena que se les envió fue: un sol menier, noix de veau bressanne, poularde rôti, gâteau Rhiz, fruta y cigarros habanos. El importe fue de 90 pesetas de las de entonces”.

Sobre su viaje a Ceuta y su supuesta aventura empresarial en los años previos a la instauración de la República no hay muchos datos aparte de los aportados por él, pero, conociendo al personaje, mucho nos tememos que fuera todo mentira y simplemente su paso por esa ciudad, se debiera a su incorporación al servicio militar donde, aprendió lo básico, para que al inicio de la Guerra Civil pudiera hacer creer que poseía una sólida formación militar. Según la declaración de un compinche suyo ante un Tribunal Popular en 1937, Alfonso López de Letona, del que más adelante hablaremos, ambos sirvieron en el Tercio, alcanzando, según este último, Antonio Verardini la graduación de cabo, pero, visto la catadura moral del personaje, posiblemente es que su paso por el Ejército lo hiciera lo más cerca posible a la pagaduría o a Intendencia.

Al inicio de la sublevación militar se encontraba detenido en la Cárcel Modelo cumpliendo condena, por delitos comunes no políticos, y como estafador vocacional, aprovecha esos momentos convulsos para intentar medrar. El 26 de julio de 1936, un anarquista de acción llamado Manuel PAN, amigo y compañero de Cipriano Mera, presenta a Antonio Verardini al líder anarquista. Verardini pronto destaca entre los anarquistas al ser el único que conoce el manejo del solitario fusil ametrallador con que están armados Mera y sus correligionarios y que, posiblemente, aprendió por su paso por el Servicio Militar en Ceuta, según hemos relatado anteriormente, en La Legión.

El día 1 de agosto se incorpora, junto con destacados anarquistas, a la llamada “columna del Rosal” compuesta por voluntarios libertarios de la CNT que tomaba su nombre al ser comandada por el teniente coronel Francisco del Rosal Rico. Tras los primeros combates en las inmediaciones de Paredes de Buitrago, a mediados de agosto, Cipriano Mera es nombrado Delegado General de la Columna y Antonio Verardini “reconocida su gran capacidad”[30] lo es como Jefe de Estado Mayor de la unidad. En ese destino, en los combates de Sotillo de la Adrada a principios de octubre, es herido de bala en una pierna y evacuado a Madrid.

Gracias a sus conocimientos de idiomas, al parecer el francés y el italiano, además del español, cuando a finales de octubre se formó la primera brigada internacional, que tomó la denominación de XI Brigada Internacional, Antonio Verardini, ya recuperado de su herida, lo que indicaría que no fue excesivamente grave, pasó agregado al Estado Mayor de esa unidad, unidad que libró intensos combates en la defensa de Madrid quedando ésta varias veces diezmada.

Cuando, en febrero de 1937, Cipriano Mera es nombrado jefe de la 14ª División, elige como jefe de Estado Mayor a Antonio Verardini, tal vez recordando su paso común por la columna del Rosal. Lo cierto es que este personaje realizó un buen trabajo en su nuevo puesto. Como buen estafador se había mimetizado con su papel y aplicando lo aprendido en sus anteriores destinos, unido a su viva inteligencia, lo convirtieron, primero en un buen jefe de Estado Mayor de una división, cosa nada fácil, y posteriormente, de todo un Cuerpo de Ejército, lo que dice mucho de las capacidades de Verardini. De esa manera unió su destino al del anarquista Mera y colaboró activamente en la victoria republicana en Guadalajara frente a los italianos de la C.T.V. y fue el autor intelectual, según lo denominaron Vicente Rojo y Segismundo Casado, del “golpe audaz”[31] que permitió la conquista de Brihuega. Por este motivo, cuando Cipriano Mera es designado para dirigir el IV Cuerpo de Ejército, en noviembre de 1937, Verardini le acompaña al Estado Mayor de esa unidad como segundo jefe[32], pasando a desempeñar su jefatura, de manera interina, desde el mes de abril de 1938, y nombrado efectivo tras la publicación de su nombramiento en el Diario Oficial de 9 de octubre de 1938[33].


