lunes, 13 de mayo de 2024

Se celebró la Función del Voto

Si La Coruña tuvo un acto de relevante significado histórico, plasticidad y elegante puesta en escena, demostrando la categoría y el señorío coruñés, al menos hasta la llegada al gobierno municipal de la malvada “podemía”, representada en este caso por la sectaria Marea que tiñó de negro oscurantismo, cual mancha de infame chapapote, durante cuatro interminables años la vida de nuestra ciudad, y de la que es fiel heredero el actual gobierno municipal socialista, con la infame alcaldesita a la cabeza, este acto fue la tradicional Función del Voto.

Durante muchos años, el primer domingo del agosto coruñés, mes en que se celebran las fiestas mayores de la ciudad en honor a la heroína Mayor Fernández de la Cámara y Pita -María Pita-, estuvo íntimamente asociado a la renovación del Voto de la ciudad a su Patrona, Nuestra Señora del Rosario, en recuerdo de aquel que hicieran en mayo de 1589 un grupo de coruñeses, impetrando la divina protección de Nuestra Señora, con motivo del asedio de un fuerte contingente inglés bajo el mando del Almirante Drake y del General Norris, en una de las acciones llevadas a cabo por lo que se conoce como la “Contra Armada” de la que, lamentablemente, hablan muy pocos libros de texto y cuyo relato, del todo desgraciado para la armas británicas, se ha ocultado de forma consciente e intencionada al conocimiento general e incluso, y esto es lo más penoso, al conocimiento de nuestros compatriotas que ignoran que si la Gran Armada que el Rey D. Felipe II envió contra la Reina de los ingleses en 1588, constituyó un desastre, mucho peor fue el resultado de la “Contra Armada” remitida por los británicos a nuestras costas, al año siguiente, como represalia.

 Nuestra Señora del Rosario, Patrona de La Coruña

La Función del Voto, presentada por el primer regidor de la ciudad, se ha caracterizado siempre por la vistosidad y el colorido que rodea a esta celebración cívico-religiosa. La Guardia Municipal vestida con el uniforme de gran gala, los Heraldos, Maceros y Timbaleros de la ciudad, acompañando a la Corporación, bajo mazas, y al Pendón de La Coruña, han participado, año tras año, en este acto que forma parte de la tradición más inveterada de la ciudad, una costumbre arraigada en el alma coruñesa desde aquel lejano mes de mayo 1589.

Incluso, cuando, no hace muchos años, siendo Alcalde de La Coruña Francisco Vázquez, se trasladó esta celebración al domingo más próximo al 8 de mayo, fecha en la que históricamente tiene su origen el Voto presentado por la ciudad ante la imagen de Nuestra Señora del Rosario, su vistosidad se vio notablemente incrementada con el aporte de la nueva uniformidad de gran gala de la Policía Local, vistiendo uniformes de la Milicia Urbana (1762) y de la Milicia Honrada (1808).

Pero volvamos la vista atrás y situémonos en aquellos años finales de la década de los 80 del siglo XVI, en los que España estaba en guerra contra Inglaterra. El antecedente del episodio histórico que dio origen al Voto se encuentra cuando en 1588, desde el puerto de Lisboa, parte la Gran Amada, a las órdenes de Alonso Pérez de Guzmán, Duque de Medina Sidonia, tras la muerte de D. Alvaro de Bazán.

Hechos a la mar, consecuencia de las malas condiciones meteorológicas, la Armada tuvo que refugiarse en el puerto de La Coruña, del que zarpa nuevamente el viernes, 22 de julio de 1588, compuesta por un total 23 Galeones, 43 Naves, 26 Urcas, 4 Galeazas, 4 Galeras, 20 Pataches, 10 Zabras, 11 Carabelas y 10 Falúas, con sus respectivas dotaciones, cinco Tercios de Infantería de Marina y aprovisionamientos y pertrechos logísticos.

