Del boletín "Emblema" de septiembre, tomamos este artículo de gran amigo y compañero el Comisario Pral. Félix Alvarez Saavedra.
Durante la Guerra Civil española los pasaportes se convirtieron en un objeto muy preciado por las personas de ambos bandos, teniendo una importancia decisiva en algunos momentos para salvar la vida de sus portadores.
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Solicitud de Pasaporte en Madrid para "volver a entrar en España" (CDMH) |
Desde el 1 de mayo de 1936 se había establecido por vez primera en España un modelo unificado de libreta para el pasaporte ordinario, detalle este importante, ya que, hasta entonces, y desde 1917, cada provincia tenía sus propios modelos, que cambiaban incluso de año en año. Respetando básicamente el modelo internacionalmente aceptado en la Conferencia de París de 1920, la diferencia fundamental entre unos pasaportes y otros estribaba en la portada, de la cual existieron más de 400 versiones diferentes.
Apenas iniciada la Guerra comenzaron a extenderse pasaportes y otros documentos para el cruce de fronteras que en nada se parecían a lo dispuesto en la normativa entonces en vigor. Normativa que databa del 4 de octubre de 1935 y que fue modificada en varias ocasiones hasta que en los años 70 se promulgó una nueva norma.
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Pasaporte para emigrante empleado para viajar, 23 de agosto de 1937 |
La primera dificultad estribaba en la obtención del pasaporte, para lo cual la solicitud debía ser avalada por alguien. Este aval, en el lado republicano debía ser bien de un sindicato bien de un partido de izquierdas o, mejor aún, de ambos. En el lado sublevado los avales procedían de personas conocidas, respetadas y de acreditada solvencia política.
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Anverso y reverso en folio de Valencia, 25 de septiembre de 1937 |
Una vez obtenido el pasaporte, o “visado” convenientemente el mismo si había sido expedido con anterioridad al inicio de la contienda, el siguiente obstáculo era la consecución de la autorización para salir de España. Autorización que en muchas ocasiones no se conseguía, quedando titular y pasaporte en el lugar de origen sin posibilidad de desplazamiento, tal y como acredita la ausencia de diligencias, sellos y visados en esos pasaportes tan costosos de conseguir y que todavía hoy día se pueden encontrar.
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Anverso y reverso de autorización para viajar desde Alicante en avión, 21 de enero de 1938 |
Al margen de las salidas “de guerra”, por parte de personas encargadas por uno y otro bando para realizar gestiones típicas vinculadas con el esfuerzo de la contienda (adquisiciones de armamento, localización de suministros varios, acción política, etc.) o encubiertas (espionaje), miles de españoles salieron de nuestro país por el cada vez más reducido número de puestos fronterizos que permanecían abiertos y a los que tenían acceso con no pocas dificultades. Unas veces simplemente trataban de huir de esa lucha fratricida sin un plan preconcebido, otras para buscar una mejor vida más cerca o más lejos de España y otros más, muchos, utilizaron los pasaportes para huir de persecuciones (y una muerte casi segura) por estar en el momento más inoportuno en el lugar equivocado y retornar al otro lado del frente de guerra.
Hubo salidas por tierra, mar y aire, unas anónimas y otras más conocidas; todas las vías fueron empleadas, y en cualquier fecha, desde los primeros hasta los últimos momentos. Para ello se utilizaron todo tipo de pasaportes: ordinarios, para emigrantes, diplomáticos, extendidos directamente por el Ministro de la Gobernación, … así como salvoconductos, “volantes-pasaporte” (como decía un escrito de la Generalidad catalana de 31 de enero de 1937), carnés de evacuación y cualquier otro documento aceptado por las autoridades encargadas de permitir la salida de España.
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Pasaporte de ciudadano francés expulsado por indeseable, 1938 |
Algunas salidas no fueron más que autorizaciones para poder canjear a unas personas por otras, retenidas contra su voluntad en manos de la facción contraria. Conseguidas tras largos esfuerzos y negociaciones, quedaron documentadas fielmente, como ocurrió en el caso de Antonio Lizarza Iribarren, delegado regional de los Requetés navarros, refugiado en la Embajada británica en Madrid y canjeado por Carmelo Monzón, hermano de Jesús Monzón Repáraz, presidente del Frente Popular en Navarra[1].
También hubo extranjeros que de manera obligada debieron abandonar España, probablemente por sus actividades contrarias al gobierno, en tanto que otros permanecieron en nuestro país hasta el último momento, cuando vieron que su ayuda al Gobierno de la República no podía continuar.
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Pasaporte de ciudadano belga para retornar a su país, 2 de febrero de 1939 |
Únicamente el recorrido por las páginas de esos pasaportes y la lectura de los sellos húmedos y anotaciones en los mismos pueden hacernos comprender las dificultades que debieron superar en cada momento estas personas para alcanzar sus destinos finales.
Félix José Álvarez Saavedra
Notas:
[1] En: Memorias de la conspiración 1931-1936. Antonio Lizarza Iribarren. Editorial Gómez. Pamplona, 1953. 2ª ed.
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