Pero el correcto trabajo de Antonio Verardini en su faceta militar se ve ensombrecido por varios hechos donde demuestra su verdadero talante de delincuente sin escrúpulos. El primero, trágico, participando en la creación de la falsa embajada de Siam y el segundo, chusco, relacionado con su matrimonio con una joven que más tarde tendría una relación amorosa con el torero Manolete.

El inicio de la Guerra Civil fue un «totum revolutum» donde estafadores profesionales como Antonio Verardini se encontraban como pez en el agua. Mentiras (como por ejemplo su supuesta formación como ingeniero), medias verdades (los motivos reales que le llevaron a cumplir condena en la cárcel Modelo), afinidades políticas sobrevenidas (inventarse un pasado antifascista con persecución policial incluida, cuando lo único que le perseguía era la Ley de Vagos y Maleantes), simpatía (innata a los buenos estafadores como él) y una supuesta competencia en múltiples tareas (experto en armamento, en gestión, etc.), unido a la necesidad de buscar una buena cobertura personal le llevó no sólo a alistarse a la columna del Rosal, donde medró rápidamente llegando a ser jefe de Estado Mayor, sino también a unirse a los servicios de contrainteligencia dependientes del Ejército de Centro, negociado que se denominó Servicios Especiales, que había caído en manos de los anarquistas y que era dirigido por Manuel Salgado Moreiras, un coruñés nacido en 1899 con mucho poder en el mundo anarquista ya que, además, era miembro del Comité de Defensa de CNT del Centro.

Rápidamente teje Antonio Verardini una red de confidentes, rodeándose de sujetos sin escrúpulos, como él, dispuestos a hacer cualquier cosa, como él, para medrar en el nuevo régimen, como él. Pronto destaca un antiguo compinche de triste memoria, Alfonso López de Letona, con el que había coincidido en el Servicio Militar en la Legión en Ceuta en los años 30 y en distintas cárceles hasta 1936. Según declara López de Letona ante un Tribunal Popular en 1937, coincidió nuevamente con Verardini cuando éste ya era comandante de las milicias confederales y lo define así: “Se dedicaba a organizar estafas y falsificaciones, siendo muy conocido en medios policiales y existiendo numerosos procedimientos instruidos contra él por la jurisdicción ordinaria”. La opinión de Verardini sobre López de Letona tampoco era muy buena describiéndole cuando declara como testigo en el mismo Sumario como “…un elemento inmoral y vividor sin ideología política determinada y apto para adoptar circunstancialmente la que mejor sirva a sus intereses”.

Ambos individuos idean, bajo la supervisión de Manuel Salgado, la creación de una falsa embajada donde, mediante engaños, personas de derechas se puedan refugiar, previo pago, eso sí, de importantes cantidades de dinero. Eligen un país, Siam, que no tiene representación diplomática en España donde el propio Verardini simulará el papel de embajador, con el falso nombre de Gerard, mientras que Alfonso López de Letona lo hacía de canciller. El gancho para captar las personas desesperadas que buscaban protección era el propio Letona, debido a que, antes de la guerra, había trabajado como escolta y correveidile del líder derechista Antonio Goicoechea, jefe del partido monárquico Renovación Española, y tenía muchos contactos entre personas de ideología conservadora. Como ubicación de la embajada utilizan un chalé incautado que pertenecía, ¡oh casualidad!, al padre del cuñado de López de Letona, Cesar Silió y Cortés y que estaba situado en la calle Juan Bravo 12.


Rápidamente montan toda la infraestructura, instalando, incluso, micrófonos para escuchar las conversaciones de los refugiados y, a primeros de diciembre, empieza López de Letona a captar gentes necesitadas para acogerlas a la presunta embajada, liberando, incluso, a alguno que ya se encontraba detenido con la aquiescencia de Manuel Salgado, llegando a tener más de veinte personas en su interior.

