viernes, 12 de enero de 2024

11 de diciembre de 1995. En recuerdo del atentado de ETA en el madrileño barrio de Vallecas

Del boletín "Emblema" de enero tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.

Unos minutos antes de las tres de la tarde del lunes 11 de diciembre de 1995, la banda terrorista ETA hacía estallar un coche-bomba en el madrileño barrio de Vallecas al paso de una furgoneta camuflada de la Marina, hiriendo a casi medio centenar de personas y asesinando a seis trabajadores civiles de la Armada: MANUEL CARRASCO ALMANSA, conductor de la Administración Militar; FLORENTINO LÓPEZ DEL CASTILLO, conductor mecánico; MARTÍN ROSA VALERA, chófer oficial; JOSÉ RAMÓN INTRIAGO ESTEBAN, mecánico; SANTIAGO ESTEBAN JUNQUER, funcionario administrativo y FÉLIX RAMOS BAILÓN, oficial de arsenales en el Parque de Automóviles de la Armada.

1995. Masacre etarra en Vallecas

El atentado se produjo a la altura del número 14 de la calle de Peña Prieta, en pleno puente de Vallecas, y a escasos metros de la confluencia con la salida a la carretera de circunvalación M-30. En ese instante un coche-bomba colocado por miembros del comando Madrid de la banda terrorista ETA, cargado con unos cincuenta y cinco kilos de amonal y entre dos y tres kilos de dinamita o exógeno, y aparcado en un punto en el que los vehículos se veían obligados a reducir la velocidad, hizo explosión alcanzando de lleno a la furgoneta de color blanco de la Armada. El vehículo militar, ocupado por nueve trabajadores civiles del Ministerio de Defensa procedía del parque de automóviles número 1 de la Armada.

Los cuerpos de las víctimas mortales quedaron prácticamente destrozados a consecuencia de la brutal explosión y su estado impidió identificarlos hasta varias horas después.

Cinco de los ocupantes de la furgoneta fallecieron en el acto. El conductor del vehículo, Florentino López del Castillo: el chófer de las Fuerzas Armadas Manuel Carrasco Almansa; los mecánicos chapistas José Ramón Intriago y Félix Ramos Bailón, y el administrativo Santiago Esteban. La sexta de las víctimas, Martín Rosa Varela, también conductor, falleció tras ser internado en el hospital Doce de Octubre. Los otros tres ocupantes del vehículo, Pedro Díaz, Fidel Rico y Manuel García, sufrieron gravísimas heridas. Manuel García Muñoz, de 40 años y tornero de profesión, fue ingresado en el Hospital de Getafe con pronóstico muy grave, presentando traumatismo craneoencefálico severo, contusión pulmonar, lesión pulmonar por inhalación de gases, quemaduras en la cara y en el 30% del tronco superior, quemadura de la vía aérea superior y fractura del antebrazo derecho y también de la tibia derecha. Fidel Rico Moreno fue ingresado en el Hospital Gregorio Marañón en estado muy grave, con erosiones múltiples, contusión pulmonar, quemaduras de primer y segundo grado, traumatismo craneoencefálico, estallido del globo ocular izquierdo y fractura del tobillo izquierdo. Al Hospital Clínico fue llevado el oficial de arsenales y conductor Pedro Díaz Bustabat, también muy grave al igual que los otros supervivientes del vehículo. Pedro Díaz, de 49 años, fue ingresado con quemaduras en la cara, insuficiencia respiratoria y fractura abierta de la pierna izquierda, así como otras fracturas en el hombro izquierdo y la pierna derecha.

La explosión pudo haber causado una masacre todavía mayor, ya que el coche-bomba fue activado cuando se encontraba a escasa distancia un autobús escolar que trasladaba a alumnos del colegio Divina Pastora. El azar impidió que la explosión afectara a los 35 niños que transportaba el autobús, que segundos antes se vio obligado a frenar su marcha al ponerse en rojo un semáforo.

1995. Sangre, terror, odio y muerte, sembrado por ETA en Vallecas

La onda expansiva destrozó, decenas de coches aparcados en las inmediaciones, cristales y lunas de escaparates. Amasijos de hierros se mezclaban, en la calzada, con la sangre de las víctimas sus cuerpos destrozados y los cristales rotos de los vehículos. Numerosos ciudadanos, llenos de ira y rabia, se sumaron con prontitud al auxilio de las víctimas.

En el lugar del atentado, donde el panorama era dantesco, con miembros esparcidos por las inmediaciones, cadáveres con las tripas, piernas y brazos amputados de cuajo, se fueron se personaron el ministro de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra; la secretaria de Estado de Interior, Margarita Robles; el presidente de la comunidad madrileña, Alberto Ruiz Gallardón, y el alcalde de la ciudad, José María Álvarez del Manzano, entre otras autoridades.

El día 12 de diciembre, a las nueve de la mañana, se instaló la capilla ardiente, en la Agrupación de Infantería de Marina, situada en la calle de Arturo Soria. El mismo día tuvo lugar el funeral por los seis funcionarios asesinados. El acto religioso congregó en el patio central del Cuartel de Infantería de Marina a una numerosa representación institucional y a más de un millar de personas, entre familiares, compañeros de las víctimas y miembros de la Armada. El acto estuvo presidido por el ministro de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra, acompañado por la cúpula de su departamento y altos mandos militares.

