viernes, 2 de junio de 2023

ETA. Victoria pírrica del Estado

Del boletín "Emblema" de junio tomamos este artículo firmado por nuestro buen amigo y compañero, el Inspector Jefe Eloy Ramos Martínez.

ETA, como última expresión del independentismo vasco, comenzó su andadura criminal en 1960 con el asesinato de un bebé de 22 meses, Begoña Urroz Ibarrola, en San Sebastián. Se había presentado oficialmente el 31 de julio de 1959, festividad de San Ignacio de Loyola, y no por casualidad eligió esta fecha. El último asesinato cometido por la banda fue al sur de París, el de Jean Serge Nèrin, inspector de la Policía francesa. De uno a otro asesinato hubo 856 muertos, oficialmente, porque no se incluyen los más de 80 inmolados en el incendio del hotel Corona de Aragón en 1979 ni en el probable atentado en el monte Oiz contra un avión de la compañía Iberia, en el que murieron 148 personas, entre ellas el ex ministro Gregorio López Bravo. Contando estas muertes la cifra ascendería a más de mil víctimas mortales.

En los albores de su carrera criminal, la banda distribuyó entre sus cuadros dirigentes un libelo titulado “Insurrección en Euzkadi”, especie de manual de guerrilla que incluía textos de los conocidos maestros del crimen, tales como Mao Tse Tung, Che Guevara, Carlos Marighella, Regis Debray, etc. y cuya elaboración se debió a los primeros etarras Federico Krutwig Sagredo y Julen Madariaga Aguirre.

Destaco algunos párrafos del citado libelo:

“La infame práctica de la “No Intervención”, permitió el holocausto de Euskadi en su guerra contra España en 1936. La lucha contemporánea ya nada tiene que ver con la guerra de frentes y estrategias clásicas. Hoy, todo un ejército puede ser aniquilado o paralizado por un minúsculo número de resistentes practicando los principios de la Guerra Revolucionaria.

Esta es un conjunto de acciones de toda naturaleza (políticas, sociales, económicas, armadas, psicológicas, etc) que tienden al derrocamiento del poder establecido en un país y su reemplazamiento por otro régimen, orden o sistema. La GR es una espiritualización de la guerra que concede un carácter más feroz a las ideas… Esa dureza, esa crueldad es una característica de la guerrilla… La GR se define más por sus objetivos que por sus métodos. El enemigo opresor y colonialista es un conjunto fuerte numeroso en lo material, pero es muy débil y vulnerable ideológicamente; es físicamente visible en todas partes… no sabe dónde atacar, golpea con su poderoso mazo en el vacío nosotros podemos permitirnos el lujo de atacar donde y cuando queramos… entonces el enemigo, como un coloso aguijoneado por muchas abejas, pierde el control, se enfurece hasta el paroxismo y golpea ciegamente. Hemos conseguido uno de nuestros mayores objetivos: el obligarle a cometer mil torpezas y barbaridades. La mayoría de sus víctimas son inocentes. El pueblo, hasta entones más o menos pasivo y a la expectativa, se vuelve indignado contra el tirano colonialista y por reacción, se vuelve por entero hacia nosotros… Es indispensable preparar a la gente para la GR . Para empezar, ese sostén moral debe consistir en no oponerse, en no ser hostil hacia nosotros. Luego hará falta que simpaticen, primero unos pocos y luego que esto se generalice. A continuación será necesario que nos admiren (por nuestros hechos, no por nuestra cara bonita). Finalmente que nos apoyen activamente (una mayoría) y que nos respete y tema el resto… El pueblo se lanza al combate por lo que ama y por lo que odia. Nuestras mejores armas son el comando y sus actos de resistencia (terrorismo). Esto apunta directamente al vasco medio que no cumple con sus deberes de ciudadano. En su casa, en la calle, en su trabajo, está siempre amenazado si no colabora con la Resistencia, o, peor aún, si es un traidor. En presencia de este peligro INVISIBLE y PERMANENTE que le rodea, se apodera de él una angustia deprimente y la sensación de ser una víctima AISLADA y SIN DEFENSA… La gente no nos tenía ningún respeto, o si se quiere tenía más miedo al opresor que a nosotros… Unos cuantos escarmientos adecuados bastan para cortar por lo sano esta fea manía… Si logramos cometer algunos atentados espectaculares, el pueblo quedará como boquiabierto y su reacción general será positiva, tanto más si le hemos ido preparando con nuestra propaganda… Hace falta crear en las regiones del enemigo y de sus amigos una situación intolerable, hostigarles sin reposo...