Pero cometen un error. López de Letona presenta a su amigo y jefe, Verardini, a otro personaje bastante macabro. Se trataba de Luis Bonilla Echevarria, condenado por estafa, como ellos, antes de la guerra y que aprovechó los tiempos revueltos para hacerse pasar por capitán (o comandante) del Cuerpo de Asalto y dirigir a sus hombres para cometer robos y asesinatos con tanta desvergüenza y saña que, las propias autoridades republicanas, lo detuvieron y lo condenaron a muerte debido a “…la índole moral del delincuente, la trascendencia de su actuación delictiva y el daño que ésta produjo a los intereses de la República”, siendo ejecutado en la prisión de Alcalá de Henares el día 27 de junio de 1938.

Pues, según cuenta en su declaración López de Letona, el 3 de diciembre presenta a Luis Bonilla y a Antonio Verardini en un bar denominado “Congosto”, situado en la calle Peligros, y tras varias rondas de cerveza ambos personajes “entablaron una magnífica amistad por la analogía de caracteres” y juntos se van de comilona al restaurante “Achuri”, especializado en cocina vasca, situado en el Paseo de Rosales número 26, y luego a degustar café y unos destilados a “Kutz” (Avenida Conde de Peñalver número 14, durante la guerra Avenida de Rusia y actual Gran Vía), donde Verardini se va de la lengua y comenta, a su nuevo mejor amigo, lo planeado en la falsa embajada de Siam. Rápidamente Bonilla ve el potencial de la operación y ofrece aportar miembros de la Guardia de Asalto para realizar las labores de vigilancia, pero, Verardini y Letona, no quieren compartir el pastel y rechazan el ofrecimiento de Bonilla. Según la declaración del propio Bonilla en la causa seguida contra él unos meses más adelante, al salir del café Kutz se encaminó al Ministerio de Hacienda y habló con el ayudante del General Miaja, el cual, al enterarse del tinglado que se había montado en la falsa embajada, lo recibió personalmente y ordenó desmontar “el chiringuito”.


En la noche del 8 de diciembre varios camiones con milicianos acceden a la falsa embajada de Siam y arrestan a todos los refugiados que se encontraban en su interior. Son trasladados a un centro de detención anarquista ubicado en el Palacio del Duque de Tamames (calle Fernández de la Hoz con General Arrando) y dos días después la mayor parte de ellos aparecen asesinados en un descampado en la carretera de Hortaleza, según manifestación de López de Letona, por unas milicias anarquistas denominadas “Campo Libre”.

Por cierto, unos días después Antonio Verardini se pasó por la casa de uno de los asesinados ese día, José María Reus Ruiz de Velasco, comandante de Infantería de Marina de 29 años, y según denuncia su padre, se apropió el coche del muerto. Nuestro alegre buscavidas, que hasta entonces había sobrevivido con estafas, falsificaciones y engaños también había ascendido en el mundo del hampa. Se había convertido en un asesino y un ladrón.

Pero la vida de Antonio Verardini, como cualquier protagonista de una obra de teatro tragicómica, no sólo es tragedia sino también comedia y para su propia sorpresa, según nos imaginamos, su nombre pasa a la historia no por sus muchos delitos o por su actuación militar durante la guerra sino por su matrimonio con una bella joven manchega llamada Antonia Bronchalo Lopesino, más conocida como Lupe Sino, que, tras la guerra civil, mantuvo una tórrida relación sentimental con el torero Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, más conocido como Manolete, hasta que éste murió en la plaza de toros de Linares en 1947. Si se escribe, en cualquier buscador, el nombre de Verardini los primeros resultados siempre están vinculados a esa relación matrimonial.


El resto de la guerra, siempre unido a Cipriano Mera, lo pasa como jefe de estado Mayor del IV Cuerpo de Ejército, hasta que al final del conflicto, junto a su jefe y amigo, participa en el llamado Golpe de Casado.

