domingo, 17 de abril de 2016

Una cuestión de honor

La tarde del 22 de febrero de 1904 hubo sesión parlamentaria; se reanudaba la actividad política tras el obligado parón provocado por las fiestas de Carnaval. Aquella tarde se debatían en el Congreso de los Diputados dos importantes proyectos, de un lado el de Administración Local y de otro, el no menos espinoso, de Reclutamiento y Reemplazo, sobre todo teniendo en cuenta que en el panorama internacional acababa de comenzar la guerra ruso-japonesa en la que España debería mantenerse neutral pero que en el hipotético caso de generalizarse y tener que intervenir, la movilización general de efectivos debería llevar a la contienda a todos los españoles por un igual, no solo a los hijos de los más desfavorecidos como venía siendo práctica habitual. 


En la sesión, la minoría republicana provocó una fuerte controversia al comenzar a proferir desde las bancadas gritos de ¡viva la República!, tras haberse suscitado la pregunta al Presidente del Consejo de Ministros, Antonio Maura, si tal grito podía considerarse ilegal sin que este diese una clara respuesta en uno u otro sentido.

En este estado de cosas, desde las seis de la tarde, en el exterior del Palacio de las Cortes se habían ido concentrando grupos de personas, la mayoría de filiación republicana, debidamente convocados a tal fin desde días antes, a la espera de la salida de los Diputados. El Cuerpo de Seguridad había establecido un dispositivo extraordinario con el objetivo de evitar cualquier tipo de manifestación o desordenes e incluso que se profiriesen gritos subversivos en las calles. 

S.M. el Rey D. Alfonso XIII a caballo, a su derecha un Guardia de Seguridad con uniforme de 1908 (prensa de la época)

Llegado a este punto, echemos un vistazo a la prensa de Madrid de la época, en este caso al vespertino "Heraldo de Madrid", en su edición del lunes 22 de febrero, quien al referirse a la concentración de público fuera del Congreso dice: "Desde las seis de la tarde eran muy numerosos los grupos, sin duda de republicanos, estacionados en los alrededores del Congreso. En los jardinillos de la plaza de las Cortes, en la Carrera de San Jerónimo, en las calles de Floridablanca, Florín y Zorrilla, esperábase la salida de los diputados de la minoría republicana. Con tal motivo, las autoridades adoptaron precauciones con el fin de evitar las manifestaciones de los republicanos. A las siete de la noche, varios oficiales del Cuerpo de Seguridad y algunos delegados (se refiere a los de Vigilancia), con el gobernador civil á la cabeza, y acompañados por agentes, salieron a la Carrera de San Jerónimo con propósito de disolver los grupos, que eran cada vez más numerosos".

Alrededor de las siete y media comenzaron a salir del Congreso los primeros Diputados republicanos, entre ellos el escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez, que fueron aplaudidos por los concentrados en el exterior, rodeándolos y formando grupos con ellos e iniciando, de seguido, la marcha en dirección a la Puerta del Sol. A la altura de la calle Cedaceros, un Capitán del Cuerpo de Seguridad en unión de varios Guardias les cerró el paso conminándolos a que se disolviesen; lejos de hacerlo comenzaron a proferir gritos de ¡viva la República!, formándose una gran algarada por lo que los Guardias desenvainaron sus sables y cargaron contra los manifestantes.

Así lo narra el "Heraldo de Madrid" en su edición ya mencionada: "En aquel momento se produjo una gran confusión. Los guardias sacaron los sables y cargaron sobre los que formaban el grupo, queriendo disolverlo. Se oyeron muchos gritos, algunos aislados de ¡viva la República!, muchos de ¡viva la Pepa! Los transeúntes pacíficos echaron a correr por distintas direcciones, y la alarma fue grandísima. Todas las tiendas de la Carrera de San Jerónimo se cerraron. La oleada do gente que huía de la confusión producida frente a la calle de Cedaceros llegó hasta cerca de la Puerta del Sol".

En cuanto al despliegue de efectivos en esta jornada no existe una constancia clara de su número si bien por la presencia de Oficiales se puede suponer que fue importante. El "Heraldo de Madrid" al que ya hemos hecho referencia incide en este aspecto señalando: "Se ha situado frente a los Luises una Compañía de guardias con bandera y cornetín. Otra frente al café de la Iberia. En ésta está el coronel, Sr . Elías. La Carrera de San Jerónimo ofrece aspecto militar".

