sábado, 28 de octubre de 2023

En el cincuentenario del secuestro de Felipe Huarte

Del boletín "Emblema" de octubre, tomamos este artículo de nuestro buen amigo y compañero el Inspector Jefe Eloy Ramos Martínez.

Fue el tercer secuestro protagonizado por ETA, tras los del cónsul francés Eugene Beihl realizado el 1 de diciembre de 1970 y del industrial Lorenzo Zabala Suinaga, el 19 de enero de 1972. El de Huarte fue el primer secuestro económico de la banda.

Felipe Huarte, recién liberado

Felipe Huarte Beaumont (fallecido en 2017), contaba 53 años en 1973. Casado con Teresa Aizpún Tuero, eran padres de tres niños, Felipe, de 8 años, Félix, de 4 y Teresa, de 2, y residían en el chalet conocido como Villa Adriana en homenaje a la madre y abuela, sito a unos 3 kilómetros de Pamplona en el lugar conocido como Veloso Alto.

Su padre, Félix Huarte Goñi, fallecido en 1971, además de ser un magnate en el ámbito de la construcción, había sido también presidente de la Diputación navarra tiempo atrás. De su matrimonio con Adriana Beaumont Galduroz tuvo cuatro hijos, tres varones y una mujer, siendo Felipe el mayor.

Felipe Huarte había sido un apasionado deportista en su juventud; formando pareja con el madrileño Vicente Solá, había conquistado el campeonato del mundo de pelota en categoría de aficionados, en 1955 en Montevideo. Tres años después había revalidado la proeza en Hossegor (Francia), esta vez con el guipuzcoano Jesús Gurruchaga como compañero.

Ingeniero Industrial de profesión, el señor Huarte participaba en los Consejos de Administración de varias empresas, entre ellas Torfinasa (Tornillería Fina de Navarra), del grupo Huarte, fundado por su padre, y de la que era director gerente, pero que entonces atravesaba una crisis laboral. Estaba envuelta en negociaciones con los sindicatos por la firma de un nuevo convenio. Sin embargo las diferencias entre la patronal y los trabajadores motivaron una huelga de estos.

La respuesta de la empresa fue expulsar a 140 huelguistas, lo que le sirvió de excusa a ETA para convertir a Huarte en su blanco.

Porque ETA necesitaba dinero de manera imperiosa, y la mejor forma de conseguirlo era secuestrar a un gran empresario y percibir un suculento rescate.

Pero la Organización no tenía comandos en la región navarra, ni casi infraestructura, por lo tanto se hizo necesario enviar a los militantes más cualificados de Guipúzcoa. Al frente de ellos estaba el ex benedictino “Txikía”, (Eustaquio Mendizábal Benito) el hombre fuerte y cerebro de la banda en aquella época.

ETA buscaba en realidad un doble beneficio con el secuestro: por una parte el ingreso de una importante cantidad de dinero, y por otra el pasar por una organización obrerista al exigir también el arreglo de la crisis laboral de Torfinasa. Y todo ello le acarrearía una enorme publicidad, dada la personalidad del secuestrado.

Por diversos medios, varios etarras consiguieron establecer contactos con algunos enlaces sindicales de Torfinasa, y, al menos en dos ocasiones, les dieron dinero (ciento treinta mil pesetas) para que prolongaran el conflicto, un mínimo de quince días más. Era el tiempo que calculaban necesario para llevar a cabo sus planes. Esto ocurría a primeros de 1973.

"Txikía", el jefe del comando

Por cierto que los encargados de esta labor, “Tomás” (Tomás Pérez Revilla) y “Fangio” (José Joaquín Villar Gurruchaga) tuvieron problemas por su poca discreción, especialmente el primero por su mal carácter, que por verdadera casualidad no fue detenido en un bar de Pamplona el día de Reyes cuando fue reconocido por un policía. Escapó esgrimiendo una pistola, y gracias al numeroso público que había en el establecimiento, lo que impidió que el policía disparara.

Por fin el día 16 de enero ya estaba todo dispuesto: hombres, armas, municiones, vehículos y lugares para ocultar a la víctima, en suma, toda la infraestructura para cometer el secuestro.