El 27 de marzo de 1939 se forma una caravana de cuatro coches en la que Mera, Verardini, Ordax Avecilla y hasta veinte dirigentes anarquistas más, abandonan Madrid y se dirigen a Valencia donde, gracias a la intervención de Casado, son recogidos por un avión en el aeropuerto de Chiva, el 29 de marzo, que los lleva al exilio. Vuelan en el primer avión Mera, Liberino González González, José Luzón Morales y el propio Verardini. Aterrizan en Mostaganem, a 80 km de Orán, donde son ingresados en la cárcel de esa localidad y, posteriormente, trasladados al castillo de Mezelquivir, de donde salen el 19 de abril para ser internados en el campo de concentración de Morand en Boghari. Ahí se separan, momentáneamente, los destino de Mera y Verardini ya que, el primero, se fuga del campo de concentración para dirigirse al Marruecos francés donde trabajó en su oficio, albañil, hasta que fue nuevamente detenido y posteriormente extraditado a España por el Gobierno de Vichy el 20 de febrero de 1942.

Lo que acontece a Verardini es bastante más confuso. Según sus biografías más apasionadas se alistó a la Legión Extranjera francesa donde combatió en el bando aliado alcanzando el grado de comandante de los Cuerpos Francos de África (CFA), otros dicen que gracias a su conocimiento de tres idiomas, francés, italiano y español, y a su cualificación técnica como ingeniero, se le destinó a interferir las comunicaciones de las tropas italianas en el norte de África y que participó en numerosas acciones de guerra contra los alemanes y los italianos. Otros dicen que, tras su heroica lucha en África contra el fascismo y los nazis, formó parte de la redacción de los diarios Alger Républicain y de Fraternidad, trasladándose finalmente a París una vez acabada la guerra.

Vista la biografía de Antonio Verardini seguramente todo lo anterior es falso de cabo a rabo. Lo más probable es que un buscavidas sin escrúpulos como él se dedicara a estafar, dar sablazos y realizar falsificaciones hasta que todo “ese lio” de la segunda guerra mundial hubiera acabado y una vez finalizada se fabricará una autobiografía llena de méritos y mentiras difícilmente comprobables en esos tiempos tan convulsos.

Hay una cosa cierta. Verardini vuelve a aparecer en París una vez acabada la guerra estrechamente ligado a otro personaje controvertido y polémico del que también merece la pena escribir un poco, Laureano Cerrada Santos, también conocido como el falsificador anarquista o el empresario anarquista.

LAUREANO CERRADA SANTOS.

Laureano Cerrada había nacido en Miedes de Atienza (Guadalajara) el 12 de noviembre de 1903[34] en donde vivió junto a su familia, padres y cuatro hermanos, hasta que fue llamado a cumplir su servicio militar en 1925[35], inicialmente en el Regimiento de Infantería número 22 en Gerona y posteriormente al Regimiento de Ferrocarriles. Una vez licenciado trabajó como peón de vías, obras y almacén en la Estación de Francia de Barcelona donde se afilio al sindicato ferroviario de la CNT y se integró en el grupo más radical del anarquismo, la FAI.

Durante la guerra civil se encargó de la gestión de la estación de Francia y se hizo con el control de la Caja Central de la Administración de los Ferrocarriles y se le nombró, además, delegado del servicio técnico de Vías y Obras.

Al llegar las tropas nacionales a Barcelona, Laureano se exilió a Francia donde fue ingresado en el campo de refugiados de Angelès-sur-Mer, asentándose finalmente en París tras varias vicisitudes. Dice Miguel Sarró en su libro «Laureano Cerrada, anarquista y falsificador»: “Cerrada comenzó las falsificaciones de documentos bajo la ocupación nazi sin que tengamos la certeza sobre si fue un falsificador autodidacta o recibió algún tipo de formación”[36]. Comandó en París una célula dedicada al robo de armamento y de distribución de documentos falsificados que, al finalizar la guerra, era el grupo más importante de París y el norte de Francia. Su grupo estaba formado, entre otros, por la artista y profesora Madeleine Lamberet, experta en dibujos y grabados, por May Piequeray, correctora de imprenta, Pedro Moñino Zaragoza, el dibujante e ilustrador Jesús Guillen Bertolín, alias Guillembert, y tal vez, sólo tal vez, Antonio Verardini Díez.