La Policía Local de La Coruña con sus uniformes históricos

Concluida la “Jornada de Inglaterra”, menos desastrosa desde el punto de vista naval de lo que las siempre interesadas crónicas inglesas nos relatan, en octubre de ese mismo año regresan al puerto coruñés los Galeones “San Juan”, de 1.050 t., y “San Bernardo” de 352 t.; así como la Nao “San Bartolomé” de 976 t.; la Urca “Sansón” de 500 t. y las Galeras “Princesa”, “Diana” y “Palomino”, que se refugian al abrigo de la bahía. El Galeón “San Juan”, uno de los buques que combatió con mayor brío y bravura en aquella jornada y nave almiranta general de la Escuadra, en el que navegaba el segundo jefe de la Armada, Juan Martínez de Recalde, había sido construido en Portugal en 1586 y disponía de un total de 46 piezas de artillería de bronce y en él, es muy probable, que navegase el gran dramaturgo Félix Lope de Vega y Carpio, que se enroló, según se trasluce en alguna de sus obras, como “gente de guerra” o lo que es lo mismo, personal de los Tercios de Infantería adscritos a la Real Armada, el origen de nuestra gloriosa Infantería de Marina.

Volviendo a La Coruña de aquellos días, tras la llegada de los buques al abrigo de la bahía coruñesa, se procedió a iniciar su reparación, dar descanso a las dotaciones y evacuar a los heridos y enfermos, entre ellos al insigne Recalde que fue trasladado al antiguo hospital de Mareantes, donde hoy se encuentra la Parroquia Castrense de San Andrés, falleciendo días después.

Los meses siguientes transcurrieron con relativa tranquilidad, adoptando la ciudad una serie de medidas conducentes a mejorar las defensas de la plaza cara a un eventual ataque de represalia, precisamente contra los dos puertos -primero La Coruña y después Lisboa- que vieron zarpar a la Gran Armada.

Paralelamente, los ingleses envalentonados por una pretendida victoria que exageraron hasta límites, como siempre, sorprendentes y con la pretensión de explotar el éxito, organizaron una Armada con el fin de atacar aquellos puertos donde se encontrasen nuestros buques retornados de la expedición a Inglaterra, castigar a las plazas que alojaron a la Gran Armada y propiciar un levantamiento en Portugal contra el Rey D. Felipe II, apoyando las aspiraciones de Antonio de Portugal, Prior de Crato. Finalmente, aquellas sospechas se hicieron realidad y así, cuando el día 4 de mayo de 1589, se avistaron las velas de la Escuadra inglesa, La Coruña se aprestó para la defensa. Los buques surtos en la bahía establecieron un arco, apoyando uno de sus extremos en el Castillo de San Antón que, afortunadamente y aun sin concluir sus obras, pudo hacer fuego con su artillería, contribuyendo notablemente a evitar que los atacantes desembarcasen dentro de la plaza, teniendo que hacerlo, en número de 10.000 hombres, en las proximidades de Oza, fuera de los límites de la ciudad.

Las Meigas de las Hogueras de San Juan junto a la Alcalde en la Función del Voto

Previamente, algunos de los cañones de a bordo, especialmente los del Galeón “San Bernardo” que se hallaba en carena en la ciudad, fueron desembarcados para mejor defender las murallas de la ciudad y los Infantes de Marina de los Tercios embarcados pusieron pie a tierra para contribuir a convertirla en inexpugnable, no en vano el Ejército inglés jamás pudo acceder al interior de la parte alta de la ciudad, defendida por no más de 1.500 españoles, perdiendo gran cantidad de hombres y teniendo que regresar a sus buques para levar anclas, soltar velas y poner rumbo a Lisboa, otro de los episodios más adversos para Drake y su gente y del que tampoco habla mucho la historia.