Sobre las diez y media de la noche regresó Huarte, acompañado de su esposa, a su domicilio conduciendo su Dodge Dart verde. Algo debió intuir pues le indicó a su mujer que no saliera del coche, pero ya era demasiado tarde. Varios etarras, al mando de “Garratz” (Jesús María Zabarte Arregui), habían logrado, mediante un ardid, penetrar en la vivienda, y, tras atar a los hijos del matrimonio y al personal del servicio, la cocinera, una doncella y la institutriz, estaban esperándoles. Por cierto que “Tomás”, en un momento dado, propinó una tremenda bofetada a la cocinera.

Cuatro de los miembros del grupo entraron en la casa, el resto quedó vigilando fuera.

A pesar de la valiente resistencia que opuso don Felipe (perdió sus zapatos en la pelea), fue inmovilizado, y, utilizando su propio coche, lo llevaron los secuestradores a su primer lugar de cautiverio, una cueva que había sido antiguamente una mina de pizarra, y estaba abandonada.

El coche apareció entre Lecumberri y Leiza, así como otro, un Citroën Tiburón que también utilizaron y que habían robado el día antes.

Antes de partir los etarras dejaron escritas sus condiciones para liberarlo: cincuenta millones en pesetas en francos franceses y solución del conflicto laboral a satisfacción de los trabajadores de la empresa. Daban un plazo de tres días. La nota la dejaron en la guía telefónica.

La esposa y las demás personas quedaron encerradas en el sótano.

Hay que decir que, al conocer la declaración de los terroristas, los trabajadores de la empresa volvieron a sus puestos espontáneamente, a la vez que repudiaban el secuestro y se solidarizaban por completo con la familia de don Felipe Huarte.

La cantidad era francamente importante para la época, y los dirigentes de la banda se hubieran conformado muy gustosamente con la mitad, pero a ello se opuso tenazmente Txikia, que no transigió en rebajar ni una sola peseta. Finalmente se saldría con la suya, lo que aumentó su prestigio en la Organización, aunque el botín daría origen a conflictos posteriores en su seno.

A las 11 de la noche, el hijo mayor, consiguió desatarse y liberó de sus ataduras a los demás. Por entonces su padre se hallaba descalzo en la cueva de Itxasondo.

En el secuestro habían participado: “El Casero” (Manuel Murúa Alberdi), “Fangio”, “Garratz”, “Goyerri” (Juan Miguel Goiburu Mendizábal), “Juantxo” (José María Aldasoro Artola), “Tomás” y “Txikia”, así como “Luxía II” (Lorenzo Eguía Lizaso), “Burugorri” (Fernando Izaguirre Izaguirre), “Fangio II” (Manuel Isasa Iturrioz), “Iñaki” (Miguel Agustín Lascuraín Mantilla), y “Argala II” (José María Yarza Echenique).

Naturalmente se repartieron los cometidos, así el cerebro, como se dijo, fue Txikía. De la custodia del secuestrado se encargaron Argala II y El Casero y el local al que fue trasladado desde la cueva, una nave industrial de planta baja en el barrio de Buenos Aires en Lasarte, había sido acondicionada por Fernando Izaguirre. Lasa iba durante los trayectos como lanzadera para evitar sorpresas.

La familia pagó el rescate exigido. Lo hizo en dos entregas, aportando veinticinco millones cada vez según las indicaciones de los etarras “Sabin” (Sabino Achalandabaso Barandica) y “Marcos” (Ramón Urrutia Galarraga), el que solía hacer funciones de portavoz de la banda. Ambos habían sido designados para negociar con la familia.

La primera remesa la recibió Miguel Isasa Iturrioz de manos de un amigo de la familia, que la hizo efectiva en Bruselas el 19 de enero. La segunda entrega la efectuaron los abogados Ruiz Balerdi y Juan María Bandrés Molet, en el bar Trocadero, de París, a “Txempelar”. A las 9 de la noche de aquel día, Radio Intercontinental de París dio la noticia de la puesta en libertad del secuestrado.

