Lo que sí es cierto, es que entonces, igual que ahora, la Administración de Justicia está a millones de años luz de distancia de administrar «Justicia». La Diosa de la Justicia, Temis, se simboliza con una venda en los ojos como representación de las decisiones objetivas e imparciales sin influencias de riquezas, política, fama que se toman, pero parece más probable que lo está para que no ver las canalladas e injusticias que se cometen, en numerosas ocasiones, en su nombre. El instigador del movimiento sedicioso, Largo Caballero, fue declarado inocente; Prieto, pese a su obesidad, fue muy veloz para huir al extranjero, y a los pocos que se condenó, como a Moreno Martín, José del Castillo o a Fernando Condés, se les amnistió a la llegada del Frente Popular tras ganar, o eso dicen ellos ya que estudios actuales demuestran el enorme fraude electoral que se produjo (1), las elecciones celebradas en febrero del 36.
Antes incluso de que se reunieran las Juntas Electorales Provinciales que debían determinar el resultado de las elecciones, las autoridades desertaron cobardemente de sus puestos creando un vacío de poder que fue inmediatamente ocupado por las fuerzas izquierdistas que se autoproclamaron vencedores de las elecciones, nombrando Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la República, a Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros que dictó un Decreto Ley de Amnistía el 21 de febrero que en su artículo único decía: “Artículo único. Se concede amnistía a los penados y encausados por delitos políticos y sociales. Se incluye en esta amnistía a los Concejales de los Ayuntamientos del País Vasco condenados por sentencia firme” (2).
Este Decreto-Ley aprobado por la Diputación Permanente, aunque parezca mentira, con los votos a favor de los diputados de la CEDA (la derecha cobarde no es un concepto actual) permitía que todos los condenados, detenidos, procesados e investigados quedaran impunes, sin reparar si lo estaban por delitos de sangre o no, con la única condición que fueran considerados delitos políticos sociales, ósea, todos, puesto que un vulgar atraco pasó a ser considerado “político social” si el autor se declaraba de izquierdas o anarquista.
Pero no solo se contentaron con poner en libertad a cientos de condenados, muchos de ellos criminales peligrosos sino que cumpliendo el programa electoral del Frente Popular que en su punto II decía: “Los funcionarios y empleados públicos que hayan sido objeto de suspensión, traslado o separación, acordada sin garantía de expediente o por medio de persecución política, serán repuestos en sus destinos” (3). Fueron readmitidos en sus antiguos puestos todos los condenados, entre ellos el teniente Máximo Moreno Martín, Fernando Condés, José del Rey Hernández, etc.
De hecho Máximo Moreno y José del Rey fueron liberados de la cárcel de Guadalajara por las turbas izquierdistas, que entraron en el centro penitenciario aprovechando el vacío de poder causado por la huida de las autoridades, el día 22 de febrero. Participó en un mitin político organizado por una organización extremista llamada “Socorro Rojo” y el 7 de marzo se publica en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra su reingreso en el Cuerpo de Seguridad desempeñando el cargo de teniente ayudante del comandante jefe del Grupo de Escuadrones del Cuerpo de Seguridad, un puesto clave para poder controlar toda la unidad, primero al mando del comandante de Caballería Cándido Viqueira Fullós, nombrado para el cargo por las nuevas autoridades del Frente Popular y después por el comandante Mauricio Sánchez de la Parra, otro exaltado izquierdista, que era el que mandaba la unidad cuando se produjo el asesinato del diputado Calvo Sotelo.