Por tanto, en aquellas murallas coruñesas del siglo XVI, con el Marqués de Cerralbo -Capitán General de Galicia- al frente, seguido por la escasa guarnición de la plaza y algunas compañías que pudieron acceder desde las zonas limítrofes; con los coruñeses, sin distinción de edad, sexo y condición, con María Pita a la cabeza y con otras mujeres casi anónimas, como Inés De Ben, y con los Infantes de Marina de los Tercios embarcados, sin olvidar a los barcos de la Real Armada surtos en las aguas de la bahía, defendieron con honor y bravura una Coruña que peligraba para la Corona española y que pudo llegar a convertirse en un antecedente de Gibraltar en el noroeste español. Afortunadamente, no fue así y en La Coruña, como en el resto de Galicia, ondea, cada día, la gloriosa enseña rojo y gualda y, eso, en buena medida, se le debe al pueblo coruñés, a sus soldados, a los Infantes de Marina de las dotaciones vueltas de la Gran Armada y ¿por qué dudarlo?, a la intercesión de la Santísima Virgen del Rosario, por ello, cada año, llegado el mes de agosto, la ciudad se postraba -ahora lo hace en mayo- de nuevo ante la imagen de la Virgen para renovar su Voto.

Historiando un poco este Voto que se renueva anualmente, fue el 8 de mayo de aquel año de 1589, cuando un grupo de coruñeses, viendo que la suerte estaba echada, volvieron sus ojos a la Galeona, Nuestra Señora del Rosario, aquella bajo cuya advocación y protección se había puesto, en 1571, la Escuadra que, al mando de D. Juan de Austria, batió a los turcos en Lepanto, la “más alta ocasión que vieron los siglos” y, desde entonces, con muy pocos paréntesis, llegado el primer domingo de agosto -hoy se celebra el más próximo al 8 de mayo-, la ciudad renueva su Voto ante la imagen de su Patrona.

La Meiga Mayor y la Meiga Mayor Infantil 2024, a los pies de la Virgen del Rosario

Nuevamente, este año, ayer, día 12 de mayo, se celebró, la tradicional Función del Voto y, de nuevo, al gobierno municipal sociata le dio la espalda de forma miserable, dejándola desprovista, una vez más, del boato de años anteriores, sin contar, por supuesto, con la presencia de la sectaria alcaldesita coruñesa que está más para las carnavaladas o para hacer el más espantoso de los ridículos, demostrando su falta absoluta de categoría, como sucedió el otro día en una espectáculo de humoristas celebrado en La Coruña, que para concurrir, como es su obligación, a los actos más señeros de la larga historia de la ciudad.

También este año, la Función del Voto pasó desapercibida para la mayoría de los coruñeses que, merced a los miserables políticos socialistas que la desgobiernan, están perdiendo la perspectiva de los hechos más relevantes de su devenir histórico. Incluso, para más inri, ni tan siquiera se han acordado de colocar una corona de laurel al pie del monumento a María Pita en recuerdo de todos los coruñeses muertos en defensa de la ciudad aquel 1589.

Hoy, un año más, la representación del desgobierno municipal la ostentó un concejalito sociata como si se tratase de un acto cualquiera sin la relevancia histórica que posee la Función del Voto y sin el significado que se merece, no estando presente, ni tan siquiera, un edil más del gobierno socialista, seguro que muy ocupados en otras gilipolleces de esas que tanto les gustan. Si la llegada de la maldita marea supuso entrar en una espiral oscurantista, el relevo dado por los sociatas que, pese a la victoria electoral de los populares, se auparon al poder, no fue otra cosa que la prolongación de lo anterior y la continuación de una alarmante pérdida de clase, estilo y categoría, convirtiendo a La Coruña en una ciudad ramplona cuyo más fiel ejemplo es esa alcaldesita que la gobierna y la tropilla que forma con ella el gobierno municipal, una colección de incompetentes, a cada cual más mediocre.

Si La Coruña quiere volver a ser lo que era, en la misma medida que si España quiere volver a brillar con luz propia, es imprescindible echar a los socialistas cuanto antes de las Instituciones ya que constituyen un cáncer de muy mala cura y en esto no cabe ser neutral como un día dijo uno de esos estúpidos traidores que, vendidos por un carguito, han olvidado el sagrado juramento que prestaron.

José Eugenio Fernández Barallobre.

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