El día 23 de junio, el Policía Nacional Emilio Juan Casanova López, caía asesinado y seis agentes más resultaban heridos en el segundo atentado terrorista que tenía lugar en Guipúzcoa en el plazo de 24 horas. El atentado tuvo lugar a las 14.20 horas, dos horas más tarde de que finalizara en el Gobierno Civil de la provincia el funeral por el Guardia Civil Juan Maldonado Moreno, asesinado el miércoles día 22 en Pasajes.
El atentado, obra de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, se produjo mediante la explosión de un coche-bomba al paso de una patrulla policial formada por un furgón y una furgoneta con siete agentes de la Policía Nacional en su interior, cuando pasaba frente a la estación Norte del ferrocarril. La patrulla se dirigía al Parque Móvil de San Sebastián y circulaba por el paseo de Mundaiz, en la margen derecha de la ría del Urumea.
Policía Emilio Casanova López |
La furgoneta policial en la que viajaban los agentes fue alcanzada de lleno por la metralla y la onda expansiva de una bomba colocada en el interior de un coche estacionado en una de las márgenes del río Urumea, a pocos cientos de metros del parque móvil de la Policía Nacional en San Sebastián. El artefacto fue accionado a distancia, al paso del vehículo policial, por una persona situada en la otra margen del río o en una carretera que discurría por encima del lugar, escenario en los últimos años de varios atentados terroristas llevados a cabo de forma idéntica. La fortísima explosión quemó las ramas de los árboles del paseo y levantó en el aire los restos del coche Seat 127, matrícula SA-8675-B, en el que se encontraba el artefacto explosivo, que contenía gruesos tornillos y tuercas a modo de metralla. El coche-bomba había sido comprado el día 22 de ese mismo mes de junio por los terroristas, según una nota facilitada por el Gobierno Civil de Guipúzcoa.
El lateral izquierdo del vehículo policial quedó acribillado, con orificios que en algunos casos alcanzaban varios centímetros de diámetro. Técnicos de desactivación de explosivos comentaron que la explosión habría elevado hasta los 3.000 grados centígrados la temperatura del vehículo en el que se encontraba la bomba
Emilio Juan Casanova López fue trasladado urgentemente al hospital de la Cruz Roja, donde falleció poco después, mientras que otros compañeros heridos eran trasladados a la residencia sanitaria de San Sebastián, y otros dos, al hospital Provincial. Un portavoz de la residencia sanitaria hizo un llamamiento público a primeras horas de la tarde solicitando donación de sangre para las transfusiones. Uno de los policías heridos, José Antonio Quintana Cañuelo, de 27 años, tenía seccionada parcialmente la arteria yugular y su estado era gravísimo. Sufrió múltiples heridas de metralla en cabeza, tronco y extremidades, shock hemorrágico y paro cardiaco. Era natural de Valencia y estaba casado. Antonio Gutiérrez Pizarro, natural de Algeciras, 29 años, casado y con dos hijos, sufrió heridas graves en región lumbar derecha y múltiples heridas inciso contusas. El resto de agentes, Jesús María Díaz Barcia, Heliodoro Borrás Jesús, Juan Plaza Navarro y Engracio Calabuig Noguera, resultaron heridos de menor gravedad. Se daba la trágica circunstancia que los siete policías Nacional habían acudido, horas antes, al funeral que en el patio de armas del Gobierno Civil de Guipúzcoa se había celebrado por el alma del Guardia Civil Juan Maldonado Moreno, asesinado el día anterior, en la localidad guipuzcoana de Pasajes de San Juan, al explotar un artefacto colocado debajo de su vehículo.
Minutos después del atentado, efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil desarrollaron en San Sebastián una amplia operación con controles, cacheos y, en algunos casos, registros de viviendas. El tráfico de amplias zonas de la ciudad quedó colapsado, mientras vehículos policiales cruzaban las calles a toda velocidad haciendo sonar sus sirenas. Cientos de ciudadanos fueron interceptados e identificados en una operación policial espectacular por su envergadura y por la celeridad con que fue realizada.
A las 20:00 horas se celebró el funeral en el salón del trono del Gobierno Civil presidido por el ministro del interior José Barrionuevo Peña, el Capitán General de la Región Militar Teniente General Juan Vicente Izquierdo, Director General de la Guardia Civil, Teniente General Aramburu Topete, Delegado del Gobierno en Vascongadas, Ramón Jáuregui, mandos policiales , militares y de la Guardia Civil, el alcalde de San Sebastián, representantes municipales y otras autoridades.
Al finalizar las honras fúnebres, ante la puerta del Gobierno civil, con el féretro de Emilio Casanova presente y cubierto con la Bandera Nacional, una compañía del Ejército, otra de la Policía Nacional, dos secciones de la Guardia Civil y una unidad de música, interpretaron la marcha “La Muerte no es el Final”, el toque de oración en nuestros Ejércitos y el himno de la Policía Nacional, dando el ministro Barrionuevo vivas a España, al Rey , al pueblo vasco y las Fuerzas de Seguridad del Estado, que fueron respondidos por todos los presentes.
