martes, 13 de abril de 2021

Hoy, sigue presente

Hoy recordamos al Cabo primero de la Policía Nacional Tomás Palacin Pellejero y al Policía Nacional Juan José Visiedo Calero, asesinados por la explosión de una bomba, dejada en un vehículo por miembros de ETA, que huían tras haber asesinado a un comandante del Ejército de Tierra, en Pamplona el 13 de abril de 1984.

Un comandante del Ejército asesinado a tiros y dos Policías Nacionales muertos, tras la explosión de un coche bomba utilizado como cebo, era el balance del doble atentado terrorista cometido en Pamplona el día 13 de abril de 1984. Ambas acciones se llevaron a cabo en un intervalo de 45 minutos. Se trataba de la primera ocasión en que un mismo comando efectuaba dos atentados encadenados.

Cabo 1º Tomás Palacín Pellejero


La primera de las víctimas del doble atentado fue el comandante de Infantería Jesús Alcocer Jiménez, que había pasado a la situación de retiro en el año 1977.

Los infaustos hechos comenzaron a las 7 y 10 minutos de la mañana, cuando Jesús Alcocer se dirigía a “Mercairuña”, centro mayorista donde realizaba las compras de suministros que luego vendía en tres supermercados de su propiedad ubicados en Pamplona. Dos jóvenes, de edades comprendidas entre los 25 y 35 años, le aguardaban en el interior del establecimiento comercial. Los dos terroristas, a cara descubierta, le dispararon simultáneamente a la cabeza desde una distancia de tres metros, provocándole la muerte instantánea. Los trabajadores que se encontraban en el lugar no se apercibieron del hecho. Minutos después llegó a Mercairuña una dotación de la Policía Nacional y dos horas más tarde el juez de guardia.

Policía José Visedo Calero


Los etarras se dieron inmediatamente a la fuga en un automóvil Renault 18, de color verde claro, donde les aguardaba un tercer terrorista. Varios testigos pudieron identificar el vehículo utilizado en el atentado y, alertadas las dotaciones policiales de Pamplona, se establecieron diversos controles, procediéndose también a realizar una amplia operación de rastreo por diversas calles de la ciudad, a fin de localizar este turismo, cosa que ocurrió unos 45 minutos después.

Una dotación del 091, compuesta por tres Policías Nacionales, localizó el Renault 18 abandonado en la ronda de Ermitagaña, justo enfrente del instituto de Enseñanza Media Navarro Villoslada a varios kilómetros del lugar en que se produjo el asesinato de Jesús Alcocer. Los dos jóvenes terroristas dejaron abandonado el vehículo en esa zona, colocando en el interior un mecanismo explosivo.

El cabo primero Tomás Palacín Pellejero y el agente Juan José Visiedo Calero, decidieron inspeccionar el coche, situándose uno a cada lado del vehículo, mientras el conductor del vehículo policial avisaba a la central su localización. En el momento de abrir la puerta del maletero, estalló el coche, alcanzando a los dos policías Nacionales de lleno, siendo decapitados y mutilados y cuyos restos quedaron esparcidos en un radio de más de cien metros del alrededor. El Policía conductor del vehículo “Z” Juan Vicente Sánchez Martín, resultó herido por la onda expansiva de la explosión de los quince kilogramos de goma-2. Se salvó también de milagro un repartidor de pan, que pasaba con su vehículo en aquellos momentos por aquel lugar.

La explosión provocó la rotura de los cristales de los edificios de alrededor y graves daños estructurales del centro educativo, teniéndose que suspender las clases. Mientras los escolares abandonaban al instituto, voluntarios de la Cruz recogían los esparcidos restos de los infaustos policías. El dispositivo que accionó el artefacto explosivo era de los conocidos como pinza y estaba conectado a una de las cerraduras del vehículo.

En la tarde del día siguiente tuvieron lugar los funerales de cuerpo presente por las víctimas en la iglesia de San Francisco Javier de Pamplona, bajo la presidencia del ministro del Interior, José Barrionuevo, que fue constantemente increpado por un sector del numeroso público que se agolpaba en el templo. Los féretros de los dos servidores del orden público, envueltos en sendas Banderas Nacionales, llegaron a la Iglesia a hombros de sus compañeros de la Policía Nacional.

