lunes, 15 de mayo de 2023

1940. Un complot para asesinar al Generalísimo Franco en la semana Santa de Sevilla

Del boletín "Emblema" de mayo tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo y colaborador Carlos Fernández Barallobre.

En 1940 el Caudillo de España Francisco Franco, acudiría, junto a su esposa e hija, a presenciar los desfiles procesionales de la semana Santa de Sevilla. El Jefe del Estado participaría en la mañana del jueves Santo en los oficios religiosos celebrados en la catedral de la ciudad hispalense. A la tarde de ese mismo jueves, presenciaría desde el palco de honor del ayuntamiento sevillano, el paso por la carrera oficial de distintas cofradías. En la tarde del viernes Santo, el Generalísimo presidiría también el paso de la hermandad del Santo Entierro, de la que era cofrade de honor.

1940. El Jefe del Estado Generalísimo Franco, junto a su esposa e hija, presencian las procesiones de la Semana Santa de Sevilla

En esa semana Santa de 1940, según relató Nicolás Salas, en su libro “Sevilla en la posguerra” editado en 2010, el Caudillo de España Francisco Franco sufriría un intento de atentado, En el él se verían inmersos un grupo de miembros de la internacional comunista, que desde Paris había planeado el magnicidio.

El domingo 10 de marzo,el secretario de la Delegación de Orden Público, Manuel Muñoz, convocó en su despacho de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla a los tres comisarios principales. Luis Garrido Escobar, Manuel Blanco Horrillo y Manuel Cordero Navarro: El motivo de que la Policía gubernativa había recibido un despacho cifrado enviado por el Ministerio de Gobernación, que incluía un pequeño informe elaborado por los servicios secretos españoles en París, alertando que un grupo de brigadistas internacionales comunistas en complicidad con anarquistas y comunistas sevillanos, habían decidido atentar contra Franco en la próxima semana Santa a celebrar en la ciudad del Guadalquivir, cuyas procesiones presidiría el estadista. Los tres comisarios pusieron a trabajar a sus hombres que se diseminaron por todos los rincones de Sevilla en busca de información.

Un guardia civil, José Carvajal Chía, infiltrado en grupos clandestinos de anarquistas sevillanos, informó, unos días después, al secretario de la Delegación de Orden Público, de la llegada a Sevilla de un anarquista procedente de Barcelona, Manuel Romero López, apodado “Romero Chico”, que ya había estado en la ciudad durante la Exposición Iberoamericana de 1929 y que era considerado como un activista muy peligroso.

Muñoz dispuso el seguimiento, por parte de inspectores de policía, de Manuel Romero López mientras estuviese en Sevilla. Los días 11 al 14 no dieron el menor resultado positivo. Eso sí llamó la atención que disponía de mucho dinero, que vestía muy bien y que todos los días dormía en una pensión distinta, incluso en los pueblos cercanos. Pero el día 15, viernes de Dolores, Muñoz recibió información que resultaría decisiva.

La noche del jueves día 14, un grupo de cuatro oficiales legionarios se dieron cita en la muy conocida en Sevilla casa de citas de “La Cangrejera”, ubicada en la plaza de la Mata., algo que no tendría que haber llamado la atención, pues era muy frecuente ver a oficiales alternando en la conocida casa de tapadillo. Sin embargo una joven prostituta de nacionalidad italiana, comprobó que los pretendidos cuatro oficiales legionarios, utilizaban un idioma distinto al español para comunicarse entre sí, incluso utilizando palabras claves, sin sentido aparente.

Al día siguiente la joven, escamada, contactó con un popular personaje “Manolito el del clavel”, un falangista, también conocido por “El Lecherito”, por regentar una lechería situada en la esquina de la calle Marco Sancho con la plaza de la Mata, al que contaría la extrañeza que le produjeron aquellos oficiales legionarios. Manolito puso la información de la joven en manos del cabo de la guardia civil Enrique Galván Maestro, destinado en la Policía Militar y uno de los hombres de confianza del secretario de Orden Público Muñoz, quien al conocer la información, la relacionó con lo investigado por el guardia Civil Carvajal Chía sobre el seguimiento del anarquista “Romero Chico”, quien curiosamente había también estado la misma noche que los oficiales legionarios en la casa de “La Cangrejera”. El hecho de que fueran cuatro hombres, todos extranjeros y vestidos con el uniforme de la Legión, podría responder a una estrategia de camuflaje y podría tratarse del grupo de brigadistas detectado en París por los servicios de información españoles.