En realidad el cobro del rescate había sido gestionado por “Txempelar” (José Ramón Sagarzazu Olaizaguirre), ayudado por “Ezkerra” (Ignacio Múgica Arregui) y Ramón Achotegui Arocena. “Txempelar” era el cajero de la banda, y se pasaría luego a ETA Militar con casi todo el dinero.

Efectivamente, tras permanecer en una tienda de campaña en el interior de la nave citada, Huarte fue liberado cerca de la venta de Arzac, en el kilómetro 17 de la carretera Irún – San Sebastián a las ocho y media de la tarde del día 26. Cuando llegó a su casa le esperaban cerca de cien periodistas.

Digamos que el Consejo de Ministros celebrado el 19, para tratar monográficamente del secuestro, debatió la procedencia de autorizar al Instituto Español de Moneda Extranjera que facilitase a la familia Huarte las divisas necesarias para pagar el rescate. Franco estuvo conforme.

En los medios de información y en las esferas políticas se desató una dura controversia sobre la licitud de pagar los rescates en estos casos. El periodista Emilio Romero y el político Gonzalo Fernández de la Mora centraron la parte más interesante de la polémica.

Entre finales de febrero y primeros de marzo siguientes, fueron detenidos dieciocho etarras en una brillante operación policial, esclareciéndose el secuestro y capturando el archivo de Txikía, ciento diez mil pesetas que guardaba éste en su escondite, y once pistolas Firebird húngaras, compradas en la extinta República Democrática de Alemania. Fueron detenidos cinco comandoburus (jefes de comando), los de San Sebastián, Lasarte, Lezo, Rentería y Hernani.

Yarza, Eguía, Lascaurín, Isasa e Izaguirre serían condenados a treinta años como autores, y Angel Amigo Quincoces y María Esther Redondo Galdeano lo fueron a quince, en calidad de cómplices. .

Entre los documentos que la Policía incautó a la banda en la operación mencionada, se encontraron dos cartas dirigidas a la familia Huarte, firmadas por el Frente Militar. También se hallaron otros muy interesantes, uno de ellos se titulaba “Al Comité de Relaciones Internacionales”, y en él el Comité de Organización solicitaba al Frente Militar información oficial sobre el rescate, exigiendo llevara las firmas y garantías precisas para que quedara demostrado que el dinero obtenido por el secuestro estaba depositado a disposición de la Organización. Al parecer había desconfianza entre los miembros de la banda.

Otro de los documentos incautados, encabezado por la palabra “ERA” (Comité de Coordinación), era una comunicación personal de “Sabin” a “Txikia”, relacionada con las gestiones efectuadas respecto al secuestro y en la que anunciaba que enviaba a la reunión de ERA un escrito amplio sobre las actividades de ETA en el exterior (“Sabin” era el encargado de Relaciones Exteriores de la banda, junto con “Pruden” - Prudencio Sodupe Acuene-). A juzgar por el contenido del escrito todo indicaba que sería el Frente Militar de ETA quien administraría el botín recaudado por el secuestro, e indudablemente, era también este Frente quien manejaba a la Organización.

Con esta actuación policial se evitaron numerosos atentados, ya planificados por la banda, que serían de inmediata ejecución, a saber: Atentados contra la central eléctrica de Zicuñaga, en Hernani; contra un transformador en Zumárraga, el Polvorín de Puertos y Caminos en Iciar; la Comandancia de Marina en Fuenterrabía, la de la Guardia Civil en Deva, el Centro Católico de San Miguel y el consulado italiano en San Sebastián. Asimismo tenían previsto atracar el Banco de Vizcaya en Elizondo (Navarra), el Central en Hernani, y a un furgón del de San Sebastián. Por ultimo tenían prevista la fuga de los presos etarras de la cárcel de Jaén.

Digamos por último que las negociaciones para el convenio colectivo de la empresa Torfinasa, finalizaron con mejoras salariales del siguiente tenor: aumento de 3.000 pesetas mensuales , 100% de percepción en caso de baja por enfermedad, un mes de vacaciones y 44 horas semanales de trabajo.

Eloy Ramos Martínez.

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