El ministro del Interior y el resto de las autoridades que le acompañaban fueron abucheados con dureza, tanto a la entrada como a la salida de la iglesia de San Francisco. Los gritos contra ETA y los insultos contra el ministro, el Gobierno y el PSOE se mezclaron con los “vivas” a España, la Guardia Civil y la Policía Nacional, A la salida del acto aparecieron octavillas, unas firmadas por Fuerza Nueva y otras por Falange española de las JONS, En una de ellas se leía “Si ellos no olvidan, nosotros no perdonamos”.

Fuertemente protegido, el ministro se trasladó a la Delegación del Gobierno, donde tuvo que esperar más tres cuartos -de hora, debido a un grupo muy nutrido de personas que le insultaron que se habían concentrado en la puerta de la Delegación del Gobierno, hasta que efectivos de la Policía Nacional le abrieron paso para que se pudiera dirigir al aeropuerto de la capital navarra y emprender viaje de regreso a Madrid

Monseñor Cirarda, arzobispo de Pamplona, -hizo pública una nota en la que pedía “basta ya de sangre, Señor. Y basta ya de sangre os digo a todos, pamploneses y navarros. La dialéctica del odio y la muerte no es cristiana. Todos tenemos que condenar por ello estos viles asesinatos. -No hay razón alguna que pueda justificarlos. Ninguna razón pueda atenuar siquiera su gravedad”.

Los restos mortales de los policías Tomás Palacín Pellecero y Juan José Visiedo Calero fueron inhumados en Zaragoza y Valencia, respectivamente, adonde habían sido trasladados en la misma tarde de ese viernes 13 de abril.

En el patio del cuartel de la Policía Nacional de Zaragoza, dos mil personas asistían al funeral por el cabo primero de la Policía Nacional Tomás Palacín. Al acto, que registró un ambiente de gran emoción, asistieron las principales autoridades de la región. Dos compañías de la Policía Nacional y una de la Guardia Civil, rindieron honores al cobo primero asesinado, entonándose “La Muerte no es el Final”, el toque de Oración y el Himno de la Policía Nacional. El cuerpo del Policía Nacional, natural del pueblo de Cervera de la Cañada, fue enterrado posteriormente en el cementerio zaragozano de Torrero. En la localidad valenciana de Moncada y con asistencia de autoridades civiles y militares de la región y prácticamente todos los vecinos del pueblo era enterrado la otra víctima del atentado, el Policía Nacional José Visiedo Calero.

Por otra parte, en el cementerio San José, de Pamplona, era enterrado el comandante retirado Jesús Alcocer Jiménez, en un acto que se desarrolló sin incidentes y al acudieron alrededor de dos mil personas, entre ellas numerosos militares, amigos de la víctima, El féretro llegó al cementerio cubierto de coronas de flores, entre ellas una enviada por Blas Piñar, líder del partido al que perteneció la víctima. Por la tarde, tras el funeral, grupos de personas entonaron el Cara al sol, dieron vivas a Franco, y gritaron "GAL, mátalos". Asimismo, algunos de los cerca de 3.000 asistentes al acto zarandearon a varios informadores gráficos e intentaron agredirles.

La organización terrorista ETA Militar se responsabilizaba, mediante llamada telefónica al periódico Egin, de los dos atentados perpetrados en Pamplona, contra comandante de Infantería retirado Jesús Alcocer Jiménez y los policías nacionales Tomás Palacín Pellejero y Juan José Visiedo Calero. El vehículo utilizado por el comando terrorista -un Renault 18, de color verde claro, metalizado- fue robado en Hernani el 2 de julio de 1983.

El Cabo Primero Tomás Palacín Pellejero, estaba también casado, tenía 43 años y dos hijos. Era natural de Cervera de Cañada (Zaragoza).

El Policía Nacional Juan José Visiedo Calero, de 26 años, era natural de Melilla. Estaba casado y tenía una hija de dos años.

¡¡Dulce et decorum est pro patria mori!!

1 comentario:

  1. Mercedes Galdós Arsuaga, Juan José Legorburu Guerediaga y José Ramón Martínez de la Fuente Inchaurregui fueron condenados como autores de estos asesinatos. Por facilitar el explosivo que se colocó en el vehículo fue condenado a 29 años de prisión Jesús Jiménez Zurbano.

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