Del boletín "Emblema", tomamos este artículo de nuestro buen amigo, compañero y colaborador, el Subinspector Jesús Longueira Alvarez.
El puente de Deusto, ese mismo que décadas atrás se abría por su parte central para permitir que los barcos llegaran hasta el mismo corazón de Bilbao, y que con el traslado del puerto a Santurce perdió esa función, fue escenario en los años 80 de una batalla diaria que se libraba entre los componentes de las Compañías de Reserva General, (CRG), de la Policía Nacional y el personal de “Astilleros Euskalduna”, a los que Solían ayudar los “muchachos” del barrio.
Este momento era para correr |
En el marco de la política conocida como “Reconversión Industrial”, la industria naval era una de las afectadas, con efectos parecidos en otras ciudades como Ferrol o Cádiz, la crónica diaria que se vivía aquí tenía más bien efecto desde la entrada de los trabajadores hasta la salida de estos, siempre en horario laboral, siendo frecuente que al tocar la sirena que anunciaba la hora de salida los obreros pasaran, como si tal cosa, por delante de la policía en dirección a sus casas, retirándose después las unidades antidisturbios a sus cuarteles hasta que al día siguiente a las ocho de la mañana sonaba de nuevo la sirena, anunciando esta vez la entrada.
Las protestas "pacíficas" |
Los medios utilizados por la policía eran los mismos de siempre, pelotas de goma, botes de humo, fumígenos o lacrimógenos, y las menos de las veces, el uso de la defensa si se daba el caso de que se llegara a la distancia necesaria para utilizarla. Por parte del personal de los astilleros algo más peligroso, al material que diariamente manejaban en sus quehaceres laborales como rodamientos, varillas, chapa de metal, sumaban, como se ve más abajo, el fuego y las pequeñas armas que elaboraban en los tornos o fresadoras del propio astillero, así, esas varillas o rodamientos eran lanzadas con potentes tirachinas o tubos reconvertidos en lanzaderas que hacían de las varillas un arma temible. Se llegó a intervenir una pistola elaborada con un tubo de 9 milímetros y varias tuercas a modo de “cierre”.
"Juegos" de niños |
Una de las escenas que más se repetía era la siguiente, ya con el paso del tiempo los del astillero le habían cogido el truquillo y los botes de humo se convertían en moneda de intercambio entre unos y otros, era común que hubiera un grupo dedicado en exclusiva a recoger los mismos, y con un pequeño esfuerzo devolverlos al lugar de origen, para que afectara a quien lo había lanzado.
Devolviéndolo de un buen "chut" |
No quedó ninguna de las Unidades de Reserva General sin pasar por el lugar, en comisiones que duraban desde los quince días hasta varios meses, fue frecuente incluso, que debido a la larga duración de las negociaciones, alguna tuviera que repetir, y así en aquella temporada, en el puente de Deusto se mezclaron todos los acentos que podemos encontrar a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Con el paso del tiempo se convirtió en una rutina hasta para la gente que nada tenía que ver con la temida reconversión, y si al principio la gente se abstenía de hacer acto de presencia en las horas cruciales, el desinterés fue en aumento y se dieron multitud de imágenes como la que sigue:
Cada uno a lo suyo |
Tras una larga temporada de auténticas batallas campales que de nada sirvieron, hoy en día no queda ni rastro de aquello, un museo y un gran parque con una extensa zona verde es lo que hay en el lugar de donde antaño salían barcos, los trabajadores se fueron a sus casas y sus hijos tuvieron que buscar trabajo en otros sectores, que fuera de la actividad industrial, se orienta más bien hacia el sector servicios. ¡Quién hubiera dicho esto de Bilbao!
Jesús Longueira Alvarez.
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