El arzobispo general castrense, Monseñor José Manuel Estepa, que ofició la Misa de cuerpo presente, dio lectura al inicio de la ceremonia religiosa a un mensaje de apoyo y solidaridad del Papa Juan Pablo II, en el que también condenaba el “execrable atentado”

Durante la homilía, José Manuel Estepa expresó su contundente rechazo ante “la demencia de estos atentados, sus desgraciados autores, encubridores y apologistas”,

Concluida la homilía, y después de entonarse la Salve marinera, se dio lectura a la concesión a título póstumo, para los seis trabajadores, de la cruz del mérito naval con distintivo amarillo, condecoraciones que fueron prendidas en las enseñas nacionales que cubrían los féretros. Acto seguido, las Banderas de España fueron entregadas a los familiares de las víctimas.

Tras la ceremonia, personal del parque móvil de la Armada trasladó los féretros hasta los furgones fúnebres. Fue durante ese recorrido cuando se desbordó el nerviosismo y la tensión de muchos de los asistentes, quienes profirieron gritos e insultos contra el Gobierno y ETA, mientras alguno de ellos no dudó en exclamar un “viva el GAL”. Una de las viudas se dirigió al lugar reservado a los políticos y les dijo que “sois vosotros los que tenéis que poner las medidas para evitar estos asesinatos”, tras lo cual agregó que “mientras mi marido seguro que está en el cielo, vosotros vais a ir al infierno” Los múltiples aplausos no pudieron silenciar las voces de otros familiares de las víctimas, que profirieron gritos pidiendo la dimisión del Gobierno y la muerte "para los hijos de puta de la ETA". Otro de los familiares se dirigió también a los políticos diciendo "sois todos basura, hay que matar a los criminales".

En octubre de 2007 la Audiencia Nacional condenaría a dos de los terroristas responsables de la masacre de Vallecas. Los dirigentes etarras Juan Antonio Olarra Guridi, alias “Jokin” y a Ainhoa Múgica Goñi, alias “Olga”, a cumplir un máximo de 30 años de reclusión mayor, sumando condenas por 1.243 años, al considerarlos responsables de seis delitos de asesinato y cuarenta y cuatro delitos de tentativa de asesinato, además de los delitos de integración en banda armada y estragos. Según la sentencia, ambos asesinos terroristas fueron quienes recogieron la información sobre los movimientos de la furgoneta de la Armada en la que viajaban las víctimas, sin la cual no se habría podido llevar a cabo el atentado. Los dos terroristas se negaron a declarar ante la sala, proclamando en vascuence que no reconocían a la Audiencia Nacional "legitimidad para juzgar a militantes vascos". Durante el juicio los etarras actuaron con completa indiferencia y frialdad despiadada, impasibles ante el dolor y las lágrimas de los familiares de las víctimas, con sonrisas e incluso dándose un beso en la boca

En 2022 los etarras condenados por aquella masacre de Vallecas, Ainhoa Múgica Goñi y Juan Antonio Olarra Guridi, eran trasladados desde la cárcel de Logroño a otras de Vascongadas.

Juan Antonio Olarra Guridi, fue detenido en Francia en 2002. En España lleva en prisión desde el 26 de julio de 2010, tras ser extraditado por las autoridades francesas. Se encuentra cumpliendo una condena acumulada de 30 años por asesinatos, homicidios y delitos de atentado, terrorismo, estragos y tenencia de explosivos y depósito de armas. Cumplirá las 3/4 partes de la condena en enero de 2029.

Ainhoa Múgica, detenida en 2002 en Francia, junto a Olarra Guridi, Ingresó en una prisión española el 10 de agosto de 2007, tras ser extraditada por las autoridades judiciales galas. Actualmente se encuentra cumpliendo una condena acumulada de 30 años por asesinatos y delitos de atentado, estragos, lesiones, tenencia explosivos y depósito de armas. Cumplirá las 3/4 partes de la pena en enero de 2030.

El conductor Manuel Carrasco Almansa, tenía 56 años y era natural de Almadén (Ciudad Real). Estaba casado y tenía cuatro hijos. Había ingresado como conductor de la Administración militar en 1972. Los restos mortales de Manuel Carrasco fueron enterrados en el cementerio de Carabanchel.

Florentino López del Castillo, de 55 años, nacido en el madrileño barrio de Aravaca, estaba casado y tenía siete hijos. Era conductor mecánico de la Armada y en el momento del atentado conducía la furgoneta atacada por la sinrazón y maldad etarra. Florentino López llevaba trabajando en la Administración militar desde 1969. Fue enterrado en el cementerio de Aravaca.

Martín Rosa Valera, de 61 años, era natural de Mancha Real (Jaén), donde fue enterrado. Estaba casado y tenía tres hijos. Era también conductor mecánico de la Armada en el Parque de Automóviles número 1. Ingresó en la Administración militar en 1975.

José Ramón Intriago Esteban, de 43 años, natural de Madrid y mecánico de la Armada, estaba casado con Concepción Sáez y era padre de tres hijos de 19, 17 y 8 años. Su gran pasión era el fútbol. Los restos mortales de José Ramón Intriago fueron enterrados en el madrileño cementerio de La Almudena.

Santiago Esteban Junquer, natural de Collado-Mediano (Madrid), era funcionario administrativo de la Armada tenía 58 años. Estaba casado con Isabel Rodríguez y tenía ocho hijos, cinco de un matrimonio anterior y tres con Isabel. Fue enterrado en el cementerio de Colmenar Viejo.

Félix Ramos Bailón, natural de Madrid y de 55 años, estaba casado y tenía tres hijos cuando fue asesinado. Félix era chapista de la Armada, cuerpo en el que había ingresado en 1980. Allí desempeñaba la labor de oficial de arsenales en el Parque de Automóviles número 1.

De acuerdo con el Real Decreto 1404/2000, con fecha 19 de julio de 2000, se les concedió a todos ellos la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a título póstumo.

Carlos Fernández Barallobre.

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