Suponemos que este dato es desmesurado no ajustándose a la realidad, además de resultar inexacto ya que el Cuerpo de Seguridad no poseyó Bandera hasta que le fue entregada en 1935, por tanto resulta difícil creer que pudiese ostentarla en aquella ocasión, a lo sumo podría tratarse de un banderín de Compañía aunque tampoco tenemos constancia de ello. Igual sucede con el número de Compañías presentes ya que en esta ocasión las informaciones a las que hemos tenido acceso revelan la presencia de tan solo tres Tenientes lo que hace pensar que, como mucho, debería tratarse de una Compañía con sus tres Secciones correspondientes, desplegadas tácticamente en diferentes puntos. 

Consecuencia de la refriega, en la Casa de Socorro fueron atendidos cinco individuos de diferentes lesiones, así como un Cabo y un Guardia del Cuerpo de Seguridad, si bien la prensa, especialmente la de tendencia antigubernamental y pro republicana pretendió desmesurar estos números, elevándolos, argumentando que muchos de los lesionados fueron atendidos en farmacias y en otros lugares; como resumen de la algarada se practicaron un total de ocho detenciones, procediendo a su conducción a la Delegación de Vigilancia del Distrito de Congreso, quedando cinco de ellos en libertad y pasando los tres restantes de madrugada a disposición de la Autoridad judicial. 

Sea como fuere, lo cierto es que al día siguiente, toda la prensa de Madrid se hizo eco de este suceso, criticando, en la mayoría de los casos, la intervención de la Policía por considerarla desmedida; la "Correspondencia de España" en su edición del día 23, dice tras narrar el suceso en términos parecidos al "Heraldo": "El pánico fue enorme. Las tiendas fueron cerradas inmediatamente. Algunas señoras se desmayaron. Los diputados republicanos aconsejaban calma y prudencia. Todo era inútil, los guardias seguían dando sablazos de filo. El clamoreo que se armó fu espantoso. El tumulto es indescriptible. Todo el mundo corría desalentado sin saber qué camino tomar, pues cuando pretendía ir por una calle los guardias que habían ocupado las entradas de ellas, recibían al público á sablazo limpio".

Por su parte, alguno de los diarios de Madrid recoge las declaraciones del Gobernador Civil, Conde de San Luis, quien tras los incidentes señaló: "Lo sucedido estaba previsto; desde hace ocho días tenía yo noticias de que los republicanos, aprovechando el interregno parlamentario que hemos tenido, habían hecho trabajos para que ayer hubiera un motín a las puertas del Congreso. No creí nunca que personas cultas, como lo son los diputados republicanos, pudieran aconsejar a sus correligionarios que promovieran un conflicto, que si es cierto que ha tenido consecuencias desagradables pudieran haber sido mucho más graves. Estoy dispuesto a castigar con mano firme cualquier tumulto que pueda ocurrir hoy, asumiendo la responsabilidad de lo sucedido anoche".

Con todos estos ríos de tinta corriendo por las páginas de la prensa madrileña, la sesión del día 23 en el Congreso de los Diputados se presumía, como así resultó finalmente, muy movida. Se formularon por los Diputados de la minoría republicana diferentes preguntas al Ministro de la Gobernación entre las que destacó una referente al cese del Gobernador Civil de Madrid por la carga del día anterior. Seguidamente intervino el Diputado republicano Vicente Blasco Ibáñez quien al narrar los sucesos de la tarde anterior indicó que había recibido un sablazo en la espalda de "un tenientillo sinvergüenza que debe ser discípulo del ministro de la Gobernación y del Gobernador de Madrid". Seguidamente en alusión a esta agresión puntualizó, enfatizando sobre ello, que le han pegado una vez pero no la segunda porque "hoy llevo en el bolsillo un revólver do ocho tiros para defenderme". 

En su alocución también hizo referencia, de forma despectiva, a que "el uniforme del Cuerpo de Orden Público, es una librea de Maura". Acusación que provocó grandes protestas por parte de la mayoría parlamentaria.