ETA siguió puntualmente lo establecido en este manual. Quiero recordar aquí dos estancias mías de servicio en San Sebastián, una en 1973 y la segunda en 1980. Durante la primera, con ocasión de las vacaciones el entonces Jefe del Estado en aquella ciudad, la capital guipuzcoana lo recibió con las mismas aclamaciones y entusiasmo que le podían prodigar en cualquier otra ciudad de España. Al cabo de siete años el ambiente era absolutamente irreconocible. Los policías, guardias civiles, militares, etc. tenían que extremar las precauciones para no ser asesinados; se calculaba que en tres meses podían dar los etarras con los domicilios. La vida era irrespirable allí y eran los años llamados de plomo por el numero de víctimas mortales.

Ya, en 1975, cuando mataban a cualquier civil era frecuente oír comentarios como “Algo habrá hecho” o “Lo buscarían por algo”. Y recordemos la gran campaña europea contra España cuando los fusilamientos de cinco terroristas en septiembre de aquel año. Nadie se acordó de los seis perdonados ni, por supuesto, de las víctimas. Pero ni en Europa Occidental ni en El Vaticano se habían indignado, ni por asomo, con las ejecuciones de terroristas o simples disidentes en otros países, siendo así que el terrorismo era ya una epidemia en el continente con secuestros de aviones y personas, asesinatos, etc. en Alemania, Francia, Reino Unido o Italia.

En 1976 se inició un proceso, pues de tal se trató, de la humillación reiterada del Estado ante los terroristas, al aceptar, Gobierno tras Gobierno, de la UCD, del PSOE y del PP, en negociar con la banda etarra. ¿Qué indujo al primer Gobierno, representante de la Nación y por tanto del mismo Estado español, a sentarse a negociar con delincuentes confesos? Se supone que cuando se negocia, las partes han de ser aproximadamente iguales en dignidad y representación.

Recordemos que uno de los interlocutores en las conversaciones fue José Manuel Pagoaga Gallastegui “Peixoto”, que presumía de haber sacado los ojos con un destornillador a tres jóvenes gallegos que secuestraron, torturaron y mataron en Francia.

Y una vez iniciado el procedimiento, todos han seguido la senda que se abrió porque alguien dijo y se le hizo caso, que “No hay más remedio que negociar con ETA” y que “Había que abrir vías políticas sin escrúpulos ni rigideces”, Pues ambas cosas constituían la ley y no se podía abstraer al País Vasco de lo que regía en las demás regiones. Y negociar sin escrúpulos ¿qué es?

Ni el decoro del Estado, ni la unidad de la Nación son negociables. Si se negocia con los terroristas se pierde la autoridad y el honor y a cambio de nada. Pero vayamos al sentido común: En primer lugar al dar el visto bueno a negociar con los terroristas, se podía haber continuado con cualesquiera otra organización criminal cuya actividad fuera in crescendo, por ejemplo con los jefes de los clanes de la droga en España o los mafiosos que controlan la emigración ilegal, o la trata de personas. ¿por qué no se hizo? Al fin y al cabo, policialmente no se ha acabado con unos y otros y detrás de ellos hay Estados interesados ¿Cuál es la diferencia?

Además, dado que ETA propugnaba la independencia del País Vasco, preconizando un referéndum para la autodeterminación - ahora le llaman derecho a decidir – y llegar así a un Euzkadi socialista y euskaldún, podía ocurrir lo siguiente: a) Que hubiese mayoría que se opusiese, fundadamente además, al mismo referéndum. b) Que en el mismo saliese NO a la separación de España; c) Que saliese SI y, una vez separado, Euzkadi no fuera un Estado socialista euskaldún. En cualquiera de las tres hipótesis ETA seguiría actuando, es decir, matando.

Por tanto si el gesto del referéndum no resolvía el problema, a fortiori no habrá otro medio eficaz, por lo tanto, si se estimó que ETA tenía el apoyo social en número importante, como si se consideró lo contrario, resulta que con la banda no se podía negociar, y lo que es más importante: ¿Quienes iban a votar? ¿Sólo los vascos de nacimiento? ¿Y los demás españoles allí residentes? Y los demás españoles de otras regiones, ¿no podían votar?

Todo ello sin considerar que la Union Europea no permite el desmembramiento de ninguno de los Estados que la componen.

Y no hay que olvidar lo que pasaba con los países de nuestro entorno entonces: en Francia, tierra de asilo para todo revolucionario español a lo largo de los tiempos, se aplicaba la pena de muerte en la guillotina sin protestas de nadie en Europa, ni del Vaticano. Además en años sucesivos, el presidente Hollande ordenó la ejecución extrajudicial de unos cuarenta yihadistas, sin cobertura legal ni jurídica de ningún tipo, lo que reconoció en un libro de dos periodistas de “Le Monde” y entre 2013 y 2016 ordenó unas cuarenta ejecuciones selectivas consumadas fuera de Francia por comandos de acción exterior, que definen tales asesinatos como “operaciones homo” de homicidios. Recordemos que Miterrand ordenó la neutralización (hundimiento) del barco Rainbow Warrior, de Greenpeace. Más de treinta años despues, el citado Hollande autorizó numerosas “operaciones homo” en Mali, Siria, Etiopía, Libia y Egipto.