En 1945, a punto de finalizar la guerra, Cerrada, en un golpe de audacia y avisado por los anarquistas italianos, se persona en la imprenta Calcografia & Cartevalori de Milán tras atravesar la frontera de Francia e Italia con documentación falsa[37]. En esa imprenta, por la falta de medios que había en España en ese momento, se imprimían los billetes de 50 a 100 pesetas de curso legal[38] y aprovechando el caos existente en la ciudad, cargaron en sus vehículos no solo el papel moneda ya finalizado, sino también con las planchas de impresión y el papel, ya preparado, en que los billetes iban a ser impresos[39].


Según sus biógrafos la intención de Laureano Cerrada es, gracias al material robado para la falsificación de billetes, inundar España de moneda falsa para que la economía del régimen franquista colapsara. Evidentemente no lo consiguió. Lo que sí consiguió es que gracias estas falsificaciones de monedas, de documentos y hasta de entradas para espectáculos lúdicos, como por ejemplo entradas para una corrida de toros que se celebró en Nimes, se hizo con un potencial económico lo suficientemente importante como para financiar todos los intentos de asesinato de Francisco Franco[40] y de mantener un número importante de anarquistas facilitándoles dinero y documentación falsa. Finalmente, expulsado de la CNT por sus relaciones con el hampa francesa, detenido por la Policía francesa en varias ocasiones que le llevaron a prisión, fue asesinado el 18 de octubre de 1976.

Pues con este personaje estableció relaciones Antonio Verardini en París, no hay constancia si durante la guerra o al acabar ésta, lo que sí está documentado es que en agosto de 1949 la policía francesa detiene en París a dos españoles en una imprenta situada en la Rue Folie-Mericourt y les interviene un horno eléctrico de alto voltaje destinado a trabajos de fotograbado, productos químicos, prensas manuales, una cámara destinada a ampliar billetes, monedas falsificadas (dólares, pesetas, francos belgas, libras esterlinas), vales de gasolina alemanes (en aquella nación sujeta a racionamiento), 400 sellos falsos, 30 entradas falsas al Parque de los Príncipes, moldes de yeso con sellos de la República francesa, y visados de los puestos fronterizos de PortBou y Cerbere. Los detenidos son Emilio Aurioles Fajardo, de 39 años, y dueño de una empresa filatélica en Madrid, y nuestro Antonio Verardini Díez del que dice la prensa que tiene en vigor una orden de expulsión de Francia[41]. Ambos alegan, como no, que su actividad no estaba encaminada al provecho propio, sino para acabar con el régimen franquista español, como si al generalísimo Franco le importara la falsificación de 400 sellos para ser vendidos, posteriormente, en el negocio de filatelia de Aurioles situado en la madrileña calle de Hortaleza o que 30 personas accedan, con una entrada falsificada, en el Parque de los Príncipes, iba a hacer caer la dictadura franquista.


Lo cierto es que a partir de este momento Verardini desaparece del mapa y según Luis Andrés Edo, que fue amigo suyo y lo trató en Paris, en 1950 “consiguió” una nueva identidad personal y profesional y encontró trabajo en la Fundación Curie[42] aunque no abandonó totalmente su actividad delictiva, creando, junto con uno de sus amigos franceses, una especie de “equipo de investigación”[43] donde se dedicó a fabricar, y aquí volvemos al tema de este artículo, aparatos por radiocontrol utilizando una tecnología totalmente novedosa para la activación de un artefacto explosivo a la nada despreciable distancia de un kilómetro y medio, tecnología que copiaron y utilizaron, más tarde, grupos terroristas como el PIRA (10 años después) o la criminal ETA (15 años después). Al parecer, también intentó, sin éxito, fabricar aviones cargados de explosivos, controlados por radiocontrol, para cometer atentados[44], adelantándose al extendido uso de drones-suicidas en los modernos conflictos, como por ejemplo, Ucrania.

