sábado, 7 de noviembre de 2020

El Cuerpo de Seguridad y la Zarzuela "La Gran Vía" (1886)

Son muchas las Zarzuelas, especialmente las del llamado “Género Chico”, al igual que sucede con las Revistas, en las que, recogiendo las costumbres de Madrid, hacen desfilar por sus actos y cuadros a parejas del Cuerpo de Seguridad, con sus uniformes de finales del siglo XIX, realizando las rondas por los jardines de Recoletos o por las calles y plazas más castizas del viejo Madrid. Se trata, pues, de personajes de casi obligada presencia en estas obras que tanto gustaban a los españoles de aquellos años.

Personajes simpáticos, en la mayoría de los casos, a veces ridiculizados con cierta maldad, que evocan aquella singular forma de vivir en el Madrid de las postrimerías de nuestro impero colonial. Personajes que unas veces imponen respeto y otras no tanto pero que, en cualquier caso, forman parte por derecho propio de ese paisaje urbano en el que se amalgaman chulapas, señoritas venidas a menos, castizos, soldados con Ros y uniforme de paño, criadas o galanes cursis que pretenden a la dama de sus sueños, teniendo como fondo las más castizas verbenas animadas por los deliciosos organillos. 

La Gran Vía


Páginas inolvidables de nuestra Zarzuela que tantas veces nos han emocionado y en las que el viejo Cuerpo de Seguridad tiene su espacio como integrante de esa sociedad que la obra retrata. 

De entre todas ellas, una de las más destacadas es “La Gran Vía” que fue presentada como revista lírico-cómica, fantástico-callejera, que todavía se repone de forma habitual en las temporadas de Zarzuela. 

Zarzuela en un acto y cinco cuadros original de Felipe Pérez González y música de Federico Chueca y Joaquín Valverde. Fue estrenada en Madrid en 1886 y su argumento, típicamente madrileño, no es otro que el proyecto de abrir una gran avenida capaz de unir el este y el oeste de la Capital para descongestionar el centro; un proyecto de 1862 que finalmente vería la luz en 1910, cuando comenzaron las obras de la gran arteria madrileña. 

Se trata de una obra de actualidad en el instante en el que fue estrenada, ya que, en ella, aparecen retratadas, de forma satírica, las preocupaciones políticas y sociales del momento, así como algunos personajes característicos de la época. 

En el simpático cuadro de los “ratas”, unos raterillos de poca monta, aparecen dos Guardias de Seguridad que tratan de detener al trío de personajes logrando estos, finalmente, con una burda estratagema eludir la detención, dejando en entredicho a los pobres Guardias que resultan ser los detenidos. 

Hay otro número, desconocido para una gran parte de los aficionados, titulado “Vals del Policía de Seguridad” que interpreta un Guardia de aspecto bobalicón, junto al coro y otros personajes. 

Por lo que sabemos, este número no formó parte de la obra original, introduciéndose en alguna de las reformas que sufrió a lo largo de los años siguientes a su estreno, concretamente en la de 1887, al igual que sucede con el “pasodoble de los Sargentos” que tampoco se interpretó en la premier que tuvo como escenario el Teatro Felipe de la Capital de España, el 2 de julio de 1886. 

Por ello, probablemente, con el afán de recuperar la originalidad de la pieza, en las reposiciones que se hacen actualmente, este número ha dejado de representarse hasta el punto de que, en todas las ocasiones que hemos tenido oportunidad de verla escenificar, jamás tuvimos ocasión de escuchar el referido vals. 

La letra de este número de la obra, satiriza las andanzas de los Guardias de Seguridad que, en aquellos años, recibían el apelativo nada cariñoso de “guindillas”. 



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