En esta sesión, la minoría republicana presentó la siguiente propuesta de repulsa al Congreso, para la que pidieron votación nominal: "Los diputados que suscriben proponen al Congreso se sirva declarar que ha visto con desagrado las explicaciones dadas por el Gobierno sobre el atentado cometido ayer por la fuerza pública". La propuesta fue rechazada por 135 votos contra 74.
Vicente Blasco Ibáñez
Al igual que en la jornada anterior, en los exteriores del Palacio de las Cortes, aguardaban numerosos correligionarios de la minoría republicana esperando la salida de sus representantes. El ambiente era tenso sin embargo no se reprodujeron los gritos del día anterior salvo algunos vivas a los Diputados. Con relación a la actuación policial en ese jornada, "El Imparcial", en su edición del día 24, señala: "... Sonó un toque de atención y oyéronse desde adentro voces y carreras. Muchos de los que huían invadían en tropel el portal. El señor Salmerón, manifestando que su puesto estaba en la calle, pugnó con verdadera obstinación por salir; pero sus amigos, a costa de no pocos esfuerzos, lograron detenerlo" y continúa "... Se dieron varias cargas, previos los toques de atención, una en las Cuatro Calles y otra verificada por un pelotón de guardias que se había situado en las boca-calles de las de Zorrilla y Cedaceros. Las fuerzas de orden público llevaban desenvainados los sables, pero no hicieron el uso brutal de la jornada del lunes".

La polémica continuó tanto en la sede parlamentaria, como en la prensa y, por supuesto en la calle durante los días siguientes. En la sesión de las Cortes del día 24, Blasco Ibáñez volvió a hacer uso de la palabra haciendo la siguiente advertencia en tono amenazante al Gobierno "advierto que sucesos como los de anteayer, rara vez terminan como terminaron. Si a los que se retiran los apalean y acuchillan, yo encargaré a mis correligionarios que en otra ocasión no se retiren sino que se defiendan; y sin alharacas, ni presumir de que podamos derribar las instituciones, yo afirmo que cuando queramos, somos bastante fuertes para encerrar a las fuerzas de policía en el ministerio de la Gobernación y obligar a sacar las tropas a la calle".

Todos los términos empleados por Blasco Ibáñez en sus intervenciones, especialmente en los que hizo alusión a la intervención de la Policía, no fueron bien acogidos por la oficialidad del Cuerpo de Seguridad, especialmente por los Subalternos que las consideraron como un agravio para todos ellos ya que ninguno se consideraba autor del sablazo recibido por Blasco Ibáñez y por tanto sus acusaciones eran del todo infundadas. En consecuencia el mismo día 24 se convocó una reunión de Oficiales de la que da cuenta "Época", en su edición del 25, en los siguientes términos: "Las frases que el día 22 pronunció en el Congreso contra un Teniente del Cuerpo de Seguridad el diputado republicano Sr. Blasco Ibáñez han producido sus naturales efectos entre todos los individuos del expresado Cuerpo que lucen en las bocamangas las estrellas de primeros tenientes. Para tratar del asunto celebraron anoche una reunión los citados señores, reunión en la que, según nuestros informes, ocurrió lo siguiente: después de darse lectura a las palabras del diputado republicano, todos los presentes convinieron, sin discusión alguna, en que aquéllas constituían grave ofensa para el teniente que, al decir del señor Blasco, le dio un palo anteanoche en la Carrera de San Jerónimo. Como ninguno de los reunidos recordaba ser el autor del hecho, todos, absolutamente todos, reclamaban prioridad para pedir una explicación al Sr. Blasco Ibáñez. Realmente esto no podía ser, y, en vista de ello, uno de los reunidos dijo a sus compañeros que debían proceder a un sorteo, para que el designado en él fuera quien, en nombre de sus compañeros, exigiera al diputado republicano la explicación necesaria. Ya iba a procederse al sorteo cuando tres de los reunidos, únicos Oficiales de esta clase que el día 22 prestaron servicio en la Carrera de San Jerónimo, manifestaron a sus compañeros que el hecho tan solo podía ser imputable a uno de los tres, y que, por consiguiente, ellos, y nadie más que ellos, debían ventilar la cuestión con el diputado republicano. Parece que después de alguna discusión los reunidos se mostraron conformes con lo propuesto por sus tres compañeros, dando por terminada la reunión".