Además, con la clara intención de controlar las fuerzas policiales, las autoridades del Frente Popular expulsaron, dejando disponibles, a todos los oficiales que no eran, según su parecer, simpatizantes del nuevo gobierno. Empezaron por el jefe de las Fuerzas de Asalto, teniente coronel Rafael Fernández López (4), sustituyéndole, el 25 de febrero de 1936, por el coronel Ildefonso Puigdengolas y Ponce de León (5), conocido azañista y masón, y continuando, con oficiales de gran prestigio en la corporación como el Comandante Juan Camps de la Peña, al mando de los escuadrones de Caballería y que fue vilmente asesinado el 16 de octubre de 1936 tras ser detenido e ingresado en la “checa” de Polier (6), los capitanes Carlos Cordoncillo, Jesús Gómez Zamalloa y un largo número de oficiales, colocando en su lugar a otros que contaban como único mérito ser izquierdistas y afiliados a la UMRA, con nulo amor al Cuerpo y con la única intención de “bizcochar” la institución policial de izquierdistas radicales para poder controlarlo, como por ejemplo los tenientes José del Castillo y Sáez de Tejada, por cierto absuelto por la “infalible justicia española” tras los sucesos de octubre del 34, los hermanos Alfonso y José Barbeta Vilches, Alfredo León Lupión (masón), Carlos Rodríguez Medina o los capitanes Antonio Puig Petrolani (masón) que pasó a mandar la 5ª Compañía de Asalto, Demetrio Fontán Cadarso, jefe de la 4º Compañía de Asalto (masón) o Antonio Moreno-Navarro y Toledo (masón), designado para mandar la unidad más izquierdista del Cuerpo, la 2ª compañía de especialidad del 2º Grupo de Asalto, Grupo que mandaba otro recién llegado al Cuerpo, el comandante Ricardo Burillo Shtolle (masón), que Ingresó en el cuerpo el 27 de febrero. Como vemos, la mayor parte de ellos afiliados a la masonería… ¡para que luego digan que el “contubernio masónico” fue un invento de Francisco Franco!
No es difícil suponer que el tiempo que permaneció en prisión radicalizó aún más las ideas políticas de Máximo Moreno, sumando a esto la sensación de impunidad que provocó su amnistía y posterior reingreso en el Cuerpo de Seguridad. Todo ello le llevó, en unión de sus compinches y amigos, José del Castillo, Carlos Faraudo, Fernando Condés y Gabriel Vidal Ubeda, a convertirse en, de manera pública y conocida, en instructores de las milicias socialistas.
Esas milicias socialistas no eran un grupo de jóvenes, como los de 1934 que se juntaban los sábados para jugar a soldaditos en la Casa de Campo y que recibían el nombre de “chiviris” por el estribillo de la canción que cantaban. En 1936 las milicias socialistas eran un grupo perfectamente organizado, muy bien financiado por el partido socialista, uno de los partidos que sustentaban al Gobierno de Azaña, instruido por militares profesionales en el uso de las armas y que incluso tenían uniforme: Una camisa azul con corbata roja. Largo Caballero estaba muy pendiente de esas milicias ya que pensaba que iban a ser la vanguardia del nuevo alzamiento revolucionario que planeaban y que acabaría con la República burguesa y por eso encargó su dirección a un militar profesional del Arma de ingenieros, Carlos Faraudo de Micheo que ya tenía amplia experiencia puesto que había sido durante dos años instructor del Ejército de Bolivia. Lo confirma en su libro «Testimonio de dos guerras» Manuel Tagüeña: “Nuestras milicias, ya de uniforme, con camisa azul y corbata roja, aseguraron el servicio de orden […]. El 8 de mayo fui con Fernando de Rosa y Ordóñez a ver al capitán Faraudo, a quien Largo Caballero quería encargar el mando militar de las milicias socialistas” (7).
Por desgracia para el capitán Faraudo, no pudo cumplir la orden de su jefe político (8), Largo Caballero, ya que esa misma tarde fue asesinado por unos desconocidos cuando paseaba por la calle Lista número 67 de Madrid junto a su esposa Elena Piloche. Tras una rápida investigación la Brigada de Investigación Criminal de Madrid, al mando del comisario Antonio Lino Pérez González, detuvo a dos personas. No se pudo demostrar su participación directa en el crimen pero fueron condenados por encubridores de él (9).
Su homicidio causó una gran agitación en las filas izquierdistas y sobre todo en la UMRA, asociación de la que era miembro, siendo el encargado de informar a Largo Caballero el teniente Moreno que redactó una nota manuscrita que se conserva en la Causa General. La nota decía: «Don Francisco. Anoche en la calle Lista 67, unos individuos se apearon de un coche e hicieron unos disparos al capitán Carlos Faraudo —perteneciente a nuestro partido—, un camarada más que nos mata la reacción fascista—por la causa socialista. Teniente Moreno» (10).