Los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA) se atribuyeron en una llamada telefónica realizada a varios medios de comunicación guipuzcoanos el atentado perpetrado el jueves 23 en San Sebastián, en el que había perdido la vida el Policía Nacional Emilio Juan Casanova, y resultaron heridos seis de sus compañeros.
Artificieros de la Policía Nacional lograban desactivar en la madrugada de ese mismo día 23, un artefacto compuesto por unos 25 kilos de goma-2, colocado en la planta tercera del mercado de abastos situado junto al antiguo hospital Militar de San Sebastián, convertido en aquellos momentos en acuartelamiento de la Policía Nacional. Hacia las diez de la noche dos individuos armados y encapuchados penetraron en el mercado, reduciendo al administrador, Santos Herró, a su esposa y a sus dos hijos, y amarrándolos posteriormente. Pretendían penetrar en el acuartelamiento por un antiguo pasadizo, que últimamente estaba tapiado. En vista de ello, colocaron el explosivo en el interior del mercado. Posteriormente dieron aviso al DYA. Felizmente los artificieros llegaron a tiempo de desactivar el artefacto, el mayor que se conocía hasta ese momento en la historia del terrorismo de ETA, y que hubiera hecho volar el acuartelamiento con todas las fuerzas concentradas en su interior.
ETA Militar por su parte reivindicaba al diario Egin la colocación de 25 kilos de Goma2 desactivados en la madrugada del jueves día 23 en un tejado contiguo a las dependencias de la Policía Nacional en el barrio donostiarra de Egia. El comando según su nota, intento colocar la bomba en el desván del cuartel, ignorando que el pasadizo que comunicaba ambos edificios había sido cerrado por motivos de seguridad hacía meses, cuando la policía se instaló en el antiguo hospital militar. Ese dato permitía explicar el hecho de que los terroristas permanecieran con el artefacto en sus manos por espacio de media hora en el tejado del mercado de frutas y abastos.
Las explosiones y atentados de aquellos días en San Sebastián y los continuos avisos de bomba, falsos en su gran mayoría, crearon un clima de incertidumbre en toda la provincia. La noche del jueves día 23, la estación de ferrocarril de Irún estuvo paralizada durante más de dos horas a causa de una de aquellas llamadas que obligó a los técnicos en desactivación de explosivos de la Policía Nacional a registros minuciosos en trenes, andenes y automóviles. La alarma se transformó en pánico cuando cundió el rumor de que las cargas explosivas estaban colocadas en tres vagones que contenían trilita y permanecían detenidos en la misma estación.
Los restos mortales del Policía Nacional Emilio Casanova López, de 29 años, eran enterrados al día siguiente en Ayora (Valencia), localidad donde residía. Con anterioridad se celebró una ceremonia religiosa en la iglesia de la Asunción, que comenzó a las 12 horas y a la que asistió una gran multitud de vecinos que abarrotaron por completo el templo.
Los comercios de Ayora cerraron desde las 11.30 de la mañana aproximadamente hasta primeras horas de la tarde en señal de duelo. Numerosos compañeros del fallecido, el director general de la Policía, Rafael del Río, el general inspector de la Policía Nacional, Félix Alcalá Galiano, los gobernadores civil y militar de Valencia y el conseller de Industria y Comercio, Segundo Bru, en nombre del presidente de la Generalidad valenciana, entre otras autoridades civiles y militares, asistieron a las honras fúnebres, que se celebraron sin incidentes. De igual forma en los funerales estuvieron presentes las tres hermanas del Policía asesinado, aunque no estuvo presente su mujer, que se encontraba embarazada.
Un impresionante silencio marcó el funeral, que solo fue roto al final del mismo, en el momento en que el féretro de Emilio, a hombros de sus compañeros, y envuelto en la Bandera Nacional, traspasó la puerta de la Iglesia. En ese momento, los miles de personas que se habían dado cita para acompañar en el duelo a la familia y compañeros policías, prorrumpieron en aplausos y aclamaciones a España, a la Policía Nacional y a la Guardia Civil. Emilio sería posteriormente enterrado en el cementerio de la localidad. A la salida del camposanto, el gobernador de Valencia en declaraciones a la prensa, pidió el “cese de la violencia inútil y salvaje, que siega la vida de hombres que trabajan por la paz de España”.
De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se le concedió la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo. Además, en resolución fechada el 18 de marzo de 2005 (Real Decreto 308/2005), el Ministerio del Interior le concedía también el ascenso de empleo, con carácter honorífico y a título póstumo.
A día de hoy los asesinos del Policía Nacional Emilio Juan Casanova no han sido juzgados.
Carlos Fernández Barallobre.
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