sábado, 4 de febrero de 2023

1988. El “Mataviejas” de Santander

Del boletín "Emblema" de febrero, tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.

El 19 de mayo de 1988 en la calle de santanderina de Cobo de La torre efectivos de la Policía Nacional detenían al “Mataviejas”, un individuo llamado José Antonio Rodríguez Vega, de 31 años de edad, albañil y carpintero de profesión, acusado de asesinar, entre abril de 1987 y el mismo mes de 1988, al menos a dieciséis 16 mujeres mayores, en cuyos domicilios entró con el pretexto de hacer unos arreglos. Ya dentro de las casas procedió tras violarlas a asesinarlas. La más joven de sus víctimas tenía 61 años, y la mayor, 93. Todas vivían solas.

José Antonio Rodríguez Vega, el "Mataviejas"


En dependencias policiales, Rodríguez Vega se declaró culpable de sus crímenes, algo que corroborarían los funcionarios policiales al encontrar, tras un registro en su vivienda una habitación decorada de color rojo, que contenía joyas, porcelanas, estampitas, televisores, robados a sus víctimas. Sus crímenes quedarían esclarecidos cuando la policía mostró una grabación de aquella siniestra habitación a los familiares de las mujeres muertas pretendidamente por asfixia. Los familiares no dudaron en identificar los objetos que vincularon al “Mataviejas” con sus víctimas.

Miembro de una familia humilde del barrio santanderino de Campogiro, el cuarto de seis hermanos, su madre, siendo joven, lo echó de casa, tras haber agredido a su padre, que estaba en cama impedido debido a una grave enfermedad. Aquello provocaría en el joven José Antonio un sentimiento de odio y rencor hacia su madre, mezclado con unas irrefrenables ganas de mantener relaciones sexuales incestuosas con ella, algo que según los psicólogos y psiquiatras que le trataron, le perturbaba en exceso, lo frustraba completamente. La única vía de escape que encontró para liberarse de aquello fue la agresión y violación de otras mujeres.

Su juventud, a pesar de estar casado y tener una hija, fue ya una carrera sin límites de violaciones. Cuando contaba 21 años fue detenido por agredir sexualmente a un buen número de mujeres. Conocido con el “violador de la moto” fue juzgado y condenado a 27 años de prisión.

Gracias a su buen comportamiento en prisión y que casi todas sus víctimas le perdonaron, lo que provocó una importante reducción de su condena, cumpliría tan solo ocho años de prisión, siendo liberado en 1986. Abandonado por su mujer, Rodríguez Vega volvió a contraer nupcias con una mujer enferma de epilepsia, que jamás sospecharía de la doble vida de su marido al mostrase él como un hombre bonachón, honrado y trabajador.

Tras realizar un cuidado y exhaustivo seguimiento y observación de sus víctimas, conociendo sus horarios y costumbres, -todas ellas tenían que vivir solas-, sabiéndose seguro de su impunidad, se decidió a irse ganando su confianza con pretextos como que era albañil o técnico de televisión o gas. Su aspecto bondadoso ofrecía garantías a las víctimas. Una vez dentro del domicilio de la víctima se brindaba para realizar arreglos caseros, como recadero para subirles la compra y sobre todo, como acompañante explotando así la soledad de sus víctimas.

Su carrera de asesinatos los inició con la muerte de Victoria Rodríguez Morales de 61 años, el 15 de abril de 1987. Le siguieron Simona Salas Menéndez de 84 años, asesinada el 13 de julio. Margarita González Sánchez de 82 años, el 6 de agosto. Josefina López G del Anillo de 86 años, encontrada el 17 de septiembre. Manuela González Fernández de 80 años, el 30 de septiembre. Josefa Martínez Collantes, de 84 años, el 7 de octubre. Natividad Robledo Espinosa de 66 años, muerta el 31 de octubre. Catalina J Fernández Mata de 93 años, el 17 de diciembre. Isabel Fernández Vallejo de 82 años, encontrada sin vida el 29 de diciembre de 1987.

Rodríguez Vega volvería a matar en enero de 1988, cuando fue descubierto, el 6 de enero, el cadáver de María Landazábal San Miguel de 72 años. Carmen Martínez González 65 años. Muerta el 20 de enero. Engracia González Arana 65 años, encontrada muerta el 11 de febrero. En abril de 1988, se encontró el cadáver desnudo de Julia Paz Fernández de 66 años.

Sus maneras eran siempre las mismas. En primer lugar con caricias buscaba una reacción de exaltación sexual. Al ser rechazado, las agredía y violaba de forma brutal para acabar asfixiándolas, tapándoles nariz y boca, algo que provocaría un paro cardiaco, inclinándose los médicos, tras las autopsias, en que habían fallecidos por causas naturales. Antes de abandonar del domicilio de su víctima, a modo de trofeo, el “Mataviejas” se llevaba algún objeto personal, que situaría luego en su habitación roja.

Aquellos asesinatos fueron en principio, conforme a las autopsias, catalogados por la policía como muertes naturales. Sin embargo a varios funcionarios no les cuadraba tantos fallecimientos en pocos meses. A finales de ese año de 1987, dos periodistas de “El Diario Montañés” publicaron sus investigaciones que ponían en alerta a la ciudadanía de la existencia un asesino en serie, algo que molestó muy mucho a las autoridades regionales cántabras.

Ante aquella revelación de los dos periodistas, la Policía Nacional fue cruzando más datos, dando de esa forma con una relación común: en varios pisos de las mujeres fallecidas, un albañil había realizado reformas, dejado en varios de ellos, una tarjeta de visita. Con plena certeza, tras un seguimiento diario, José Antonio Rodríguez Vega fue detenido y tras declararse culpable, fue puesto a disposición judicial

En 1991 en su juicio, en la Audiencia provincial de Santander, el “Mataviejas”, a pesar de haber confesado sus asesinatos, se declaró inocente, afirmando con gran frialdad “que las mujeres habían muerto por causas naturales y que él las dejaba simplemente inconscientes”.

El fiscal Lucio Valcarce durante la vista lo definiría como un “pervertido sexual, sin remordimiento alguno, un auténtico psicópata, una verdadera máquina de matar.” “La persona más ruin, cobarde, desalmada que me haya encontrado jamás”. Hasta sus propios hermanos llegaron a decir: “José parece un animal sin sentimientos y merece la pena de muerte; no la pena de muerte, sino una muerte directa”.

Condenado a un total de 440 años por 16 asesinatos, Rodríguez Vega pasó por varias prisiones de la geografía patria, concediendo entrevistas e insistiendo en ellas en su inocencia.

El 24 de octubre de 2002, cuando se encontraba cumpliendo condena en la cárcel de Topas, en Salamanca, fue apuñalado con un estilete por dos reclusos del centro, Enrique del Valle González “El Zanahorio” y Daniel Rodríguez Obelleiro, acusado por los agresores de ser un violador y trabajar de chivato para los funcionarios de la prision. José Antonio recibió dos puñaladas, una en la nuca y otra en la cabeza, le sacaron los ojos y la masa encefálica. Tenía 44 años de edad y tras cumplir 14 años de prisión, le restaban ocho para alcanzar la libertad. El Zanahorio y Obelleiro fueron condenados a 13 años de cárcel cada uno.

Al día siguiente de su asesinato, fue enterrado en una fosa común, asistiendo a su entierro tan solo los dos enterradores.​

Carlos Fernández Barallobre.

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