En la mañana del día 25, los tres Oficiales se pusieron de acuerdo para acudir a casa de Blasco Ibáñez en demanda de una explicación que pudiera satisfacer el agravio o, al menos, que este pudiese identificar al autor material del hecho; así lo hicieron y tras poner al Diputado en antecedentes del motivo de la visita, éste identificó al Primer Teniente Juan Alastuey Marías como autor del golpe que había recibido, tras lo cual los tres Oficiales abandonaron la casa del político, no sin antes el presunto inculpado retar en duelo al político.

Aceptado el desafío el diputado por Valencia, que ya había tenido con anterioridad lances similares alguno de ellos muy sonado como el que lo enfrentó con el Director de "La Correspondencia Militar", el periodista Fernández Arias, tan solo cuatro años antes, nombró como padrinos a los señores Junot y Morote, dándoles instrucciones, según la prensa, "de que no concedan ni nieguen tampoco la satisfacción que demandan dichos tenientes, dejando la cuestión en suspenso hasta que le contesten el ministro de la Gobernación y el Gobernador, los cuales se hicieron solidarios del proceder de dichos subordinados suyos", en referencia a sendas cartas que el político dirigió al Ministro de la Gobernación y al Gobernador Civil de Madrid, exigiéndoles una explicación por lo sucedido y para saber si de alguno de ellos había partido la orden dada al Cuerpo de Seguridad de cargar contras los manifestantes. 

Por su parte, el Teniente Alastuey nombró como sus representantes al Coronel Jaquetot y al Comandante de Infantería, Gómez López, quienes a las siete de la tarde de ese mismo día se presentaron en el Congreso preguntando por Blasco Ibáñez.

Enterado el Presidente de la Cámara del envío de padrinos a un Diputado, ofició al Presidente del Consejo de Ministros dándole cuenta del hecho y encareciéndole que adoptase una medida disciplinaria contra el Oficial para evitar que actos como el relatado pudieran volver a repetirse.

Por lo que se sabe, que también se encargó de resaltar la prensa madrileña, el Teniente Alastuey solicitó de inmediato, siguiendo los patrones propios del honor militar, la baja en el Cuerpo de Seguridad, petición que fue atendida por el Gobernador Civil de Madrid, con lo cual el nombre de la Institución quedaba al margen de todo el conflicto.

Paralelamente, el Fiscal de la Audiencia de Madrid, presentó en el Juzgado de Guardia una denuncia con el fin de que por la Autoridad judicial se abriese una investigación conducente a determinar que había de cierto en lo reflejado en la prensa de la Capital sobre este asunto. El Juez tomó la decisión de llamar a declarar a los Directores de "El Imparcial", el "Heraldo de Madrid" y "El Liberal" quienes acudieron al Juzgado manifestando que las noticias del duelo eran de dominio público. Igualmente acudieron al Juzgado tanto el propio Blasco Ibáñez como sus representantes.

Por su parte, el día 27, al no haber llegado a un acuerdo en las conversaciones mantenidas los representantes de las dos partes en litigio procedieron a nombrar a un tercer árbitro encargándole de fallar definitivamente sobre el asunto. Para este cometido fue designado el Capitán Amado del Arma de Caballería.

En los días siguientes, la prensa de Madrid no dejó de hablar sobre el asunto titulándolo "cuestiones personales" o "la cuestión Blasco-Alastuey", trayendo a sus páginas cualquier noticia relacionada con este asunto. El día 28, La "Correspondencia de España" se hace eco de lo siguiente: "El Gobernador recibió anoche un oficio del Juzgado de Instrucción de La Latina, al que ha correspondido, en reparto la continuación de las diligencias practicadas con motivo de la cuestión personal planteada entre los Sres. Blasco y Alastuey, en el que se le recuerdan los preceptos del Código Penal que le obligan a detener al provocador y al retado, si este hubiese aceptado el desafío, no debiendo ponerlos en libertad hasta que, bajo palabra de honor, prometan ambos desistir de su propósitos. El conde de San Luis ha contestado a dicho oficio, participando al juez la imposibilidad de detener al Sr. Blasco Ibáñez por su calidad de diputado a Cortes, y en cuanto a la detención del Sr. Alastuey dice que no ha podido llevarse a efecto por ignorarse su paradero".

