martes, 9 de agosto de 2022

Una alarma de atraco que fue "real"

Del boletín "Emblema", tomamos este interesante artículo de nuestro buen amigo y colaborador, el Subinspector Jesús Longueira Alvarez.

De los que me acompañaban aquel día el mayor tenía 32 años y el más joven era yo con 23, los otros cinco estaban en el rango intermedio entre esas dos cifras. El de 32 ostentaba el mando de la patrulla y al decir “que me acompañaban” me refiero exclusivamente al hecho de que el conductor era yo, por lo que no les quedaba más remedio.

Por aquel entonces la ciudad de Vigo ya no lo hacía, pero en los años postreros de la década anterior era cierto que por su relación entre el número de habitantes y los atracos que se producían, bien podríamos decir que ostentaba la capitalidad española en esa tipología de delitos y en ese contexto nos encontrábamos en aquel 1994. Por no decir que en términos absolutos estaba también a la cabeza y siempre se encontraba entre las primeras ciudades en esta estadística delictiva.

Aunque con estos datos en la mano podríamos pensar que cada vez que sonaba una alarma en una sucursal bancaria el riesgo era real lo cierto es que no ocurría así, y de todas ellas tan solo un bajo porcentaje acababan siendo verdaderas, siendo bastante usual que los empleados la activaran accidentalmente o por descuido, y otras veces que el mecanismo se activara por un fallo técnico del mismo. Pero también era cierto que todas se trataban como si fueran positivas y aún hoy en día así lo siguen haciendo mis compañeros.

Desde luego no era la mejor manera de atender un evento de esas características


Como queda dicho en el pie de la imagen anterior, una patrulla de la Unidad de Intervención, (UIP), del Cuerpo Nacional de Policía no era desde luego la mejor manera de atender un evento de esas características, por no ceñirse en ningún caso al protocolo que hay que observar siempre al atender servicios de esta índole.

Siendo en todo caso lo ideal permanecer cerca por si fuera necesario aquel día se dieron varias circunstancias, la primera de ellas la carencia en ese momento de otra unidad más adecuada, la segunda que nos cogía muy cerca, y aunque al lector le parezca que no tiene importancia lo cierto es que aquel día llovía.

La alarma fue real y en un momento nos plantamos en la calle donde se situaba aquella sucursal bancaria del barrio de Teis, con la máxima discreción posible y sin dejarnos ver ya observamos como de la misma salía un individuo joven con una bolsa plástica y asomando de esta lo que nos pareció el mango de un cuchillo, al vernos echa a correr como si fuera a ganar una medalla de oro en las olimpiadas.

Es aquí donde cobran importancia las cifras del primer párrafo, la edad, y de la parte posterior se bajaron de inmediato y como tiros varios componentes de la patrulla que salen corriendo detrás de él. En una maniobra que no teníamos preparada y que nos salió a pedir de boca el jefe se introdujo con otro compañero en la entidad financiera por si hubiera heridos y dos de nosotros en el vehículo procedimos a hacerle un cierre al ladrón que se había introducido en la estación del ferrocarril. Así pues y ya a punto de ser alcanzado por los que salieron corriendo tras él, ya desde la otra parte de las vías salíamos nosotros a su encuentro. Estaba atrapado, no tenía salida posible, pero como les dije aquel día llovía, y el desenlace fue inesperado.

Pido al lector que no se ría, pero la verdad es que lo estoy haciendo yo mismo ahora, me viene a la memoria en este momento una frase que pronunció recientemente un personaje de la vida política y que relaciono con lo del párrafo anterior, sonaba así: “Hacemos cosas chulísimas”. Ya saben a quién me refiero.

La resolución del caso llegó de forma inesperada


A punto ya de ser alcanzado el ratero pega un resbalón y cae al pavimento mojado, recuerdo a aquella señora de más de sesenta años que viendo la persecución, y con el objeto que figura en la fotografía superior la emprendió a golpes con el caco, no sabiendo este muy bien como reaccionar. Nuestra actuación en ese momento consistió en echarle el guante y asegurarnos de que no escapara, no nos olvidemos que el mismo portaba un arma blanca, y por otro lado sacarle de encima a la señora que allí mismo sometió al reo a la pena de “20 paraguazos en la cabeza”.

Recuerdo su cara cuando yo mismo la acompañaba fuera de la estación y le decía, “señora váyase de aquí que aún se va a meter en un lío”. En una sola frase que pronunció la señora me dijo: “Bueno, pero a qué he hecho bien ¿verdad?, se lo voy a contar a mi marido”.

Le fue intervenido un cuchillo de unos treinta centímetros de hoja y recuperamos la cantidad de 350.000 de nuestras antiguas y queridas pesetas. Desconozco si la sangre que le brotaba de la cabeza fue consecuencia de su caída o de los paraguazos recibidos, aunque me inclino más bien por lo segundo.

Hoy no les dejo sin referirme a otro personaje de la vida política, a mis 23 años era en aquellos momentos no solo el más joven de mi unidad, también de la plantilla. Aunque no de forma despectiva como lo hizo recientemente este otro “figura” al referirse a la policía española, fue cierto que por esa juventud de la que les hablo en aquella época fui apodado por mis compañeros como “Piolín”.

Jesús Longueira Alvarez.

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