La última aparición “pública” de Antonio Verardini fue en el funeral celebrado en París, en 1975, tras el fallecimiento de Cipriano Mera, donde se le puede ver en primera fila presentando sus respetos a su amigo fallecido.


Tras una vida, ciertamente, “de película”, Antonio Verardini Díez falleció a finales de los 80, totalmente desvinculado del activismo anarquista, en una residencia de ancianos dependiente del Hospital de Dios de París.

Antonio Alonso Rodríguez.

Notas

[1] SMITH, Steve en 3-2-1 Bomb Gone, Fighting Terrorist Bombers in Northern Ireland (2006). Sutton Publishing, Reino Unido, página 123.

[2] COCHRANE, Bruce en The development of the British approach to improvised explosive device disposal in Northern Ireland (2012), Tesis en Cranfield University, página 91.

[3] SMITH, Steve en 3-2-1 Bomb Gone, Fighting Terrorist Bombers in Northern Ireland (2006). Sutton Publishing, Reino Unido, página 126 y siguientes.

[4] FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, Gaiza en Víctimas de Defensa Interior. La violencia anarquista contra la dictadura y sus consecuencias (1962-1965), Hispania, 2021, vol. LXXXI, n.º 269, septiembre-diciembre, págs. 827-853

[5] Su verdadero nombre era José Molina Ortega.

[6] Su verdadero nombre era José Esgleas Jaumen, marido de Federica Montseny.

[7] ALCALDE, Juan J., Los servicios secretos en España, La represión contra el movimiento libertario español (1939-1995), Sindicato de Oficios Varios de Madrid de la Confederación Nacional del Trabajo (1996), página 109 y HERRERIN LÓPEZ, Ángel en La CNT durante el franquismo clandestinidad y exilio (1939-1975), (2004), Editorial: Siglo XXI de España, página 241.

[8] FERNÁNDEZ SOLDEVILLA, Gaiza en Víctimas de Defensa Interior. La violencia anarquista contra la dictadura y sus consecuencias (1962-1965), Hispania, 2021, vol. LXXXI, n.º 269, septiembre-diciembre, págs. 836 y siguientes.

[9] MARIN SILVESTRE, Dolors , Clandestinos (2006), p. 118. Miguel Quintana, uno de los anarquistas españoles que lucharon contra los nazis en la resistencia explica gráficamente como se hacían con los “container” lanzados por los británicos: “Yo cuando podía recuperaba el material de guerra y lo iba guardando para España. Estábamos en la resistencia pero éramos los últimos. Para nosotros no había metralletas, sólo golpes. Para los franceses de la Resistencia les tiraban los parachutajes, y nosotros nada, al fin decidimos ir a por ellos, y a hostias les quitamos las armas”.

[10] FONSECA, Carlos, Garrote vil para dos inocentes. El caso Delgado-Granado. Ediciones Temas de hoy (1998). Colección Historia Viva. Madrid. página 66.

[11] BAYO, Eliseo en Los atentados contra Franco, Plaza & Janes editores (1776), Barcelona, página 216.

[12] Idem, página 217.

[13] Boletín Informativo, Dirección General de Seguridad, División de Investigación Social, R.S. 9874/XXV de 20 de septiembre de 1962, página 23.

[14] Idem, página 25.

[15] BATISTA VILADRICH, Antonio en Matar a Franco, editorial Debate (2015), Barcelona, página 120.

[16] Idem, página 26.

[17] Idem, página 25.

[18] Idem.

[19] FONSECA, Carlos, Garrote vil para dos inocentes. El caso Delgado-Granado. Ediciones Temas de hoy (1998). Colección Historia Viva. Madrid. página 139 y 140. Este autor deja abierta la posibilidad que la detención no fuera casual. “El momento y las circunstancias de las detenciones no figuran en ninguno de los documentos incorporados al sumario, en los que tan sólo se consigna que uno de los guardias civiles que hacían guardia en el Palacio de Oriente procedió a su captura porque piropeaban a unas extranjeras en tono soez. Lo anecdótico y casual de la razón oficial de su detención ha mantenido abierta desde entonces entre sus compañeros la sospecha de que fueron traicionados por alguna de las personas que conocían su estancia en Madrid”.