“Romero Chico” siguió siendo estrechamente vigilado, llevando a sus perseguidores hasta el cabaret Zapico de la capital Sevilla, situado en la calle Leonor Dávalos, adonde llegó alrededor de las diez de la noche del viernes 15 de marzo. En el cabaret se encontraban varios oficiales de la Legión. Aquella información la conoció el cabo Galván que se presentó en la casa de la “Cangrejera” y pidió a la joven prostituta italiana, de la que había partido la información, si no tenía inconveniente en acompañarle a tomar una copa al cabaret Zapico a fin de comprobar si algunos de los oficiales legionarios que estaban en el cabaret eran los mismos que ella conoció en la casa de citas. La muchacha italiana los reconoció a todos, logrando con ello, de forma determinarte, desbaratar el complot de atentar contra el Generalísimo Franco.

De inmediato fuerzas de Policía y Guardia Civil, estos de paisano, montaron un gran dispositivo en los alrededores y dentro del cabaret. Cinco miembros del instituto armado dieron el alto a Romero y a los cuatro supuestos oficiales legionarios que sorprendidos, poniéndose en pie, levantaron las manos. En ese instante Manuel Romero, se abalanzó sobre una de las mujeres que alternaban en el cabaret, convirtiéndola en su escudo humano y comenzado a disparar, alcanzando al cabo Galván que cayó herido en el vientre. La respuesta de los compañeros de Galván fue resolutiva y rapidísima, entablándose un nutrido tiroteo que acabaría con la vida de los cuatro supuestos oficiales legionarios y resultando herido Manuel Romero, que fue detenido. Tres guardias civiles resultarían heridos y el cabo Galván fallecería días después de resultas de las heridas sufridas.

El Caudillo de España sería informado al detalle del complot para atentar contra su persona. Sin embargo no cambió un ápice su programa, presidiendo las procesiones de la semana Santa sevillana y caminando a pie por la calle Sierpes y plaza de Falange Española (hoy San Francisco). Solamente autorizó que el guardia civil “Juanillo el de los pelos colorados”, armado con un subfusil ametrallador, montara vigilancia debajo del palco principal del Ayuntamiento.

Un año después, en la primavera de 1941, los diarios sevillanos publicaron la siguiente nota: “Los Tribunales de Justicia. Sentencia cumplida: Se ha cumplido la sentencia de muerte dictada por Consejo de Guerra contra el anarquista Manuel Romero López, uno de los asesinos del cabo de la Guardia Civil don Enrique Galván Maestro, afecto a la Policía Militar de nuestra ciudad...”

Antes de ser fusilado, Manuel Romero López, confesaría ante la Guardia Civil todos los pormenores de la operación organizada por la Internacional Comunista en París. Los cuatro supuestos oficiales legionarios eran ex brigadistas internacionales contratados por Victorio Codovila, el agente italoargentino de la Komintern para España, para asesinar a Franco en Sevilla. El anarquista Manuel Romero López, había sido uno de los agentes de Alexander Orlov, el organizador de las criminales y asesinas “chekas” comunistas en Barcelona. Su papel en el complot de Sevilla era de guía, por conocer la ciudad y sus barrios obreros después de su estancia durante la Exposición Iberoamericana de 1929.

El atentado estaba previsto para el Viernes Santo, en el instante en que Franco presidiera el desfile del Santo Entierro. Los comunistas iban a actuar a la salida de la calle Sierpes con la plaza de Falange Española, situándose dos a cada lado, en las calles Granada y Manuel Cortina, con bombas de mano y pistolas ametralladoras. Manuel Romero López les había asegurado escondites individuales, ropas para cambiarse y vehículos para la fuga inicial. Después contarían con la cobertura de la Komintern para salir de España por distintos lugares.

Aquella desconfianza de una joven española, frustró algo que pudo haber cambiado la historia de España. Afortunadamente no fue así y la capitanía de Francisco Franco Bahamonde, llevaría a España a convertirse en la octava potencia industrial del mundo tras un “milagro” único e irrepetible.

Carlos Fernández Barallobre.

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