Finalmente, entre los representantes de ambas partes y el tercer árbitro se pactaron las condiciones del duelo; por parte de los padrinos del Teniente Alastuey se exigió el uso de pistola rayada de combate, a 28 pasos, 30 segundos para apuntar y dos balas en recámara; los de Blasco Ibáñez propusieron como hora las cinco de la tarde con el fin de que la oscuridad dificultase, en alguna medida, una buena puntería. El duelo quedó fijado para la tarde del lunes 29 de febrero en la Quinta Sabater, propiedad de una familia de banqueros, sita en el Paseo de las Delicias. 
Botón del Cuerpo de Seguridad (1ª época)

El "Heraldo de Madrid" en su edición vespertina del día 29 ya da cuenta que la cuestión se había sustanciado: "Hemos oído decir quo esta tarde ha quedado honrosamente zanjada la cuestión pendiente entre los Sres. Blasco Ibáñez y Alastuey. Acompañaban al primero los Sres. Armiñán y Estébanez, y al segundo, los señores Jaquetot y Gómez López. Asistieron también los renombrados doctores San Martín y Mariscal. También se nos dice que intervino en la solución del asunto, como juez de campo nuestro querido compañero Saint-Aubin".

En cuanto al duelo en sí, varios periódicos madrileños, en sus ediciones del día 1 de marzo, dan cuenta detallada del suceso. "El Globo" por ejemplo comienza así su relato: "Lo frío y desapacible de la tarde de ayer no impidió el que numerosos grupos de gente pudieran observar desde los terraplenes do la línea de Madrid-Cáceres-Portugal algo extraordinario y emocionante..."

Sin embargo, probablemente la narración que se expresa con más detalle sea la que proporciona el "Heraldo" que lo describe, minuciosamente, de la siguiente forma: "El juez de campo, reloj en mano, gritó: ¡Listos!... ¡Ya!, contestaron los combatientes. ¡Fuego!... Y á los pocos segundos el adversario del diputado disparaba, enfilando bien, en tanto que éste elevó de modo visible la puntería. El estampido, duro y seco, acreditaba la conciencia del cargador. Volvieron á repetirse las voces y volvió a disparar el ofendido... Todos oyeron un golpe seco, y el representante de la capital levantina, alzando su pistola, y sin disparar, dijo con voz tranquila: ¡Estoy herido!... Todos nos acercamos precipitadamente, menos el militar, que conservaba su puesto inmóvil y con la rigidez de una estatua. ¿Dónde ha recibido usted la bala? El escritor señaló la región hipocondriaca. El tiro acredita la destreza o la suerte del tirador, que había tocado en el centro del blanco ofrecido por la figura. Los combatientes, por una de las condiciones convenidas para el duelo, habían sido despojados de carteras, monedas y cuanto pudiera desviar o detener la penetración de los proyectiles. El cumplimiento de esta cláusula se había confiado a un padrino contrario de cada uno de los combatientes y desempeñada escrupulosamente. Pero el azar, la suerte, algo verdaderamente inexplicable, habían resuelto, sin duda, impedir una desgracia de terribles consecuencias, atendiendo al sitio que sirvió de punto para el disparo. Una correa de escasa anchura y la anilla para unir la cadenilla de llaveros había quedado en la cintura del diputado republicano. Un milímetro más bajo o alto de la anillita estaba la muerte; pero el arcano... llevó la bala al centro de la anilla, retorciéndola y haciéndola que perdiera su forma al detener el proyectil. El Sr. Blasco Ibáñez recibió, pues, solo una contusión. Después de un debate de los padrinos se acordó dar por terminado el desafío. Los contendientes se estrecharon las manos sobre el terreno".

Concluido el lance entre los contendientes, "la reconciliación fue completa como corresponde a dos caballeros", señala la prensa. Según testigos presenciales, Blasco Ibáñez declaró que nunca había tenido propósito de ofender a su contrario ni tampoco al Ejército ni al Cuerpo de Seguridad; al parecer el Teniente Alastuey respondió que de haber hecho con anterioridad esas afirmaciones el duelo jamás hubiera tenido lugar, a lo que el político respondió "cierto, señor oficial; pero hechas antes tenían menos valor que ahora para muchos". Al final un apretón de manos entre las partes dieron por zanjado definitivamente el asunto.

Como nota de nobleza y de caballerosidad resaltar que esa misma tarde, Blasco Ibáñez visitó al Gobernador Civil de Madrid para solicitarle repusiese en su puesto al Teniente Alastuey, respondiéndole el Conde de San Luis que veía con agrado la petición, si bien correspondía al Ministro de la Gobernación adoptar esa medida; por su parte el político valenciano se comprometió a visitar al Ministro al día siguiente con idéntico fin. 