En este terreno Hollande trabajó en estrecha colaboración con Barack Obama, bajo suyo mandato EEUU recurrió sistemáticamente a la ejecución sumaria sin cobertura jurídica de numerosos “HVI” (high value individuals – individuos de gran valor) eufemismo burocrático par a nombrar a los considerados como asesinos peligrosos por los Servicios de Seguridad.

Pero Europa solo se alteraba por los fusilados en España conforme a la ley.

Creo interesante recordar aquí al gran especialista en terrorismo, el catedrático de Relaciones Internacionales de la universidad británica de Aberdeen, autor entre otras muchas obras, de”Terrorismo político” y “Terrorismo y Estado Liberal”, traducidos a quince idiomas. Me refiero a Paul Wilkinson, que fue entrevistado por Ignacio Carrión el 12 de abril de 1979 y del que resalto algunas de sus opiniones en torno a ETA:

“No creo que entre la población vasca haya más de un 12% que aspire a la independencia… ETA recibe ayuda de Moscú y de Cuba. Dinero, armas y entrenamiento. Asiste desde 1972 a las conferencias internacionales de los grupos terroristas más activos en el mundo...Es parte de esa organización internacional. Y esto conviene que lo sepan todos: ETA sin Moscú y Cuba detrás, sería una reliquia del pasado. Pero la URSS apoya cualquier movimiento que impida la estabilidad democrática y el ingreso de España en la OTAN… Hay que impedir que sigan cobrando ese impuesto revolucionario...Opino que los crímenes terroristas son crímenes contra la Humanidad, y deberían ser castigados con la pena de muerte. Está moralmente justificado. Al terrorista hay que juzgarlo como a un criminal de guerra. La pena de muerte reduce, con toda seguridad, el número de terroristas, desalentaría a muchos y sus colaboradores a cometer crímenes.”

Sin embargo, además de lo señalado para las negociaciones con la banda, que nunca fueron tales pues los etarras no han cedido un ápice en sus pretensiones mientras que el Estado concedió sin contrapartidas, aguantando los chantajes – recordemos que la banda siempre negoció poniendo muertos en la mesa, como en la negociación del Estatuto Vasco que apoyó sus pretensiones con el brutal atentado al hotel Corona de Aragón con más de ochenta muertos mientras el Gobierno de la UCD negaba el atentado y decía que había sido un accidente en la churrería del hotel, digamos que la estulticia ha sobrepasado cualquier límite o línea roja que hipotéticamente hubiéramos esperado que no se traspasara.

Los últimos estertores de la actividad asesina están recientes todavía

Efectivamente, el 19 de junio de 2009, la banda asesinó en Arrigorriaga (Vizcaya) al inspector de Policía Eduardo Antonio Puelles García. El 30 de julio del mismo año, en Calviá (Mallorca) a los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá Lezaun y el 16 de marzo de 2010 asesinó al sur de París al inspector de Policía francés Jean Serge Nèrin.

Un año después, el 20 de octubre de 2011 proclamó el cese definitivo de la violencia y el 3 de mayo de 2018 anunció la disolución de la banda.

Desde entonces hemos visto a los etarras como legisladores en el parlamento español y tomando parte activa en el Gobierno de la Nación, como por boca de su representante más cualificado, el terrorista Arnaldo Otegui, quedó perfectamente claro: si hay que votar los presupuestos para que se acerquen los compañeros a Euskadi, se vota y punto.

Ahora el ex presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero nos anuncia en el ABC del día 9 de mayo, entre otras perlas que “Les dijimos a quienes apoyaban el terror en su día, que si dejaban el terror tendrían juego en las instituciones, y eso hay que mantenerlo”.

Y al día siguiente sabemos que en las elecciones de este mes de mayo se presentan cuarenta y cuatro etarras, naturalmente en las listas de Bildu, entre ellos siete asesinos convictos y confesos.

Pero, salvo por estas minucias, se está historiando que el Estado ha conseguido acabar con ETA.

Se me ocurre que el verdadero derrotado es quien se ha autoproclamado como vencedor. A las víctimas se les exigen sacrificios para no desequilibrar el proceso de reconciliación. Se quiere que soporten el que los etarras no ayuden a esclarecer los casi cuatrocientos casos sin resolver - entre ellos el de Carrero Blanco - , que no luchen por mantener la memoria de sus muertos.

Creo que la historia verdadera de ETA está por escribirse. Pero también creo que el pobrísimo papel que está desempeñando el Estado se está- obviamente- contemplando desde el exterior y no se va a considerar uno de los momentos más brillantes de la historia de ese gran país que se llamó España.

La primera y la última víctima de la banda, 50 años separan a una de la otra.

La pequeña Begoña Urroz Ibarrola, de 22 meses, en brazos de sus padres 

El Inspector de Policía francés Jean Serge Nèrin, la última víctima mortal de la banda


Eloy Ramos Martínez.

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