[20] Diario Pueblo (Madrid) edición 7 de julio de 1964 y 7 fechas, el periódico de toda la semana (Madrid), edición 14-07-1964.

[21] EDO, Luis Andrés en La CNT en la encrucijada, Flor del viento ediciones (2006) página 167.

[22] GUERRERO LUCAS, Jacinto en Contra esto y aquello, Ediciones Picazo (1979) Barcelona, página 85.

[23] ALCALDE, Juan J., Los servicios secretos en España, La represión contra el movimiento libertario español (1939-1995), Sindicato de Oficios Varios de Madrid de la Confederación Nacional del Trabajo (1996), página 109.

[24] IÑIGUEZ, Miguel, Enciclopedia histórica del anarquismo español, Asociación Isaac Puente (2008) Vitoria, tomo 2, página 1780.

[25] Diario ABC de 20 de marzo de 1925.

[26] Mundo gráfico, edición de 30 de junio de 1937.

[27] Idem.

[28] Idem.

[29] Según dice en el excelente blog “la biblioteca fantasma” el usuario «Rufián melancólico» encontró antecedentes de estafador de Verardini en los archivos de la Audiencia Territorial de Madrid. Estaban relacionados con una estafa en un comercio de abrigos de pieles en la calle Narváez.

[30] MERA SANZ, Cipriano, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, LaMalatesta editorial (Madrid), 2ª Edición (2011), pagina 54.

[31] MERA SANZ, Cipriano, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, LaMalatesta editorial (Madrid), 2ª Edición (2011), pagina 189, nota al pie.

[32] MERA SANZ, Cipriano, Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, LaMalatesta editorial (Madrid), 2ª Edición (2011), pagina 234.

[33] El jefe de Estado de Mayor del IV Cuerpo de Ejército cuando Mera fue nombrado jefe de la unidad era el comandante de Infantería Aniceto Carvajal Sobrino que al poco fue sustituido por el teniente coronel de Caballería Francisco Arderíus Perales que, en abril de 1937, lo es por Verardini.

[34] GISMERA VELASCO, Tomás en Laureano Cerrada, Matar a Franco y otros golpes de audacia, página 12 dice que nació 18 de octubre de 1902.

[35] SARRÓ (Mutis), Miguel, Café Combat: Laureano Cerrada, anarquista y falsificador, LaMalatesta editorial (Madrid), 2021, página 13.

[36] Idem, página 25.

[37] SARRÓ (Mutis), Miguel, Café Combat: Laureano Cerrada, anarquista y falsificador, LaMalatesta editorial (Madrid), 2021, página 39. Según este autor, las planchas fueron transportadas por los anarquistas italianos a Francia y tras una disputa entre varios grupos anarquistas Cerrada, finalmente, se hizo con ellas. Al parecer este hecho es relatado por Francisco Olaya en una entrevista realizada en mayo de 2006.

[38] GALIANA ROYO, César en Laureano Cerrada, el empresario anarquista, Pepitas de calabaza editorial (Logroño), 2009, página 63.

[39] GISMERA VELASCO, Tomás en Laureano Cerrada, Matar a Franco y otros golpes de audacia, página 72 y siguientes.

[40] Para más datos sobre los atentados, fallidos, contra Franco financiados por Cerrada, ver Historia de un atentado aéreo contra el General Franco de Antonio Téllez Solá o Laureano Cerrada, Matar a Franco y otros golpes de audacia de Tomás Gismera Velasco.

[41] La Croix, edición de 12 de agosto de 1949 y L'Aurore : organe de la résistance républicaine, edición de 11 de agosto de 1949.

[42] EDO, Luis Andrés en La CNT en la encrucijada, Flor del viento ediciones (2006) página 162.

[43] Idem, página 163.

[44] MCHARG, Farquhar en ¡PISTOLEROS! 2: 1919 - The Chronicles of Farquhar McHarg, ChristieBooks-Read 'n' Noir (2010) Gran Bretaña, pagina 152.

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