Del boletín "Emblema", tomamos su Editorial del mes de septiembre.
Poco a poco nos vamos acercando al final del verano, a la espera de que con la llegada de este mes de siempre, lleguen también nuevas noticias que sirvan para ir cercando, cada día más, esa corrupción que asola España y que nos está llevando a la más absoluta de la ruina en todos los órdenes.
Durante el mes de agosto que ahora termina hemos asistido a la desolación de nuestro suelo por culpa de los incendios, la mayoría intencionados, que han asolado una buena parte de varias regiones españolas.
Sería necesario averiguar que se oculta tras ese intento de desertizar nuestro suelo. Saber, de una vez por todos, quien se beneficia de esta desolación; su móvil real, para conocer quien está detrás de todo esto y qué objetivos persigue.
Fueron días de mucha angustia en algunas partes de España que, incluso, se llevaron por delante la vida de algunas personas y la hacienda de otras, dejando a muchas sin techo, tras haber perdido una buena parte de lo que tenían.
También durante este mes de agosto, al igual que sucediera en julio, hemos tenido que soportar, ante la pasividad del gobierno y, en especial, del ministro del ramo, las constantes averías de la red ferroviaria que provocó que muchos españoles se quedasen tirados en mitad de la nada, a lo largo de varias horas, abandonados a su suerte.
Incluso hemos leído que el sindicato de maquinistas advierte de la necesidad de reducir la velocidad del AVE, en al menos 50 km. a la hora, debido al mal estado de la red viaria.
Sí a eso le sumamos el deficiente estado de algunas carreteras y autovías de la red principal, habría que preguntarse a dónde van a parar los cuantiosos impuestos que pagamos. ¿A financiar a amigos y correligionarios? ¿A pagar cientos y cientos de asesores que no sirven para nada? ¿A mantener chiringuitos y observatorios para enchufar amiguetes?
Realmente, los niveles de corrupción son alarmantes y, a cada paso, se descubre algo nuevo, más grave e intranquilizador que el anterior. Tal parece que esto no va a tener final nunca, al menos hasta que nos tomemos todo esto muy en serio.
Agosto, mes prácticamente inhábil, ha dado una tregua, pero esperemos que sea tan solo eso, una pequeña tregua antes de iniciar la acometida final para sentar en el banquillo de los acusados a todo aquel que sea responsable, en cualquier grado, de la corruptela que nos está consumiendo.
Sobre este asunto habría muchas cosas que añadir, sobre todo en referencia a la complicidad de unos y otros en la situación que estamos viviendo, que no es otra que la del desmoronamiento de España.
Hay muchos que miran descaradamente para otro lado y se acogen a justificaciones del todo peregrinas para no verse involucrados en esta escalada corrupta, cuando, en realidad, todos tienen una buena parte de culpa, ya sea por acción o por omisión.
Es de suponer que nos encontramos a las puertas de un otoño muy caliente y lleno de sorpresas, algunas de ellas incluso agradables, pero al final, si queremos sobrevivir como Nación será necesario que todo salga a la luz y se pueda operar una limpieza profunda y a fondo, ya que, de lo contrario, corremos el riesgo de desaparecer.
Nos estamos jugando el futuro. Hemos perdido una parte de la buena imagen que teníamos cara al exterior. Nos hemos convertido en gente de poco fiar y eso es malo y peligroso.
A cada paso son más los medios de comunicación de prestigio internacional que sacan a la luz nuestras corruptelas, lo que nos convierte en unos amigos poco fiables y sí a eso añadimos las amistades peligrosas que nos estamos granjeando –los chinos, Maduro, el foro de puebla, etc.-, todavía peor.
Vivimos los peores momentos de nuestra historia reciente. Todo apunta a un plan concebido para destruir España de forma intencionada; un plan que deberemos frenar para evitar esa destrucción.
Que nadie nos engañe. Se trata de los mismos que siempre han perseguido la destrucción de nuestra Nación, en connivencia con los separatistas corruptos; los golpistas delincuentes; los descendientes de los asesinos terroristas y toda esa pijoprogresía, con los comunistas de salón a la cabeza, cuyo único objetivo ha sido siempre el mismo: destruir España, acabar con nuestras costumbres y tradiciones y hacernos esclavos de sus perversas ideologías sectarias y excluyentes, por las que siempre se han guiado.
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