Nota manuscrita del teniente Moreno informando a Largo Caballero de la muerte del capitán Faraudo (11) |
A funeral asisten los principales personajes de la izquierda, Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, Margarita Nelken, Indalecio Prieto, Santiago Carrillo, Álvarez del Vayo, Jesús Hernández, etc, así como otros militares de tendencia izquierdista como Fernando Condes, Julio Mangada, que realiza un discurso incendiario exhortando a los presentes para “hacer pagar ojo por ojo y diente por diente” los hechos, etc.
Hemos rescatado del Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, ahora llamado Centro Documental de la Memoria Histórica, una interesante fotografía del funeral del capitán de ingenieros Carlos Faraudo donde se puede observar varios detalles. En primera fila, llevando el féretro a hombros, se encuentra Máximo Moreno Martín vestido de uniforme del Cuerpo de Seguridad. Detrás de él aparece José del Castillo y Sáez de Tejada. En la parte derecha de la foto, junto a Moreno, se encuentra un capitán del Cuerpo de Seguridad, también vestido de uniforme, que pudiera ser Antonio Moreno-Navarro y Toledo, jefe de la 2ª Compañía de Especialidades. Al otro lado del féretro, en primera línea, aparece el teniente de artillería Gabriel Vidal Úbeda, apodado en los ambientes izquierdista como “El Rubio” y tras él, otro teniente, también de Artillería, que la prensa identifica como Ambroso (12). Alrededor de ellos, vestidos de uniforme, miembros de las Milicias Socialistas, que como hemos visto era una camisa azul con una corbata roja alzando el puño. Como se puede ver, no ocultaban ni su tendencia política ni sus verdaderas lealtades.
Entierro del Capitán Faraudo (13) |
(1) El que esté interesado en este tema puede leer el revelador libro «1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular» de Roberto Villa García y Manuel Álvarez Tardío.
(2) Gazeta de Madrid, número 53 de 22 de febrero de 1936, página 1515.
(3) Programa electoral del Frente Popular, para las elecciones de febrero de 1936 punto II. El punto completo decía: «Los funcionarios y empleados públicos que hayan sido objeto de suspensión, traslado o separación, acordada sin garantía de expediente o por medio de persecución política, serán repuestos en sus destinos. El Gobierno tomará las medidas necesarias para que sean readmitidos en sus respectivos puestos los obreros que hubiesen sido despedidos por sus ideas o con motivo de huelgas políticas en todas las corporaciones públicas, en las empresas gestoras de servicios públicos y en todas aquellas en que el Estado tenga vínculo directo. Por lo que se refiere a las empresas de carácter privado, el Ministerio de Trabajo adoptará las disposiciones conducentes a la discriminación de todos los casos de despido que hubieran sido fundados en un momento político social y que serán sometidos a los Jurados Mixtos para que éstos amparen en su derecho, con arreglo a la legislación anterior a noviembre de 1933 a quienes hubieren sido indebidamente eliminados».
(4) Para mas información sobre Rafael Fernández López ver http://cnpjefb.blogspot.com/2018/03/teniente-coronel-rafael-fernandez-lopez.html
(5) Gazeta de Madrid, número 60 de 29 de febrero de 1936.
(6) Para más información sobre el comandante Juan Camps ver http://cnpjefb.blogspot.com/2020/04/el-asesinato-del-comandante-juan-camps.html
(7) TAGÜEÑA LACORTE. Manuel en Testimonio de dos guerras, Edición Planeta (2005), página 96.
(8) Le sustituyo en la mando de las Milicias Socialistas el aviador militar retirado Arturo González Gil de Santibañez.
(9) VIQUEIRA HINOJOSA, Antonio en Historia de la Policía 1931-1936, publicado en separatas en la revista «Policía», tomo II, página 246.
(10) Archivo Histórico Nacional, Causa General, 1500, Exp.4, Expediente sobre el asesinato de José Calvo Sotelo, pagina 104.
(11) Idem.
(12) VIQUEIRA HINOJOSA, Antonio en Historia de la Policía 1931-1936, publicado en separatas en la revista «Policía», tomo II, página 247. Viqueira identifica a Ambroso como José Ambrós Iglesias, de 45 años.
(13) Centro Documental de la Memoria Histórica, SE-MASONERÍA_A,FOTO.323.
(continuará)
Antonio Alonso Rodríguez.
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