miércoles, 8 de noviembre de 2023

La lealtad, asesinada. Cincuentenario de la magnicidio de Carrero Blanco

Del boletín "Emblema" de noviembre, tomamos este trabajo de nuestro buen amigo y compañero el Inspector Jefe Eloy Ramos Martínez.

Hemos visto los preparativos del magnicidio del presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco (ver Boletines de julio y septiembre) hasta la salida precipitada de Henry Kissinger, sin cumplir la totalidad del programa de su visita a España, de manera sorprendente, pues las prisas no estaban en modo alguno justificadas para aquel día.

Al recordar la infausta fecha del 20 de diciembre de 1973, es necesario señalar brevemente, lo historiado sobre el atentado. Así, vimos que el almirante Carrero asistió a la misa de nueve en la iglesia de San Francisco de Borja, finalizada la cual se montó en su coche oficial, un Dodge Dart, matricula PMM 16416, sin blindaje, en el que iba acompañado por el inspector Juan Antonio Bueno Fernández, y que conducía el chófer del PMM, José Luis Pérez Mogena.

El resto de su escolta lo componían los inspectores Rafael Galiana del Río y Miguel Ángel Alonso de la Fuente que ocupaban otro Dodge Dart matrícula M-5642-O, y que conducía el policía armada Juan Franco.

Al llegar a la altura del número 104 de la calle Claudio Coello, un coche Morris 1300 aparcado en doble fila obligó al presidencial a aminorar la marcha y pasar justamente por encima del lugar donde ETA había excavado un túnel que había rellenado de explosivos.

En ese instante, según ha contado ETA, porque no se comprobó nada de ello, ni policial ni judicialmente, los etarras Atxulo y Argala que estaban a unos cincuenta metros del lugar, uno haciendo de vigía y el otro con el iniciador del explosivo en la mano, provocaron la explosión. La acción se asignó a Argala, lo que en cinco años le costó la muerte.

Siguiendo con el relato, ambos salieron aprisa del lugar, sin correr, diciendo: ¡Gas, gas!. Otro coche les esperaba con Kiskur al volante, escapando al refugio de Alcorcón que les había proporcionado Genoveva Forest.

Aquí hay que hacer un alto en el relato para recordar las “anormalidades” de lo historiado: Años después, reunidos varios etarras en casa de José Antonio Múgica Arregui en Sokoa, entre ellos su hermano José Ignacio, “Ezkerra”; José Ignacio Pérez Beotegui, “Wilson”; Javier María Larreategui Cuadra, “Atxulo”; Félix Eguía Inchaurriaga, “Beltza”; Juan Paredes Manotas, “Txiki” y Miguel Lejarza Eguía, “Lobo”, en una charla informal, y aunque la Operación Ogro era un tema tabú, del que no hablaba, Atxulo les contó la reacción de Argala cuando salían huyendo en el coche, nada más producirse el atentado: ¡La madre que los parió! ¡Si se han 'cargao' hasta el edificio de los curas! Así, en tercera persona, como si lo hubieran hecho otros. Esto fue relatado por Lobo a Pilar Urbano.

Como también relata la escritora y periodista, que en el mismo lugar, en junio de 1975, Ezkerra dijo, refiriéndose al magnicidio: “Fue lo que más nos potenció como organización. Nos puso a nivel internacional, ante los políticos, la Policía, la Prensa, todo dios… Hasta entonces no nos conocía ni el Turuta. ¡Y a quien se le diga que fue el trabajo que hicimos con más tranquilidad! ¡Hombre, si, tuvimos apoyos … joder que si tuvimos! Yo diría que prácticamente oficiales. Vamos, que nos lo pusieron a huevo… Pero no quiso seguir hablando.

Y en el sumario correspondiente, en la página 217 se dice: “Dos testigos, Dolores Cavestany, vecina de Claudio Coello 110, y Josefa Mota Sánchez, su empleada de hogar, declararon ante la Policía, por separado, que reconocieron a Argala como una persona que se situó junto a ellas cerca del cráter provocado por la explosión, tras el atentado. Según ellas, iba acompañado por Mercedes Alcorta Arzac, a la que identificaron también por las fotos de etarras que se les mostraron.

Luego hay que señalar que, una vez inspeccionado el piso de Mirlo 1, cuya dirección habían dado los etarras al alquilar el sótano de Claudio Coello, además de huellas dactilares de varios conocidos, como Argala, Zigor, Ezkerra, Wilson, Atxulo, etc, apareció un teléfono que correspondía a un piso de seguridad donde apareció el destacado comunista Simón Sánchez Montero, que pasaría nueve meses en la cárcel, acusado de asociación ilícita, pero nadie le pregunto nada por el magnicidio.

Hay autores – Estévez y Mármol – que aseguran que varios miembros de la Unidad Operativa de la Segunda Sección Bis del Alto Estado Mayor, que se encontraban cerca del lugar del magnicidio, al volver a su oficina manifestaron: “Nos lo hemos llevado puesto. Menudo agujero hemos hecho” . Y recordemos que en el juicio por el 23 F, el comandante José Luis Cortina al ser preguntado por la presencia de algunos coches de su Servicio en aquella fecha, respondió: “También el día del asesinato de Carrero había coches en la calle”.No se le preguntó más y salió absuelto del juicio.