En cuanto a las actuaciones judiciales, como hemos visto, el Juez Rubio Contreras del Juzgado de La Latina había citado a declarar al Teniente Alastuey quien se encontraba en paradero desconocido; finalmente compareció ante la Autoridad judicial en la tarde del día 2 de marzo, manifestando que no se había batido con Blasco Ibáñez aunque no negó que una de las tardes anteriores la había pasado en una finca en los alrededores de Madrid a donde acudió, en compañía de unos amigos, a pasar unas horas en el campo. En cuanto al político, que de nuevo fue llamado por el Juez, se negó a acudir a la cita. En los días posteriores fueron citados por el Juzgado nuevamente los Directores de los periódicos que narraron las vicisitudes del lance así como otros testigos directos del hecho. Finalmente, la Autoridad judicial suponemos que sobreseyó el asunto.

¿Que sabemos del Primer Teniente Juan Alastuey Marías? Nacido el 20 de octubre de 1863, ingresa en el Ejército como voluntario; el 24 de septiembre de 1893, con el empleo de Sargento y con destino en el batallón Cazadores de Barbastro núm. 4, se le concede una plaza de Escribiente provisional en el Gobierno Militar de Tarragona.

El 23 de septiembre de 1898, ya como segundo Teniente, se le reconoce como pensionada la Cruz al Mérito Militar otorgada con fecha de 5 de enero anterior por las brillantes acciones de "Yajabo" y "Gato", llevadas a cabo, en el teatro de operaciones de Cuba, el 23 de marzo de 1897.

Con fecha 1 de febrero de 1899 se promociona al empleo de primer Teniente de Infantería, ascendido por méritos de guerra, concediéndole el primer mes de licencia como regresado de Cuba con el batallón Cazadores de Barcelona número 3 y pasando destinado a la Zona de Madrid núm. 57, instante en el que debió pedir destino en el Cuerpo de Seguridad ya que en 1902 se trasladó a Barcelona con la Compañía expedicionaria del Cuerpo destacada a la capital catalana.

De vuelta en Madrid, con motivo del cese de funciones de los Delegados de Vigilancia de Madrid, decretado por Real Orden del Ministerio de la Gobernación de fecha 16 de septiembre de 1903 (Gaceta del 17), por la que son sustituidos por Capitanes u otros Oficiales caracterizados del Cuerpo de Seguridad, se le nombra Delegado interino del Distrito del Este. 

El 26 de septiembre de 1909 aparece en el D.O. ascendido a Capitán y destinado a la Zona de Madrid nº 1, en situación de reserva. Con fecha 22 de febrero de 1910 vuelve al Cuerpo de Seguridad como Capitán destinado en Madrid.

El 16 de julio de 1914 se le concede la Cruz de San Hermenegildo con antigüedad del 2 de septiembre de 1913 y, posteriormente, la Placa de la misma Orden Militar con antigüedad de 7 de marzo de 1916.

El 23 de marzo de 1917 se le reconoce la aptitud para el ascenso a Comandante cuando por antigüedad le corresponda.

Como en otras ocasiones se pierde la pista de este Oficial, que algunos autores erróneamente adscriben a la Guardia Civil, en todo lo referente a su paso por el Cuerpo de Seguridad al no existir documentación al menos a nuestro alcance. 

El duelo del escritor y político Blasco Ibáñez con el Teniente de Seguridad Alastuey Marías puede considerarse uno de los más famosos de los celebrados en España tanto por sus protagonistas, especialmente el escritor, como por el milagroso resultado final del lance que a punto estuvo de costarle la vida al autor de "Cañas y barro" o "La barraca". 

Bibliografía:

Gaceta. B.O.E.
Diario Oficial del Ministerio de la Guerra
Cuestión de honor. Juan Carlos Mateos Fernández
Hemeroteca de la Correspondencia de España. Madrid
Hemeroteca de El Globo. Madrid
Hemeroteca de El Heraldo de Madrid
Hemeroteca de El Imparcial. Madrid
Hemeroteca de La Época. Madrid
Hemeroteca de Siglo Futuro. Madrid
Los duelos a pistola. 

José Eugenio Fernández Barallobre,
(artículo publicado en la Revista "Policía").                                              

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