sábado, 8 de octubre de 2022

Henri Faulds debió haber sido el primero

Del boletín "Emblema" tomamos este trabajo de nuestro buen amigo y colaborador, el Subinspector Jesús Longueira Alvarez.

Francisca Rojas fue detenida y condenada en la localidad de Quenquén, Argentina, por un doble crimen que había cometido sobre las personas de sus dos hijos de cuatro y seis años de edad. Tras acusar del asunto a su marido negó rotundamente su presencia en la escena del crimen, varias huellas dactilares impresas con sangre en la pared y correspondientes a sus impresiones digitales, especialmente algunas de su pulgar derecho, sirvieron para situarla en el lugar e incriminarla. Tras la correspondiente detención, la joven de veintiséis años confiesa espontáneamente la autoría del crimen.

Esto que hemos leído hasta aquí no parecería extraño, si es que no estuviéramos hablando del día 29 de junio del año 1892 y porque fue la primera persona en ser condenada utilizando como prueba de cargo el revelado de sus huellas dactilares en el lugar de los hechos.


Ficha decadactilar y fotografía de Francisca Rojas

Igualmente, si el lector se da cuenta, tendremos que comentar que uno de los asesinos más célebres de la historia se libró de ser identificado y condenado utilizando este método por apenas cuatro años, estamos hablando del mismo “Jack el Destripador” cuyos crímenes ocurrieron en 1888.

Antes de todo esto fue Henry Faulds, médico y científico escocés, quien sugiriendo las teorías de que las huellas dactilares son únicas y diferentes en cada individuo, solicita por carta de la noble e ilustre institución “Scotland Yard”, la puesta en práctica de un sistema de recogida de las mismas para llegado el caso ser utilizadas para poder resolver, o ayudar a resolver ciertos casos que no tenían solución utilizando otras técnicas más clásicas.

La antigua y egregia institución, que quizás para otros asuntos fue pionera, no le hizo mucho caso que se diga, y es así como Henry Fauls, completamente convencido de que sus teorías son verdaderas, insiste y se decide a escribir otra carta pocos años después, en 1880. Esta vez nada más y nada menos que al mismísimo y ya consagrado Charles Darwin que la llega a leer, aunque tampoco la toma en demasiada consideración y respondiendo estar ocupado o que no estaba muy convencido de la veracidad de esos postulados la guarda en un cajón, y es así como Henry Faulds es esquivado por el destino una vez más.

A Henry Faulds Darwin tampoco le hizo mucho caso

Darwin decidió algo más tarde enviar la carta y la información recibida a su primo, Francis Galton, un conocido antropólogo que une así su nombre a la “ciencia policial”, es él quien más tarde, en 1882, publica un libro llamado “Fingerprints”. En este volumen se apodera de los postulados del anterior y obliga a la comunidad científica y policial a avanzar en el asunto llegándose más adelante a la conclusión de que este método mejoraba al anterior, llamado “Bertillonaje”, un sistema de identificación antropométrica basado en los estudios de Alphonse Bertillon.

Estamos hablando ya del año 1900, cuando se adopta en Gran Bretaña como sistema oficial de identificación, pero no nos olvidemos que fue en 1892 y en la prefectura de Buenos Aires cuando se utiliza por primera vez en la resolución del caso de Francisca Rojas.

Aunque ya hemos hablado en este célebre boletín de Juan Vucetich, el policía argentino de origen Astrohúngaro que fue el autor de esa detención y el que tuvo el honor de ser primero en utilizar esta técnica tras interesarse en su desarrollo después de leer las teorías de los anteriores, pensamos que es justo rendir un homenaje a Henry Faulds.

Sobre este mismo asunto les hablaremos en otro momento y por obligación del Checo Purkine, de William Herschel y hasta de Hans Gross.

Jesús Longueira Alvarez.

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