Definitiva fue también la actuación del embajador en París, Pedro Cortina Mauri. Inesperadamente, la Policía francesa ofreció a España la entrega subrepticia de los etarras Wilson, Ezkerra y “Bruno” (José María Escubi Larraz). El ofrecimiento se le hizo al ministro plenipotenciario Álvarez de Sotomayor, que lo puso en conocimiento de Cortina, que se negó a aceptar el ofrecimiento francés a pesar de la respuesta afirmativa de su ministro, López Rodó, y obedeció al de Gobernación Arias Navarro que le indicó que no aceptara. Hay que suponer lo que podría haber supuesto la declaración de Wilson y Ezkerra, conocedores de toda la Operación Ogro.

Cortina, intimo de Carmen Polo, fue el siguiente ministro de Asuntos Exteriores.

Y en cuanto a las evidencias, conviene señalar que no supieron cómo era el túnel que habían hecho ellos: afirmaban que tenía forma de “T” y la tenía de “L” porque alguien había cegado un brazo de la “T” para acomodar mejor el explosivo, que, por supuesto, no era solo la dinamita inerte que habían robado más de un año atrás en Hernani. Era el C 4, de uso estrictamente militar, y por el Ejército norteamericano, inexistente en España, hasta la década siguiente, como lo señalaron los técnicos de la Junta de Energía Nuclear, Guillermo Velarde y Manuel Bartolomé.

Guillermo Velarde fue el autor del Proyecto Islero, que pudo haber situado a España como un país provisto de bombas nucleares, lo que el almirante Carrero hizo ver a Henry Kissinger en la entrevista que mantuvieron el día 19 y que provocó la lapidaria contestación del americano: “Cuando España es importante, es peligrosa”.

En lo que respecta al comando asesino,o, más bien a ETA, pues fueron muchos los que de una u otra forma participaron en el magnicidio, es de recordar, por lo extraordinario, la actividad que desarrollaron en Madrid durante casi año y medio. Recordemos:

Practicaron el tiro con armas diversas en los alrededores de la capital y nadie los molestó. Asaltaron una oficina del DNI y dejaron una huella que se identificó, sin que nadie se preguntara que hacía un grupo de ETA en Madrid. Atracaron una armería y asaltaron a un centinela de la Capitanía General de Madrid par robarle un Cetme, sin que sepamos muy bien para qué lo querían en Madrid. Durante meses estuvieron esperando en la parada de autobús delante de la embajada de Estados Unidos, sin que nadie los molestara, lógicamente identificados por la CIA cuya estación Madrid está en la embajada citada.

Todas esas actividades, ¿las hacían para entrenarse, o para comprobar hasta dónde llegaba la protección que alguien les había prometido? Porque no es normal que un comando preparando el magnicidio en lugar de guardar la más absoluta discreción, hagan lo que se ha relatado. Especialmente llamativo fue la intervención del Director General de Seguridad, Eduardo Blanco Rodríguez impidiendo a la Guardia Civil entrar en el piso de Mirlo 1 ocupado por los etarras, lo que hubiera provocado la detención del comando.

Como curiosidad también recordaremos que a Ricardo de la Cierva le indicó José María de Areilza que lo que decía el ex espía español, Luis Manuel González – Mata Lledó, en su libro Terrorismo Internacional” en lo relativo al magnicidio de Carrero era exacto. En el libro se dice entre oras cosas que el comando estuvo controlado en todo momento por los servicios de Inteligencia españoles y norteamericanos y señala las muchas incongruencias de los actuantes. Seguramente sabía Areilza lo que decía, pues tuvo un sobrino, Borja Escauriaza Areilza en la banda ETA en sus primeros tiempos.

Y, sobre todo, además del extraordinario interés de la banda por adjudicarse el magnicidio, insistiendo una y otra vez en su autoría, rechazando las opiniones en contra de cualquiera, ¿Por qué era luego un tema tabú el hablar entre ellos del famosísimo asesinato?



El tándem del magnicidio

Como recapitulación a lo tratado, cabe decir:

Que ETA fue inducida al magnicidio, tras pensar en el secuestro de Carrero.

Que el comando “ad hoc” estaba compuesto por auténticos incompetentes.

Que no adoptaron ninguna medida de autoprotección en territorio hostil en principio.

Que su actividad ¡durante más de un año! con acciones absolutamente innecesarias, fue siempre protegida

Que sta protección venía desde las más altas instancias del Estado; estas empezaban en la Dirección General de Seguridad y terminaban en el círculo íntimo del Caudillo.

Que la incapacidad del grupo de asesinos etarras fue sustituida por quien añadió al explosivo inerte de la banda por el letal C 4, que era utilizado por el Ejército de Estados Unidos, pero no en España, donde no apareció hasta la siguiente década.

Que contó con la ayuda inestimable de los comunistas, con quienes hicieron un tandem, que fue muy bien visto por la CIA.

Que Carrero fue eliminado porque el franquismo no podía sobrevivir a su fundador y la lealtad del almirante lo hizo insoportable para quienes manejaban los hilos de la política española, a saber: los Estados Unidos de Norteamérica.

Consecuencia: blanco sobre negro.

Eloy Ramos Martínez.

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